Por Eduardo Videla
La Torre del Reloj, esa réplica
del Big Ben que se levanta en Retiro y es más conocida como Torre
de los Ingleses, ya no es sólo un mirador privilegiado hacia la
ciudad y el río. Desde ayer, se ha convertido en un nuevo museo
porteño, con una galería dedicada a la historia de ese monumento
que donaron los ingleses a principios del siglo XX y una muestra temporaria
de fotografías, dedicada en esta ocasión a un backstage
del cine argentino.
Después de estar 31 años cerrada y de sufrir tres atentados,
la torre fue restaurada y abierta al público en 1999. Pero la poca
afluencia de público obligó a cerrarla un año después.
Ahora, mediante un acuerdo entre la Secretaría de Cultura y la
Subsecretaría de Turismo de la ciudad, se decidió darle
un uso cultural al patrimonio histórico del edificio.
La torre, inaugurada en 1916, tiene unos 60 metros de altura. Consta de
seis pisos, comunicados por un moderno ascensor. El sexto piso está
coronado por un balcón mirador, a 35 metros del suelo, sobre el
cual se ubican un reloj de cuatro cuadrantes y, más arriba, un
campanario con cinco campanas de bronce que suenan cada quince minutos.
La muestra que se inauguró ayer está distribuida en los
pisos de la torre. En el primero y el sexto pueden verse desde restos
del viejo ascensor de la torre hasta los planos previos a su construcción
y varias fotos del barrio en los años en que se levantó
el monumento: una Plaza San Martín en 1931, todavía sin
árboles, y con el Kavanagh como único edificio alto; los
andamios desde donde se construía el sector del reloj y el campanario,
y el Pabellón Argentino de la Exposición en París,
cuando estaba instalado en Retiro.
Los pisos segundo, cuarto y quinto están dedicados al Fotoespacio
del Retiro, destinado a muestras temporarias. La inaugurada ayer está
dedicada a la exposición Detrás de la cámara,
fotos del backstage de films nacionales aportadas por el Sindicato de
la Industria Cinemátografica Argentina (SICA) y por el Centro de
Estudios Cinematográficos Lumiton. Allí pueden verse imágenes
en blanco y negro de La fuga (1933), El inglés de los güesos
(1940) y Crónica de un niño solo (1967), y en color, de
El sueño de los héroes, de Sergio Renán, El Faro,
de Eduardo Mignogna, y Tango, de Carlos Saura. Las dos muestras fueron
organizadas por la Dirección de Museos porteña.
Hay una imagen que conjuga las dos muestras: en La Bestia Humana, una
remake de la obra de Emile Zola filmada por Daniel Tinayre en 1953, la
pareja protagónica filmó una escena en uno de los pisos
de la torre, reflejada en una foto que se expone en una de las galerías.
El punto más notable de la torre es su mirador, que tendrá
acceso restringido hasta que las autoridades instalen un vidrio blindado
como protección. Desde allí se ven la Dársena Norte,
el Hotel de los Inmigrantes convertido en museo, el puerto,
las estaciones de ferrocarril y la Plaza San Martín.
La torre estará abierta de miércoles a sábados, de
12 a 19, con entrada libre y gratuita. Habrá que armarse de paciencia
para visitar el lugar: hay un solo ascensor con capacidad para seis personas,
que es el único medio para trasladarse entre un piso y otro. Las
escaleras de hierro, casi verticales, son más aptas para una emergencia
que para el uso de los visitantes. El lugar estará abierto además
para las visitas guiadas que todos los jueves a las 15 salen de Santa
Fe y Maipú.
La torre es un hito urbano desde su inauguración: es la primera
imagen que tenían los que llegaban a la ciudad, por el puerto o
la estación de trenes, explicó a Página/12
la subsecretaria de Patrimonio Cultural, Silvia Fajre. Ahora tenemos
la posibilidad de rescatar lo patrimonial no sólo desde el punto
de vista edilicio, sino como un patrimonio usable desde el punto de vista
cultural, concluyó el secretario de Cultura porteño,
Jorge Telerman.
Una torre con historia
La llamada Torre de los Ingleses fue donada por los residentes
británicos en Argentina con motivo del Centenario de la Revolución
de Mayo, en 1910. Pero su construcción se demoró,
como consecuencia de la Primera Guerra, y fue inaugurada recién
en 1916 por el presidente Victorino de la Plaza.
En 1982, durante la Guerra de Malvinas, la torre fue objeto de un
atentado con una bomba incendiaria que afectó la planta baja.
Dos años después hubo otros dos ataques con explosivos.
Desde entonces, la torre estuvo cerrada con una empalizada de madera
hasta su refacción en 1998.
La recuperación del edificio demandó una inversión
de 279.000 pesos, incluido el ascensor, la reparación del
reloj y el enrejado perimetral.
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EL
CHICO MUERTO POR UNA BOMBA
Un médico otra vez preso
El médico de la localidad
misionera de El Alcázar acusado de armar una bomba que explotó
frente a su domicilio y mató a un chico volverá a prisión.
Ayer, el Superior Tribunal de Justicia de la provincia anuló el
proceso judicial en el que fue absuelto, con una resolución en
la que cuestionó duramente el desempeño de los jueces que
intervinieron en el caso. El abogado del médico, por su parte,
anunció que recurrirá el fallo.
El abogado José Jacobo Mas anunció que apelará la
medida, incluso, si es necesario ante la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. El trágico hecho se produjo el 15
de octubre de 1998 en El Alcázar, a unos 180 kilómetros
al norte de Posadas, cuando dos niños de 11 años se dirigían
a la escuela y manipularon una caja que se encontraba frente a la casa
de Hugo Salazar del Risco. La caja tenía un explosivo que al estallar
mató a uno de los chicos e hirió gravemente al otro.
El médico fue sindicado como el principal sospechoso de armar el
artefacto. Pero Salazar del Risco desde un principio se defendió
señalando que la bomba estaba dirigida a él y a su familia.
Estuvo preso y en el juicio, que se inició el 13 de noviembre del
año pasado, fue absuelto por los integrantes del Tribunal Penal
Uno. Pero ahora, el Superior Tribunal de Justicia de Misiones anuló
el proceso judicial y deberá volver a prisión hasta que
se inicie el nuevo juicio. La Corte cuestionó el razonamiento de
los jueces intervinientes, por cuanto no se compadece con la sana
crítica racional ya que no se dan razones suficientes
para descartar las declaraciones de testigos ni el informe del psicológico
que tilda al imputado de paranoico y agresivo, entre otras
críticas.
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