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OTRO EFECTIVO UNIPERSONAL DE GABRIELA ACHER
El eterno karma de ser mujer

�El amor en los tiempos del colesterol� se apoya en la conocida solvencia
de la actriz para pintar como pocas
el mundo femenino.

Conocido: Más de un chiste puede resultar familiar, pero la platea ríe con ganas: la simpatía de la actriz permite que conocer algunas bromas pierda importancia.

Acher encarna aquí a una
conductora de la señal de cable “CMI”.
La sigla, según explica, es “El Canal de
la Mujer Insatisfecha”.

Por Cecilia Hopkins

Hace diez años, en su programa televisivo “Hagamos el humor”, la uruguaya Gabriela Acher imponía a los temas relacionados con lo femenino un sesgo reivindicatorio. Y, como para atajar cualquier queja sobre la parcialidad de su enfoque, advertía que estaba en pleno “horario de protección al machista”. No por eso dejaba de ser incisiva: sus monólogos (amén de las entrevistas callejeras que hacía sobre la relación entre los sexos) exponían su indomable pasión por la sátira y la ironía. En realidad, no era nuevo para nadie que la actriz disfrutara ejerciendo la crítica de costumbres, porque esto fue algo que hizo desde siempre, aun cuando usaba libreto ajeno, desde el mítico “Telecataplum” hasta sus demás incursiones televisivas, junto a Gasalla o Tato Bores.
Casi como para pasar en limpio ideas para futuros monólogos o para salvar del olvido el material ya utilizado, Acher publicó dos libros de humor: La guerra de los sexos está por acabar y Todos los hombres son iguales, aunque algunos son mucho más iguales que otros, una agenda llena de chistes propios y ajenos, que incluía hasta un calendario menstrual. El tercero se llamó El amor en los tiempos del colesterol, y es la base de éste, su último espectáculo. Ya curtida en las artes del unipersonal (Memorias de una princesa judía y cobarde fue el anterior, dirigida por Mercedes Morán) la actriz ahora continúa trabajando su veta preferida. Esta vez sin dirección (en el programa especifica Dirección general: Impositiva), Acher imagina conducir un envío de cable que se transmite desde un improbable canal dedicado por entero a la mujer: el CMI o “canal de la mujer... insatisfecha”. Si en 1991 la consultora sentimental se llamó “Doctora Diu”, esta vez la especialista en calmar ansiedades femeniles usa el mismo nombre de la actriz. Rodeada de globos rojos en forma de corazón, y con el escritorio repleto de las cartas de sus televidentes, Acher interpreta a una conductora afable y de sonrisa tranquilizadora que analiza paso a paso los más diversos casos de insatisfacción que tienen sus raíces en las contradicciones, la culpa y los remordimientos femeninos de toda laya.
Es cierto que más de un chiste puede resultar familiar, pero en todo caso la platea –mayoritariamente ocupada por mujeres– ríe con ganas: la simpatía de la actriz permite que el hecho de que se conozca alguno de los chistes pierda importancia. El tema de la insatisfacción, que se presenta como el eje del espectáculo, abre la compuerta a una multitud de cuestiones que ocupan un segmento de las veloces reflexiones de la actriz. Acher se refiere al culto a la belleza (con un apartado dedicado a las cirugías) las diferentes etapas del bios femenino (con la menopausia como tema especial), la lucha para conseguir el orgasmo, los cambios en el modo en que las mujeres se relacionan con los hombres, entre muchísimos items. Tal vez la estructura del espectáculo resulte demasiado previsible para un unipersonal que pasa con creces la hora de duración: Acher parada o sentada cuenta sus chistes, y cada tanto se impone una pausa para ver en video a la columnista cubana Conchita Contento (interpretada por ella misma, claro) que aporta al programa el resultado de los más inverosímiles estudios sobre sexología.

 

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