Por Eduardo Febbro
Desde
Islamabad y Peshawar
Al fin solos, dijo
uno de los guardias talibanes que custodia un curioso hospital talibán,
situado en un suburbio de Peshawar, cuando el Pentágono confirmó
la noticia de que un grupo de tropas norteamericanas se había desplegado
en el Norte y el Sur de Afganistán. Hace rato que estábamos
esperando que Satán bajara del cielo, agregó antes
de dar media vuelta y volver a su puesto. Abdul Hanan Hernat, jefe de
la agencia de prensa Bakhtar, el órgano oficial de la milicia islamista
en Kabul, declaró que los talibanes no queríamos este
combate, pero ahora estamos listos. Estamos preparados para la guerra
santa, sobre todo ahora que, con los bombardeos, los norteamericanos mataron
a muchos de los nuestros.
Los refugiados afganos de Pakistán leían con incredulidad
los volantes escritos en varios dialectos afganos y lanzados por los aviones
estadounidenses, principalmente en el sur de Afganistán. El texto
dice: Por favor, aléjense de los puentes y de las rutas.
Según adelantaron ayer fuentes militares paquistaníes, el
despliegue de los soldados en el sur del país comprende unidades
especializadas compuestas por pocos hombres que tienen la
misión de llevar a cabo operativos relámpago en diversos
sectores.
En lo que corresponde al aspecto más estratégico del despliegue,
éste se concentra en la señalización de instalaciones
militares, en la búsqueda de minas antipersonales, en la ejecución
de acciones comando contra las bases de Osama bin Laden que aún
persisten en esas regiones, contra los miembros de su red, Al-Qaeda, y
contra altos dirigentes del régimen talibán. La presencia
de un segundo comando norteamericano en el norte del país revelado
el mismo día persigue objetivos similares pero su despliegue data
de por lo menos una semana atrás. Están operando al
lado de la Alianza, en el frente norte de Kabul, en los territorios controlados
por los hombres de la Alianza del Norte, reveló una fuente
paquistaní bajo el más estricto anonimato. Expertos militares
señalan en Islamabad que las tropas de la Alianza se encuentran
en una situación inestable, ya que si bien son capaces
de tomar el control de varias localidades y puestos situados en la línea
del frente de Kabul, les sería muy difícil mantener bajo
su poder esas posiciones. Lejos de haber tambaleado bajo el peso de las
bombas norteamericanas, los talibanes son capaces de movilizar hombres
armados con las municiones necesarias para volver a tomar el control de
la posición perdida.
LOS
ISLAMISTAS AUMENTAN SU CONVOCATORIA EN PAKISTAN
Ellos morirán en el infierno
Por E.F.
Desde
Peshawar
Los islamistas paquistaníes
lograron movilizar cuatro veces más que el primer viernes que siguió
el comienzo de los bombardeos norteamericanos. En este segundo viernes
musulmán, más de 10.000 personas salieron a manifestar por
las calles de Peshawar contra la intervención norteamericana y
la política pactista del gobierno del presidente Musharraf.
Banderas, muñecos de Bush, Blair y Musharraf, cantos hostiles a
Estados Unidos y la eterna promesa de la guerra santa marcaron un desfile
que, a pesar de haber sido importante, pareció carecer de la fuerza
y el empuje de las marchas que precedieron el inicio de las represalias.
Bush el perro, Blair el tonto, Musharraf el obediente, decía
una de las pancartas. Otra, levantada por un niño que llevaba en
la otra mano un revólver de juguete, rezaba: El invasor morirá
en el infierno. El infierno es Afganistán.
Después de haber perdido considerablemente el poder de convocatoria,
los sectores islamistas recuperaron un poco el aliento de la calle. Las
diez mil personas de Peshawar se sumaron a las que salieron por las calles
de las otras ciudades del país con la misma intención. Si
bien las marchas resultaron muchas veces multitudinarias y los discursos
de los líderes religiosos llenos de savia combativa, los manifestantes
no respondían con el mismo vigor de hace un mes. Sin embargo, individualmente,
algunos manifestantes testimoniaban de un persistente sentimiento de humillación.
Los norteamericanos pensaban que en una semana iban a terminar con
el régimen, pero no se dan cuenta de que nunca podrán. El
régimen talibán somos nosotros, todos los musulmanes del
mundo. Estamos hartos de ver a los tanques israelíes demoler a
los palestinos sin que nadie se oponga a ellos. Ahora estamos hartos de
ver cómo las bombas caen sobre Afganistán. Podrán
seguir matando musulmanes en el mundo entero, pero nunca acabarán
con el Islam. Lo defenderemos a muerte. Los talibanes somos todos nosotros
y Occidente está ciego. Bush es un perro, dice uno de ellos.
Luego del odio que suscitó la actitud del presidente Musharraf,
muchos islamistas radicales empiezan a tener la impresión de que
la historia los pone en el pelotón de fusilamiento. Basta
con que uno tenga barba, sea musulmán y proteste por las calles
para que seamos tildados de terroristas o radicales. Pero el derecho no
es una cuestión de radicalidad. Defender una religión o
una soberanía no es terrorismo. Lanzar bombas y más bombas
contra los inocentes sí lo es.
El
talibán que lanza una �oferta�
Por E.F.
Desde
Islamabad
Si algo puede dar cuenta de
lo que está pasando en el seno del poder talibán, nadie
mejor que el embajador del régimen en Pakistán para mostrar
la mezcla de firmeza e incoherencia que parece caracterizar las posiciones
de los talibanes desde que empezaron las represalias norteamericanas.
Abdul Salam Zaeef desapareció de Islamabad hace una semana y ayer
volvió a surgir de la nada con una propuesta de paz debajo del
brazo que excluye la principal demanda de la coalición anglonorteamericana,
a saber, la entrega a domicilio de Osama bin Laden. Esta vez, el embajador
eligió no pronunciarse en inglés sino utilizar su secretario
traductor que le sirve cuando no se anima a expresarse en el idioma del
enemigo.
Con un parche negro en el ojo derecho, el intérprete explicitó
las palabras del embajador diciendo que éste recién regresaba
de Kandahar con una propuesta de alto el fuego que no sería
hecha pública hasta que no fuese discutida con las autoridades
paquistaníes competentes. Cuando se le preguntó si
su régimen pensaba hacer un gesto hacia Occidente en
el caso de Osama bin Laden, Abdul Salam Zaeef dijo: en lo que concierne
a Osama bin Laden, no hemos cambiado de posición. Se trata de una
cuestión islámica y de una cuestión de fe. Y nosotros
no vamos a cambiar nuestra fe por ninguna razón. Pero aclaró
que no tengo ninguna propuesta nueva que presentar.
El responsable diplomático reconoció que los bombardeos
norteamericanos habían dañado los sistemas de comunicación
pero negó que la defensa de los talibanes estuviesen incapacitadas
de responder como se debe a una operación terrestre.
Según el embajador, es falso afirmar que nuestras capacidades
militares estén destruidas. Hemos tenidos pérdidas, pero
seguimos siendo fuertes. Si los combates se llevan a cabo en tierra, entonces
veremos. Abdul Salam Zaeef contó que los bombardeos contra
Kandahar habían sido realmente intensos y que uno de las proyectiles
explotó a unos 20 metros de donde me encontraba. Interrogado
sobre las cartas contaminadas con la bacteria del ántrax, el responsable
diplomático negó toda implicación de su régimen
en esa ola de terrorismo bacteriológico y recalcó que ni
siquiera sabemos lo que es el ántrax.
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