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PREMIO NACIONAL DE NARRATIVA DE ESPAÑA
Un dulce para Marsé

Idea: Marsé no es un devoto
de los premios, pero tampoco los rechaza.�No voy a estar esperando
a que me toque la lotería, pero... a nadie le amarga un dulce�.

El catalán obtuvo el galardón
por su novela “Rabos de lagartija”.
“No escribo para demostrar teorías
sino para divertirme con historias.”

El escritor catalán Juan Marsé, considerado uno de los mejores autores de la literatura contemporánea europea, ganó ayer a sus 68 años el Premio Nacional de Narrativa por Rabos de lagartija, una novela que recrea la posguerra y está ambientada en Barcelona entre 1945 y 1951. Este galardón, dotado con un premio monetario de 2,5 millones de pesetas (casi 14.000 dólares), es concedido por el Ministerio de Educación y Cultura de España a la mejor novela del año anterior. Marsé, nacido el 8 de enero de 1933 en Barcelona, tres años antes de la Guerra Civil que desembocaría en la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), ya ganó con esa misma novela el Premio de la Crítica de este año, un galardón que también recibió en 1994 por El embrujo de Shanghai, que luego fue adaptada al cine por Fernando Trueba. Esta es la primera vez que Marsé, un escritor comprometido con la izquierda que además militó en el Partido Comunista, recibe un galardón institucional. Juan Marsé no es precisamente un devoto de los premios, pero tampoco los rechaza. “No voy a estar esperando a que me toque la lotería, pero... a nadie le amarga un dulce”, dijo ayer al enterarse de la decisión.
Rabos de lagartija, que en palabras de su autor es “la historia de dos muchachos que se debaten entre el mundo de los sueños y el mundo real en un época en que la esperanza estaba acogotada, pero en la que había el afán y la lucha por la supervivencia”, tiene tintes autobiográficos. Al igual que uno de los protagonistas del libro, Marsé quedó huérfano de madre al morir ésta pocos días después del parto. Y, si bien las épocas son distintas, también este escritor creció en tiempos difíciles.
Marsé apenas conoció a su padre, taxista de profesión, y tras la muerte de su madre fue adoptado por una familia campesina. Fue entonces cuando cambió su apellido real, Faneca, por el actual. Si el padre adoptivo del autor fue encarcelado por militar en la izquierda catalanista, el padre del protagonista de su novela es perseguido por anarquista. Para ayudar a su familia, Marsé dejó el colegio a los 13 años para trabajar como aprendiz en un taller de joyería. A esa edad fue que se inició en la narrativa, ya que escribió un manuscrito imitando el clásico Las nieves del Kilimanjaro, de Ernest Hemingway.
Pero no fue hasta su segunda novela, Ultimas tardes con Teresa, con la que en 1965 obtuvo el Premio Biblioteca Breve, que este artista totalmente autodidacta decidió dedicarse de lleno a la escritura. En ese entonces tenía 33 años y había pasado algún tiempo en París, donde conoció a grandes autores como Jorge Semprún. Admirado por la crítica por su lenguaje directo –”habla como escribe y escribe como habla”, dicen– en España para elogiarlo y menos querido en los círculos académicos por ser un autor políticamente incorrecto, Marsé no se considera un intelectual. “Yo soy simplemente un narrador. Tengo una mirada atenta a la realidad, pero no escribo para demostrar teorías sino para divertirme contando historias”, afirmó hace tres años, en una entrevista que concedió a Página/12 cuando vino a Buenos Aires invitado por la Feria del Libro. Marsé, que además incursionó en el periodismo y es autor de varios guiones cinematográficos, publicó su primer libro, Encerrados con un solo juguete, en 1960. Luego fue dándole forma a su carrera literaria con las obras Ultimas tardes con Teresa (1965), La oscura historia de la prima Montse (1970), Si te dicen que caí (1973), La muchacha de las bragas de oro (1978, Premio Planeta), Un día volveré (1982), Ronda de Guinardo (1984), Teniente Bravo (1987), El embrujo de Shanghai (1993, Premio de la Crítica) y La fuga del río Lobo, editado en 1996.

 

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