Por Cristian Alarcón
El fantasma del ántrax
estalló ayer en el país como si se tratara de una perdigonada
esparcida por correo. Bastó que el ministro de Salud, Héctor
Lombardo, desde la mismísima Casa Rosada explicara ayer a los argentinos
cómo actuar ante un sobre de remitente desconocido, envolviéndolo
en bolsas y metiéndolo en un frasco de tapa a rosca, para que esos
supuestos atentados postales aparecieran. Después del episodio
cordobés en el que la policía actuó con hombres protegidos
por estrambóticas escafandras para secuestrar una carta sospechosa,
Lombardo le dijo ayer a Página/12 que meditó junto a sus
asesores en salir o no salir a hablar del tema. Y preferimos
salir con una recomendación antes que callarnos la boca para que
no... panda el cúnico, como decía el Chapulín Colorado,
explicó con humor el ministro. Mientras tanto, casi 200 misivas
dudosas con remitente en Estados Unidos y Pakistán hicieron sus
recorridos en manos de angustiados destinatarios en varios puntos del
país. Por la tarde, el Instituto Malbrán y el Hospital Muñiz
ya no daban abasto. Tampoco la Superintendencia de Bomberos de la Policía
Federal que pidió ayuda a las comisarías, donde los agentes
meten las cartas en sobres de plástico de seguridad, lejos de las
instrucciones del ministerio, según fuentes judiciales. Ayer a
la noche seguían llegando personas con sus muestras al Malbrán.
Mas de cien peregrinaron con una supuesta bacteria mortal en las manos
ante la estatua de su fundador disfrazada por algún ocurrente con
la barba y el turbante de Osama bin Laden.
Eran las siete de la tarde en el hall del Instituto Nacional de Microbiología
Malbrán cuando don José Bertetti, de 76 años, intentaba
que le aceptaran su peligroso paquete: un sobre proveniente del estado
de Florida al que ayer, tras escuchar a Lombardo, envolvió en varias
bolsas de supermercado y llevó, no sin miedo, a la comisaría
34 de Parque Patricios. Pero ésos no me lo quieren recibir,
protestaba Bertetti que vive en la calle Raulé 58 de Parque Patricios
con su mujer y una hija. De vida tranquila, prefirió no abrir,
por si acaso, el sobre que hace una semana recibió con su nombre
y apellido. Ayer a la tarde lo empaquetó como pudo y lo llevó
a la seccional 34. Me dijeron que ellos nada que ver, y entonces
mi señora llamó acá y le dijeron que lo trajera,
pero ahora me dicen que no, así que yo no sé, protestó
con la voz cascada ante un policía. El uniformado le recomendó
que llamara al 101, porque él mismo había acudido en un
patrullero a asistir a una señora que al ver un remitente desconocido
había devuelto el sobre al buzón.
Es lógico, la gente imagina que ante algo como el ántrax
tiene que venir acá le dijo a Página/12 ayer en su
ajetreada oficina el director del Instituto Malbrán, Andrés
Ruiz. Pero en el día de hoy se creó una psicosis.
El jueves recibieron el llamado de un comisario de Balcarce.
Tenía ante sí un sobre con remitente de Pakistán.
Luego empezaron a consultar personas que querían acercar su correspondencia.
Imagínese que esto hoy explotó y llegamos a tener
más de cien consultas, contó Ruiz.
Los sobres que ayer estaban por ser estudiados en el Instituto eran apenas
los primeros nueve. Para ello un equipo de científicos especialistas
en bacteriología y en toxinas trabaja en un laboratorio con trajes
diseñados de acuerdo al sistema de seguridad biológica de
tipo 3 (P3) no tanto por la posibilidad de contagiarse con ántrax
sino para prevenir el contacto con algún otro agente. La tarea
consiste en tomar una muestra del papel o de polvo y colocarlo en un medio
de cultivo. En ese cultivo si existen las bacterias comienzan a
crecer y en 48 horas se analiza su presencia, explicó Ruiz.
Pero fuentes judiciales le confiaron anoche a Página/12 que las
autoridades del Malbrán les advirtieron que no disponen de
los reactivos suficientes, mientras que en el hospital Muñiz tardarían
96 horas en aislar el laboratorio.
El jefe del Departamento de Terapia Crítica del Muñiz, Jorge
San Juan, le dijo a este diario que consideraba que se había desatado
una psicosispor el tema. El juez federal Rodolfo Canicoba
Corral confirmó anoche que ya eran cerca de 200 los
sobres que habían llegado a diferentes comisarías. Dentro
de esta paranoia de la gente, se ordenó que los llevaran a la policía
para que de ahí los remitan a los institutos, dijo. Una fuente
judicial contó a este diario que la psicosis comenzó en
una comisaría de la calle Lavalle cuando una mujer de la comunidad
judía acercó una caja procedente de Estados Unidos. Luego
aparecieron los sobres. Varias personas los han abierto y se han encontrado
con publicidad de turismo proveniente de La Florida. En algunos
casos llamaron a los teléfonos que figuraban y les dicen que se
ganaron viajes o promociones por el estilo, explicaron fuentes que
hicieron el seguimiento de la correspondencia.
¿Por qué salió a dar las recomendaciones? le
preguntó Página/12 a Lombardo.
Este no es un ministerio de la enfermedad sino de la prevención
y por eso damos recomendaciones ante hechos no habituales como recibir
un sobre de un desconocido. Si no, el pánico va a cundir como en
Córdoba.
¿Pero esto no genera una paranoia imparable?
Cuando usted hace prevención en salud, es como cuando se
entra al auto: entonces ajústese el cinturón de seguridad,
no conduzca borracho, si no durmió, duerma. Esto es lo mismo. Estamos
ante algo que no sabemos que es y no queremos asustar a la población,
claro.
Qué es y cómo
se trata
El ántrax en una enfermedad infecciosa aguda que
normalmente afecta a vertebrados (ganado, ovejas, cabras, camellos)
pero también afecta a humanos si se exponen a animales infectados,
explica un texto redactado por Daniel Albano, jefe del servicio
de Toxinas del Instituto Malbrán. Existen tres formas de
contagio; la cutánea, la gastrointestinal y la inhalación.
Esta última puede ser mortal si la persona no recibe los
antibióticos necesarios antes de que la bacteria del ántrax
produzca hemorragias en el sistema respiratorio.
Los procedimientos recomendados ayer por el ministro de Salud fueron
indicados por especialistas pero para que sean aplicados por
alguien preparado, que debería ser la policía, y no
por la gente, según el director del Malbrán,
Andrés Ruiz, explicó a este diario. La gente
llama, pregunta y busca frascos que les sirvan, pero eso debería
hacerlo alguien preparado. Sin embargo fuentes judiciales
le dijeron a Página/12 que los paquetes están siendo
secuestrados por policías en sobres plásticos porque
no existe aún material para cumplir con el procedimiento
que debería incluir la utilización de guantes.
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EL
TEMOR DE LOS QUE RECIBIERON CARTAS O PAQUETES
Del susto ni miré el sello
Por
Alejandra Dandan
De pronto todo
el país pareció hundirse en la nueva guerra. No se necesitaron
pantallas de televisión: el feroz veneno del ántrax parecía
invadir por correspondencia cada extremo del país. Ricardo Madoery,
profesor de la Facultad de Agronomía de Córdoba, fue uno
de los primeros en pensarlo. Por la mañana recibió un sobre
a su nombre con el remitente explosivo: Pakistaní. Mire le
dijo a Página/12 del susto que me pegué ni siquiera
miré bien qué sello tenía. Los casos se multiplicaron
como epidemia eruptiva a lo largo del día. Las denuncias por sobres
extraños se repitieron en Balcarce, Córdoba, en el área
metropolitana. Hubo sobres en el diario Ambito Financiero y otro dirigido
a un comisario de la Federal.
Cuando el día terminaba, uno de los fiscales de Mar del Plata a
cargo de la investigación de un caso, se comunicaba con este diario
para dar el resultado de uno de los sobres analizados. Ese fue el que
había disparado un día antes el estado de alerta en el Malbrán.
Había sido enviado a una casa ortopédica de Balcarce con
un detalle que pareció diabólico: un sello pakistaní
como remitente. Eso asustó a Jorge Romero y Rolando Tappia, los
dueños atormentados del pequeño comercio. El caso se mantuvo
en estricta reserva durante cuatro días. Fue denunciado a la comisaría
del pueblo y sólo ayer cobró estado público. El fiscal
Marcelo Blanco se encargó personalmente del investigar el asunto.
Pidió recomendaciones al Malbrán y, a continuación,
un camión a la División Explosivos de la Departamental de
Mar del Plata: ahí dentro viajó el sobre, aislado y protegido
por una gaveta especial.
Anoche se reveló ese misterio. Y para explicarlo el fiscal prefirió
un remate con tono de suspenso: El director del Malbrán dijo
me aseguró que el sobre fue fechado y enviado efectivamente desde
Pakistán. Poco después la larga historia de sospechas
terminaba: según el fiscal, el contenido, que era efectivamente
pakistaní, no tenía bacterias sino una publicidad escrita
en inglés sobre aparatos de ortopedia y kinesiología.
Ese resultado no bastó para frenar el terremoto desparramado en
todo el país a esa altura del día. Desde el día anterior,
los teléfonos de varias comisarías se recalentaban con denuncias
desde varios frentes.
Fue en Córdoba donde a las 10.30 aparecía el segundo sobre
del día con remitente pakistaní. Llegó al laboratorio
de Agronomía de la facultad de Córdoba a nombre de uno de
los profesores de la cátedra de Química Orgánica.
Imagínese: nunca en mis 23 años acá dentro
me mandaron un sobre de Pakistán ¿cómo no me iba
a poner nervoso?, alcanzó a contarle Ricardo Madoery a este
diario antes de autoacuartelarse en su casa. El hombre estaba desbordado:
había esperado durante dos horas al equipo especial del Ministerio
de Salud que debía retirarle sobre, y el miedo. Ni siquiera pudo
relajarse: le advirtieron que el paquete debía quedar aislado,
y vigilado. Madoery no necesitó instrucciones para los cuidados.
Los había aprendido por la tele el día anterior cuando seguía
los avatares de su vecino del Alta Córdoba. Aunque no encapsuló
el sobre, apenas leyó el origen del envió escrito en un
sticker cuadrado de tres centímetros, procuró aislarlo.
Mejor dicho, embolsarlo.
La verdad confiesa, usé lo que tenía:
una bolsa de supermercado más bien trasparente aunque después
conseguí otra y se le puse encima.
Al final el sobre terminó tapado y encerrado por tres bolsas. Madoery
nunca tuvo el coraje de mirarlo, pero uno de sus ayudantes lo hizo por
él: A contraluz se veía una revista de internacional,
que decía Free pero esa es estrategia que usan.
¿Cómo lo sabe?
Por Internet: parece que así engancharon los otros casos.
Nadie sabe qué hacer con estos envíos. A última hora,
el Correo Argentino consultaba con el Correo de los Estados Unidos y la
Unión Postal Universal los pasos que dará en los próximos
días. Desde Estados Unidos nos han trasmitido que consideran
el tema como importante pero no alarmante, precisó un vocero
de la empresa.
Una tarjeta muy especial
Juan Carlos Aznar pasó de la cuarentena por ántrax
a personaje involuntario de un comic. Después del espectacular
operativo de seguridad desplegado el jueves frente a su casa, ayer
obtuvo los resultados del sobre que había entrado debajo
de su puerta procedente de Miami. Ese sobre, tirando a azulado como
lo describió este casi abogado cordobés, no
tenía la terrible bacteria sino una tierna tarjeta de cumpleaños.
Aznar fue el mismo que discó 101 cuando miró cómo
entraba por debajo de su puerta el sobre azulado dirigido desde
La Florida a un domicilio que no era el suyo y con un nombre que
no le correspondía. También fue el hombre que quedó
encapsulado en su casa por un cuerpo especial de la
policía cordobesa que, de paso, encapsuló el sobre,
un jardín de infantes cercano y a todo el barrio. Ayer se
conoció al verdadero destinatario del mensaje que no era
Aznar sino un vecino de su barrio. Vivía a dos cuadras de
Sucre al 2200 y además tenía datos precisos sobre
el contenido de la correspondencia. Como había sido su cumpleaños,
unos amigos de Miami habían decidido saltar todo tipo de
cercos áereos para saludarlo.
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Cómo
se vive, teme y sufre en la
nueva república de Antraxlandia
El tercer piso del diario �New York Times�, evacuado. Una
empleada de la cadena NBC infectada en el piso 30 de uno de los
rascacielos
del Rockefeller Center. Osama bin Laden parece estar apuntando
a la prensa para diseminar el pánico.
El
Equipo de Respuesta Rápida de Componentes Peligrosos opera ayer
en Denver, Colorado.
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Por
Gabriel A. Uriarte
Desde
Washington D.C.
Antraxlandia:
el nuevo nombre de Estados Unidos, al menos según los ciudadanos
de su capital todavía con ánimo de hacer chistes. No hay
dudas de que la bacteria está paralizando al país, o al
menos sus principales centros urbanos, de una forma mucho más efectiva
que coches bomba. Con una bomba al menos sabés cuándo
comienza y cuándo termina, sabés quién se muere y
quién no, pero con esto nadie sabe si tiene ántrax o gripe,
afirmó muy agitado un oficinista que almorzaba en la barra del
muy popular Daily Grill cuando la CNN comenzó a difundir las primeras
noticias sobre la empleada de la cadena NBC infectada en el piso 30 de
un edificio de Rockefeller Center en Nueva York, y la evacuación
de parte del edificio del New York Times. El impacto no pudo ser mayor.
La concentración de personas en torno de los televisores se complementaba
con el tono mucho más implacable de los medios hacia las argumentos
del gobierno, fenómeno explicable por la sensación de vulnerabilidad
personal de sus comentaristas basados en Nueva York, tales como Aaron
Brown de la CNN. Sin embargo, la situación sólo empeoraría
con el paso de las horas. En Washington, el Departamento de Estado fue
evacuado cuando se descubrió una carta sospechosa, que funcionarios
dijeron después no contiene ántrax. Y las autoridades municipales
estudian desplegar personal militar para proteger las oficinas del gobierno.
Pero muy pocos mantienen fe en las medidas oficiales.
El biólogo, llegado hace una semana de un viaje de estudios en
los bosques de Maine, apuntó a un guarda muy obeso sentado frente
a una oficina de correo fumando un cigarrillo: Mirá, ésa
es la persona que nos protege del ántrax. Era uno de los
muchos capitalinos que expresaban una desilusión casi total con
el manejo oficial de lo que ya nadie puede negar es un ataque bioterrorista.
El gobierno operaba contra sí mismo en ese sentido, advirtiendo
sobre la posibilidad de casos de ántrax (no abra ni agite
cartas sospechosas, recomendó el fiscal general John Ashcroft),
pero enfatizando que debían volver a su vida habitual (debemos
ejercer un nivel mayor de vigilancia, según el fiscal). Sería
injusto hacer demasiado hincapié sobre Ashcroft, quien al menos
se dedicó íntegramente al peligro del ántrax. Quienes
seguían las pantallas de televisión para informarse sobre
el peligro de una epidemia de ántrax en Washington D.C. se mostraron
mucho más confundidos, primero, y enojados, segundo, ante las declaraciones
de otros funcionarios. El secretario de Salud, Tommy Thompson, sin ir
más lejos, criticado por sus intentos constantes de minimizar la
crisis. Seguro, el ataque no era un ataque, después estaba
limitado a un caso en Florida, después tres casos en Florida, hoy
dos casos en Nueva York, mañana van a ser cinco casos acá,
se mofó un empleado de Morgan Stanley. Bush todavía escapa
a las críticas, como también su vice Dick Cheney, quien
tuvo la astucia de admitir ante Jim Lehrer de la PBS que quizá
todo esto es una coincidencia, pero soy escéptico. Al
menos alguno lo es, comentó alguien.
Nadie que no esté en un lugar como Washington o Nueva York puede
apreciar el aspecto más siniestro del ántrax, su indefinición
hasta que es demasiado tarde, las constantes preguntas y repreguntas sobre
si una tos, 38 grados de fiebre o una ligera picazón son motivos
para ir al médico, conseguir máscaras de gas, o saltar por
la ventana. Es probable que el único motivo por el cual el antibiótico
Cipro no está totalmente agotado es que se requiere una receta
y los médicos están bajo mucha presión del gobierno
de no escribirlas. Una empleada de las farmacias CVS en Washington explicó
que las ventas subieron, sí, pero viene mucha másgente
que quiere saber si no lo puede conseguir sin receta. Al mismo tiempo,
el gobierno y los medios adoptaron la estrategia bastante obtusa de enfatizar
que es muy difícil que terroristas desarrollen las variantes más
letales del ántrax, es decir, las que matan a miles de personas
en lugar de tan sólo individuos. Obviamente, esto no
es consuelo en ciudades donde todos pueden terminar en la lista de los
desafortunados. Sólo hay cuatro infectados con ántrax...
¿estamos ganando o estamos ganando?, se rió un hombre
que sólo quiso decir que trabajaba en una oficina federal cerca
de la avenida Pennsylvania, lo que quizá quería decir
el Departamento de Estado, que ya había sido evacuado para esa
hora. Era representativo de uno de los dos grupos en los que se dividían
ayer los ciudadanos de Washington D.C. El suyo era de los que hacían
chistes a los ataques, con comentarios tales como voy a asegurarme
que mi secretaria abra el correo o a lo mejor el polvo blanco
de ántrax reduce el consumo de cocaína. Los otros
se mostraban agitados, repitiéndose nerviosamente en las conversaciones,
siguiendo con rechazo las noticias de nuevas infecciones. Sus palabras
son las que más se difundieron en la prensa extranjera, los no
sé qué hacer, nunca pensé que me sentiría
tan vulnerable, y demás. Pero como grupo se reducen en número
con cada día que pasa. Sin duda, parte de la explicación
es que las personas realmente preocupadas no saldrían a las calles
o los bares sino que seguirían las noticias desde sus casas. Pero
parece que bastantes más pasaron a compartir la actitud de la mujer
que explicó: No veo para qué sirve preocuparme: con
esta mierda del ántrax nunca sabés si te morís hasta
que te morís, así que... bueno, ¿qué sugerís
que haga?.
Hacer chistes parece ser la respuesta, chistes que seguramente serán
definidas como de humor negro en el exterior. Pero no es humor,
ni nada parecido, sino una especie de protesta contra una tragedia tan
improvisada y sórdida, que quita a sus víctimas el mínimo
consuelo del sacrificio glorioso en una causa justa. Y, hay que decirlo,
contra la gente que todavía se preocupa, que aún no entiende
que no hay nada que pueda hacerse. Antes de levantarse de la mesa y dar
fin a la conversación, el biólogo de Nueva Inglaterra miró
el brazo derecho de este cronista, con varias picaduras de mosquito que,
según explicó el experto médico de la CNN, podrían,
o no, ser síntomas de ántrax, y dijo con una sonrisa
bueno, lo lamento, pero vos también estás cagado.
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