Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“Kabul no es otro Vietnam”, pero Irak puede ser Irak

Mientras continuaron los ataques sobre Afganistán, Bush no descartó atacar a otros países y nombró a Irak. Los talibanes acusaron 307 civiles muertos, 15 de ellos en una mezquita.

“Estamos haciendo progresos sustanciales”,declaró George Bush.
Pero la fase uno de la campaña estaría extendiéndose demasiado.

A un mes de los atentados contra Estados Unidos, y en el quinto día de iniciada la operación militar contra Afganistán, ayer el presidente George W. Bush se mostró orgulloso de los resultados obtenidos en una guerra distinta donde “Kabul no será un nuevo Vietnam”. Bush enfatizó que “estamos haciendo progresos sustanciales”, y que por ahora Afganistán es el objetivo central pero no descarta atacar a otros países. En este sentido, dijo que su país miraba cuidadosamente al presidente de Irak, Saddam Hussein. Por otro lado, afirmó que los talibanes podrían gozar de una segunda oportunidad si entregan a Osama bin Laden, el protegido del régimen talibán. En el quinto día de bombardeos, aviones norteamericanos y misiles desde los buques en el mar Arábigo atacaron blancos en Kabul y Kandahar con la intención de destruir los sistemas antiaéreos de los talibanes y allanar el terreno a los helicópteros y comandos terrestres.
La operación militar estadounidense Libertad Duradera continuó con otra ola de bombardeos, pero la incursión terrestre y los helicópteros se mantuvieron en suspenso. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, declaró que Estados Unidos no tiene la soberanía aérea sobre Afganistán y desmintió las declaraciones de los talibanes que habrían muerto 130 civiles entre jueves y miércoles –15 en una mezquita– y 200 más desde el inicio de las acciones. El presidente norteamericano George W. Bush habló de “progresos sustanciales”, obtenidos hasta ahora en la guerra contra el terrorismo. Pero, al menos en el discurso, echó un manto de “piedad” al decir que si el régimen talibán entrega a Bin Laden, cabría la posibilidad de detener las acciones militares.
Los aviones norteamericanos bombardearon ayer en la periferia de Kabul, capital de Afganistán, donde se registraron cuatro explosiones fuertes que fueron contrarrestadas cuando abrieron fuego las baterías antiaéreas talibanas. Los bombardeos, de día y de noche, fueron dirigidos en particular contra Kabul, Kandahar (Sur) y Jalalabad (Este), así como contra el norte del país. Según el embajador talibán en Pakistán, Abdul Salam Zaeef, los civiles muertos serían 307 desde el comienzo de la operación militar. En particular, más de 200 personas habrían muerto en el poblado de Kadam, cercano a Pakistán, a unos 40 kilómetros de Jalalabad, en su mayoría niños, mujeres y ancianos. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, negó que los ataques fueran dirigidos a blancos civiles, pero admitió que “como en toda campaña militar, hay pérdidas de vidas no buscadas”. Se suponía, según varios analistas, que la primera fase de ataques, la actual, debía durar entre tres y cinco días. El hecho de que aún no se pase a la segunda, esto es, a los bombardeos de baja altura para preparar la entrada de las tropas terrestres, indicaría que la efectividad declamada por el Pentágono no sería tan alta. “Los talibanes todavía pueden defenderse”, reconoció Rumsfeld. Y Bush advirtió: “La duración de la campaña es incierta”.

 

QUE USARA BUSH CONTRA BIN LADEN
¿Armas nucleares o qué?

Por Gabriel A. Uriarte
Desde Washington

Nadie cree que lo que se está viendo en las simpáticas pantallas verdes de la CNN marca cualquier tipo de límite en la ofensiva norteamericana contra Osama bin Laden y los talibanes en Afganistán. Al contrario, las discusiones militares, dentro y fuera de Washington, giran en torno de cómo y para qué se escalará la represalia en los próximos días. Sería poco factible esperar que cualquier gobierno norteamericano, especialmente el de George W. Bush, muestre demasiados escrúpulos al decidir qué nuevas armas usar en su venganza por las más de 6000 personas muertas hace exactamente un mes. Sin embargo, el análisis de los costos y beneficios de cada alternativa es una guía bastante factible para las próximas movidas de la Casa Blanca, ya que ésta se maneja con análisis que, por motivos técnicos, son muy similares.

Bombas atómicas

El uso de armas nucleares contra los talibanes es la opción más inquietante pero también la más fácil de descartar. Ni siquiera hay que entrar en los problemas diplomáticos de repetir Hiroshima en Kabul: sólo debe apuntarse sus escasos beneficios a nivel militar. Las ojivas nucleares no pueden hacer nada en Afganistán que no hagan sus equivalentes más “convencionales”. Ante todo, una bomba atómica no tiene ninguna ventaja especial en términos de penetración; es decir, no son especialmente útiles para usarlas contra las cuevas de Bin Laden y los cuarenta terroristas de su estado mayor. Es cierto que en los últimos meses circularon muchos rumores acerca de bombas nucleares “tácticas” para ser usadas contra bunkers. La magia de este concepto (para quienes lo impulsaban) era: a) que los bunkers, al estar enterrados bajo tierra, permitirían que estas bombas “bajo poder” (unas 5000 toneladas de TNT, poco más del uno por ciento de las ojivas usuales) estallaran sin esparcir radiación en los alrededores del blanco, minimizando así los daños colaterales, y, b) que en el caso de Irak (el único citado específicamente), eliminarían sus posibles contenidos químicos-biológicos. Pero en todas estas hipótesis la ojiva estallaría recién cuando el misil que lo transporta haya penetrado el bunker, utilizando técnicas idénticas a las empleadas en el GBU-28, el bunker-buster que Estados Unidos ya usó contra los talibanes. Este misil, capaz de penetrar más de seis metros de hormigón reforzado y más de 30 metros bajo tierra, lleva una ojiva de 2,5 toneladas de explosivos. Si Estados Unidos descubre la cueva donde se oculta Bin Laden, esta carga sería más que suficiente para aniquilarlo. Si no lo hace, detonar una bomba atómica en las inmediaciones de la cueva sólo haría que Osama bin Laden muera de cáncer en diez o veinte años.

Bombas neutrónicas

Básicamente se repite el problema de las bombas atómicas. La única diferencia entre las bombas neutrónicas es que matan gente sin destruir edificios, y no es claro como esto constituiría una ventaja en Afganistán. Si la bomba es de tan alto poder que puede ser tirada a kilómetros de donde se encuentra Bin Laden y aun matarlo, entonces mataría además a mucha más gente, lo que complicaría, por lo menos, las relaciones de Estados Unidos con sus aliados dentro y fuera de Afganistán. Si la bomba es precisa y de bajo poder, entonces depende de que impacte en el lugar preciso donde se encuentra Bin Laden. Y si se sabe dónde se encuentra Bin Laden, entonces se lo puede matar con explosivos mucho menos exóticos tales como el TNT o napalm.

Armas químicas-biológicas

Es una alternativa más intrigante, con bastantes ventajas “tácticas”. El uso de las variantes más destructivas, como el gas sarín o el ántrax esparcido en Florida, tiene las mismas objeciones que las bombas atómicas o neutrónicas: causarían enormes daños colaterales sin lograr nada que no puedan lograr armas convencionales. Sin embargo, uno de los principales usos de armas químicas más mundanas, gas mostaza por ejemplo, fue históricamente lo que la teoría militar llama “negación de espacio”: es decir, impedir que el enemigo opere en cierta zona. Durante la Primera Guerra Mundial, esto podía significar tirar gas sobre una casamata de artillería para impedir que se dispare desde allí. Durante la guerra entre Irán e Irak, Saddam Hussein selló las áreas más vulnerables de su frente inundándolas con gas mostaza para forzar a los poco protegidos iraníes a cesar operaciones y ocultarse en refugios antigas. En la guerra contra el terrorismo de George W. Bush, esto podría usarse para matar a Bin Laden con químicos capaces de filtrarse a sus reductos, o bien hacer que estos reductos se le tornen bastante incómodos, lo que lo forzaría a moverse. Y cuando se mueven, según afirman unánimemente fuentes militares, es mucho más probable que sean encontrados y muertos por ataques aéreos y comando. Por otra parte, Afganistán puede ser un país poco poblado pero no está deshabitado, por lo que cualquier uso de armas químico-biológicas causaría enormes bajas civiles entre aldeas cercanas. Aun si la aldea es pequeña comparada con Nueva York, es inevitable que se registren centenares de muertos ya que casi todos sus habitantes carecerían de cualquier tipo de protección. Y, de nuevo, un tendal de civiles afganos muertos por las muy siniestras armas químicas que están causando pánico en Estados Unidos no podría mas que fracturaría la coalición internacional de Bush, además de causarle muchos problemas con su oposición interna y la opinión pública.

El extremo convencional

Todas las armas vistas hasta ahora presentan el mismo problema de ser tabú. Ninguna potencia las ha usado hasta el momento y nadie tiene demasiados deseos de que su uso se torne algo usual. Pero hay varias armas extremadamente destructivas que todavía caen bajo el rótulo teórico de “convencionales”. Las bombas de combustible-aire son el principal ejemplo. Usadas por Rusia en su segunda invasión de Chechenia, estas bombas son también llamadas “de vacío” porque producen una zona sin ningún oxígeno a su alrededor. Aun si no pueden penetrar en el bunker atacado, meramente con que estalle encima mataría a sus ocupantes de asfixia. Y no hay que señalar los paralelos entre los reductos montañosos de los rebeldes chechenos con los reductos montañosos de Osama Bin Laden. Por otra parte, que el tabú sobre las bombas de combustible-aire no sea tan enorme como el que se asocia con las bombas atómicas no significa que no exista. Ya hubo varias iniciativas en los medios y círculos científicos para condenar a Rusia por usarlas, y Vietnam demostró que el empleo de armas que bordean el límite de lo convencional (tales como el napalm) no garantiza de ninguna manera evitar la condena.

Lo que ya se usa

En realidad, la discusión acerca de usar o no estas armas de destrucción masiva gira en torno del problema equivocado. Lo que Estados Unidos necesita en Afganistán no es más capacidad de destrucción, como en la Guerra Fría, sino exactamente lo contrario: la precisión. Y el imperativo no viene de los sentimientos humanitarios de George W. Bush o Donald Rumsfeld. Los talibanes y Osama bin Laden son un grupo bastante limitado y bien definido. Washington no está a la deriva en un mar de enemigos potenciales como en Vietnam, y por lo tanto no necesita aterrorizar a la población o eliminar a la población de edad militar, dos objetivos impulsados con mayor o menor intensidad durante esa guerra. Al mismo tiempo, el gobierno norteamericano está liberado del imperativo categórico de “cero bajas” que impidió el uso de fuerzas comando para verificar daños y objetivos en Irak, Afganistán en 1998, Bosnia y Kosovo. Finalmente, Estados Unidos cuenta con un grado de apoyo importante entre los señores de la guerra afganos reunidos en la anti-talibán Alianza del Norte, sólo porque les puede ofrecer mucho más dinero que los talibanes. Así, es enteramente factible que Bush logre sus objetivos en Afganistán, derrocar a los talibanes y cazar a Bin Laden, simplemente intensificando de forma lineal lo que ya está haciendo. Y Bush no tiene ningún motivo para arruinar lo que ya son condiciones ideales para repetir o posiblemente superar el triunfo de su padre en Irak.

 

PRINCIPAL