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SANDRO HABLA DEL DISCO A SU MADRE
“Ella me bancó todo”

�Mi vieja me supo comprender cuando empecé a pasarme las horas tocando la guitarrita�, dice el cantante que en su nuevo disco, �Sandro, para mamá�, mantiene el tono apasionado, pero esta vez dedicándose por entero a Nina.

Sandro incluyó en su disco canciones
de Joan Manuel Serrat, Leo Dan y dos recitados propios.

Por Patricia Chaina

Hacía ocho años que no grababa un disco de estudio. Y hacía casi diez años, desde que murió Nina, su madre, que Sandro quería concretarle un homenaje. Ahora, amparado en la certeza de “haber esperado un tiempo prudencial para que no se confundiera sentimiento con mercantilismo”, el juglar romántico y apasionado decidió que era el momento de volver al estudio, para editar un disco en homenaje a su madre: Sandro, para mamá. La placa acaba de presentarse en sociedad. Ocasión ideal para que él, un artista que cultiva como pocos el misterio sobre su cotidianidad, se permita correr el velo que protege su historia de vida. Y recordando a Nina, “Sandro”, Roberto Sánchez, cuenta momentos iluminados de una historia que refuerzan la categoría de mito en la que habita, sin abandonar, por supuesto, el llano desde el que crece su popularidad.
Once temas de autores como Joan Manuel Serrat (“De parto”), Leo Dan (“Mi madre”), o José Betinotti (“Pobre mi madre querida”) le dan cuerpo al nuevo disco. Allí, el cantante logra que los arreglos sobre ritmos de vals o tango transmitan una fuerza nacida de la melancolía, pero que no queda en la nostalgia porque se impregna de emoción. Su estilo. Esa pasión melodramática que recupera “la mugre del tango o la felicidad de una chacarera, tanto como la cadencia al recitar un buen poema”, según explica. Hay además dos recitados y un tema compuesto por él (“Hay una niña en el puente”). Esa canción condensa en pocas estrofas una mirada piadosa pero no lastimera sobre el concepto que aglutina conceptualmente el disco: la maternidad que aún sin ser querida (abundan aquí las madres niñas) “permite la maravilla de la vida”, como él afirma.
El disco se grabó mientras Sandro daba los más de treinta shows con los que en este invierno volvió a sorprender con su poder de convocatoria y recaudación. Por eso, también, lo presenta con orgullo, y anticipa: “Tengo ganas de hacer un próximo trabajo de tango, o rock and roll. Por ahora disfruto de esto porque es algo que acaricié por años. Se lo debía a mi madre con la que tuve una relación apasionada, que algunos tildan de complejo de Edipo. Pero al año de haber nacido yo ella contrajo una artritis deformante. Y decidí cuidarla hasta su muerte. ¿Es relación edípica o lo que debía hacer, como único hijo?”, interroga, seguro de conocer la respuesta.
Así como Sandro y la vida de Roberto Sánchez son un enigma, también lo es Nina, su madre. Pero hoy él accede y cuenta, consultado por Página/12, sobre la historia de Nina: “Era argentina. Su padre, mi bisabuelo, venía de las raíces más profundas de la cultura del folklore, gauchazo de verdad. Tuvo la suerte de conocer a Juan Moreira cuando era chico porque su padre, mi bisabuelo, arreglaba cuchillos y facones y dicen que por ahí pasó una vez Moreira. La madre de mi madre venía de vascos franceses... no era la pulpera de Santa Lucía pero se le parecía (se ríe). De esas personas nació mi madre”.
–¿Cómo la definiría?
–Como una mujer especial, que me crió en un inquilinato con la sabiduría de quien conoce de la vida. Cuando nací ya me quería poner Sandro. Pero regía eso de los nombres admitidos y los que no. Y “Sandro” no estaba permitido, por eso me pusieron Roberto. Estaba de moda, los nombres son también una cuestión generacional. Por eso, cuando tuve que elegir un nombre artístico me puse Sandro, me gustó, es rápido, corto, y tiene fuerza.
–¿Qué imágenes recuerda de su madre, más allá del dolor de la enfermedad?
–Que cantaba, con una voz chiquita y bella. Mi papá no, no tenía oído ni para las bombas, pero con mi vieja cantábamos, y me supo comprender cuando empecé a agarrar la guitarrita y a pasarme horas tocando. Se dio cuenta de que yo así evitaba estar en la calle con una navaja. En esas épocas yo jugaba a la rebeldía. Ella se dio cuenta que yo podía plasmar muchas cosas a través del instrumento, me bancó.
–¿Cuál es la herencia que usted recupera a través de esos recuerdos?
–La de la magia, sobre todo. Era especial, me crió leyéndome los cuentos de Las mil y una noches. Me llevaba a la Biblioteca Popular Sarmiento de Valentín Alsina, me había hecho socio, y sacábamos uno o dos libros por semana. Así leí todo Salgari, la colección Robin Hood completa. Eso me dio una capacidad de imaginación y vuelo muy fértil. Por eso para homenajearla no me alcanzan las palabras, porque más allá de una vida biológica, me dio una vida espiritual inmensa.
–Usted que le canta a la pasión, ¿cómo cree que tomará su público este disco donde, sin cambiar de tono, cambia radicalmente de tema?
–Era un tema ineludible. La idea es llegar desde otro lugar al corazón de las mujeres. Todas las mujeres son madres. Y estoy seguro que muchas se hicieron madres escuchando mis temas.

 

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