Por Julio Nudler
Cualquier afiliado a una AFJP
podría denunciarla ante la Justicia por afectar sus intereses como
dueño de un fondo previsional de capitalización si aquella
aceptase el nuevo canje que quieren imponerles Domingo Cavallo y Daniel
Marx a las jubiladoras privadas. El negocio consiste en cancelar
el llamado Fideicomiso Financiero, que encubre financiación otorgada
al Estado a tasas variables, que están oscilando entre 20 y 25%
anual, a cambio de un bono que rinda en torno del 8%. Para justificar
esta extraordinaria diferencia, Economía ofrecer garantizar el
título con la recaudación del Impuesto a las Transacciones
Financieras. Pero las AFJP y sus dueños, los bancos, sostienen
que ese aval no vale tanto, y menos ante la perspectiva de
un default, que arrasaría con la garantía misma. Como mínimo
exigirían que Cavallo/Marx logren la sanción de una ley
que obligue a las Administradoras a aceptar la transacción, para
cubrirlas judicialmente. Además, como arreglo secreto, Economía
debería comprometerse a dejar en paz a los bancos, no planteándoles
ninguna operación rara con los títulos públicos que
tienen en cartera.
Mientras tanto, y fuera del plano local, el canje monstruo con que sueña
el Gobierno, en base a garantías facilitadas por sujetos triple
A, sigue contando solamente con los 3000 millones de dólares ofrecidos
al efecto por el FMI. Sin embargo, para un experto en finanzas como Ricardo
Schefer, catedrático de la universidad del CEMA, la suma es insuficiente
y el diseño del respaldo no responde a las actuales características
de la deuda. En diálogo con Página/12 sostuvo que para
armar una operación de canje con garantía para los nuevos
bonos, 3000 millones no permiten hacer mucho. Si se quisiera hacer algo
parecido a los bonos Par y Discount del Plan Brady, que tienen garantizado
el pago al final con los bonos cupón cero del Tesoro estadounidense,
que cuestan unos 23 centavos, podrían garantizarse unos 13.000
millones de nuevos bonos. Pero, además de ser insuficiente, esta
clase de garantía ahora no funciona.
¿A los nuevos acreedores no los conformaría?
Cuando se hizo el Brady, los acreedores eran bancos. Ahora la deuda
está en bonos, y éstos son mantenidos por fondos de pensión,
por gente. El Brady lo armaron con la garantía al final (es decir,
al vencimiento de los nuevos papeles) porque los banqueros necesitan,
para no verse obligados a mandar un préstamo a gestión y
mora, o sea para poder mantenerlo vivo en la cartera, no tener riesgo
de pérdida de capital. De lo contrario deben previsionarlo. Por
eso, garantizarles a los bancos el capital fue una forma de posibilitar
que compraran esos bonos y los tuvieran en cartera.
¿Y en el escenario actual?
Como los tenedores de los bonos no son bancos, garantizar el capital
no es efectivo. A los fondos lo que les importa es que no se caiga el
precio de los bonos, porque eso afecta el valor del fondo. Es una contabilidad
distinta, con normas y reglamentaciones diferentes. Por ende, no sirve
pensar en garantías como las de hace diez o veinte años.
¿A los bancos no les importa que fluctúe el precio?
Los activos bancarios no suben y bajan de precio. Cuando un banco
da un préstamo de 100 pesos, lo anota a ese valor y en ese valor
permanece. El problema para un gerente de banco no es el mercado. Su riesgo
es el auditor interno, o el de la banca central. Si el auditor ve que
ese crédito o ese bono tiene garantía por el capital, no
hará ninguna objeción. Pero los gerentes de fondos de inversión
tienen otro comportamiento porque se guían por reglas diferentes.
Un título con la garantía de un zero coupon a 30 años
no les despierta ningún apetito porque lo que les interesa es qué
puede pasar con ese bono en el mercado.
¿En qué horizonte está el mayor riesgo?
Las tasas más altas dentro de los bonos argentinos no son
las de los papeles a 30 años, sino de los de corto plazo. Los spreads
(sobretasas) de los bonos a 2, 3 y hasta 8 años son más
altos que los de los títulos a 20 y 30 años. El problema
de la Argentina los inversores lo perciben como de ahora, no del lejano
futuro. No tiene sentido entonces querer mejorar con esas garantías
los bonos de largo plazo, que son los menos castigados.
¿Cuál es la alternativa?
Diseñar así la renegociación tiene varios problemas.
Uno, que sólo podrían canjearse unos 13 mil millones. Dos,
que se estarían emitiendo bonos a muy largo plazo, garantizados
con títulos del Tesoro estadounidense, que no es lo que el mercado
está necesitando ahora. Creo que mucho mejor sería ofrecer
en canje un bono con interés ajustable, indexado a la recaudación
impositiva, o algo así. La Argentina no puede estar prometiendo
cosas diferentes porque nadie se las va a creer.
Pero los bonos estarían en dólares, mientras que la
recaudación se reúne en pesos. Los fondos de inversión
estarían tomando el riesgo cambiario...
Sí, pero sería el riesgo argentino verdadero. Como
cuando uno compra acciones de una empresa: toma el riesgo de su evolución.
En el caso de un bono soberano, la empresa es el Tesoro argentino. Se
lo diseñe de una u otra forma, cualquier bono argentino implica
tomar riesgo Tesoro argentino, o sea recaudación. Si le decimos
al comprador del bono que le pagaremos una renta más alta si la
recaudación sube, le estaremos dando una ventaja si él cree
que la Argentina puede tener una chance. En cambio, si un inversor piensa
que este país no tiene posibilidad alguna, entonces no debería
tener ningún bono argentino. Alguien podrá decirme que si
la recaudación subiese mucho pagaríamos intereses muy altos,
y yo le contestaría que sí, pero que por lo menos podríamos
pagarlos. Es como la relación del dividendo con la ganancia. Tiene
que ser a riesgo puro.
¿Esta idea guarda alguna relación con la de garantizar
la deuda con la recaudación, como quieren Domingo Cavallo y Horacio
Liendo?
No, de ningún modo. Lo de ellos implica crear un acreedor
privilegiado. Yo no estoy proponiendo no pagarles a los médicos,
a los maestros, pero sí a los acreedores. Propongo que el que invierta
en Argentina lo haga en serio a riesgo.
¿Qué pasaría con un bono así ante una
caída violenta de la recaudación, como la de septiembre?
Que pagaría una renta mínima, dentro de una escala
predeterminada. Esto quiere decir que el país pagará muy
poco cuando las cosas anden mal y por ende no tenga plata, y pagará
mucho cuando marche bien, porque en ese caso podrá hacerlo. Es
la manera de defender al Tesoro argentino, haciéndole una cobertura
de riesgo, y una forma de ponerle límites al porcentaje de la recaudación
que se destina al pago de intereses. Como venimos hasta ahora, pagar tasas
altas ya no atrae inversores porque no es creíble que podamos hacerlo,
y las garantías no son un aliciente para el mercado de bonos tal
cual es hoy.
Chairando las guadañas
Manuel Solanet, de FIEL, lo reconoció: Cuando nos
fuimos (del Ministerio de Economía, en marzo de este año),
le dejamos una propuesta a (Domingo) Cavallo. En declaraciones
a Radio 10, comentó así la información publicada
ayer por Página/12, en la que este diario dio cuenta de la
intención del actual ministro de aplicar una reforma estructural
del sector público, en la línea de la trazada por
el ex y fugaz secretario para la Modernización del Estado,
durante la breve gestión de Ricardo López Murphy.
La decisión está en manos del presidente De la Rúa.
Cavallo tiene el proyecto que nosotros habíamos preparado,
y sabe perfectamente qué queríamos hacer, declaró
el ultraliberal Solanet. Este no tuvo reparo en consignar que su
esquema implica más de 94 mil despidos, la eliminación
de unas 314 unidades administrativas y el arancelamiento universitario.
No sé si Cavallo está convencido de que éste
es el único camino. Lo único que le digo es que yo
sigo convencido, remató.
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OPINION
Por Ricardo Gutiérrez*
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En el día después
Mañana el tema de información y análisis
será el resultado de las urnas en la elección de hoy:
mañana será el día después.
Como el país viene deslizándose en una peligrosa pendiente,
creo que debemos poner manos a la obra para que Argentina salga
definitivamente de la recesión de los últimos cuatro
años. Los motivos que nos llevaron a esta crisis son el costo
del dinero, un sistema impositivo que castiga al que invierte y
produce, y la carga pública de un Estado ineficaz. Para revertir
esta situación es imprescindible adoptar medidas que se orienten
a duplicar la exportación que asegure el equilibrio
de la balanza de pagos a disminuir la tasa de interés
y a reformular urgentemente las cargas impositivas. Sobre esas medidas
ya está trabajando el Ministerio de Economía, pero
necesita acompañarse por la credibilidad interna y externa,
en un amplio consenso de la dirigencia que, espero, la nueva conformación
legislativa imponga con prontitud. En este sentido, el acuerdo dirigencial
es casi una obligación y parte esencial de la gobernabilidad.
Así, la gobernabilidad requiere de un acuerdo marco de los
principales dirigentes políticos, empresariales y trabajadores
sobre el país que queremos y sobre las políticas que
se aplicarán para lograrlo. Asuntos tales como la definición
de un nuevo sistema impositivo; la disminución de las tasas
de interés; las relaciones con el Nafta y el Mercosur; el
fomento de las exportaciones; la política inmigratoria, el
empleo y la atención de los desempleados, la coordinación
federal de la acción social; el déficit cero de las
cuentas públicas y la reforma del Estado, requieren de una
urgente definición y el compromiso serio de ejecutar la agenda
acordada. Habrá credibilidad interna cuando aceptemos la
posibilidad de que, a partir de ahora y en este nuevo escenario,
podamos vislumbrar un futuro mejor y, desde allí, se comience
a proyectar inversiones. Una de las causas de la recesión
es que hay gente que atesora dólares y pesos por la incertidumbre
de la crisis. Sin embargo, en la provincia de Buenos Aires, la instrumentación
del Patacón ha producido una leve reactivación económica
que puede sostenerse e incrementarse porque está obrando
como moneda con la que se paga a estatales y a jubilados. La gente
recibe estos títulos y no los atesora, sino que rápidamente
los utiliza, lo cual incide en la reactivación. Habrá
credibilidad externa cuando, lisa y llanamente, nos vuelvan a prestar
dinero. Para ello, no se trata de cambiar nombres sino de lograr
consensos.
* Presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
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