NO HAY TRABAJO SIN
MONEDA
La convertibilidad de la moneda no implica solamente el mantenimiento
de la paridad cambiaria, trocando un peso por un dólar. Significa,
primordialmente, la imposibilidad de disponer de dinero interno
más allá de la existencia de dólares u otras
monedas extranjeras. Y allí se encuentra la razón
básica de esta recesión tan prolongada y del creciente
endeudamiento que carga sobre sus espaldas nuestra economía.
Este es el eje del análisis con que el economista e historiador
Guillermo Vitelli, ajeno al elenco establecido de especialistas
en la materia, explica la depresión crónica que padece
el país.
Los argentinos dice sienten aversión ante la
posibilidad de emitir papel moneda, por la memoria de las dos hiperinflaciones.
El discurso antimonetario, montado sobre esas experiencias, instaló
una fobia colectiva a la emisión de dinero. Algo muy extraño
según hace notar, porque el papel moneda ha sido
uno de los mejores inventos de la humanidad. Ahora bien, ¿por
qué la convertibilidad torna insuficiente la cantidad de
moneda? ¿Y por qué es ésa la restricción
que lleva a la parálisis del aparato productivo y al endeudamiento?
La explicación no es compleja, según Vitelli, autor
de Los dos siglos de la Argentina. Historia económica comparada
(Pendergast).
Hace ya casi cien años fue desarrollada la Teoría
Cuantitativa del Dinero, uno de los pilares de la ciencia económica.
Ella explica que cuando los precios son estables como hace
tiempo en la Argentina y en casi todo el mundo, el nivel de
producción interno estará asociado con la cantidad
de dinero. Imaginar un nivel de producción potencial alcanzable
para la economía argentina, generado por la utilización
plena de todos los recursos productivos, incluida la mano de obra,
implica pensar en la disponibilidad de dinero circulando en cantidades
adecuadas para lograrla y para permitir la venta de los bienes producidos.
Para Vitelli, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones
de Historia Económica y Social de la UBA, el mayor problema
de la convertibilidad es que no garantiza la cantidad de moneda
necesaria para que la economía opere a pleno. Por el contrario,
ha impuesto cantidades menores de medios de pago, que llevan a la
recesión y a la desocupación de la mano de obra, así
como de gran parte del capital invertido. La explicación
de este funcionamiento es también sencilla y permite comprender
afirma cómo se entronca la convertibilidad con
el incremento permanente del endeudamiento.
La convertibilidad sólo autoriza la emisión de dinero
contra el ingreso de divisas. Para lograr esta afluencia, es necesario
generar saldos positivos en el comercio exterior es decir,
que las exportaciones superen a las importaciones, o atraer
la entrada de capitales líquidos. La captación de
fondos en moneda extranjera sólo puede ser exitosa si las
rentas financieras obtenibles en el país son más altas
que afuera. Ese premio es condición ineludible, pero reduce
la actividad productiva local porque tasas de interés internas
superiores a las externas desalientan, como es obvio, la inversión
y el consumo de bienes dependientes del financiamiento.
También las necesidades financieras del sector público
contribuyen al incremento de las tasas de interés internas
porque, al no tener el Estado capacidad de emisión para cubrir
sus déficit, debe recurrir a préstamos del sector
financiero. Pero la diferencia de tasas no es en sí misma
suficiente. Para garantizarles a los capitales externos una renta
mayor en divisas, el país debe asegurar la estabilidad del
tipo de cambio. Si sobreviniera una devaluación, las rentas
e incluso los capitales quedarían recortados. Un instrumento
central para lograr la estabilidad cambiaria fue la apertura de
la economía a la importación irrestricta de mercancías,
para ponerles así un techo a los precios internos y prevenir
presiones inflacionarias que pudieran exigir una devaluación.
Pero la apertura misma determina que la economía no alcance
saldos a favor en su comercio exterior, o que sólo los genere
durante recesiones acentuadas. De allí que la expansión
necesaria en la cantidad de dinero para posibilitar el crecimiento
de la producción sólo puede conseguirse mediante el
endeudamiento externo, ciertamente creciente al superponerse con
la necesidad de refinanciar deudas pasadas.
Se trata, para Vitelli, de una paradoja absurda, ya que para incrementar
la cantidad de moneda, permitiendo así más producción
y mayores transacciones, se hace preciso incrementar las tasas de
interés internas y exponer a los sectores productivos a la
competencia internacional, combinación que conduce a muchos
a la quiebra. Pero el alto costo del dinero y la apertura comercial
no son los únicos factores de desaliento: para mejorar la
capacidad competitiva con el exterior sin devaluar al tiempo
que otros, como Brasil, lo hacen, o para aumentar los saldos
exportables, deben reducirse los salarios nominales.
De allí que el endeudamiento y la parálisis productiva
y consuntiva sean intrínsecos a la restricción monetaria
y a la forma de expandir la cantidad de moneda bajo la convertibilidad.
Pero no es ése el único sinsentido, según Vitelli.
Otro, que se gestó desde 1991, también asociado a
la restricción monetaria, consistió en dificultar
la operación de los circuitos productivos internos: para
que una industriosa mujer en algún pueblo del interior pueda
venderle sus empanadas a un albañil del paraje, y éste
a su vez construirle una medianera a su vecino, deben contar con
moneda. La lógica de la convertibilidad les impondría
que primero exporten para obtener moneda extranjera y recién
luego estarán en condiciones de poner en movimiento su circuito
productivo local.
La aparición del patacón, y de toda otra moneda de
segunda, tiene su razón en la ilógica monetaria
de la convertibilidad. Por eso, concluye Vitelli, permanecer en
la restricción monetaria que impone la convertibilidad agravará
la depresión de la economía argentina.
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