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ARMAS, OPIO, HEROINA Y HASHIS EN LA FRONTERA AFGANO-PAKISTANi
Un día en el bazar del Kalachnikov

La supremacía aérea norteamericana permite bombardear día y noche. Después de atacar la infraestructura de defensa de los talibanes, a partir de ayer los aviones se concentran en bajar y elegir blancos móviles para dejar la tierra limpia para una intervención con tropas especiales. También los locales se preparan comprando armas, según cuenta el enviado de Página/12.

Por Eduardo Febbro
Desde Karkano

“Por 300 dólares se la lleva. Porque es usted, le pongo un cargador suplementario y así se va tranquilo”, dijo el hombre poniendo sobre el mostrador una impecable Kalachnikov con la culata lustrada como un par de zapatos nuevos. Karkano es un paraíso, uno de esos lugares donde se compra y se vende libremente todo lo que en cualquier otro lugar del mundo conduce a cadena perpetua: armas, opio, heroína y hashis. Karkano es también una región prohibida cuyo acceso está restringido a los habitantes de esa zona tribal situada en las afueras de Peshawar. El bazar de Karkano es el imperio de traficantes, los mercenarios y los soñadores. Pero nadie entra solo y tampoco se sale si no se está bien acompañado. En estas semanas de conflicto, los negocios “no andan tan bien como antes”, se queja Naim, un comerciante de opio de la calle central cuyas balanzas para pesar la droga están al lado de una verdulería y junto a un “comercio” cuya vitrina está llena de Kalachnikovs. Karkano está donde comienzan las zonas tribales pashtunes, una multitud de regiones montañosas que escapan casi por completo al control central de las autoridades de Pakistán. Allí, las frutas y las telas se codean con el hashis y las mejores ametralladoras.
“Es un marasmo”, dice nuevamente Naim ahuyentando a los curiosos de mirada hostil que observan con mala gana la presencia de “un infiel occidental”. Tres hombres rudos y silenciosos, con las Kalachnikov en los brazos, abren el paso entre aquel interminable pasillo de miradas. “Los negocios disminuyeron mucho, en fin, solamente uno de ellos, el del opio y la heroína”, reconoce Naim. Porque el otro, el de las armas, está más floreciente que nunca. Naim golpea en la puerta de un negocio y sale un hombre pequeño. Detrás de él viene otro con un teléfono móvil en la mano y un reloj de 3000 dólares. “Es el gran jefe, el super boss”, dice Naim entre dientes. Ali Kazaifaya Ziba manda en serio. No son tres sino cinco los guardaespaldas que atraviesan la plaza hacia su comercio de armas. Nadie adivinaría que en ese local pequeño, tapizado con reproducciones de camiones gigantescos y coloridos al mejor estilo paquistaní, se esconden armas como para formar un ejército privado. “La guerra nos perjudicó mucho –explica Ziba ofreciendo un te verde–. Para el ramo del opio y la heroína, éste no es un buen momento. No hay muchos clientes. Con las armas es otra cosa”.
Al igual que Dara Adam Khel, Karkano es uno de los principales puntos de suministro de armas de los jefes tribales que pululan en el campo y las ciudades pakistaníes. Los “maliks” crean milicias privadas con las que imponen el orden en las comunidades que controlar. Esa es la clientela que se hizo escasa: “La guerra en Afganistán trajo a muchos espías del gobierno, militares y gente rara que merodea por las zonas tribales. Con las nuevas leyes sobre la tenencia de armas, los jefes se arriesgan menos”, explica Afridi, un jefe pachtún que vino a Karkano a comprar armas cortas. Pero los combates en Afganistán abrieron de pronto otro camino. “Los pashtunes necesitan armas y eso se nota en el precio”, comenta Afridi. El jefe del bazar confirma y asegura: “Por suerte, el precio de las armas aumentó mucho. Ahora, la mayoría de la gente que quiere hacer la Guerra Santa contra Estados Unidos empieza a comprar muchas armas para llevar a Afganistán. También están los contrabandistas y los grandes agentes, que compran muchas armas previendo combates rudos en Afganistán”. Ali Kazaifaya Ziba ordena sacar las armas. Un hombre pequeño y delicadolas coloca en hilera de mayor a menor: Kalachnikov, ametralladoras checas, fusiles fabricados en China, 9 milímetros hechos en Pakistán, fusiles, revólveres y pistolas de todo tipo se alinean sobre la madera como un abanico. Ziba las toma y las acciona una tras otra mientras recita el precio y sus cualidades: “Esta ametralladora está fabricada en China, cuesta 2000 dólares y su mejor calidad es su precisión en la distancia”. Ali agarra una pistola negra, pequeña y opaca. La empuña, tira hacia atrás y comenta:”Así como la ve de chiquitita, esta pistola es el arma de los talibanes. Todos llevan una y hasta dos. Como no pesa mucho y es discreta, los talibán llevan una en la cintura y, por lo general, la otra en el tobillo”.
Las armas que se venden en Karkano provienen de lugares diferentes: China, Alemania, República Checa y también aquellas que quedaron de la época de la invasión soviética. “Hay Kalachnikov que cambiaron 10 veces de mano. Las compró un bando y dos anos después terminó en las manos del enemigo, que disparó con el mismo fusil kalachnikov con el que antes habían matado a los suyos”, doce Ziba con una sonrisa maliciosa en los labios. Los artesanos del bazar poseen una minuciosa capacidad para reparar y renovar las armas de antaño. Hay armas soviéticas que parecen nuevas y revólveres que atravesaron varias revoluciones y dan la impresión de haber salido recién de la fábrica. “De todas maneras –dice Ziba–, las armas que más se venden siguen siendo las Kalachnikov. De lejos le siguen las Brengan. Pero las Kalachnikov son irremplazables. Incluso si hay armas mejores, la Kalachnikov tiene una imagen de marca irremplazable”. Cuando termina de explicar, toma una Kalachnikov, le saca el cargador y tira del caño hacia abajo. El arma emite un ruido seco y Ziba dice: “Está muy bien, los musulmanes debemos hacer la guerra santa contra EE.UU. Yo no estoy de acuerdo con el terrorismo, pero a los yanquis hay que sacarlos con plomo. Y acá hay mucho”.

 


 

EE.UU. Y PAKISTAN COMPITEN POR EL FUTURO AFGANO CUANDO CAIGA TALIBANIA
Ya se pelean por los despojos de Kabul

Por E. F.
Desde Peshawar

Luego de la visita del secretario de Estado norteamericano a Islamabad, la carrera hacia Kabul parece haberse acelerado considerablemente. Washington e Islamabad, que inventaron el lunes el hasta ahora inexistente concepto de “ala moderada de los talibanes”, no trabajan sin embargo en la misma dirección. Los insistentes rumores sobre la intervención de tropas estadounidenses en el sur de Afganistán, el bombardeo de unidades del régimen talibán estacionadas en la primera línea el ataque, en las últimas horas, contra objetivos militares precisos así como la novela de espionaje que se teje en torno al paradero del ministro talibán de Relaciones Exteriores, Wakil Ahmed Mutawakil, forman el esquema del camino hacia Kabul con el telón de fondo de los intereses divergentes de EE.UU. y Pakistán. Varios miembros de la oposición afgana basada en Peshawar comentaban ayer que luego de que el Presidente Musharraf convenciera a Washington de que un gobierno sin los talibanes era impensable, Islamabad activó su propia carta política que apunta a impedir a toda costa que los miembros de la opositora Alianza del Norte lleguen a Kabul antes que los “hombres” de Islamabad.
El estado interno del poder talibán está lejos de ser tan sólido como la declaraciones de su líder, el mullah Mohammed Omar, pueden dejarlo entrever. Testimonios recogidos por este diario dan cuenta de la anarquía total que reina en la sede del régimen talibán, la ciudad de Kandahar, bombardeada en detalle por la aviación norteamericana. Sin embargo, por primera vez desde el inicio de las represalias, Washington concentró sus tiros más certeros en la línea del frente norte donde las tropas talibán intentan impedir el avance hacia Kabul de la Alianza del Norte. Esta opción aparece opuesta a la estrategia política elaborada por los servicios secretos pakistaníes. Mientras Estados Unidos teme un derrumbe demasiado rápido del régimen que no dejaría tiempo para terminar de diseñar los contornos del futuro gobierno, Pakistán busca acelerarlo para colocar sus piezas predilectas.
Pakistán da la impresión de haber elegido apostar por la carta del ex rey afgano Zaher Shah. Este se presenta como una sólida defensa contra los miembros de la Alianza del Norte cuya presencia en el seno del futuro gobierno Islamabad desea que resulte lo más discreta posible. Sectores opositores afganos comentaron a este diario que el gobierno pakistaní “trabaja sin descanso” y con todos los para obtener que sectores del régimen talibán, en particular los jefes de las tribus pashtunes del sur y los responsables de ciudades como Jalalabad, le retiren su apoyo al régimen afín de fomentar una suerte de golpe de Estado interno y liberar la ruta hacia la capital. Ciertos rumores dan incluso cuenta de un considerable aporte de fondos suministrados por Islamabad y destinados a “comprar” la adhesión de los jefes tribales aún fieles al régimen actual. Si el rey Zaher Shah llega antes que la Alianza del Norte, Pakistán habrá alcanzado su objetivo: este consiste en llevar a Kabul una coalición liderada por el rey Shah, compuesta en sus mejores puestos por responsables de la etnia pashtún y con una presencia mínima de la desconocida ala moderada de los talibanes. Es en este contexto que se inscriben los rumores que corren acerca del paradero del responsable de la diplomacia pakistaní. El canciller parece un espectro que está en varios lugares al mismo tiempo: ayer se lo decía escondido en un hotel de Rawalpindi, luego se lo vio en Quetta y casi simultáneamente en Peshawar. Mientras muchos ven en Wakil Ahmed Mutawakil el retrato del talibán honorable, otros afirman que es el más fiel entre los fieles al régimen talibán. Hombre visible en el seno de la opaca jerarquía religiosa de la milicia fundamentalista, el ministro es visto por algunos como el hombre orquesta del futuro gobierno, por otros como el personaje que viajósecretamente a Islamabad para negociar la entrega de Bin Laden y que se entrevistó con Colin Powell luego de haber traído su familia a Pakistán para protegerla de los bombardeos. Tal vez más acertada, la oposición afgana asegura que el canciller es “el eje” en cuyo alrededor se está gestando la nueva estructura política del vacilante Estado de Afganistán. Es, en suma, un hombre de Islamabad.

 


 

Limpiando la tierra afgana después de limpiar los cielos

Por Rory Carroll y Richard Norton-Taylor *
Desde Islamabad y Londres

Los ataques aéreos están infligiendo daños cada vez mayores a las fuerzas talibanas en el terreno, y de esta manera están preparando el camino para el despliegue de tropas norteamericanas y quizás también británicas. Al menos, esto fue lo que ayer dejaron filtrar fuentes de Defensa. Anoche se informó que los combatientes de la Alianza del Norte estaban cerca de capturar la ciudad clave de Mazar-i-Sharif y ya amenazaban la capital Kabul. Y se esperaba que los aviones de guerra norteamericanos buscaran sus blancos en la línea del frente.
“El foco de nuestros esfuerzos está virando de blancos fijos a tropas desplegadas en el terreno. Esto significa que dispararemos contra los que están luchando contra la Alianza del Norte”, dijo una fuente de Defensa. La campaña de 11 contra Afganistán mantuvo ayer su tempo, cuando aviones que volaban a baja altura hicieron explotar un depósito de combustible en Kabul, desencadenando al menos cinco grandes explosiones. Una gran bomba cayó en una escuela de niños en el centro de la ciudad, pero no explotó, dijo el vocero de la ONU Hasan Ferdous. Dijo que no sabía si había niños en el edificio en ese momento. “Apuntaba directamente hacia acá. Pudo explotar y todavía puede hacerlo”, dijo. Un equipo del grupo de desminado Halo Trust estaba trabajando en el lugar para desactivar la bomba, añadió. La capital afgana sufrió todo el día poderosas explosiones y los heridos fueron llevados a hospitales que ya se están quedando sin recursos y que desde hace dos días no tienen electricidad. Los aviones norteamericanos también hicieron blanco en dos camiones llenos de refugiados afganos que trataban de huir de los bombardeos. Los bombardeos dejaron decenas de muertos, dijeron los talibanes.
Los pasajeros de los camiones murieron cuando las bombas que llovían sobre la ciudad de Chunai en el sur de Afganistán impactaron en los dos vehículos, mientras éstos huían en busca de un lugar seguro, dijo Abdul Hanan Himat, del ministerio de información en Kabul. No hubo confirmación independiente de esta afirmación de los talibanes. Himat sostuvo que otros 12 civiles murieron en la ciudad después de que la bombas estallaron en casas adyacentes a barracones militares talibanes, y que 15 fueron muertas en otros barrios. Al menos 25 resultaron heridas. Los ataques cortaron la electricidad en la sureña ciudad de Kandahar, residencia del líder talibán, el mullah Mohammed Omar.
Después de más de una semana de bombardeo, los ataques aéreos norteamericanos están forzando a las fuerzas talibanas a salir al descubierto, dijo ayer el subdirector de las operaciones de Estados Unidos, el contraalmirante John Stufflebeem. Las fuerzas especiales norteamericanas ya están listas para entrar en acción, y las británicas SAS pueden también unirse a ellas en operaciones de reconocimiento y reunión de información. Las fuentes informaron de varios signos de malestar en varias áreas controladas por los talibanes, con manifestaciones y aun peticiones directas de que Bin Laden sea expulsado de Afganistán.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 


 

LA CRISIS DE KASHMIR ESCALO TRAS LA VISITA DE POWELL
El arte de deshacer buenos amigos

Por Luke Harding
Desde Islamabad

Las tratativas del secretario de Estado norteamericano Colin Powell para reducir las tensiones entre India y Pakistán acabaron ayer en un fracaso después de que Pakistán sostuvo que su archirrival había desplazado tropas hacia la frontera. En una respuesta que no augura nada bueno, Islamabad anunció que sus fuerzas estaban en alerta.
Este violento intercambio de reproches e incredulidades ocurría en el contexto de las conversaciones de Powell con el premier indio Atal Behari Vajpayee, dirigidos a apuntalar el apoyo a la coalición norteamericana contra el terrorismo. La llegada del secretario de Estado norteamericano a Islamabad el lunes no hizo más que provocar, o apurar, el mayor intercambio de fuego sobre la frontera indio-paquistaní en Kashmir en cerca de un año.
Hablando en Nueva Delhi, Powell exhortó a encontrar una solución pacífica al litigio por el Kashmir, estado fronterizo que ambos países reclaman. “La cuestión de Kashmir tiene que ser resuelta entre India y Pakistán”, dijo. “Estados Unidos es un amigo de estas dos naciones. Y la medida en la que las dos naciones puedan encontrar que nuestros esfuerzos son útiles, queremos ser útiles”, agregó.
En privado, los funcionarios indios están furiosos con la nueva “alianza express” que Estados Unidos armó con Pakistán. Y los mismos funcionarios están interesados en aunar la guerra que Estados Unidos libra contra Bin Laden con la propia guerra interna de su país contra los militantes, apoyados por Pakistán, que combaten contra las fuerzas de seguridad indias en Kashmir. “Unos y otros integran el mismo complejo”, dijo anoche un diplomático indio.
Powell hizo ayer lo mejor que pudo para aliviar el resentimiento indio al vincular los atentados del 11 de setiembre con otro atentado ocurrido en octubre en Srinagar, en Kashmir, donde murieron 40 personas. Estados Unidos condenaba el terrorismo dondequiera que se produzcan atentados, dijo. Y esto incluía a la India, se cuidó bien de añadir.
Hablando el martes en Islamabad, Powell había descrito a Kashmir como central en las relaciones entre India y Pakistán. Ayer, el secretario de Estado puso en escena ante sus anfitriones indios, una retirada, una delicada retirada semántica, una vez que éstos dejaron bien en claro que sus comentarios no los habían dejado complacidos. “Si se fijan, van a ver que dije central en el sentido de que es una cuestión importante”, aclaró. India cree que la cuestión central entre los dos países es “el terrorismo que cruza la frontera”, en una inequívoca referencia a las guerrillas islámicas que desde Pakistán infiltran la parte de Kashmir bajo dominio indio. Pakistán describe a las guerrillas como combatientes que luchan por la libertad y sostiene que sólo les brinda apoyo diplomático y moral.
En todo caso, de lo que no quedan dudas es de que las relaciones indiopakistaníes están ahora en su punto más peligroso desde hace casi un año.
El lunes, India volvió a disparar del otro lado de la línea de control que marca la frontera entre los dos países en Kashmir, destruyendo 11 posiciones pakistaníes. Y Pakistán respondió el fuego.

 

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