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“REY DEL MUNDO”, MUCHO MAS QUE LA HISTORIA DE MUHAMMAD ALI
El modelo de un nuevo hombre negro

El libro del premio Pulitzer David Remnick ilustra, a partir de la figura del gran boxeador, un tiempo único en la historia de los EE.UU.: los años 60 de Malcom X, Martin Luther King y las luchas por los derechos civiles.

Símbolo: Alí resignificó los
'60 para sus hermanos, fue una leyenda que se construyó a sí misma y reinó en la categoría símbolo del poder de un hombre.

1965, momento histórico: Alí acaba de derrotar a Liston.

Por Esteban Pintos

El musulmán más famoso del mundo occidental antes de Osama Bin Laden, la primera y más grande estrella de hip hop de la historia –más que 2Pac, más que Notorius B.I.G. y toda la saga– era boxeador profesional, campeón del mundo de los pesos pesados para más datos. También dueño de la verba más florida e ingeniosa de los años sesenta, y del poder perceptivo suficiente para crear un nuevo modelo de hombre negro, en la década de Martin Luther King y Malcom X. Primero Cassius Clay, después Muhammad Alí, el boxeador superstar determinó un antes y un después en su profesión, pero más que eso, estableció nuevos patrones de actitud pública para un deportista de su raza, en un país construido sobre la diferenciación racial. Alí resignificó los años sesenta para sus hermanos, fue una leyenda que se construyó a sí misma, reinó indiscutiblemente en la categoría símbolo del poder de un hombre por sobre todos los demás (al menos, esa era la significación real, tangible, del título “Campeón del mundo de los pesos pesados” por entonces) y sentó las bases de un nuevo orgullo racial, a la vez que formó parte del período más caliente y revulsivo de todos los que hayan vivido los Estados Unidos en el siglo XX. Esa es la teoría central del magnífico libro Rey del Mundo (que en su edición en inglés incluye el elocuente subtítulo “Muhammad Ali y el ascenso de un héroe americano”), escrito por el actual editor de The New Yorker, David Remmick, editado en Argentina por Editorial Debate.
La alusión del hip hop, con todo lo que este movimiento social (postura política, estética, contenido) motorizado por la música, significa hoy en Estados Unidos y desde allí al resto del mundo no es casual. Alí, todavía Clay, solía entretener a los medios y de ahí proyectarse a la aprobación/desaprobación pública –no había términos medios para reaccionar frente a él–, con graciosas coplas, rimas pronunciadas con el inconfundible acento de un negro sureño y con la contundencia oral de lo que luego sería cultura hip hop. En un tramo de su apasionante estudio sobre un boxeador y su tiempo, Rennick relata cómo fue que el chiquilín bocón de Lousville, ganador de una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, promocionó su primer combate por un título del mundo, frente a Sonny Liston, en Miami, febrero 25 de 1964. Clay la bautizó “Song to myself” (Canto a mí mismo). En uno de los fragmentos de esta inusual declaración pública, el aspirante a campeón por el que poco daban la prensa especializada y las apuestas, entonaba (con las rimas en inglés, claro está): “Vean al joven Cassius Clay, peleando contra el Oso, Liston recula y recula y va a acabar al foso, porque en el ring ya no hay sitio -y eso que es muy espacioso–. Clay le pega con un puño, luego le da con el otro. El único que pelea es Cassius Clay el Hermoso”. Aquello no podía provocar, además de cierta incomodidad para un mundo acostumbrado a boxeadores que respondían a un único patrón de comportamiento (ex delincuentes o en vías de serlo, duros, incultos, peligrosos), más que extrañeza. “Casi todos los especialistas veían en el autobombo de Clay -en prosa o en verso– los devaríos de un demente”, escribe Rennick.
El autor, que retrató los últimos días de la Unión Soviética en su libro La Tumba de Lenín mereciendo luego el premio Pulitzer, recupera y grafica un momento particular en la historia de su país. Lo novedoso es que lo concreta a partir de la sucesión de campeones del mundo de raza negra que dominaron la categoría más atractiva de todas las que conforman el boxeo profesional, y de lo que significó en este contexto la aparición de un personaje semejante. Esta no es una biografía del boxeador, simplemente porque lo que cuenta no es exactamente la vida de Alí: Remnick subvierte cualquier atisbo de cronología novelada o levemente idealizada, ni tampoco fija su mirada en los (actuales) años de decadencia física del personaje. El relato apenas incluye menciones a sus encuentros con Alí en los años posteriores a los hechos, y recién sobre el final se permite una austeradescripción de la intimidad del hombre, ya sumido en el Mal de Parkinson. Tampoco es éste un libro sobre boxeo o boxeadores, a pesar de que todo gire en torno a uno de ellos, seguramente el más brillante y carismático de la historia. Desde Alí, el autor proyecta la concreción de un cambio decisivo en las relaciones raciales en su país, en una década signada por la agitación política con los derechos civiles como bandera y el asesinato de los líderes Malcom X y Martin Luther King. Esta es la historia de un hombre y su época, aunque todo gire en torno a una práctica brutal, comercializada y dañina para el físico.
Para descolocar aún más, el texto arranca desde los campeones anteriores a Alí, luego sus rivales derrotados, Floyd Patterson y Sonny Liston. Cada uno merece una buena parte de los primeros capítulos, en tanto descriptos como dos símbolos de la imagen que tenía el hombre negro pre-Alí para la dominante sociedad blanca de EE.UU.: Patterson, el “negro bueno”; Liston, todo lo contrario. Mientras describe los efímeros combates que ambos libraron, siempre con victoria de Liston, va presentando al jovencito de Lousville, criado en el seno de una familia negra de clase media (lo que era mucho decir para la época), ciertamente confiado en sus fuerzas y talento, cualidad que con los años se convertiría en su principal arma de promoción y amedrentamiento en los rivales. El joven Clay que volvió de Roma con su medalla dorada al cuello, realmente se creía el mejor: su coronación como campeón del mundo del peso completo, entonces, era inminente. Así sucedió, aunque en el medio se entrecruzaron intereses económicos (el boxeo estaba dominado por la mafia, hasta la aparición de un grupo de financistas “legales” de su ciudad natal), políticos y religiosos. Desde Patterson, Liston, pero también partiendo desde M.L. King y Malcom X, puede intuirse el verdadero significado del personaje Muhammad Alí, y la influencia pública que cobró su figura para un país acostumbrado a que todos sus héroes tuvieron piel y ojos claros. El primer encuentro Clay-Liston en un casino de Las Vegas (el joven aspirante ya “acosaba” a través de los medios al campeón, pero nunca se lo había cruzado), la negociación para concretar el enfrentamiento, la aparición de la Nación del Islam en la vida de Clay, la influencia de Malcom X (ver aparte). Todo conduce al mejor momento en esta obra llena de grandes momentos. La Tercera Parte del libro, con el antes, durante y después del famoso combate de Miami, atrapa con su rigurosa descripción de personajes, tiempo y lugar, a la vez que entrega una visión única de lo que sienten aquellos hombres que suben a un ring. Si se trata de dos que combaten por el título mayor del boxeo profesional, retratado el encuentro con la matemática precisión de escritura de Remmick, todo adquiere mayor interés. “Sonó la campana del primer asalto. Clay se lanzó en seguida a ganar puntos, pero sobre todo uno en especial: demostrarle a Liston que no podía alcanzarlo, o no fácilmente, al menos. Quería que Liston supiera que se le avecinaba una noche muy larga. Quería obligarlo a sentir por anticipado el cansancio que se adueñaría de él”, describe el autor en el capítulo dedicado a la pelea propiamente dicha, un prodigio de precisión periodística, adrenalina virtual y vuelo literario.
Más allá de la sucesión de campeones pesados, la irrupción del joven Clay y su triunfo sobre el que todos creían invencible campeón Liston (el Negro Malo pero temido y de alguna manera respetado desde ese temor), Rennick centra su atención en la conversión religiosa del campeón y cada una de las implicancias políticas que aquello trajo. Muhammad Alí, tal como se dio a conocer la mañana siguiente de su primer triunfo sobre Liston (otro gran momento del libro), fue el primer campeón del mundo pesado negro no cristiano de la historia. Aquello, para la América blanca de principios de los sesenta, era inaceptable. Mucho más que lo que había sido, en otro contexto social y político, el también controversial Jack Johnson en los años diez y veinte. Desde ahí y hasta la negativa de Ali para alistarse enel ejército de los Estados Unidos que intervenía en Vietnam, Remmick construye una trama tan inquietante como atractiva. Al fin y al cabo, de todo aquello se nutre la leyenda de Alí. Aunque, bien remarca el autor, en aquellos años su frase “No tengo ningún pleito con el Vietcong ese” significó una declaración más subversiva que cualquier otra en una época de declaraciones subversivas. Alí era negro y hermoso, orgulloso de su raza, desafiante del poder y ganador. Demasiadas cualidades subversivas.

 

El mito, según la mirada de Hollywood

El próximo 7 de diciembre será estrenada en Estados Unidos Alí, la película. Dirigida por Michael Mann (Fuego contra fuego, El informante) y protagonizada por Will Smith, será -.aseguran sus responsables-. un acercamiento al mundo interior del campeón, en los diez años que fueron desde su explosiva primera coronación frente a Sonny Liston hasta su regreso al título, en Zaire, frente a George Foreman (esta última retratada en su entorno y desarrollo en el exquisito documental Cuando éramos reyes, ganador de un Oscar). En ese período cabe buena parte de la edificación de la leyenda Alí, según el razonamiento de Mann, que ingresó a un proyecto sin mucho rumbo en Hollywood desde principios de los noventa (el elegido para dirigirlo era, en principio, Barry Sonnenfeld). Mann inició el rodaje en base a un guión suyo, coescrito con Eric Roth (igual que en El informante), pero tuvo que acceder a ciertas exigencias de Columbia Pictures (rebajas en el presupuesto, sobre todo) para poder concluirla. Smith modeló su cuerpo para parecer el joven Clay y luego el maduro Alí, leyó y vio todo el material documental de la época, conversó por horas con el mismo Muhammad, hizo curso de estudios del Islam en la Universidad de Los Angeles y aprendió cada uno de los tics y puestas en escena del boxeador. Es el papel de su vida, afirma. “Quiero que Muhammad ame esta película. Si no, el trabajo de dos años habrá sido en vano”, declara donde lo dejen. Más allá de los “recortes”, la película es una superproducción y por tanto acumula buenas expectativas de recaudación y premiaciones: ya se la menciona como posible candidata en varios rubros para la edición 2002 de entrega de los premios Oscar.

 

MALCOM X, EL GRAN INFLUYENTE PARA LA CONVERSION
“Es una batalla religiosa”

“Cuando Clay y Malcom regresaron a Miami, la noticia empezó verdaderamente a trascender. El 3 de febrero, el Courier-Journal de Louisville, periódico de la ciudad natal de Clay, publicó una entrevista en la que éste renunciaba a todo intento de distanciarse de los Musulmanes Negros. “Por supuesto que he hablado con los Musulmanes Negros”, decía Clay. “Y seguiré hablando. Me caen bien. No voy a hacer que maten tratando de imponerme a gente que no quiere saber nada de mí. Me gusta mi vida. La integración es un error. Los blancos no quieren la integración. Yo no creo que sea adecuado imponerla, y tampoco lo creen los Musulmanes Negros. Y lo que yo pregunto es: ¿qué tienen de malo los Musulmanes Negros?”
La fe que Malcom tenía en Elijah Muhammad se estaba viniendo abajo, pero él seguía persuadido de la necesidad de un fuerte movimiento nacionalista negro. Durante el desayuno, le mostraba a Clay las fotos de los sacerdotes blancos que habían estado cerca de Floyd Patterson y también de Sonny Liston. Trataba de meterle a Clay en la cabeza la idea de que el combate era una batalla religiosa, no sólo un acontecimiento deportivo. “Esta pelea es la verdad”, le decía. “Es la Cruz y la Media Luna enfrentadas por primera vez en un cuadrilátero. Es una moderna Cruzada, un enfrentamiento entre cristianos y musulmanes, delante de la televisión, para que ésta lo envíe al Telstar y el mundo entero pueda ver lo que ocurre. ¿Creés tu que Alá puede haber permitido que todo esto suceda para que luego tú salgas del ring sin haber conseguido el campeonato?”
(Párrafos del libro en su capítulo IX, “La Cruz y la Media Luna”, sobre el proceso de conversión religiosa de Clay, recién aceptado después del primer combate con Liston. En capítulos posteriores, Remmick da cuenta del anuncio oficial en la conferencia de prensa posterior a la pelea, las reacciones de los medios en Estados Unidos, la ruptura entre Malcom X y Elijah Muhammad, y la distancia que luego Alí tomó de Malcom).

 

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