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REPORTAJE AL GENERAL ISMAIEL KHAN, EL HOMBRE MAS QUERIDO POR LOS AFGANOS
“Hay que usar lo que queda por el camino”

En una entrevista con Página/12,
el jefe de una de las columnas que combate a los talibanes dijo que, con más ayuda interna y externa, varias provincias ya habrían podido ser liberadas. No han recibido ni armas. Usan las que los soviéticos dejaron tiradas cuando se fueron en 1989.

El objetivo de los mujaidines es cortar a los talibanes las comunicaciones dentro del país.

Por Eduardo Febbro
Desde Peshawar

Si uno le sacara el cargo militar que lleva encima, la sola mención de su nombre a secas sonaría como un mito, igual a uno de esos nombres que encierran una misteriosa atracción: Ismaiel Khan. Breve, seco, embriagador. El general Ismaiel Khan necesita pocas tarjetas de presentación. Es un mujaidín, cuyas tropas forman parte de la Alianza del Norte, que opera en las regiones del centro y del oeste de Afganistán.
Su enemigo habían sido los rusos y ahora son los talibanes. Después del difunto comandante Massud, el general Khan es el hombre más querido por los afganos que están dentro y fuera del país.
Aislado en sus regiones de combate, sin ayuda norteamericana, amenazado por el invierno y con poblaciones acechadas por la sequía, el hambre y el frío, el general no depone las armas. En los últimos días tomó el control de dos ciudades y está a punto de cortarles a los talibanes las vías de comunicación entre el norte y el oeste de Afganistán.
–Las operaciones militares que usted protagoniza comenzaron hace varios meses. Hoy el contexto ha cambiado con la intervención de EE.UU. Ahora que se iniciaron las operaciones militares norteamericanas contra los talibanes, ¿ustedes recibieron alguna ayuda de Washington?
–Lamentablemente, hasta ahora no recibimos ninguna ayuda en nuestro sector. Una de las razones de la lentitud de nuestro progreso reside en que nos falta de todo.
–¿Con qué consecuencias?
–Si hubiésemos tenido ayuda, varias provincias ya habrían sido liberadas. No contamos con nada. Por ejemplo, para las cuestiones logísticas nos arreglamos con la gente de los territorios que liberamos. Ellos nos ayudan.
–¿Y las armas?
–En lo que concierne a las armas y las municiones, seguimos utilizando lo que tenemos de la época de los soviéticos. No hemos recibido ninguna ayuda. Nos arreglamos con lo que tenemos y con lo que encontramos por el camino.
–¿La colaboración externa es cero?
–Ningún país se ha comprometido.
–¿Y la interna?
–Ni el gobierno del Estado islámico de Afganistán, es decir la Alianza del Norte, nos dio una mano. Ni siquiera pudo pagar el salario a mis mujaidines.
–¿Usted cree que con un gobierno de coalición nacional como el que se menciona en estos días, la paz es posible en Afganistán? ¿La coalición pactada en Roma tiene futuro?
–Las negociaciones de Roma nos parecen un buen signo. Es una cosa que augura un futuro más limpio.
–¿Cuál es el objetivo militar inmediato?
–En las circunstancias actuales, espero que las represalias norteamericanas contra las bases de los terroristas y de quienes los protegen le den una ocasión a la Alianza del Norte de atacar las posiciones de los talibanes en otras provincias y regiones para liberarlas definitivamente. El pueblo ahora puede manifestar su odio con un poco más de libertad. Puedo afirmar con certeza que, para Afganistán, la caída de los talibanes significará el fin de la guerra...
–¿Por qué está tan seguro?
–Porque los afganos están cansados de la guerra. Espero que el gobierno que reemplace al régimen talibán instaure la seguridad y la paz y que así comience de una buena vez por todas la reconstrucción del país.
–Algunos sectores critican la coalición creada en Roma porque se trata de un montaje realizado bajo la presión de los occidentales. ¿Está de acuerdo con la idea lanzada en Roma de crear un consejo de jefes presidido por el ex rey de Afganistán?
–Es obvio que con este Consejo o con la realización de elecciones el régimen que surja en Afganistán estará apoyado por el pueblo. La única solución consiste en formar un gobierno surgido de ese consejo. Eso es lo único que puede tranquilizar a los afganos sobre la estabilidad del futuro gobierno. La alianza del norte o el frente unido aceptaron el principio de la constitución de ese consejo donde están presentes los representantes de todas las etnias, de las regiones y del pueblo. Estamos de acuerdo y esperamos que el consejo traiga la paz en el país.
–Hay conflictos cuyo fin puede aparecer más dramático que la misma guerra. Afganistán parece estar en un caso así. ¿Usted qué opina?
–Hace cuatro años que sufrimos la sequía. La situación es catastrófica. La vida es deplorable en las provincias del centro. Estamos esperando que el mundo actúe. La gente se nos está muriendo de hambre. No tienen remedios. La situación es muy grave. El mundo debe actuar para ayudarnos y espero que esa ayuda nos llegue antes de que venga el invierno. Todas estas regiones son montañosas y el invierno es muy riguroso. Si la ayuda no llega habrá una hecatombe. La gente se morirá por decenas de miles.

 

ISRAEL-EE.UU..
Próximo round

En uno de los tramos de la conferencia de prensa que ofreció ayer, el presidente norteamericano George Bush hizo su declaración más fuerte respecto de Medio Oriente. “Yo creo que debe haber un Estado palestino, cuyas fronteras deben ser negociadas por las partes”, declaró Bush. Estas declaraciones forman parte de lo que Estados Unidos debió negociar con los países árabes para lograr su apoyo a los ataques en Afganistán –o sea, poner en primer lugar de la agenda la cuestión palestina– y el premier israelí Ariel Sharon no tardó en reaccionar, cuando la semana pasada comparó la situación actual de Israel con la de Checoslovaquia en 1938, cuando fue anexada por Hitler con la anuencia de Europa y Estados Unidos. Esto ya provocó una respuesta airada de Estados Unidos, y parece que habrá muchas más. Ayer se filtraron a la prensa los planes del secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, sobre la cuestión; planes que habían sido postergados después del 11 de setiembre. El plan de Powell incluye un Estado palestino con Jerusalén Oriental como capital, en la senda del Plan Clinton que fracasó en Camp David en julio del año pasado. Sharon rechaza de plano la división de Jerusalén, y aún más el hecho de que, a diferencia de Camp David, este plan no fue consultado previamente con Israel. Así las cosas, parece que Estados Unidos e Israel volverán a enfrentarse.

 

EL RELATO DE LOS DESPLAZADOS QUE HUYEN DE LAS BOMBAS
La guerra siempre lastima

Por E. F.
Desde Peshawar

Los relatos se suman a los relatos para contar una historia similar. Kabul, Djalalabad, Kandahar, las tres ciudades más bombardeadas por los aviones norteamericanos, no sufrieron únicamente daños quirúrgicos. “La guerra sin lastimar no existe y esta gente está lastimada”, dijo el traductor de Página/12 cuando empezó a resumir el primer testimonio.
En las afueras de Peshawar, al límite con la zona tribal, hay un punto negro por donde ingresan los desplazados que salieron de Kabul después de haber presenciado lo que empezaron a contar: “Yo vi caer las bombas en las zonas residenciales de Kabul. Ahí no hay armas, ni centros de comando, ni jefes talibanes. Ahí vivía gente que yo conocía. Cuando fui a ver cómo había quedado una casa, estaba derrumbada. Los cinco habían muerto”.
De un barrio o de otro, los refugiados afganos que llegaron ayer narraban la misma historia. Sus testimonios confirman una vez más que para matar a los “malos” hay que matar a muchos buenos. En la campana de Kosovo, la OTAN había calificado a ese “accidente” de la guerra como “daños colaterales”. Las cifras empiezan a salir, agrandadas o disimuladas, pero son una realidad. La última estimación daba cuenta de 300 muertos civiles en cinco días de bombardeos.
Los islamistas se preparan hoy para responder. En medio de rumores de golpe de Estado, los partidos islamistas convocaron a una huelga general y a manifestar contra la alianza de Islamabad con Washington. El presidente Musharraf reiteró ayer que todo estaba “bajo control” y acusó a los afganos que residen en Pakistán de ser los instigadores de la violencia y las manifestaciones. Al mismo tiempo, Islamabad reveló que ponía dos bases militares a disposición de los aviones norteamericanos. Moinuddin Haider, ministro pakistaní del Interior, precisó que Estados Unidos continuaba utilizando el espacio aéreo pakistaní: “Por el momento no hay ni un solo soldado norteamericano en nuestro suelo”, recalcó el responsable. Las bases forman parte del apoyo logístico que Pakistán aceptó otorgar a los Estados Unidos.

 


 

�Nos van a romper la cabeza�

Por E. F.
Desde Peshawar

”¡Qué mundo!”, exclamó la periodista francesa cuando pudo sentarse en el hall del hotel, respirar un momento y mirar el noticiero de la CNN. Estaba perturbada, enmudecida por el susto y la emoción. La fricción de los contrastes le dejó una herida. Las imágenes de CNN eran limpias, centradas, llenas de malos barbudos, de comentaristas con corbatas pulcras, de tomas de portaaviones, de aviones sofisticados, de tropas vestidas como para una fiesta. Sobre el letrero Strike against terror los planos de la CNN mostraban explosiones puntuales en una ciudad invisible, refugiados hambrientos, imágenes borrosas de gente huyendo de Kandahar, índices de Wall Street. Aquellos planos estaban dirigidos a un público que nada tenía que ver con la muchedumbre pobre y harapienta que pocos minutos antes casi había lapidado a la periodista francesa y al enviado de Página/12 en la puerta de una mezquita de Peshawar.
Para saber qué sentían los musulmanes había que acercarse a ellos, ponerles la mano en el pecho y medir el pulso de su corazón. Hacía unas horas que la misma CNN había evocado por primera vez la realidad de la guerra, es decir la muerte de los civiles. El embajador talibán en Pakistán había asegurado que los aviones tiraron un misil contra una mezquita, que había 100 muertos y otros tantos en Kabul y Kandahar.
A las seis de la tarde, después de la plegaria más densa, era una obligación profesional ir a la mezquita y sentir para luego contar aquí lo que ellos sentían. No hubo tiempo. Empezaron a proferir insultos y amenazas, a tratar a los periodistas de “infieles”, a acusarlos de cómplices en la supuesta muerte de los hijos del líder religioso de los talibán, el Mollah Omar. Hubo que salir corriendo, subir de un salto a la camioneta por la parte de atrás. El tráfico era denso, lento. Imposible arrancar. Los minutos pasaron inmóviles y la muchedumbre empezó a acercarse a la camioneta por atrás, a formar un semicírculo, a gritar su odio.
Cuando llovieron las primeras piedras la periodista francesa dijo: “Nos van a romper la cabeza pero tienen razón. ¿Qué tienen que ver ellos con los muertos del World Trade Center, con las torres que se derrumbaron, qué tienen que ver los afganos que ven cómo un diluvio de bombas abisma su país?”. Ella también estaba en lo cierto. Todos víctimas de la misma arrogancia, del mismo error. La sequía, el hambre, la pobreza, la dictadura religiosa, el exilio y ahora las bombas del imperio que, antes, fomentó el desastre. Las imágenes de la CNN no hablaban de esa verdad que se respira en el calor asfixiante de Peshawar. Es tan enorme que no se puede decir.
En el camino hacia el hotel el tráfico estaba detenido. Había habido un accidente en la ruta y se avanzaba despacio en medio de una irrespirable nube de humo. En el medio de la calle había un hombre tirado. De la boca le salía un largo hilo de sangre y su cuerpo se sacudía con convulsiones regulares. No se escuchaba el estruendo de ninguna sirena. La periodista francesa se secó las lágrimas frente al televisor. Lloraba de asco. “¡Qué mundo!”, repitió. Miró la pantalla y agregó: “Casi nos comen, pero ellos tienen razón”.

 

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