Cuestiones con la vida
(De Nueva York a Kabul)
Por Vicente Zito
Lema
I Escribo en este domingo de octubre mientras no cesa la lluvia,
que pareciera eterna, y la poca luz que resta de la tarde se convierte
en sombras.
Otra vez la guerra. Caen las andanadas de misiles sobre la comarca yerma
y tan herida de Afganistán.
La anunciada venganza del Imperio se consuma. Más que ruin, ostentosa
y aséptica.
Desmedida en su despliegue de armas y riquezas. (Salvo los cuerpos nada
hay que tenga el precio de un misil en Afganistán.)
¿Qué se castiga? ¿Cuál es el verdadero fin
del exceso?
¿Qué pueden destruir que no sean vidas y montañas?
¿Eso se pretende, acabar con las vidas y las montañas?
¿Qué no han destruido los nuevos salvajes durante el siglo
XX? ¿Qué anuncian para el siglo que llegó? ¿Cuerpos
a granel que se convierten en carroña? ¿Ríos y montañas
en los umbrales de la nada?
¿Han mirado con atención el rostro del jefe del Imperio?
¿Esos ojos y esa boca mientras dice Justicia infinita,
Libertad duradera...? ¡Espanto! ¡Espanto!
Cómo. Cuándo. Quién los detendrá...
¿Y mañana, con lluvia o sin lluvia más muertos sobre
la comarca yerma y tan herida de Afganistán? ¿O caerán
los misiles que nada tienen de música en Irak, Libia o Sudán,
o Palestina? ¿El horror que viene del mar o del cielo para sellar
las gargantas allí, donde la demencia militar señale enemigos
o la usura de Wall Street, denuncie depósitos de gas o de petróleo
listos para el saqueo?
¿Y la moral? ¿No sirve la moral para callarse la boca ante
los crímenes del Imperio? ¿No sirve el arte de Whitman,
Miller o Capote para cerrar los ojos ante la carnicerías con las
que el Imperio anuncia el the end de su relato?
Que no haya más confusión de la debida: también dentro
del Imperio hay lucha de clases, se cultiva la conciencia crítica
y las voces de belleza, pero nada de nada exorciza la muerte que se convierte
en solución final de los conflictos.
II Se preguntará: ¿Y el 11 de septiembre y de las
Torres y de los muertos entre los muertos, los escombros y el fuego, qué?
Que cuando la desgracia ocurrió nuestro corazón se heló,
nos tomamos la cabeza igual que de niños, confundidos, anonadados
ante una realidad que desbordaba el vaso de la comprensión.
Que si fuera posible detendríamos el reloj un minuto antes del
estallido para darle una nueva oportunidad a la historia.
Una historia la eterna ilusión donde EE.UU. no fuera
el morbífico Imperio que amenaza a la humanidad y esa carta de
Marx a Lincoln augurándole un espacio de libertad profunda hubiera
sido la campana que aún tañe en nuestras vidas.
La muerte no es belleza. La muerte no es amor.
Los cadáveres se amontonan unos sobre otros. Nada los distingue.
El alma, si existió, se ha marchado. Pobrecitos los muertos, el
tufo nos ahuyenta. Qué les dará consuelo. O mejor, sentido.
III ¿Para qué los muertos de septiembre en Nueva
York?
¿Para qué los muertos de octubre en Kabul?
¿Para qué los muertos de Irak, Yugoslavia o Chatila?
¿Para qué los fríos muertos que de las calientes
guerras vendrán?
¿Tan eternos los muertos como las lluvias? ¿Tan implacables
las guerras como las lluvias?
¿Sirve de algo recordar que para cada día de este año
las Naciones Unidas han previsto que morirán de hambre 35.600 niños?
Cada día. Cada día.
¿Y estos muertos de la mayor inocencia no se mirarán, no
se tocarán, no habrá llantos ni himnos ni discursos para
ellos?
¿Qué categoría de las que con liviandad se juegan,
terror o terrorismo, para darle nombre al horror
que está más allá de la piedad? ¿O no hay
palabras? ¿Tampoco nombres?
IV¿Seguirá siendo la guerra la continuación
de la política por otros medios? ¿Qué política,
la que justifica la antropofagia o la esclavitud, que al fin de cuentas
de ello siempre se trata? ¿Qué guerra, la que impone esa
misma antropofagia y esa misma esclavitud que como todos saben en poco
se distinguen?
¿Hay otra política? ¿Quién habló del
bien común, del vínculo público y amoroso que se
establece como ser y esencia de la existencia?
¿Hay otra guerra? ¿No se soñó con las disputas
en la ley para saldar las diferencias?
¿Habrá un camino para que el fin de la antropofagia y la
esclavitud no tenga un precio de usura eterna y la moneda de pago no sea
la vida?
V ¿Es posible en un tiempo sin inocencia que obre la verdad
en nuestro espíritu?
Si así fuera, ¿cómo distinguir el bien del mal si
en el mar se asienta la razón de nuestros días...?
¿Hemos nacido para la vida o ante la vida que se toma abyecta en
el sufrimiento tendremos en la locura y el suicidio la primera esperanza,
el último consuelo?
¿En nombre de Alá, la inmolación que abre las puertas
del cielo, porque la tierra es un espanto?
¿Para honrar de Dios la muerte de quienes en su agonía llevaron
su muerte hasta el umbral de esa casa poderosa donde nunca la tragedia
tuvo su lecho?
¿Quién recoge la gloria de los cuerpos humillados, de los
pobres entre los más pobres con los pies desnudos?
¿O ya no hay gloria porque estamos en el centro del Infierno?
¿Un demonio ante nuestros ojos? ¿O son dos?
¿O necesitamos un demonio, dos demonios, mil demonios porque en
tiempos del Imperio absoluto era de buen tino callar lo que todos sabíamos:
que en el origen de los actos de guerra y de sus muertos se juega como
lucha de clases la propia existencia de un Imperio que hizo de las tierras
un baldío y tal vez mañana un desierto?
VII ¿Tendremos en el silencio de la muerte las respuestas
que nos niega la vida...?
* Secretario académico de la Universidad de la Asociación
Madres de Plaza de Mayo.
La alegría
de la vida
Por
Oscar F. Natalichio, Marcelo Freyre, Jaime Fuchs *
Horacio Verbitsky publica en Página/12 del miércoles
10 de octubre una dura crítica a las opiniones vertidas por
Viñas, Schoklender, Zito Lema y Bonafini. Lo que no dice
Verbitsky es que en esa misma mesa redonda existieron otras opiniones,
que evaluaban de manera distinta lo sucedido en ese evento y que,
en esa posición estuvieron Hernán Schiller, Pedro
Brieger, Jaime Fuchs, Oscar Natalichio y Marcelo Freyre.
Sobre esas opiniones, Verbitsky no dice una sola palabra, no dice
que en un debate franco, como el que existe en todos los eventos
realizados por la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, no
todos opinan como Viñas o Schoklender. Y no mencionar las
demás posiciones podría estar sugiriendo que es la
Universidad la que toma esas posturas. Esperamos que no sea esa
la intención y la amenaza de Verbitsky al señalar
la página de los viernes y agregar lo que se enseña
en esa academia, calificativo de desprecio hacia un proyecto
de alto nivel cultural y humanista. En nuestro caso, como responsables
de la carrera de Economía, estamos dispuestos a debatir nuestros
conocimientos con cualquier Universidad, sea pública o privada
y con cualquier economista de cualquier tendencia. La cátedra
de Economía es posiblemente la única con nivel científico
del país, la única que no vulgariza la Economía.
Como docentes y estudiantes de esa carrera de Economía Política
y Social, hemos consensuado una posición sobre los acontecimientos
de las torres, posición que ha sido meticulosamente estudiada,
que carece de la improvisación de aquellos que miran con
un solo ojo, sea este el derecho o el izquierdo. Y, fundamentalmente,
hemos repudiado al terrorismo como método de lucha. También
en este caso, porque se trata de dos acciones terroristas de un
mismo signo y con un inocultable objetivo económico sustentado
ya sobre miles y quizá muy pronto sobre millones de cadáveres.
En esa declaración, que firmamos los docentes de la carrera,
explicamos con claridad la posición de profesores y alumnos,
allí nos referimos a la alegría de la vida, a luchar
por defenderla, a combatir al terrorismo que derrumbó las
torres gemelas y al terrorismo que lanza cientos de misiles contra
mujeres, niños y ancianos, volcando un poderío descomunal
contra una población indefensa, hambrienta y analfabeta.
Y no olvidamos, no podemos ser hipócritas de desconocer,
que Bin Laden es un hijo de la CIA y que, cuando se dedicaba a matar
a los progresistas de Afganistán en nuestro país ninguna
bandera se puso a media asta y ningún artículo de
Verbitsky se refirió a la alegría de la muerte impulsada
por el socio comercial de Laden, el Bush padre.
* Profesores y director de la carrera de Economía Política
y Social de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo.
Nota de la Redacción: La nota dice todo y no sugiere
nada. Me entero de las demás intervenciones por esta carta.
Fueron omitidas por el aparato que difundió las de Pastor
de Bonafini, Schocklender, Viñas y Zito Lema. Mis notas cuestionando
la política de Bush padre y del gobierno argentino de la
época hacia el mundo árabe se publicaron en estas
mismas páginas. H.V.
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