Por Susana Viau
Hasta 1989 el arquitecto Alberto
Rossi era un perfecto desconocido. Su nombre, aún hoy insignificante
para la mayoría y clave de muchos secretos para el mundillo político
y los periodistas, salió de la oscuridad con Carlos Menem. Era
el arquitecto de Menem y también pseudo pariente. Un
parentesco típico de las familias italianas numerosas, o como en
este caso, de las árabes, donde todos son primos y tíos
y si no lo son, la frecuentación los hace acreedores al vínculo.
En realidad, el pariente no era Rossi sino su mujer Zoraida Awada y al
otro extremo del lazo biológico no estaba el ex presidente sino
su médico personal, Alejandro Alito Tfeli.
En un principio se aseguró que el misterioso arquitecto era el
cerebro de las remodelaciones de la residencia de Olivos, la residencia
veraniega de Chapadmalal y también de la cabaña de Anillaco.
Luego se aseguró que la casa riojana estaba a nombre del arquitecto.
Las sospechas de que Rossi fuera el hombre de paja del presidente crecieron
en la misma proporción que la fortuna personal del pariente...
y de los Awada que sembraron de tiendas con ropa para mujeres de más
de cuarenta los shoppings pensados para la clientela de mayor poder adquisitivo.
Allí, en Awada se compró la ropa con la que
preparó su ingreso a la función pública Graciela
Fernández Meijide sin saber que la boleta estaba en manos del menemismo
que amenazaba con divulgarla. La otra casa, la cabaña de la que
el ex presidente disfrutaba por su microclima estaba también a
nombre de Aldo Semino, un ingeniero agrónomo que aparecía
asimismo en las sociedades propietarias de terrenos vinculadas al ex banquero
Raúl Moneta y a su abogado Alberto Petracchi, fue bautizada como
la aguada de las alturas. ¿Sería demasiado conspirativo
establecer similitudes entre Awada y Aguada? Rossi, entre
tanto, había diversificado sus inversiones y aparecía como
coaccionista con Ricardo Daniel Glazman en la sociedad Playcenter, titular
del Bingo Lavalle, el primero en ser autorizado en la Capital, negocios
que, claro, brotaron como hongos en la década del 90, al calor
de la Revolución Productiva. Finalmente, en ese galimatías
en que han transformado los bienes de Carlos Menem, que si son, que no
son, que son de Rossi, que son de Zulemita, pudo establecerse que, en
realidad, Zoraida Awada de Rossi era sobrina de Alito Tfeli,
cuya madre se apellida Awada y cuyo primo era un prominente jefe espiritual
de los grupos radicales islámicos asentados en el valle de la Bekaa.
Rossi era igualmente socio de Arnaldo Chiantore, el telegrafista que de
la noche a la mañana se hizo concesionario del odiado SEC, la empresa
de parquímetros y grúas que asuela a los automovilistas
capitalinos. Otro de los emprendimientos de Rossi era TeleTV, de juegos
televisivos, similar a los de Telinfor, donde militaba Alejandro Mc Farlain,
yerno del ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy.
De la noche a la mañana, Rossi era tan importante que hasta aparecía
en los avisos fúnebres que participaban de la muerte del banquero
Edmond Safra, dueño del Republic National Bank, asesinado en su
refugio de Niza por un ex marine introducido como su enfermero particular
y al que se le diagnosticaron graves disturbios mentales. Safra estaba
sospechado de blanquear enormes sumas a través de su entidad y
ganó el perdón de los investigadores norteamericanos gracias
a su colaboración en la revelación del entramado financiero
de la mafia rusa. Para esas fechas, Rossi ya era propietario de una espectacular
casa valuada en dos millones y medio de dólares y ubicada en el
concurrido Country Tortugas, el jardín del edén del menemismo.
Una información que conspicuos integrantes del entorno del ex presidente
han calificado de A1 dice que el empresario recientemente
secuestrado Abraham Awada y por lo tanto también su hija Zoraida
y el nefrólogo Alito Tfeli son parientes de Monzer
Al Kassar. La madre de Al Kassar, afirman, es Awada. Si así resultara,
podría contarse que lossecretos de los últimos grandes episodios
nacionales se esconden en Yabrud.
DOS
EXPEDIENTES QUE HICIERON HISTORIA
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Oro enceguecedor
El fraude al Estado mediante presuntas exportaciones de manufacturas
de oro se montó sobre una disposición firmada por
Domingo Cavallo, otorgándoles a esas ventas externas reintegros
(premios fiscales) de entre 10 y 15 por ciento. La medida causó
perplejidad porque la Argentina producía cantidades insignificantes
de ese metal. Entretanto, éste podía ser importado
por los bancos sin pagar derecho aduanero alguno, bajo la forma
de oro monetario. Las mismas entidades podían luego venderlo
a particulares, sin obligación de averiguar qué harían
con él. El negocio quedaba así servido en bandeja
de plata: importar con arancel cero, y reexportar cobrando un subsidio
de hasta 15 por ciento. Empresas como Casa Piana aprovecharon velozmente
la oportunidad, contando además con funcionarios gubernamentales
entre ellos el entonces secretario de Relaciones Económicas
Internacionales, Jorge Campbell que la asesoraban, aceitando
todos los mecanismos. Mientras Cavallo se jactaba del aumento de
las exportaciones industriales, computando entre ellas las milagrosamente
multiplicadas piezas áureas, los entrepreneurs se cebaban,
enviando incluso ganga, pero declarada como oro. Cobraban así
jugosos reintegros en la Aduana y, además, devoluciones de
IVA en Impositiva. Adicionalmente, contaban con la complicidad de
otras empresas en Estados Unidos, que aprovechaban sus aparentes
importaciones de orfebrería argentina para lavar dinero.
Esto le resultó finalmente fatal a la mafia armada en la
Argentina alrededor de este filón, porque se topó
con que los inspectores y los jueces norteamericanos no se mostraban
tan indulgentes con ellos como los locales, que debían tener
buenas razones para ello.
La venta de armas
El 15 de marzo de 1995, horas antes de que muriera el hijo del
entonces presidente Carlos Menem, el abogado Ricardo Monner Sans
denunció ante la Justicia el contrabando de armas. Durante
la investigación, que estuvo a cargo del juez Jorge Urso
y del fiscal Carlos Stornelli, se conocieron tres decretos secretos
que Menem y sus ministros Antonio Erman González, Guido Di
Tella y Domingo Cavallo habían firmado entre 1991 y 1995
y que permitieron siete embarques clandestinos a Croacia y tres
a Ecuador. Los documentos contenían datos falsos, por ejemplo,
que el destino de las armas eran Panamá y Venezuela. El 2
de octubre de 1998 Luis Sarlenga, ex interventor de Fabricaciones
Militares, se convirtió en el primer detenido del caso. Su
arresto fue ordenado por el juez Marcelo Aguinsky, que tiene un
causa conexa. Luego Urso procesó, entre otros funcionarios,
a Di Tella, González, el ex ministro de Defensa Oscar Camilión,
el ex jefe de la Fuerza Aérea Juan Paulik, ex jefe del Ejército,
Martín Balza y a Sarlenga. El 4 de abril de 2001 la Sala
II de la Cámara Federal ordenó que se investigue la
asociación ilícita y expresó: Comienza
a resultar sospechoso que todos los hechos hayan sucedido sin la
anuencia de las más altas autoridades con competencia en
el asunto, extremo que debería ser analizado. Dos días
después, en una ampliación de su declaración
indagatoria, Sarlenga se quebró e involucró en las
maniobras a Emir Yoma, ex cuñado de Menem, que quedó
detenido al día siguiente como organizador de la asociación
ilícita. Siguieron sus pasos González y Balza. Finalmente
el 7 de junio, Urso arrestó al ex presidente. Actualmente
se espera el fallo de la Sala II que debe confirmar o rechazar los
procesamientos de González, Balza, Di Tella y Menem.
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