Por José
Natanson
Lo dijo con una mezcla de cansancio
y resignación.
Chrystian, dejémonos de joder. No se trata de números
y porcentajes sino de saber si el Gobierno quiere tener realmente una
política social. Propongo una solución: que De la Rúa
firme un decreto para establecer la intangibilidad de los fondos sociales
sostuvo Juan Pablo Cafiero, planteando una última condición
para evitar su renuncia.
Del otro lado de la línea lo escuchaba Chrystian Colombo, que unas
horas antes lo había dejado en manos de un par de técnicos
de segunda línea en una reunión para conversar sobre el
drástico recorte de fondos que sufrió el Ministerio de Desarrollo
Social.
Eso no se puede resolver de un día para el otro. Dame un
tiempo -pidió el jefe de Gabinete.
Pero el final parece predecible: aunque se niegan a perder la esperanza,
cerca del ministro creen que el Presidente no aceptará el reclamo,
por lo que calculan Cafiero podría presentar su renuncia
en los próximos días.
El diálogo telefónico se desarrolló ayer por la noche,
y marca la última escala de una renuncia que se viene anunciando
desde hace un tiempo. Aunque el frepasista se ganó enemigos poderosos
desde un primer momento, su lugar parecía firme hasta que, un mes
atrás, Hacienda comenzó a retacear los recursos de su cartera.
Primero lo planteó en secreto y después, ante las repetidas
negativas, fue elevando su voz para que todo el mundo se entera de sus
reclamos: de los 20 millones de pesos mensuales para cajas de alimentos
recibió sólo uno, el Consejo del Menor y la Familia sólo
percibió el 5 por ciento, y de los 120 millones de pesos correspondientes
a este trimestre apenas obtuvo 12.
El jueves, Colombo lo recibió en la Rosada para hablar del asunto
y, aunque no avanzaron en concreto, el frepasista dijo después
que estaba satisfecho con la actitud del jefe de Gabinete.
Quedaron en una segunda reunión, prevista para ayer. Cafiero llegó
puntual, acompañado por su secretaria Administrativa, Graciela
Rosso, y por el secretario de Políticas Sociales, Pablo Vinocur.
Pero se llevó una rápida sorpresa: Colombo lo recibió,
charló amablemente con él y después de cinco minutos
se excusó (tengo un tema que atender) y se fue.
Lo dejó en manos de dos técnicos, ante los que Cafiero comenzó
a enumerar los diferentes programas desfinanciados y la delicada situación
que atraviesa su cartera. Uno de ellos el subsecretario de Recaudación
y Ejecución Presupuestaria de la Jefatura de Gabinete, Rubén
Torres se mostró más receptivo. Pero el número
dos de Hacienda, Jorge Sansone, no hacía más que repetir:
La regla es el déficit cero. Dígannos de dónde
sacamos la plata y nosotros se la damos era el latiguillo del cavallista,
según el relato que hizo después una fuente que participó
de la reunión.
Cada vez más enojado, Cafiero tomó una decisión:
levantó el encuentro y partió al Ministerio, donde se encerró
con un puñado de funcionarios (incluidos Vinocur y Rosso) a evaluar
la situación.
Después de rumiar bronca durante un rato recibió el llamado
de Colombo. El jefe de Gabinete le pidió que no renunciara, pero
Juampi ya tenía en mente su respuesta: la condición era
la firma de un decreto reglamentario de la ley de déficit cero
declarando intangibles los recursos sociales.
No se trata de romper la Alianza. Es una cuestión mucho más
concreta. Así no se puede seguir aclaró el frepasista.
Colombo prometió hacer todo lo posible y la situación quedó
en suspenso.
Después, Cafiero se comunicó con un grupo de frepasistas
Aníbal Ibarra y Darío Alessandro, entre otros
para comentarles el panorama.
El Ministerio está en la lona. Me venían franeleando
desde hace una semana. Tenía que tensar la cuerda al máximo
porque, si no, no conseguía nada. Si me dan los fondos me quedo
explicó. Cuando salía del Ministerio, Cafiero redondeó
su explicación:
Esto no puede llevar a un debate técnico: si los fondos son
intangibles hay una política social. La discusión es política
y no técnica.
Perspectivas
Aunque el tema quedó stand by hasta que el Presidente se defina,
parece difícil, casi imposible, que un De la Rúa acorralado
por el déficit cero firme un decreto garantizando recursos a un
área determinada. Por otro lado, el masivo recambio ministerial
que prepara para después de las elecciones incluiría una
delarruización aún mayor del Gabinete, incluyendo la creación
de un superministerio social donde desembarcaría Patricia Bullrich.
Todo indica que la salida de Cafiero es sólo una cuestión
de tiempos.
Si se produce, sería nueva estocada a lo que queda de la Alianza
(al menos en el Gobierno). Y sería, también, un paso más
dentro del proceso que comenzó hace poco más de un año,
cuando Carlos Chacho Alvarez pegó un portazo histórico
y disparó un penoso ciclo de dispersión para el Frepaso.
Sin embargo, los frepasistas explicaban ayer que la salida de Cafiero
no implicaría necesariamente un retiro institucional y masivo del
Ejecutivo. La decisión parece curiosa, porque perpetúa la
situación ambigua que llevó a la licuación del partido,
pero los frepasistas la justifican diciendo que el objetivo es buscar
un camino común con los sectores progresistas del radicalismo.
Una ruptura hoy no tendría sentido si no se concreta de común
acuerdo con dirigentes radicales. Nos guste o no estamos atados a ellos
y tenemos que construir un camino conjunto con los sectores más
progresistas de la UCR, sobre todo si (Rodolfo) Terragno gana en la Capital,
explicaban.
En el Gobierno seguramente festejarán la decisión de Cafiero,
que nunca terminó de congeniar del todo con un Gabinete tan delarruizado:
su condición de frepasista, su discurso, su perfil peronista y
su independencia respecto de las decisiones del Presidente contribuyeron
a formar un poderoso frente en su contra. Aunque los ejemplos son varios,
cerca de De la Rúa suelen indignarse especialmente con dos jugadas:
la decisión inconsulta y contradictoria con la línea
del Presidente de viajar a General Mosconi a dialogar con los piqueteros;
y la estrategia de ventilar públicamente sus penurias económicas.
Pero Cafiero también contaba con algunos aliados de peso: el sector
más proaliancista del entorno presidencial; el jefe de la UCR,
Raúl Alfonsín, que esta semana salió a respaldarlo
en público (no me lo toquen a Juampi). Y la Iglesia,
una institución clave para el imaginario presidencial: la semana
pasada, cuando le planteó sus dificultades, el titular de Cáritas,
Jorge Casaretto, le pidió que se quedara en el cargo.
Del amor al divorcio
El Frepaso fue el partido que impulsó con más entusiasmo
la Alianza. Sin embargo, y tras perder la interna con la UCR para
definir la fórmula presidencial, su peso en el gobierno de
Fernando de la Rúa fue escaso y, para peor, decreciente.
Situación que se agudizó con la renuncia del vicepresidente
Carlos Chacho Alvarez y que hoy se vuelve terminal ante
el posible paso al costado del ministro de Desarrollo Social, Juan
Pablo Cafiero.
u El 10 de diciembre de 1999, los encontró al mando de dos
ministerios. Graciela Fernández Meijide ocupó la cartera
de Desarrollo Social y Alberto Flamarique la de Trabajo. Sin destacarse,
Fernández Meijide varios hechos conflictivos como las denuncias
de corrupción en su contra. La renuncia de Chacho el 6 de
octubre de 2000 desató una crisis que provocó, por
ejemplo, que Flamarique renunciara a la Secretaría General
de la Presidencia apenas 24 horas después de haber asumido.
Graciela se alejó del Ministerio recién en marzo de
este año y pasó a ocupar la vicejefatura de Gabinete.
El feroz plan de ajuste del entonces ministro de Economía,
Ricardo López Murphy, la eyectó del puesto junto a
Marcos Makón que estaba al frente de Desarrollo Social. Ese
día, el 17 de marzo, también renunciaba Ricardo Mitre,
un hombre de extrema confianza de Alvarez, quien había asumido
cuatro días antes como secretario General de la Presidencia.
Sin duda, un cargo maldito para los frepasistas. Otra frepasista
que dejaba su puesto en esa fecha fue Nilda Garré, por esos
días viceministra del Interior. Pero Garré retornaría
al gobierno para hacerse cargo de la Unidad de Investigación
de Atentado a la AMIA. Puesto al que renunció el 5 de octubre
por un pedido del Presidente.
Otro funcionario frepasista que quedó en el camino fue Dante
Caputo, quien tras resistir varios embates de la comunidad científica,
renunció en febrero de este año a la Secretaría
de Ciencia y Técnica. Lo reemplazó una mujer del partido,
Adriana Puiggrós, quien hasta el momento resiste. El que
no lo logró fue el secretario de Desarrollo Sustentable,
Rafael Flores, quien tras criticar el alineamiento con Estados Unidos
en la guerra contra el terrorismo, fue despedido por orden presidencial.
Pero hay una excepción, el secretario de PyMES, Enrique Martínez
se mantiene en su cargo desde noviembre de 2000 a pesar de todas
las tormentas. Sus colegas lo llaman el inmortal.
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No al voto en blanco
Un afiche de fondo negro, con letras tamaño catástrofe
de color blanco, que dice: Riesgo País. A simple
vista, podría pensarse que forma parte de una campaña
que se empeña en recordar al peor enemigo del Gobierno. Todo
lo contrario. Se trata de una cruzada mediática ideada por
el publicista José Pepe Albistur históricamente
ligado al peronismo que se propone convencer a los argentinos
para que no opten por el sufragio anulado o el voto en blanco. El
verdadero riesgo país es no ejercer el único derecho
que nos iguala a todos: el voto, dice el cartel firmado por
los equipos de difusión. Y más abajo,
agrega, para no queden dudas que los que sufrimos en carne
propia las dictaduras militares sabemos que sin política,
ni políticos, la vida es mucho peor. El domingo 14 de octubre,
no dejes que otros decidan por vos.
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OPINION
Por Marta Maffei *
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Para que entre la
esperanza
En los últimos tiempos proliferan severas críticas
a la clase política nacional. Reclamos por la
inacción, la corrupción, la ineficacia o la manifiesta
sumisión de quienes nos gobiernan a las presiones del establishment.
Una crítica que les cabe por igual a las actuales autoridades
y a las anteriores. Un blanco predilecto frente a las frustraciones,
temores y desamparo que muy mayoritariamente sentimos los argentinos.
¿Cómo es posible que nuestra Nación
se destruya al conjuro de la voracidad de los grupos económicos
ante la manifiesta complicidad de los políticos de turno?
¿Es posible que no sean capaces de resguardar nuestros mínimos
derechos y garantías?
En la incertidumbre surgen respuestas fáciles: o no tienen
coraje o no quieren tenerlo. De ahí a la generalización
indiscriminada, hay un solo paso: todos, todas las instituciones,
todas las organizaciones, todos los sindicatos, todos los dirigentes
son igualmente corruptos, igualmente culpables, igualmente responsables
por lo que nos ocurre y, desde luego, ésta, su exclusiva
responsabilidad, nos exime a los que no andamos en esas cosas,
de la necesaria cuota de compromiso para que esto empiece a cambiar.
Desesperanza, inseguridad y, tal vez, la tremenda percepción
de que en algo nos equivocamos nos golpean dolorosamente y nos impulsan
al terreno del escepticismo que paraliza cualquier reflejo de acción
positiva. Somos espectadores de nuestro propio naufragio.
Quizás sea entonces la hora de analizar con mayor justicia
y menor frivolidad a los que nos recomiendan, ¿desinteresadamente?,
votar el blanco o anular el voto.
Deberíamos tomar un lápiz y un papel para ver si de
veras el voto en blanco o el anulado no son formas de licuar el
voto opositor y terminan legitimando a los mismos de siempre, permitiéndoles
dibujar mayorías que no tienen, gracias a que buena parte
del voto opositor opta por desdibujarse.
¿Acaso los que nos recomiendan desperdiciar el voto no están
fuertemente interesados en que la oposición al sistema pase
inadvertida o al menos carezca de representación parlamentaria?
Si dejáramos de repartir estigmas por igual a todos los políticos,
podríamos advertir que todavía hay buena gente peleando
por cambiar las cosas, aunque vivan amenazados precisamente por
no traicionar sus principios, que siguen peleando, como pueden,
para no regalar la Argentina.
Si lo viéramos, quizás podríamos advertir algunas
alternativas y animarnos a votar positivamente ayudando a conformar
una oposición que impida a los exponentes de la vieja política
seguir usando nuestra indefinición como palanca para continuar
en sus cargos.
Como dirigente de Ctera y como militante del campo popular, no puedo
permanecer en silencio cuando advierto la campaña organizada
para que todos desconfiemos de todos. Para que militantes honestos
sean denostados a pesar de que siguen peleando sin resignar ideales.
Seguramente los que promueven nuestra confusión usan la indiferencia
popular para seguir, como ya lo hacen, manejando los hilos desde
las sombras, ¿o es casual que el propio Menem promoviera
desembarazarnos generosamente de la obligatoriedad del
voto?
El domingo, en el cuarto oscuro, es posible abrir una rendija para
que entre una luz de esperanza.
No les regalemos a los que nos están hundiendo la ventaja
de apropiarse de nuestro rechazo para hacerlo aparecer como indiferencia.
* Secretaria general de Ctera.
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