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MARTIN LOUSTEAU, DE LA CITY A PAKISTAN
“Por el conflicto que hay en el mundo,
es momento para cambios”

Hace más de tres años, Martín Lousteau trabaja como economista en una de las consultoras más requeridas de la city porteña. Ahora está en Pakistán, Dijo a Página/12 que �quería ver con mis ojos qué estaba pasando acá�.

Martín Lousteau en su
oficina de la city porteña.
Un campo de refugiados
afganos en Pakistán.


Por Maximiliano Montenegro

Desde Peshawar, Pakistán, en comunicación telefónica con Página/12, habló Martín Lousteau, de 29 años, quien se encuentra desde hace dos semanas en la región donde se libra la “guerra contra el terrorismo”, como tituló al conflicto la CNN. Siempre le interesaron los temas sociales: de hecho, tiene un master en Políticas Sociales en la famosa London School of Economics.
–¿En qué cambió tu visión del conflicto el haber viajado hasta Pakistán?
–Me vine con la impresión que había allá, de quiénes eran los malos y quiénes los buenos, la impresión sesgada que ofrecen las cadenas de televisión norteamericanas. La verdad, cuando llegué acá me di cuenta de que la realidad es mucho más compleja. Los afganos son muchísimos más que los talibanes, conviven muchas etnias: no se reducen al mullah Omar y a su protección de Osama bin Laden. Y lo mismo ocurre en Pakistán. Otra cosa que me llamó la atención es que más allá de lo que uno conoce del Islam, a través de los medios de comunicación y las acciones de los grupos terroristas, la verdad es que el Islam es una religión de paz. He estado en Quetta, en la frontera con Afganistán, en la casa de un afgano que se refugió en Pakistán en el ‘81, durante la guerra con los soviéticos, como huésped, comiendo, charlando y compartiendo lo poco que tienen. Fui acompañado de un periodista iraní. Mientras estábamos ahí, en un clima muy hospitalario, llegaron los representantes de tres familias, unas ocho personas, que acaban de llegar emigrando de Afganistán. Si uno no rompe las reglas, se saca los zapatos, no mira a las mujeres –que permanecieron confinadas en otra habitación– es muy bienvenido y empieza a entender una cultura diferente.
–Como economista ¿qué te llamó la atención ahí?
–Son países bastantes peculiares. En bastantes aspectos son ricos. Por ejemplo, Pakistán tiene tecnología nuclear. Pero por otro lado tienen una pobreza extrema, lo cual es poco comprensible cuando uno observa otras cosas. Por ejemplo, mas del 50 por ciento del presupuesto se va en gasto militar, lo cual les deja poco espacio para las otras áreas. Y esos baches que no cubre el Estado lo cubren otras instituciones: por ejemplo, las madrassahs, esas escuelas religiosas donde sólo se estudia el Corán, son alrededor de 7000 en Pakistán. Y están ocupando un lugar que en realidad debería ocupar el Estado con la educación pública. Como no lo hace, proliferan estas madrassahs, algunas de las cuales tienen una interpretación extrema del Corán, lo cual a su vez genera un elemento de riesgo en la sociedad. Lo mismo ocurre con la salud. La estructura estatal es muy limitada. Pakistán es un país menos desarrollado que Argentina.
–¿El alineamiento con Estados Unidos a Argentina le puede convenir desde el punto de vista económico, como supuestamente le conviene ahora a Pakistán, que va a recibir asistencia financiera extraordinaria de Washington?
–Ese es uno de los motivos por cuales me viene. A mí me pareció que la primera reacción de Argentina en este conflicto fue un poco exagerada en su alineamiento. Me parece que eso fue un producto de la situación económica argentina y la necesidad que tiene el país de apoyo económico de los Estados Unidos. Pero me parece una solución facilista pensar que los problemas pueden resolverse así. Tal como se dieron los acontecimientos, la mayoría de los países occidentales y muchos del mundo árabe no tuvieron mucha opción en su alineamiento. Pero de ahí que esto vaya a traducirse en un beneficio económico hay mucha distancia. No hay que esperar que a partir de mañana Estados Unidos vaya a repartir caramelos entre los países de la coalición. No estamos hablando de un plan Marshall ni de la ayuda que recibió Japón en la posguerra, ni mucho menos. Más allá de este conflicto, Argentina necesita hacer cambios estructurales y estos cambios lo tienen que hacer los argentinos. Incluso, en vista del nivel de conflictividad que hay en el mundo, tal vez éste sea un momento propiciopara hacer cambios, porque afuera no se le estaría prestando tanta atención a detalles menores.
–¿Para hacer qué tipo de cambios?
–Te lo pongo casi como chiste. El día que explotaron las torres, un economista me dijo: éste es el momento para devaluar. Es decir: a nadie le va a importar demasiado lo que vos hagas en Argentina. Pero pensémoslo más globalmente, más allá de las medidas puntuales. En general, durante los últimos años, había una posición casi hegemónica de los académicos o de los economistas sobre lo que debía hacer Argentina. Mientras los problemas estaban tapados por la bonanza que hubo a principios de los noventa, casi no había opiniones distintas. Ahora que los problemas son más que notorios hay una opinión pendular. Esto puede dar lugar, en vista de los fracasos de las posiciones extremas y a que hay menos atención centrada en Argentina, a que se puedan encontrar soluciones intermedias.
–¿Cuáles son esas posiciones extremas?
–Los que quieren dolarizar o aplicar en Argentina una política fiscal contractiva (como el déficit cero) en medio de una depresión defienden posiciones extremas. Los que tienen una visión más de izquierda, de volver a los setenta, y empezar a emitir dinero, es la otra posición extrema. Me parece que nos merecemos construir algo en el medio.
–Por ejemplo...
–Argentina tiene dos problemas urgentes: uno es el tema de la competitividad y otro el de la deuda. Pero a partir de ahí hay que hacer un trabajo mucho más importante. Sobre estos dos temas urgentes hay que encontrar una solución a corto o mediano plazo, cualquiera sea el color de la solución. Ojalá pueda ser otra solución que la devaluación. Hace poco estuve en Ecuador en un seminario sobre Convertibilidad y, mi posición personal, es que tanto dolarización como tipo de cambio fijo no funciona en Latinoamérica. Pero, dentro o fuera de la Convertibilidad, el tema de la competitividad hay que plantearlo como algo central. Y con la deuda lo mismo, también hay que planteárselo: política y socialmente el peso de la deuda sobre el presupuesto público es ya insostenible.
–¿Este conflicto tiene algún valor especial para los economistas de la city?
–Desde el punto de vista conómico, son eventos muy importantes. En primer lugar, porque depende de cómo se maneje, y hasta ahora se ha manejado bien, puede tener una escalada muy superior. Está el riesgo de que si las acciones de Estados Unidos son desmedidas, y muestran demasiado la bandera en esta región, los musulmanes tienen un concepto de estado nación que es distinto del de occidente, y esto puede implicar una cadena de solidaridad con Afganistán de imprevisibles consecuencias. En segundo lugar, porque ya hay impactos micro y macroeconómicos importantes: desde las pérdidas de la industria aeronáutica y las compañías de seguro hasta la recesión en Estados Unidos. Para no caer en esta recesión, Estados Unidos está tomando medidas que a Argentina no se le permiten para empujar la economía: política monetaria blanda, política fiscal blanda, incentivos para la gente para que compre acciones en la Bolsa. Todo este conflicto le interesa mucho al mundo de las finanzas. Pero sería interesante, además de entender las repercusiones, analizar cuáles son las causas. Es la única manera de que esto se resuelva de una manera más estable y constante a través del tiempo.

 

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