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UNA CARTA CON LA BACTERIA LETAL DIRIGIDA AL LIDER DE LA MAYORIA
Antrax en el Senado de la Nación

La Cámara alta del Congreso norteamericano fue el nuevo blanco del bioterrorismo. Ayer fue abierta en Washington una carta con ántrax dirigida al líder demócrata del Senado, Tom Daschle. El presidente, George Bush, aludió a una conexión con Bin Laden.

Página/12
en Estados Unidos
Por Gabriel A. Uriarte
Enviado especial a Washington
D.C.

“Lo sabía, lo sabía”. Quizá dos de los cinco minutos de conversación con esta empleada del edificio Hart del Senado norteamericano constaron exclusivamente de estas dos palabras. Era, sin duda, un mal momento. No había pasado más de una hora desde que a las 11.00 de la mañana se informara por televisión y radio que el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Tom Daschle, había recibido una carta que contenía la bacteria ántrax, que parece haber infectado a la asistente que abrió el sobre. Se llamó de inmediato a los equipos de sustancias tóxicas (“Hazardous Materials”, Hazmat), quienes impusieron una especie de cuarentena sobre la oficina y sus empleados mientras investigaban cuánto se había diseminado el ántrax. Según relataron al mediodía, varios oficinistas a Página/12, era posible ver por la ventana de la oficina de Daschle cómo los Hazmat en sus trajes de astronauta tomaban muestras de las paredes, mientras que los asistentes de Daschle miraban incrédulos a los curiosos afuera. Según relataron a la tarde varias personas en el centro de la capital, éstas parecen haber sido transmitidas en vivo y en directo por la CNN. Pero la reacción, más allá de la discrepancia cronológica, fue idéntica.
“Supongo que tenían que atacar Washington después de atacar a Nueva York... Eso fue a fin de cuentas lo que hicieron el 11 de setiembre”, argumentó uno de los empleados que se podían ver al mediodía de ayer caminando desorientados frente al edificio Hart. ¿Pero no había mayores medidas de seguridad en el Senado y otros edificios federales? “No, no, para nada... Tenemos muchos detectores de metales y guardias, y usamos estos documentos de identidad que parecen collares de perros, pero nadie estaba revisando el correo, y creo haber visto en TV que no hay forma de detectar ántrax en sobres”. ¿Ordenaron evacuar el edificio? “No, no... Ahora a las tres y media de la tarde va a comenzar otra sesión del Senado: la quieren mantener para demostrar que continuamos con nuestro trabajo”. ¿Y toda esta gente que está fuera del edificio? “Bueno, no hay mucho que puedan hacer”. Estas respuestas sintetizaban quizá lo que pensaban ayer muchos habitantes de Washington D.C. luego de que se supiera del ántrax en el Senado de la nación. La sensación de que, después de que los ataques con la bacteria se extendieran a las sedes del NBC y el New York Times en Nueva York, sólo era cuestión de tiempo hasta que le llegara el turno a Washington. La ausencia total de cualquier medida que hubiera podido impedir que la carta infectada llegara a destino. Y, finalmente, la actitud de impotencia ante lo ocurrido.
Lo ocurrido se podía resumir fácilmente. La carta fue abierta entre las diez y las once de la mañana (las versiones de prensa y los rumores que corrían entre los empleados del Senado variaban), menos de media hora después llegó el equipo Hazmat y realizó exámenes relámpago a los empleados de la oficina de Tom Daschle. Al mediodía se anunció que la carta contenía ántrax y que la asistente que la abrió mostraba señales de estar infectada con la bacteria. Esta demora en confirmar lo que había pasado probablemente explica la confusión y desánimo que mostraban los empleados que se encontraban fuera del edificio al mediodía, más de dos horas después de que sonara la alarma del ántrax. Poco después, el presidente George W. Bush salió, luego de una entrevista con el premier italiano Silvio Berlusconi, para decir que, sí, “Tom Daschle recibió una carta que contenía ántrax” y “podría haber un vínculo con Osama bin Laden”. Daschle apareció más tarde y aseguró que “el Senado seguiráfuncionando como institución”. Para ese entonces era imposible detectar la presencia de los equipos Hazmat, y sólo se veían agentes de la Policía del Capitolio.
Fue recién pasadas las seis de la tarde que apareció el jefe de ese cuerpo, el teniente Tom Nichols, en un improvisado podio frente al edificio del Capitolio para informar sobre el estado de las cosas. No hubo demasiadas novedades, al menos no para los periodistas reunidos allí. Mañana llegaría el resultado de las pruebas definitivas de si el ántrax era efectivamente ántrax, y desde hoy mismo se clausuró el centro de correos del Senado por algunos días, no quiso aclarar cuántos, y se suspendieron por tiempo indefinido las visitas guiadas al Capitolio. El teniente Nichols enfatizó que esas medidas habían sido consideradas desde hace tiempo, y no eran una reacción apresurada a lo de ayer. Pero sus subordinados lo contradijeron. Sólo había que hablar con ellos unas horas antes de su conferencia de prensa, en el tiempo muerto entre el inicio de la sesión del Senado a las 15.30 de la tarde y su conferencia de prensa unas dos horas después.
Según lo que quiso decir Rob, un agente destacado frente al Capitolio, las visitas guiadas continuaron aun después del atentado, y no había habido indicios de que se planeara suspenderlas. Se habían implementado algunas precauciones adicionales luego del inicio de los bombardeos contra Afganistán el 7 de octubre, claro. “¿Ves esas escaleras frente a la entrada? Si la pisás, activás una cámara oculta... Y para dar la impresión de que hay más vigilancia nos hacen trabajar 72 horas por semana, cuando antes eran 40”. Pero aun antes de lo ocurrido ayer hubo casi diez casos de cartas con Antrax. “No podemos arrestar al correo, además, ¿tenés idea de la cantidad de cartas y paquetes que llegan cada día?”. ¿Y el Servicio Secreto y el FBI, no habían reforzado la seguridad? “No tenés idea, están en todos lados, pero no pueden hacer mucho más que nosotros”. En ese sentido, sus palabras prefiguraban el mensaje que iba a transmitir su superior una hora y media más tarde. Primero, que no hay forma de impedir la llegada de cartas con ántrax a un edificio, excepto impidiendo la entrada de toda carta excepto las comunicaciones internas. Segundo, Estados Unidos siempre se defiende contra el atentado que ya pasó. Por último, Osama bin laden sigue atacando los puntos más débiles de sus defensas.
Es cierto que los expertos en bioterrorismo han enfatizado desde que estalló el pánico del ántrax que lo que sucede es prácticamente insignificante comparado con el potencial de esa bacteria de matar a decenas de miles de personas. Menos de una decena de personas infectadas, la mayoría de las cuales se va a recuperar, no parecería ser tanto. ¿O no? La empleada consultada al comienzo de la crisis, un mal momento sin duda, respondió con cierta irritación ante un argumento que ya debe haber oído innumerables veces. “¡Claro! Seguro que mañana los que te dicen todo esto no van a tener que entrar a trabajar a las nueve de la mañana a este edificio de mierda”.

Claves
- El ataque con ántrax de ayer fue el objetivo más alto hasta ahora: el líder del Senado norteamericano, el demócrata Tom Daschle. Asimismo, se detectaron dos nuevos casos: un bebé de siete meses cuyo padre es empleado de la emisora ABC de Nueva York y otro empleado de la AMI, en Boca Raton, Florida.
- El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, arribó ayer a Pakistán para plantear la composición del gobierno que sucederá a los talibanes tras su caída. Asimismo, tratará la situación de la conflictiva Kashmir disputada con India, por lo que viaja hoy a Nueva Delhi (pág. 25).
- Los bombardeos de ayer fueron los más importantes lanzados de día en lo que va de la ofensiva anglonorteamericana. Los blancos fueron Kabul, Jalalabad, Mazar-i-Sharif y se dirigieron especialmente a defensas terrestres talibanas, lo que podría indicar la inminencia del avance de la antitalibana Alianza del Norte sobre la capital afgana (pág. 24).
- Los talibanes desmintieron la deserción de su canciller Muttawakil
(pág. 24).

 

 

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