Por Maximiliano Montenegro
Desde Peshawar, Pakistán,
en comunicación telefónica con Página/12, habló
Martín Lousteau, de 29 años, quien se encuentra desde hace
dos semanas en la región donde se libra la guerra contra
el terrorismo, como tituló al conflicto la CNN. Siempre le
interesaron los temas sociales: de hecho, tiene un master en Políticas
Sociales en la famosa London School of Economics.
¿En qué cambió tu visión del conflicto
el haber viajado hasta Pakistán?
Me vine con la impresión que había allá, de
quiénes eran los malos y quiénes los buenos, la impresión
sesgada que ofrecen las cadenas de televisión norteamericanas.
La verdad, cuando llegué acá me di cuenta de que la realidad
es mucho más compleja. Los afganos son muchísimos más
que los talibanes, conviven muchas etnias: no se reducen al mullah Omar
y a su protección de Osama bin Laden. Y lo mismo ocurre en Pakistán.
Otra cosa que me llamó la atención es que más allá
de lo que uno conoce del Islam, a través de los medios de comunicación
y las acciones de los grupos terroristas, la verdad es que el Islam es
una religión de paz. He estado en Quetta, en la frontera con Afganistán,
en la casa de un afgano que se refugió en Pakistán en el
81, durante la guerra con los soviéticos, como huésped,
comiendo, charlando y compartiendo lo poco que tienen. Fui acompañado
de un periodista iraní. Mientras estábamos ahí, en
un clima muy hospitalario, llegaron los representantes de tres familias,
unas ocho personas, que acaban de llegar emigrando de Afganistán.
Si uno no rompe las reglas, se saca los zapatos, no mira a las mujeres
que permanecieron confinadas en otra habitación es
muy bienvenido y empieza a entender una cultura diferente.
Como economista ¿qué te llamó la atención
ahí?
Son países bastantes peculiares. En bastantes aspectos son
ricos. Por ejemplo, Pakistán tiene tecnología nuclear. Pero
por otro lado tienen una pobreza extrema, lo cual es poco comprensible
cuando uno observa otras cosas. Por ejemplo, mas del 50 por ciento del
presupuesto se va en gasto militar, lo cual les deja poco espacio para
las otras áreas. Y esos baches que no cubre el Estado lo cubren
otras instituciones: por ejemplo, las madrassahs, esas escuelas religiosas
donde sólo se estudia el Corán, son alrededor de 7000 en
Pakistán. Y están ocupando un lugar que en realidad debería
ocupar el Estado con la educación pública. Como no lo hace,
proliferan estas madrassahs, algunas de las cuales tienen una interpretación
extrema del Corán, lo cual a su vez genera un elemento de riesgo
en la sociedad. Lo mismo ocurre con la salud. La estructura estatal es
muy limitada. Pakistán es un país menos desarrollado que
Argentina.
¿El alineamiento con Estados Unidos a Argentina le puede
convenir desde el punto de vista económico, como supuestamente
le conviene ahora a Pakistán, que va a recibir asistencia financiera
extraordinaria de Washington?
Ese es uno de los motivos por cuales me viene. A mí me pareció
que la primera reacción de Argentina en este conflicto fue un poco
exagerada en su alineamiento. Me parece que eso fue un producto de la
situación económica argentina y la necesidad que tiene el
país de apoyo económico de los Estados Unidos. Pero me parece
una solución facilista pensar que los problemas pueden resolverse
así. Tal como se dieron los acontecimientos, la mayoría
de los países occidentales y muchos del mundo árabe no tuvieron
mucha opción en su alineamiento. Pero de ahí que esto vaya
a traducirse en un beneficio económico hay mucha distancia. No
hay que esperar que a partir de mañana Estados Unidos vaya a repartir
caramelos entre los países de la coalición. No estamos hablando
de un plan Marshall ni de la ayuda que recibió Japón en
la posguerra, ni mucho menos. Más allá de este conflicto,
Argentina necesita hacer cambios estructurales y estos cambios lo tienen
que hacer los argentinos. Incluso, en vista del nivel de conflictividad
que hay en el mundo, tal vez éste sea un momento propiciopara hacer
cambios, porque afuera no se le estaría prestando tanta atención
a detalles menores.
¿Para hacer qué tipo de cambios?
Te lo pongo casi como chiste. El día que explotaron las torres,
un economista me dijo: éste es el momento para devaluar. Es decir:
a nadie le va a importar demasiado lo que vos hagas en Argentina. Pero
pensémoslo más globalmente, más allá de las
medidas puntuales. En general, durante los últimos años,
había una posición casi hegemónica de los académicos
o de los economistas sobre lo que debía hacer Argentina. Mientras
los problemas estaban tapados por la bonanza que hubo a principios de
los noventa, casi no había opiniones distintas. Ahora que los problemas
son más que notorios hay una opinión pendular. Esto puede
dar lugar, en vista de los fracasos de las posiciones extremas y a que
hay menos atención centrada en Argentina, a que se puedan encontrar
soluciones intermedias.
¿Cuáles son esas posiciones extremas?
Los que quieren dolarizar o aplicar en Argentina una política
fiscal contractiva (como el déficit cero) en medio de una depresión
defienden posiciones extremas. Los que tienen una visión más
de izquierda, de volver a los setenta, y empezar a emitir dinero, es la
otra posición extrema. Me parece que nos merecemos construir algo
en el medio.
Por ejemplo...
Argentina tiene dos problemas urgentes: uno es el tema de la competitividad
y otro el de la deuda. Pero a partir de ahí hay que hacer un trabajo
mucho más importante. Sobre estos dos temas urgentes hay que encontrar
una solución a corto o mediano plazo, cualquiera sea el color de
la solución. Ojalá pueda ser otra solución que la
devaluación. Hace poco estuve en Ecuador en un seminario sobre
Convertibilidad y, mi posición personal, es que tanto dolarización
como tipo de cambio fijo no funciona en Latinoamérica. Pero, dentro
o fuera de la Convertibilidad, el tema de la competitividad hay que plantearlo
como algo central. Y con la deuda lo mismo, también hay que planteárselo:
política y socialmente el peso de la deuda sobre el presupuesto
público es ya insostenible.
¿Este conflicto tiene algún valor especial para los
economistas de la city?
Desde el punto de vista conómico, son eventos muy importantes.
En primer lugar, porque depende de cómo se maneje, y hasta ahora
se ha manejado bien, puede tener una escalada muy superior. Está
el riesgo de que si las acciones de Estados Unidos son desmedidas, y muestran
demasiado la bandera en esta región, los musulmanes tienen un concepto
de estado nación que es distinto del de occidente, y esto puede
implicar una cadena de solidaridad con Afganistán de imprevisibles
consecuencias. En segundo lugar, porque ya hay impactos micro y macroeconómicos
importantes: desde las pérdidas de la industria aeronáutica
y las compañías de seguro hasta la recesión en Estados
Unidos. Para no caer en esta recesión, Estados Unidos está
tomando medidas que a Argentina no se le permiten para empujar la economía:
política monetaria blanda, política fiscal blanda, incentivos
para la gente para que compre acciones en la Bolsa. Todo este conflicto
le interesa mucho al mundo de las finanzas. Pero sería interesante,
además de entender las repercusiones, analizar cuáles son
las causas. Es la única manera de que esto se resuelva de una manera
más estable y constante a través del tiempo.
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