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El primer acusado que rompió el
silencio en el juicio de la AMIA

El ex subcomisario Anastacio Leal contó su versión ante el Tribunal. Fue minucioso y arrogante. Se declaró inocente y se despegó de Ribelli. Luego, interrogado por los jueces, trastabilló.

Hay 20 acusados en el juicio oral. Hasta ayer todos habían respetado el pacto de silencio.

Por Irina Hauser y Raúl Kollmann

“No soy terrorista, no soy ladrón, no soy extorsionador.” “(Carlos) Telleldín es un mentiroso.” “Negoció con Galeano nuestra detención a cambio de 400 mil dólares.” “A (Juan José) Ribelli no lo conocía, nunca trabajé con él.” “La Trafic nunca pasó por los policías.” Anastacio Irineo Leal, un ex subcomisario de 43 años que se presentó como evangelista, fue el primero de los 20 procesados en el juicio oral por el atentado a la AMIA que rompió el silencio. Leal está acusado de haber retirado de la casa de Telleldín la camioneta con el motor que se encontró en la sede de la mutual judía y de participar en las extorsiones al “Enano”. Con una actitud soberbia, incluso prepotente, Leal contó su versión y contestó las preguntas de los fiscales y abogados, clavando la mirada en cada uno de ellos. Su solidez comenzó a desvanecerse al final de la jornada, cuando lo interrogaron los tres jueces del Tribunal Oral 3, en base a datos que dejaban a la vista la debilidad de sus argumentos.
La estrategia que desplegó Leal se basó en atacar a Telleldín y al juez Juan José Galeano, mostrar acuerdos entre ellos para “armar la causa”, y despegarse de Ribelli, que lideraba la banda de policías acusados. Todo eso, exhibiendo un gran dominio del expediente, y casi sin titubear. Como parte de su despliegue, y para contrariar las descripciones de Telleldín que lo complicaron, llevó fotos que lo mostraban sin bigotes y dijo que su apodo no era Pino sino Tito. Que lo podían conocer como “hijo de Pino” –añadió burlón– porque era el sobrenombre de su padre, también policía. “Por favor –exclamó–, averigüen a quién realmente le dicen Pino.”
La historia oficial que Leal contó ayer dice que el 10 de julio de 1994, el día que se llevaron la camioneta de la casa de Telleldín, él estaba con su amante. Un argumento que ya varios ex policías, incluso Ribelli, usaron sistemáticamente para explicar momentos que no pueden justificar. “Nos veíamos el primer y segundo domingo de cada mes, íbamos a comer a un lugar que se llamaba ‘La Lechonera’ y yo a las tres de la tarde tenía que estar de vuelta para ir al templo evangelista”, contó Leal, mientras su mujer lo miraba desde el pullman. Cuando el fiscal Alberto Nisman le recordó que él mismo había reconocido en la instrucción que en esa fecha había pasado por el domicilio el “Enano”, redobló su tono rudo y acusó al juzgado de Galeano de haber agregado a su declaración frases que nunca dijo.
Según los fiscales, en el expediente hay pruebas de que Leal y el ex subcomisario Raúl Ibarra, pasaron por la casa de Telleldín el día que se entregó la camioneta, y los en días previos. Y que participaron en las extorsiones con que los policías le reclamaban dinero para proteger sus negocios ilegales. Según Telleldín, él no pudo darles la plata porque no tenía y terminó entregando la Trafic. Leal e Ibarra lo presionaron para que negociara. Con ese fin detuvieron a Hugo Pérez, que vivía con Telleldín. Hay constancias de que fue violentamente golpeado cuando estaba detenido, y de que fue adulterado el texto de la detención. Los fiscales saben, también, que Ribelli y Leal estaban vinculados, y que habían coincidido durante ocho meses en la brigada de Lanús.
Leal asegura que a Telleldín lo vio por primera vez el 14 de julio. El ex subcomisario Jorge Rago lo había mandado a seguirlo porque, según información que había acercado el ex oficial Mario Bareiro y que a su vez le había dado Diego Barreda, usaba un Renault 19 “de procedencia ilícita”. Barerio y Barreda habían contado, además, que “el enano” se dedicaba a comprar autos robados, mandar a sustraer otros y venderlos. Leal dice que lo único que hizo fue ir hasta la casa de Telleldín y esperarlo con otros policías en tres vehículos distintos e intentar agarrarlo. Cuando el Enano se subió al Renault 19, contó, se escabulló. Lo siguió, pero no logró atraparlo. Finalmente regresó a esperarlo a su casa. “Tenía que volver ya que tiene hijos”, dijo. En el ínterin, dice, vieron salir a Pérez, lo paró y como no tenía documentos lo detuvo por averiguación de antecedentes.
Contra Leal es que Barreda y Bareiro ya confesaron en la causa que existió una extorsión. “Dejamos todo armado para que Leal le sacara la plata a Telleldín”, dijeron, además, tiempo atrás al dialogar con Página/12. “Sé que Barreda y Bareiro han declarado algunas aberraciones. Que lo digan acá”, despotricó ayer Leal. Diga lo que diga, no es creíble que en una misma brigada hubiera dos oficiales que negociaban con Telleldín y un jefe impoluto. Leal, evidentemente, participaba en la extorsión.
“Telleldín no es un delincuente nato. Es un ratero”, disparó Leal. Agregó que a Galeano y los fiscales los denunció y que sus reclamos llegaron hasta el ex presidente Carlos Menem. “Con Telleldín formaron una asociación ilícita para encubrir a los verdaderos autores del atentado”, dijo, recordando el video en que se ve a Telleldín negociando el juez.
Leal contestó las preguntas de la fiscalía y de la querella contestó una tras otra sin inmutarse. El problema lo tuvo cuando empezaron a preguntarle los jueces. Le cambió la cara, recrudecieron sus ojeras y cada vez pudo recitar menos de memoria. Las preguntas del tribunal marcaban contradicciones sin necesidad de explicitarlas: por qué, si Telleldín se le había escapado en el Renault 19 no habló con un comando para que lo detuviera, si era común que la brigada de Vicente López (a la que pertenecía) interviniera en otra jurisdicción, detalles sobre su relación con Bareiro y Barreda. Para entonces, se quedó casi sin respuestas.
Para algunos abogados defensores la declaración de Leal fue el “anticipo de lo que va a decir hoy Ribelli”. Para el abogado de Ribelli, José Manuel Ubeira “la caída de la mitad de la conexión local”. Algunos de los querellantes se preguntan: “¿Cómo se probará la relación de todo esto con el atentado a la AMIA?”.

 

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