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LA HISTERIA POR EL CUARTO CASO DE ANTRAX LLEGO A LOS MERCADOS
Una bacteria amenaza Wall Street

El primer caso de agresión bacteriológica en Nueva York se reflejó en el mercado bursátil. No fue el único factor que incidió sobre el ánimo de los inversores: los datos de evolución de la demanda interna en Estados Unidos ratifican la presencia de la recesión.

Sobre llovido, mojado. A los efectos
de la recesión, los negocios suman
el terror a los ataques.

La histeria colectiva generada a partir de los tres casos de ántrax en Florida llegó a Nueva York, donde se confirmó la existencia de un cuarto caso, y se expandió rápidamente a Wall Street. Enterados de la noticia, los operadores iniciaron fuertes ventas que desplomaron las cotizaciones. El argumento generalizado fue que, frente a la agresión bacteriológica, “la guerra volvía a estar cerca de casa”. Pero la caída en los precios de los principales papeles había comenzado antes, cuando se conocieron los datos de una profundización en la persistente caída del consumo. Al final de la jornada, sin embargo, los indicadores se recuperaron levemente. El Dow Jones cerró 0,7 por ciento abajo y el Nasdaq quedó 0,1 por ciento arriba. También se registraron bajas en las cotizaciones del petróleo y del dólar contra las principales monedas.
Luego de que se confirmara oficialmente que una empleada de la cadena de televisión NBC había sido afectada por la bacteria ántrax, las oficinas de la estación televisiva fueron cerradas, mientras los investigadores buscan posibles rastros de la bacteria en el lugar. El dato agregó una buena dosis de incertidumbre a los mercados, ya que se produce un día después de que el FBI hiciera una clara advertencia sobre la posibilidad de nuevos ataques terroristas.
Así, poco después de que se diese a conocer la noticia del nuevo caso de ántrax, el Dow Jones llegó a perder más de 200 puntos pero cerca del cierre una corriente de compras logró anular gran parte de las bajas. Pese al nerviosismo de los inversores, el Nasdaq cerró con un alza de 1,93 puntos o un 0,11 por ciento hasta los 1703,40, tras las fuertes ganancias del 4,62 por ciento del jueves.
Sin embargo, la razón más fuerte para explicar la retracción en las cotizaciones fue otra. El gobierno estadounidense informó que las ventas minoristas se desplomaron en septiembre, en especial después de los ataques en Nueva York y Washington y registraron su más drástica caída en por lo menos nueve años, reduciéndose un 2,4 por ciento. Las cifras de septiembre resultaron peor de lo previsto, pues se proyectaban bajas de alrededor del 0,8 por ciento.
La baja fue liderada por menores compras de autos, materiales de construcción y aparatos electrónicos. El gasto de consumo representa las dos terceras partes de la actividad económica estadounidense. El departamento de Comercio dijo que las fuertes reducciones son las más drásticas desde que el gobierno comenzó a recopilar los datos de ventas minoristas en su formato actual en febrero de 1992. Los datos exacerbaron los temores de que la economía, ya débil antes de los atentado, haya caído en una recesión. No obstante, el pico de la caída coincidió con el momento posterior al anuncio del nuevo caso de ántrax, por lo que es posible que las malas expectativas hayan complementado los datos de la economía real.
Para evitar las previsibles caídas en el consumo, el gobierno federal había aprobado gastos por 40 mil millones y realizado transferencias a las aerolíneas por 20 mil millones. Además propuso un paquete de asistencia adicional que oscilará entre los 60 y los 75 mil millones de dólares. Paralelamente, la Reserva Federal recortó la tasa de interés de referencia por novena vez consecutiva, los últimos dos después del 11 de septiembre. Sin embargo, la potencia de estas medidas no logró superar la continuidad del ciclo recesivo iniciado a fines del 2000 y potenciado por la incertidumbre abierta tras los atentados.
Las tendencias de Wall Street también se reflejaron en la depreciación del dólar, frente al yen y el euro y, sobre todo, frente al franco suizo, divisa que se convirtió en el refugio de los inversores tras los atentados. Aunque en este caso, el desplome se produjo luego de que el presidente George W. Bush comentara las advertencias del FBI sobre las amenaza de otro ataque terrorista. En paralelo, en previsión por una potencial caída de la demanda, también el precio del crudo experimentó un fuerte descenso del 3,6 por ciento en el mercado de Nueva York.

 

Despidos al por mayor

La empresa Boeing recortará 12 mil puestos de trabajo y Daimler Chrysler 2700. Citando como argumento las drásticas caídas en los pedidos tras los atentados del 11 de septiembre, el gigante de la aeronavegación comenzó los despidos que alcanzarán a 12.000 empleados de la compañía. Previamente, la empresa había anunciado que se vería forzada a despedir entre 20 y 30 mil trabajadores. Las actuales reducciones marcan la primera fase de ese plan de recorte. Ayer recibieron notas de despido en 60 días unos 9 mil trabajadores y a otros 3 mil no se les renovarán sus contratos. En tanto, el consorcio automotor germanoestadounidense Daimler Chrysler anunció el cierre de tres fábricas de camiones en Estados Unidos y el despido de 2700 operarios. Según los planes dados a conocer en Stuttgart, sede de la empresa, estas medidas demandarán 330 millones de dólares. Las plantas estadounidenses experimentaban desde el año pasado fuertes retrocesos en materia de ventas, pues el mercado de camiones pesados experimentó una merma de 45 por ciento.

 

UN GESTO DE DE LA RUA A LA COMUNIDAD ARABE
Todos sin zapatos en la mezquita

Se quitó los zapatos, y entró al recinto de oración de la mezquita de Buenos Aires. A esa hora del mediodía, el templo musulmán estaba ocupado por los habituales fieles del rezo comunitario de los viernes. Los niños del Instituto Arabe Islámico “Omar Bin al Jattab” y el imán (director religioso) se preparaban para la oración de cada semana. Pero esta vez, a diferencia de otras ocasiones, un invitado alteró la rutina y se ganó la atención de todos: el presidente Fernando de la Rúa, quien había llegado junto al canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, al ministro del Interior, Ramón Mestre, y al secretario de Seguridad, Enrique Mathov. Pasadas las 12.30, De la Rúa entró al recinto de oración, y luego, ya descalzo, leyó el versículo 136 del capítulo dos del libro sagrado del Corán.
De la Rúa fue recibido por el director del Centro Cultural Islámico de Buenos Aires, Nassera Al Twaine; el embajador de Arabia Saudita en la Argentina, Adinan Bin Abdullah Baghdadi; otros nueve embajadores de países árabes acreditados en el país, y varios líderes de la religión musulmana. Apenas llegó a la mezquita, el Presidente participó del rezo comunitario, se dirigió hasta la mihrab –un nicho en la pared que marca la dirección de La Meca, donde el imán realizó una breve oración– y finalmente ofreció una conferencia de prensa: “Los árabes, los musulmanes y el Islam tienen el respeto y el afecto de todos en nuestro país –declaró De la Rúa delante de los periodistas–. Estamos todos juntos en la causa de la paz y contra el terrorismo”.
El anfitrión del Presidente, el director del Centro Cultural Islámico, Nassera Al Twaine, aprovechó la oportunidad para condenar los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono: “Ningún credo o religión podría aceptar un acto como éste. Que todo el mundo sepa que el Islam es una religión de paz y de hermandad. El Islam insiste en tener una convivencia pacífica con todos los pueblos y los credos del mundo”, dijo. De la Rúa, a su turno, elogió las virtudes del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, al que aseguró haber “leído mucho”. “(El Corán) invoca a cada paso a Dios clemente y misericordioso”, recordó.
La visita de De la Rúa había sido programada el jueves, durante una cena de Mathov con dirigentes de la colectividad árabe. Estos le manifestaron al funcionario del Gobierno que estaban interesados en recibir al Presidente en la mezquita de Palermo. Además, para reforzar su pedido, le comentaron a Mathov que el presidente estadounidense George W. Bush visitó un templo musulmán tras los atentados del 11 de septiembre.

 


 

EL BENGALI DETENIDO POR POSEER PASAPORTE FALSO
Otra víctima de los atentados

Kutub Uddin Khan vendía ropa en un puesto callejero de Rivadavia y Colpayo, en pleno barrio de Caballito. Según dijo, llegó a la Argentina desde su patria, Bangladesh, hace seis años, a bordo de un barco, y está a la espera de que nuestro país le conceda el status de “asilado político”. Pero mientras aguarda esa resolución, permanece detenido en una dependencia de la Gendarmería Nacional, luego de ser indagado por el juez Rodolfo Canicoba Corral, por no tener registrado el ingreso a Buenos Aires en su pasaporte. Las fuerzas de seguridad argentinas detuvieron a Khan el jueves, luego de detectar que le habían enviado desde Bangladesh cuatro pasaportes a través de dos encomiendas.
En plena paranoia mundial por posibles nuevos atentados como respuesta al conflicto en Afganistán, las famosas encomiendas desde Asia llamaron la atención de la Gendarmería. Al revisarlas, encontraron cuatro pasaportes bengalíes, con una copia de cada foto de los dueños de los documentos adosada a los mismos. Con ese dato, llegaron al departamento de Khan, destinatario de los paquetes, en Yerbal al 700, en Caballito, en donde descubrieron que el pasaporte de él no tenía el sello de ingreso al país. Fue detenido en ese momento, y trasladado al Escuadrón Buenos Aires de Gendarmería, “ante la presunción de que pudiera integrar una célula terrorista”, de acuerdo a la versión de aquella fuerza.
Durante el mediodía de ayer, Canicoba le tomó declaración indagatoria en los tribunales de Comodoro Py. Allí Khan, que tiene 30 años, explicó su situación, dijo que estaba esperando que el Gobierno argentino le concediera el asilo político, y que los pasaportes se los habían enviado familiares suyos para que les gestionara ese mismo beneficio. Según fuentes judiciales, su descargo fue “lógico”. Sin embargo, el juez dispuso que Khan continúe preso. Tuvo menos suerte que María Julia Alsogaray, que ayer también fue indagada por Canicoba pero que siguió en libertad.
El bengalí, que está casado con una argentina y que tiene una hija, estuvo con chaleco antibalas y fuertemente custodiado en su peregrinaje por los tribunales. Su representación la tomó el defensor oficial Horacio Miccero, quien no pidió su excarcelación. Su único apoyo vino de su esposa: cuando era llevado nuevamente a la cárcel, ella le gritó: “Te amo”.

Informe: Alejandro Cánepa.

 

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