Por Carlos Rodríguez
Un joven de 21 años,
hijo de un cirujano jujeño y con antecedentes por delitos menores,
es el principal sospechoso del crimen del sacerdote salteño
Ernesto Martearena. El detenido es Javier Alfredo Alanis Colaute, a quien
la víctima trataba como si fuera un ahijado, de los
muchos que tenía y a los que brindaba asistencia. El juez de la
causa, Aldo Saravia, le confirmó a Página/12 que Alanis
Colaute está hoy por hoy en el centro de la escena
y que quedó detenido junto con una mujer sospechada de haber actuado
como encubridora, mientras se presume que podría haber
una tercera detención en forma inminente. El magistrado
estimó que está muy cerca de esclarecer el hecho
y ratificó que el móvil sería el robo.
En Salta circuló ayer información respecto de que la autopsia
revelaría que el sacerdote asesinado de 18 puñaladas sufrió
horribles mutilaciones que podrían hacer pensar en
una presunta venganza.
Por ahora no le puedo confirmar ni desmentir nada, respondió
el juez Saravia al ser consultado por este diario. Las versiones señalaron
que algunas de las 18 puñaladas, en su mayoría por la espalda,
habrían provocado mutilaciones en la cavidad bucal y en la región
genital, que indicarían una saña impropia de un simple caso
de robo que termina en homicidio. También habría llamado
la atención la presencia de un rosario cerca del cadáver
y la aparición de una veintena de cartas dirigidas al sacerdote
cuyo contenido es analizado por los investigadores.
Ayer fue una jornada agobiante en el juzgado que interviene en la causa
por el crimen ocurrido en la madrugada del lunes. La policía, por
orden del doctor Saravia, dispuso la detención de 17 personas,
de las cuales sólo dos permanecían detenidas anoche, Alanis
Colaute y una mujer cuyo nombre fue mantenido en reserva. El joven, de
21 años, fue detenido ayer en una pensión ubicada en El
Exodo 230, en el barrio Los Perales de San Salvador de Jujuy, donde vivía
en una habitación de la planta alta.
Al joven se llegó por datos aportados por los directivos del Banco
de Galicia de Salta, quienes recuperaron una tarjeta perteneciente al
padre Martearena que había quedado retenida en un cajero automático
de la zona céntrica. La retención se debió a que
la persona que tenía en su poder la tarjeta desconocía o
tenía un número clave incorrecto. Por la hora de la fallida
operación de extracción de dinero y la que aparece en el
video de la cámara que había en el cajero, surgió
que fue Alanis Colaute quien intentó retirar efectivo.
Aunque Saravia se abstuvo de dar a conocer los detalles, en Jujuy trascendió
que en poder del joven se habrían encontrado un pantalón
vaquero, un pulóver y una campera manchados con sangre. También
se habla de la presencia de un cuchillo o estilete sospechado de ser el
arma utilizada en el crimen. Luego de su detención en Jujuy, el
acusado fue llevado a la Brigada de Investigaciones de Salta.
El juez Saravia, antes de la detención del ahora principal sospechoso,
había señalado que se trataba de un homicidio de una
crueldad y un ensañamiento inusuales y que esto abría
un abanico de posibilidades respecto de los móviles.
Anoche, en un paréntesis de la indagatoria al joven detenido, Saravia
le dijo a este diario que se inclinaba por la hipótesis del
robo, pero en ningún momento desmintió las versiones
sobre las mutilaciones que sufrió el cuerpo de la víctima.
Yo creo que el martes todo puede quedar totalmente esclarecido,
estimó el magistrado.
El gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, se comunicó de inmediato
con el juez para tener conocimiento sobre los avances en la investigación.
Luego dijo a la prensa que estaba muy satisfecho por la marcha
de la causa. También se conoció un comunicado del Arzobispado
salteño, que reiteró el dolor por lo sucedido y la condena
por el crimen. Todo hace pensar que las instituciones de la provincia
creen que el caso está prácticamente resuelto,
aunque no se han acallado las versiones que hablan de una presunta venganza
que podría tener relación con las actividades privadas o
en el ámbito político del sacerdote.
ROBARON
UNOS 5 MILLONES DE PESOS EN CHEQUES
Los ladrones más sofisticados
Por Horacio Cecchi
El caso no tiene precedentes.
No por el monto, que de todos modos es grueso: unos 5 millones de pesos.
Lo inédito viene por el lado de la técnica: una banda de
entre 10 y 20 especialistas robó de la droguería Disval,
de Pompeya, 2350 cheques y cambió sus números para que no
se correspondieran con los números denunciados. El método
es inédito en la historia. La banda utilizó boqueteros para
ingresar; anuló las alarmas cortando las líneas telefónicas
de toda la manzana; sacó la puerta de la caja fuerte con un equipo
ultrasofisticado de láser; robó 600 mil pesos en medicamentos;
destruyó los discos rígidos para que se perdieran los registros
de los cheques; la semana anterior al golpe convocó por un aviso
clasificado a un ejército de personas y, a las 10 de la mañana,
después del golpe, los cobradores se presentaron en las ventanillas
para su cobro.
Ocurrió entre la noche del 23 y la madrugada del 24 de setiembre
pasado. El dato es bien preciso porque a esa hora los teléfonos
de toda la manzana quedaron cortados. La banda abrió un boquete
en la medianera que separa a la droguería, ubicada en Grito de
Asencio al 3700, Pompeya, de una fábrica abandonada. Ya dentro,
como primer paso, anuló los teléfonos a través de
los que funcionan las alarmas. Después, se dedicaron a la pesada
caja fuerte. Se calcula que participaron no menos de diez personas: Sacaron
la puerta limpita. Usaron un equipo lanza láser, muy sofisticado.
En el país sólo hay tres o cuatro reveló un
investigador. Y son pocos los que los operan. El que no lo sabe
usar se puede quemar vivo. Después robaron los cheques y
600 mil pesos en medicamentos. Destruyeron los discos rígidos para
anular los registros de los cheques y demorar la denuncia.
Ese mismo lunes, a las 10, no menos de 100 bancos tenían en sus
mostradores alguien que quería cobrar un cheque endosado a Disval
o Fortbenton Laboratorio. El método para cobrarlos fue tan complejo
como el robo. Primero modificaron la fecha de cobro. Detrás aclararon
la corrección de la fecha con una firma trucha. Como empezaron
a ser rebotados, lavaron los cheques, o sea, les cambiaron el número
para que no coincidiera con la lista denunciada. Los investigadores aún
se preguntan cómo realizaron el lavado. La semana anterior, en
un aviso clasificado, la banda convocó expertos en trámites
bancarios a quienes les entregaron los cheques.
De todos modos, alguna pista existe: la droguería sólo utilizaba
esos documentos para pagar a laboratorios. Algunos de los cobradores,
al asomarse por la ventanilla fueron detenidos, y aunque se comprobó
que no tenían relación directa, revelaron quién los
había provisto. En varios casos, el origen coincide, dato que la
Justicia guarda celosamente. Hasta ahora, la banda logró cobrar
una cifra ínfima: 15 mil pesos.
|