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Salta bajo shock por el asesinato
de un sacerdote con 17 puñaladas

Aún no se sabe por qué mataron al cura Ernesto Martearena con una saña horrible: tras las 17 puñaladas por la espalda, quemaron su cuerpo. Una multitud participó de su sepelio.

Muchos salteños fueron a despedir los restos de Martearena, muy apreciado en la zona.

Los rezos de la capilla de Nuestra Señora de Fátima, donde el cura Ernesto Martearena hizo crecer una obra social en estrecho contacto con el gobierno de la provincia, son ruidos fatuos, despedidas angustiosas de mujeres que lo consideraban casi un santo. De compleja y fuerte personalidad, Ernesto Martearena, 57 años, creador de ocho comedores escolares, un centro de asistencia para niños con VIH, una granja de recuperación de adictos, fue asesinado el domingo a la madrugada en el hall de su residencia, a metros de esa iglesia donde ahora lo lloran los fieles. A Martearena al menos dos personas le clavaron 17 puñaladas, lo trasladaron por una escalera hasta su cuarto, y cuando agonizaba en la cama, le prendieron fuego, aún no se sabe con qué combustible. “No podríamos decir que tenemos una hipótesis más firme que otra, pero estamos reconstruyendo sus últimos movimientos”, le dijo anoche el juez Sanabria a Página/12, en pleno secuestro de lo que podrían ser pruebas “en una entidad bancaria de Salta”.
Martearena tuvo un fin de semana con compromisos de todo tipo porque llevaba una actividad intensa. Pero el domingo a la noche cenó como solía junto a otro sacerdote y un amigo de confianza en la parroquia. Desde las cero hora del lunes feriado nadie, que no fueran sus asesinos, volvió a verlo. Ni hasta ayer habían surgido en la investigación testigos de algún movimiento no habitual en el tranquilo barrio en el que está ubicada la iglesia de Fátima, a solo 15 cuadras del centro de la capital. Es extraño que no haya testigos: no sólo porque está claro para los forenses que el padre se resistió a sus agresores, sino porque los puntazos que recibió deben haberle provocado un dolor que no puede haber callado.
Son 17 puñaladas las que hay en su cuerpo, todas dadas por la espalda. Y por la sangre que había en el hall de su casa, los cuchillazos fueron hechos en mismo hall. Luego, el cuerpo de más de setenta kilos, fue llevado por una escalera de ocho metros, en forma de “L”, hasta el cuarto donde lo arrojaron a la cama para quemarlo. Lo cierto es que ayer las fuentes no se ponían de acuerdo en si se trató de fuego o lo quemaron con un ácido, ya que nadie percibió que de la habitación saliera humo y el cadáver fue afectado desde la cintura hacia arriba. “Está irreconocible”, graficó una fuente.
Una de las primeras grandes preguntas de crimen de Martearena, que dejó a la provincia estupefacta y que ya está por motivar el pago de una recompensa por parte del gobernador Juan Carlos Romero, es si los que lo mataron –por cómo trasladaron su pesado cuerpo debieron ser dos o más los asesinos– se llevaron algo de su cuarto o de la casa en la que vivía. Cuando ayer este diario quiso saber del juez Aldo Saravia si había habido robo además de un crimen, el magistrado contestó que eso es lo que quiere determinar. “Estamos revisando la escena del hecho para ver que pasa con esos datos que allí hay y darnos cuenta si falta algo importante, justamente ahora estamos en una institución bancaria”, dijo.
Saravia, que pidió al secretario de Seguridad provincial que frenara las lenguas largas de la policía en el caso para que nada se filtrase, no quiso analizar las primeras pruebas e indicios que reúne. Pero fuentes allegadas a la causa dijeron que la justicia quiere determinar si el párroco había hecho algún retiro en el banco que podría tener en su casa. Las cantidades de dinero que manejaba el padre debido al volumen de su obra no son despreciables. Ayer por su velatorio desfilaron no sólo cientos y cientos de mujeres y hombres pobres que alguna vez recibieron su ayuda social y lo más granado de la política provincial. El gobernador Romero dijo que si tiene que “dar una recompensa para más información lo vamos a hacer”.

 


 

PROSTITUTAS MARPLATENSES VENDIDAS AL EXTERIOR
Una red de trata de blancas

Algunas de las ocho mujeres que desaparecieron en los últimos cinco años en la ciudad de Mar del Plata pudieron haber sido vendidas al exterior, para ejercer la prostitución, por una organización de tratantes de blancas que opera en esa ciudad. La hipótesis apareció con fuerza en las últimas horas entre los investigadores de los crímenes y desapariciones de mujeres vinculadas con la noche marplatense, que detectaron la existencia de organizaciones que manejan el negocio del tráfico de drogas y de mujeres.
“La investigación que está haciendo la Policía Judicial con el juez (Pedro) Hooft, desde febrero, nos ha permitido seguir pistas de una organización que se dedica a traer mujeres desde Mendoza y otras ciudades del interior y que ha llevado a algunas hasta Ibiza o Barcelona”, dijo a Página/12 el procurador general bonaerense, Eduardo de la Cruz.
La pista surgió como consecuencia del trabajo de los policías judiciales, cuyo primer resultado fue desbaratar la fábula del “loco de la ruta”, con la que la policía local intentó durante años explicar la muerte de seis mujeres y las desaparición de otras ocho, en la ciudad balnearia. Según la hipótesis de los investigadores, los crímenes son obra de una organización de narcotraficantes y proxenetas. En esa línea, la semana pasada dieron un paso decisivo al allanar un cabaret del barrio La Perla, donde trabajaron por lo menos tres de las mujeres desaparecidas.
Después de recoger decenas de testimonios, los policías judiciales descubrieron que algunas de las compañeras y amigas de las víctimas habían recibido ofertas para trabajar en España. “Es una posibilidad que algunas de las mujeres desaparecidas estén vivas y hayan sido llevadas al exterior”, dijo De la Cruz.
Tras cruzar más de 80.000 llamados telefónicos, los investigadores creen tener circunscripto dos eslabones de la cadena donde se desarrollaban las actividades de estas organizaciones: dos cabarets y una remisería, con los que aparecen relacionados dos suboficiales de la bonaerense. También se investiga qué vinculación tenían funcionarios de la justicia federal, desde cuyos teléfonos se hicieron llamados a la organización.

 

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