Por José
Natanson
Fue ayer, en una reunión
tensa y confidencial que se desarrolló por la tarde en la Casa
Rosada. Por primera vez desde que se instalaron las versiones sobre cambios
en las primeras filas de la Rosada, Patricia Bullrich acusó a Chrystian
Colombo de hacer todo lo posible para desplazarla del Ministerio de Trabajo.
Según cuentan en la Rosada, el jefe de Gabinete desmintió
la denuncia, pero Bullrich insistió una y otra vez, elevando el
tono de la discusión a niveles inusuales para un coloquio entre
dos ex aliados dentro del Gobierno.
Todo comenzó la semana pasada, cuando Página/12 anticipó
un plan que manejaba Fernando de la Rúa para desplazar a Bullrich
de Trabajo y designarla en un superministerio Social, previa renuncia
de Juan Pablo Cafiero. Con la movida, el Presidente no sólo se
sacaría de encima a Juampi, que se queja cada vez más abiertamente
por la escasez de recursos. También correría a Bullrich
de Trabajo: aunque la considera una funcionaria eficiente y leal, la ministra
ha encarado una política de confrontación con las dos CGT,
llevando el diálogo con los sindicalistas a punto de no retorno.
La idea, entonces, sería cambiar la estrategia: descartar los proyectos
para transparentar la actividad sindical, incluyendo uno inédito
para obligar a los gremialistas a difundir sus ingresos, y designar a
un funcionario de buen diálogo con los capos cegetistas, quienes
ya han deslizado su placet respecto de Rafael Pascual.
Esto fue lo que Bullrich le dijo ayer a Colombo. En el encuentro, la ministra
lo responsabilizó de las versiones. Lo imputó de haber obrado
de consuno con Enrique Coti Nosiglia, amigo del jefe de Gabinete
y operador todoterreno del Gobierno. De acuerdo a un importante habitante
de la Rosada, Bullrich lo acusó de montar una operación
especialmente para desplazarla y mencionó la palabra conspiración.
En el encuentro, Colombo reaccionó desmintiendo la acusación.
Pero Bullrich, lejos de claudicar, aportó un dato concreto: le
dijo que sabía que en un encuentro furtivo de hace pocos días
él le había prometido a un grupo de gremialistas que la
ministra abandonaría su cartera antes de las elecciones.
El jefe de Gabinete negó haber mantenido esos contactos. Obstinada,
Bullrich aseguró que varias fuentes le habían confirmado
la reunión y que incluso había sido publicado por algunos
medios.
Chrystian, me lo dice todo el mundo. Llevan a los Gordos a reuniones
con De la Rúa, se encuentran con vos en secreto. Están cocinando
todo sin que yo me entere. No me mientas: están armando la sucesión
dijo Bullrich, según el relato que hizo después a
este diario el funcionario con despacho en la Rosada.
El jefe de Gabinete permaneció en silencio la mayor parte del encuentro,
y sólo habló para responder las acusaciones. Finalmente,
Bullrich aportó su evaluación política, la misma
que viene difundiendo a sus colaboradores: su teoría es que la
estrategia es errada por dos causas: en primer lugar, el tema se ha instalado
de tal forma que, ahora, su eventual renuncia al Ministerio de Trabajo
será leída indefectiblemente como una claudicación
de De la Rúa a las presiones de la CGT. Pero, además, el
nombramiento de un funcionario apreciado por los gremios no garantizaría
de ningún modo un cese de la protesta: la teoría es que
al poco tiempo volverán a los paros.
La reunión concluyó como había empezado. Su contenido
fue relatado a este diario por una alta fuente del Gobierno, chequeado
en el Ministerio de Trabajo y confirmado por un funcionario muy cercano
a De la Rúa. Estaban con la puerta cerrada y se escuchaba
que discutían en voz alta, comentó la fuente. El vocero
oficial, Juan Pablo Baylac, confirmó la existencia del encuentro.
Sin embargo, más tarde en la Jefatura de Gabinete desmintieron
oficialmente la información.
En cualquier caso, la fuerte discusión de ayer revela el estado
de alteración constante que se vive en el Gobierno. Zarandeados
por los mercados, en un estado de crisis financiera permanente, y frente
a unas elecciones que no auguran nada bueno, los funcionarios no saben
qué les espera luego del próximo recambio ministerial. Mientras,
De la Rúa, hermético, no suelta prenda sobre sus próximos
pasos, contribuyendo con su silencio a la confusión general.
BAYLAC
LE RESPONDIO A FIDEL
Está muy lejos
La barba grisácea de
Osama bin Laden se ha convertido en la imagen más representativa
del enemigo Nº 1 de Estados Unidos. Miles de kilómetros al
sur de Washington, el gobierno de Fernando de la Rúa enfrenta a
sus propios enemigos: el riesgo país, la crisis económica,
su propia anomia. Al margen de esos obstáculos, hay un escollo,
barbado él, que parece estar acechándolo cada vez más,
al menos desde el plano internacional: el presidente de Cuba, Fidel Castro.
La Argentina va a estallar, había dicho Castro el martes,
en un congreso de periodistas en La Habana. Ayer, la respuesta no se hizo
esperar. El vocero Juan Pablo Baylac aseguró que Castro no
está en condiciones de evaluar la situación de la Argentina,
porque está muy lejos de conocer la realidad.
El martes, en una entrevista con periodistas argentinos que fue publicada
por Página/12, Castro había anunciado malos tiempos para
la Argentina. Buscaron paliativos para retrasar el estallido, pero
cada remedio que aportan agrava la situación. No se habla de estallido
porque hay cosas más graves, se habla de anexión. Ustedes
saben que no tienen ninguna independencia, dijo a los enviados de
los medios de Buenos Aires. Menos de veinticuatro horas después,
llegó la réplica oficial del gobierno argentino. En el sector
militar del aeroparque, Baylac aprovechó un contacto con la prensa
para contestarle al jefe de Estado cubano. La Argentina no va a
estallar. Seguiremos bregando por conseguir un país que crezca,
señaló. Y luego se refirió directamente al fundador
del movimiento 26 de Julio: No está en condiciones de evaluar
la situación de la Argentina porque está muy lejos de conocer
la realidad.
Luego Baylac anunció que el Presidente había suspendido
un viaje para reunirse con el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini,
a quien hace unos meses Castro bautizó como lamebotas.
Una buena ocasión, seguramente, para discutir sobre los dichos
del enemigo nº 1 del Gobierno a nivel diplomático.
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