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Un ensayo de guerra con bacterias en el subte

En 1963, un grupo de científicos tiró esporas inocuas en el subte de Londres y descubrió que
un ataque real sería fácil, devastador y virtualmente imposible de detener.

Retrato de un asesino:
la bacteria del ántrax.

Por Rob Evans *
Desde Londres

Era la hora del mediodía en la línea norte del subterráneo londinense. Los pasajeros entraban y salían normalmente de los vagones. Dos hombres abordaron el subte en la estación Colliers Wood, en el sur de la ciudad. Mientras el tren tomaba velocidad hacia la próxima estación, Tooting Broadway, uno de ellos se paró y lanzó una pequeña caja de polvo facial por la ventana. Podría haber sido apenas basura. El tren siguió su camino y la caja explotó. Lanzó al aire millones de pequeñas esporas o colonias de bacilos, que se expandieron por los túneles oscuros. Muestras de polvo tomados después de tres días, primero, y dos semanas, después, mostraron que las esporas llegaron hasta un lugar tan lejano como Camden Town, en el norte de Londres, a 16 kilómetros de Colliers Wood. Esto ocurrió realmente. Pero los hombres no eran terroristas, sino científicos del gobierno. Y las esporas no eran de ántrax, sino un microorganismo creado para imitar un sabotaje clandestino con ántrax. Se trató de un experimento oficial en 1963 que evidenció qué fácil es para los saboteadores el lanzamiento un ataque devastador en la capital de Gran Bretaña.
Si en la caja hubiera habido ántrax realmente, miles de pasajeros habrían inhalado las esporas, que por un tiempo no serían descubiertos. Los esporas más resistentes pueden sobrevivir meses. Una vez inhaladas, las esporas germinan y producen bacterias vivas de ántrax que se multiplican rápidamente. Los síntomas pueden tardar hasta dos meses en aparecer. Estos síntomas son fiebre, dolores de cabeza, escalofríos, dolores de pecho y otros. Algunos enfermos parecerán recuperarse, pero después casi todos habrán muerto abruptamente por daños cerebrales y pulmonares y hemorragias internas. Londres habría entrado en el pánico y en el caos mientras el gobierno se preguntaría qué está pasando.
Documentos obtenidos por este diario muestran cómo los científicos realizaron en forma secreta otros estudios en los ‘50 y los ‘60 con el mismo objetivo: demostrar la facilidad con la que se pueden cometer ataques químicos y bacteriológicos contra los británicos. Para mucha gente, la advertencia ahora tiene más peso que nunca; el miedo al bioterrorismo creció marcadamente desde el 11 de septiembre.
Gran Bretaña tiene planes secretos de contingencia para cope con una liberación deliberada de armas químicas o biológicas en áreas pobladas. A pesar de esto, parece que es poco lo que el gobierno puede hacer para prevenir que los ciudadanos sean infectados en caso de que los terroristas puedan atacar con gérmenes mortales. Un documento filtrado esta semana al Canal 4 británico dice que “aunque la amenaza de una acción de este tipo es bajo, las consecuencias son potencialmente enormes. Es probable que el número de víctimas sea mucho mayor a la de cualquier incidente en la historia del país”.
Una de las pruebas mostró cómo el ántrax puede alcanzar al corazón del gobierno británico. Hay una amplia red de túneles, 30 metros debajo de la zona central de Londres. Está conectada a cabinas de guerra y “ciudadelas” donde, en caso de crisis, los funcionarios del gobierno pueden refugiarse y dirigir desde allí el país. En simulacros de ataques en estos túneles en 1955, los científicos liberaron organismos inofensivos que simulaban el comportamiento del ántrax. La primera prueba mostró que las esporas “penetraron claramente” las pesadas puertas y que incluso fueron hacia la superficie. La segunda terminó con “una contaminación grave” de tres edificios gubernamentales, incluido el edificio que hoy es el Tesoro.
En la prueba siguiente, la “copia” de ántrax fue esparcida en la sección de túneles conocido como “Q Whitehall”, que pasa por los edificios gubernamentales más importantes, desde el Parlamento hasta Trafalgar Square. El experimento reveló “una extensa contaminación de varios edificios de Whitehall”, la zona de los edificios gubernamentales, Aunque el balance de la prueba es modesto, es probable que las esporas se hayan infiltrado en la residencia del primer ministro, en 10 Downing Street. Unataque de este tipo podría cortar los escalones más altos del gobierno, causando pánico y confusión. Algunos de los túneles son de fácil acceso, pero un saboteador necesitaría la ayuda de un cómplice civil en el gobierno para entrar a los pasillos debajo de Whitehall.
La amenaza de un ataque bacteriológico fue tomada en serio por el gobierno británico a partir de los ‘30. Durante varios años, los estrategas militares vieron la guerra química como parte de la guerra convencional: “bichos” cargados en bombas para ser lanzados sobre el enemigo en otro país. En la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña produjo cinco millones de porciones de comida para ganado vacuno llenas de ántrax para lanzarlas sobre Alemania como respuesta a un posible ataque químico nazi. La idea era que el ganado comiera las porciones y morirían, destruyendo el campo alemán. También existían planes para lanzar ántrax en seis ciudades alemanas.
Los prototipos de estas armas habían sido testeados en la hoy tristemente célebre “isla de la muerte” de Gruinard, en la costa noroeste de Escocia, en 1942 y 1943. En esta isla aislada e inhabitada, los científicos hicieron explotar bombas que contenían ántrax, infectando a una gran cantidad de ovejas a la redonda. Un informe desclasificado sobre estas pruebas registró que aquellos experimentos “demostró a Gran Bretaña y sus aliados que una guerra biológica no sólo era factible, sino practicable y eficaz”. La contaminación de Gruinard era tan poderosa que no se le permitió a ningún hombre ni animal volver a pisar la isla por más de cuarenta años. Aunque la guerra bacteriológica no se utilizó en la Segunda Guerra Mundial, su amenaza estuvo presente durante toda la Guerra Fría. A comienzos de los ‘50, los oficiales británicos empezaron a preocuparse porque la Unión Soviética pudiera promover la realización de sabotajes biológicos como parte de un ataque integral al país. A raíz de estos miedos, los laboratorios químicos de Porton Down, Wiltshire, empezaron los ensayos, usando organismos simulados para hacer los experimentos lo más reales posibles. Durante dieciocho meses, los científicos esparcían –sistemáticamente– estas bacterias en el depósito subterráneo del Museo Británico en Westwood Quarry, cerca de Trowbridge, Wiltshire. Trataban de descubrir cómo una nube bacteriana podía circular en el interior de un edificio gubernamental en el caso de un ataque terrorista. Los resultados fueron que “no era difícil predecir qué pasaría si se esparcía un spray con bacterias dentro de un gran edificio: la propagación sería rápida y alcanzaría a todo el edificio”.
Los científicos también se interesaron en los trenes desde que “todos los tipos de transporte son generalmente reconocidos como los principales blancos en las operaciones especiales de las guerras del futuro”.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

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