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MILTON NASCIMENTO HABLA DE SU SOCIEDAD MUSICAL CON GILBERTO GIL
“Si perdiese la esperanza, no podría cantar”

Los músicos, que presentan mañana en el Gran Rex los temas de su disco �Gil & Milton - Milton & Gil�, se admiraron durante treinta años, hasta que un cruce en un avión los decidió a encarar un proyecto común. �Podemos parecer diferentes, pero no. Somos Brasil.�

Nascimento y Gil hacen combinar los aires y sonidos de Río de Janeiro y Salvador de Bahía.

Por Juan Arias
Desde Río de Janeiro

Se trata de un encuentro de grandes, una embajada brasileña de indiscutible potencia. Gilberto Gil y Milton Nascimento, dos iconos de la música popular de Brasil, presentarán su álbum Gil & Milton - Milton & Gil, mañana a las 22 en el Teatro Gran Rex, en una gira de presentación que llevó a ambos músicos por Brasil, Estados Unidos y Europa. Se trata de una especie de cita de honor: este show será el último que harán los artistas antes de continuar con sus carreras solistas. El trabajo surgió de un encuentro casual y es una mezcla de ritmos: rock, bossa nova y música del nordeste, entre otras, quince canciones que incluyen versiones de “Yo vengo a ofrecer mi corazón” (Fito Páez) y “Something”, del ex Beatle George Harrison, en versión reggae. Además contiene clásicos como “María” de Ary Barroso, “Dora” de Dorival Caymmi y “Baiao da Garoa” de Luiz Gonzaga.
Nascimento está feliz como un niño con la criatura musical que dio a luz junto a su colega. El disco fue calificado como “histórico” por la crítica: Nascimento y Gil, dos monumentos de la cultura brasileña, se reencontraron después de 30 años, durante los cuales se habían admirado a distancia, casi sin verse. No es fácil llegar hasta el chalé de Nascimento, escondido en el barrio moderno de Barra de Tijuca, entre el mar y la foresta. En la entrada de la puerta del salón destacan, escritas de su puño y letra, las palabras de la Carta 73 de San Agustín, que rezan: “Por lo que a mí se refiere, confieso que considero natural entregarme por entero a mis amigos cuando estoy cansado de los escándalos del mundo”.
Aunque ambos son negros, todos saben que Milton Nascimento (Minas de Gerais, 1942) y Gilberto Gil (Salvador de Bahía, 1942) son dos personajes en las antípodas en cuanto a carácter y raíces culturales. Gil, exuberante y solar como la tierra africana de Bahía donde nació. Milton, reservado y tímido, subterráneo y profundo, como su Minas Gerais, tierra rica en oro, diamantes y barroco. ¿Por qué quisieron unirse en esta aventura musical conjunta? “Yo había trabajado ya con miles de artistas dentro y fuera de Brasil. ¿Por qué no hacerlo también con Gil, a quien siempre admiré tanto?”, responde Nascimento. “Hasta que un día, volviendo ambos de Bahía a Río, nos cruzamos en el avión. Fue un encuentro de almas. Mientras conversábamos animados, sobrevolábamos una ciudad con una preciosa luz de atardecer: era Belo Horizonte. Se realizaba así un triángulo mágico: Bahía, Minas, Río. Fue simbólico. Supe en ese momento que Gil había compuesto un día una canción en mi honor sin yo saberlo. Ni estaba seguro si aún la conservaba. Ya en Río, sonó el teléfono: era Gil, para decirme que había encontrado aquella canción. En aquel momento nació mi idea de realizar algo juntos.”
Gil lo citó en Bahía. “Yo dudaba –comenta Milton riendo– porque Bahía es un lugar para descansar, no para trabajar.” Pero trabajaron duro durante tres semanas, en las que se generó el nuevo disco. Podría haber sido difícil ponerse de acuerdo en la selección de las músicas que firmarían juntos. “No lo fue –comenta Nascimento–; colaboramos en total armonía y el trabajo fue naciendo sin tropiezos.” Comenzaron con la canción “Bom–dia”, de Gil, que nunca había sido grabada. Esta y “Cançao do sol” fueron las que inauguran el disco. Un amigo de ambos, Carlos Pitta, les dio la idea de trazar con las músicas un camino entre Minas y Bahía. Así nacieron los trabajos conjuntos de “Ponta de areia” y “Palco”.
–¿No existen diferencias musicales entre usted y Gil?
–Yo descubrí que no. Como no existe entre nosotros y Chico o Veloso. Todos podemos parecer diferentes, pero no. Todos somos eso: Brasil. Y, sin embargo, esa característica brasileña no impidió que la música sea totalmente universal. Estoy convencido de que cuando una música, o una obra de arte en general, nace de las raíces más humanas del artista, acaba siendo entendida y amada por todos, porque responde a lo que todos sienten dentro. Doy un ejemplo: alguien dijo que los tambores de Minas estaban mudos. Se refería a que en Minas, al revés que en Bahía o Río, no había tambores. Y eso no era cierto. Compuse una canción sobre esos tambores supuestamente mudos y gané el Grammy.
–¿Qué influencia tiene la religión en este disco?
–Toda música verdadera es sagrada. En cierto momento, yo, que había sido educado en el catolicismo, me di cuenta de que eso era muy poco. Yo quería una religiosidad más amplia. En Brasil no tenemos preconceptos con la religión, ni con nada. Le pedí a Gil que quería hacer una canción sobre San Sebastián, que era el patrono de mi ciudad, y es la que abre el nuevo disco. Insisto: el elemento sagrado en la música es fundamental. Es que la música es sagrada. Y el camino de la música es el que me conduce hasta mi hogar.
–Las grandes figuras permanecen. ¿Hay nuevas generaciones dispuestas a tomar el relevo?
–Por el amor de Dios (toca la madera de un sofá), claro que las hay, y geniales. Hace poco dirigí un programa de radio en el interior de Minas, y las canciones que me mandaban jóvenes absolutamente anónimos me asombraron por su riqueza y originalidad.
–¿Cómo se explica que los grandes cantantes brasileños suelen ser al mismo tiempo grandes poetas al componer las letras, contradiciendo la corriente de que sólo el pesimismo es creativo en el arte?
–(Hace una larga pausa) La música es ya poesía, como la poesía verdadera es ya música. Y en cuanto a que sólo el pesimismo es capaz de crear arte... Si un día perdiera la confianza en la humanidad, en los ojos limpios de un niño, ya no podría componer. Si perdiera la esperanza, no podría cantar “Desaparecería”.
De este entrañable, tímido y dulce cantante brasileño, nacido en Río y criado en Minas por una familia adoptiva, se ha hecho el mayor elogio: “Si Dios cantara, lo haría con la voz de Milton Nascimento”. Se le pregunta entonces qué música elegiría Dios para cantar en este mundo de la globalización y de tanta injusticia social. “Todas las músicas que traducen con sinceridad los sentimientos son hijas de Dios”, afirma y sonríe, y parece reafirmar la frase que su madre dijo poco antes de morir: “Tú llenaste mis días de belleza y de razones para vivir”.

 

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