Por Cristian Vitale
Boff está pelado, Pappo
algo más gordo, Vitico sereno y Peyronel, probablemente más
adulto. No hay más rasgos que los separen de aquellos que aparecen
gritando y haciendo cuernos en el autódromo en el registro fílmico
del BA Rock 82. Todo es insuficiente para hablar de un nuevo Riff.
Pese a los años, los cuatro que vuelven al ruedo mañana
en Obras son casi un calco de aquellos que, en 1980, operaron como
una bisagra en la historia del rock nacional a fuerza de cadenas, personalidad
y potencia. El propósito del regreso es usar bien el sonido
2001 y, si la demanda lo requiere, hacer más conciertos. La recaudación
la vamos a reinvertir en Riff, para que la gente nos tenga por siempre.
Tenemos pensado grabar de nuevo el disco negro, con un par
de temas nuevos, promete Pappo ante Página/12, en una charla
que involucra a los cuatro en el balcón externo del departamento
de Michel Peyronel.
No es la primera vez que Riff regresa. Luego de la separación post-En
acción (1983), volvieron en 1985, pero con Oscar Moro y JAF en
lugar de Boff y Peyronel. El resultado de aquel retorno fue VII (1985)
y una rápida separación por diferencias musicales entre
Pappo y JAF. La segunda vuelta se concretó en 1992, esta vez con
los cuatro miembros originales. Grabaron Zona de nadie y, pese a no aparecer
mucho en escena, nadie confirmó otra separación hasta hoy.
Cada vez que se juntaron de ahí en más fue para grabar discos
en vivo. Este retorno, entonces, aparece como un paso más en un
camino sin fin. No se nota, pero estamos más serios. Tenemos
una infraestructura más normal, eficiente y coherente. La propuesta
es crear una base sólida, con agencia de publicidad y todo. Estamos
bien moral y físicamente, insiste Pappo cual aguerrido número
8 de algún club del ascenso. Agrega Peyronel: Nos ven como
algo que quieren transformar en producto y se nos acercan, pero es muy
jodido transformarnos. La nuestra es una historia pesada que atrae a cierta
gente, pero aleja a otra.
Pappo acaba de decir que es una vuelta sólida.
¿Ya no más descontrol?
Pappo: Es que, si es por los 80, no sólo nosotros estábamos
descontrolados. También lo estaban el país y la gente, milicos
desapareciendo personas y todo eso. Riff apareció para darles caño
a los milicos. A mí me desaparecieron un vecino, se lo llevaron
con un auto negro y chau. Teníamos mucha bronca y por eso esas
letras que hablan del apocalipsis, las máscaras de gas, etcétera.
Letras que también sirven para involucrar a Riff en este
contexto.
P.: Sí. Pero ojo que no nos queremos subir al carro del terrorismo
para hacer algo. Ya lo hicimos hace 20 años.
Michel Peyronel: Igual, las letras de Riff no son políticas.
Son como parte de un comic, como un dibujo animado. La dama del
lago o Macadam relatan cosas que se pueden ver en un
dibujo animado cibernético.
Entrada la charladebate, en medio de cervezas y humo, Pappo discute
a fondo que Riff no hace heavy metal, pese a las formas: Dejémonos
de joder con eso, hablemos de rock pesado y entendamos que acá
en la Argentina no hay bandas que hagan rock pesado. Los únicos
somos nosotros.
¿Tampoco Almafuerte?
P.: Almafuerte no hace rock pesado. Mejor no pongamos rótulos.
M.P.: De todas maneras, ir a ver a Riff es algo muy moderno. Encajamos
perfectamente en la nueva movida. Esto está lejos del revival.
¿Nada de retro y nostalgia?
P.: No. Para mí es como si fuera el debut. Lo digo yo, Pappo,
personalmente.
¿Todos coinciden?
Sí. (a coro).
Más que un grupo de rock, parecen una corporación.
M.P.: Claro, Pappo es el líder carismático y nosotros
le obedecemos todo. Lealtad a Pappo. Libertad o muerte. Pappo presidente,
Vitico canciller, Peyronel ministro de Economía.
P.: Y Boff secretario de Imagen y Cultura.
¿Qué les toca del contexto político actual,
algo distinto de los comienzos de los 80?
Boff: Poco y nada. Antes, cuando llegó la democracia, uno
tenía expectativas por ciertos candidatos. Hoy ya no pasa eso.
¿Les parece bien que un grupo de rock se involucre en situaciones
políticas?
P.: Si fuésemos un grupo de folklore, hablaríamos
de la baguala, la salamandra, de Mandinga, los ríos y la luz mala,
pero somos un grupo de rock, por eso hablamos del Apocalipsis. Es nuestra
ideología.
¿Por qué se supone que un grupo de rock tiene que
hablar del Apocalipsis?
P.: Bueno, al menos este grupo. Hablamos de mujeres, de espías
de la KGB, tenemos conciencia de ciertas cosas que otros grupos no tienen,
de cosas que pasan y nadie observa.
M.P.: Pero siempre con sentido del humor. No nos cabe eso solemne
de bajar línea desde el escenario... Somos una banda cuadrada de
rock and roll.
¿Se autodefinen como una banda clásica?
P.: Sí, pero el que escucha Betty Silicona se
encuentra con una historia original, una mina de la KGB que pasa la frontera
para espiar a la CIA. Geisha habla de una muñeca cibernética
amarilla que hace masajes y otras cosas. Esto no es tan clásico.
Pero Riff siempre fue una banda de rock clásico.
M.P.: Algo de eso hay, pero no somos tarados mentales.
¿Por qué un rockero clásico tiene que ser un
tarado mental?
M.P.: Es que hay bandas como Mötley Crüe que se creen
rockeros clásicos y son unos idiotas. Lo nuestro es un poco más
profundo que eso.
¿Por qué les molesta que los definan como un grupo
de rock nacional?
M.P.: Porque no somos tan argentinos. Somos una banda de rock que
canta en castellano. Si tocáramos en un bar de Texas, dirían
que sonamos bien.
¿Hay algo para olvidar del pasado de Riff?
Vitico: Muchas cosas. Entre Ruedas de metal (1981) y el presente
hay un abismo. Técnicamente, ese disco era una porquería.
M.P.: Esos temas, sinceramente, dan ganas de vomitar.
Los francotiradores
de La Falda �83
En los primeros 80, hojear las páginas policiales
de los diarios luego de cada show de Riff implicaba encontrarse
con crónicas de violencia callejera, peleas varias con la
policía y descontrol contenido, producto de años de
dura represión. Nadie de nosotros incitó a la
violencia, aclara Peyronel. Los quilombos se armaban
porque nos iban a ver más personas de las que entraban en
el lugar. Lo bueno era que, en las notas de la época, aparecíamos
como un fenómeno social. Agrega Vitico: La gente
no estaba acostumbrada a ver una banda que desplegara semejante
energía. Nuestra consigna era mostrar qué era verdaderamente
el rock, lo contrario de Seru Giran.
¿Cuál era la actitud de la policía con
ustedes?
M.P.: Uh... puedo contar mil cosas. Después de BA Rock
se armaban tantos quilombos en nuestros shows que nos mandaron a
la cancha de Unión, en pleno invierno, con el foso de por
medio, los bomberos, brutos alambrados y un destacamento de policías
con perros. Estaban todos cagados en las patas.
V.: En La Falda 83 habían puesto francotiradores
porque decían que las hordas de Riff iban a bajar de las
montañas.
A Pappo se lo asociaba con Billy Bond, porque decían
que incitaba a la violencia.
M.P.: Es otra cosa. Bond dijo rompan todo y los
tipos rompieron todo. Nunca dijimos algo así.
Pero Pappo mostraba cadenas en el escenario.
P.: Es que quería mostrar que éste era un pueblo
encadenado. Sólo eso.
V.: Aparte, era la cadena con la que ataba la moto. No era
nada premeditado.
M.P.: Nuestra música incitaba a darle un bife a alguien,
no más que eso.
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OPINION
Por Eduardo Fabregat
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Más fuerte que un
tren
Hay una anécdota, tragicómica por todo lo que provocó,
que pinta la significación de Riff: a fines del 83,
el grupo convocó a un show sin cadenas en Ferro.
Tras el show, una buena porción del público tomó
la estación Caballito del Sarmiento y detuvo una locomotora.
Ese era el aguante del público rockero, proto piquetero de
entonces. Pero de rebote llegó la imposibilidad de seguir
tocando, la intensificación de la presión policial
y la condena y el miedo de la sociedad hacia esos sucios
pelilargos de cadenas y muñequeras con tachas.
Esa, claro, fue la caricatura. Lo cierto es que Riff, en la confusión
de los primeros años 80, representó para la
raza más rockera de Argentina el gran refugio contra Piero,
Raúl Porchetto o el Dúo Fantasía, referentes
blandos de la época y del mismo B. A. Rock donde
Riff y V8 enarbolaron la bandera de las brigadas metálicas.
Ruedas de metal y Macadam 3... 2... 1... 0, dos discos editados
en el lapso de apenas ocho o nueve meses, instalaron al cuarteto
como los adalides de un rock cuadrado y efectivo. Y si esos primeros
dos discos tenían un sonido lamentable, Contenidos (el disco
de Susy Cadillac y La pantalla del mundo nuevo,
escrita años antes de CNN) tuvo la potencia sonora para certificar
a Riff como la banda de rock pesado vernáculo. Hoy es usual
ningunear al cuarteto y ver sus discos de la época con malicia
e ironía, pero es necesario retrasar el reloj hasta las épocas
predemocráticas y comprender que, para los pibes que en la
popu de Obras arengaban Y dale Pappo, dale dale Pappo,
la virulencia de canciones que hablaban de nadar en una ciénaga
de macadam representaba su propia sensación de ahogo
ante lo que se destapaba en el país. Ni hablar de la incomprensión
social ante sus pantalones chupines, el pelo por la cintura y las
muñequeras y cinturones con tachas. Tras el incidente en
Ferro, Riff debió desensillar y los tiempos, más que
aclarar, cambiaron demasiado.
Hoy, escuchando fríamente sus canciones, nadie podría
darle al cuarteto la entidad de grupo de resistencia.
Pero los veteranos que se acerquen mañana a Obras saben muy
bien que, allá lejos y hace tiempo, el Carpo y sus secuaces
lograron inspirar en la gente, su gente, la potencia y el aguante
necesarios como para detener un tren.
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