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REUNIONES EN EL FREPASO PARA PREPARAR LA PARTIDA DEL GOBIERNO
Amontonados en la puerta de salida

La mayoría de los funcionarios frepasistas que están en el Gobierno plantearon la salida. La renuncia de Cafiero sería el final.

El ministro Juan Pablo
Cafiero esperará una respuesta
de Fernando de la Rúa este fin de semana.

Por Santiago Rodríguez y Felipe Yapur

No se sabe todavía si dentro del Gobierno o de la Alianza pero el Frepaso tiene las horas contadas, salvo un milagro en el que ya ni los mismos frepasistas creen, al punto que lo describen en tono de broma: “Por ahí, si algo lo golpea en la cabeza, (Fernando) De la Rúa cambia y aplica el déficit cero al revés. De otro modo, es imposible que destine todo lo que se recauda a reactivar la economía y lo que sobra a pagar la deuda”.
Esa lectura del escenario postelectoral y la conveniencia de apartarse al menos de la gestión fue compartida por los pocos funcionarios de esa fuerza que aún subsisten en el Ejecutivo en una reunión que mantuvieron con el jefe del bloque de diputados de la Alianza, Darío Alessandro, quien a su vez recibe día a día más presiones de su propia tropa en la Cámara baja para terminar con la sociedad que los une a los radicales. La idea de los frepasistas es darle, junto a lo que definen como el “radicalismo aliancista”, una suerte de ultimátum al Gobierno y si no hay un cambio en la política económica, emprender otro rumbo. Algo parecido tiene resuelto Juan Pablo Cafiero, quien este fin de semana se propone hablar con De la Rúa y en caso de no obtener los fondos que necesita para Desarrollo Social, abandonar esa cartera en los próximos días.
El puñado de funcionarios frepasistas se reunió con Alessandro el último jueves al mediodía en el despacho del titular de la bancada aliancista y lo que se conversó durante las dos horas que duró el encuentro es un fiel reflejo del estado deliberativo del Frepaso. “¿Hasta cuándo vamos a seguir? Tenemos que definir si nos quedamos; y si nos quedamos, a qué”, advirtió el secretario para la Modernización del Estado, Marcos Makón.
Al principio la reunión fue dura. Alessandro no estaba y el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Rodolfo Rodil, trataba en su lugar de contener los planteos secesionistas de los funcionarios. Enfrente suyo tenía, además de a Makón, al secretario de Empleo y Producción, Enrique Martínez; al titular del Conicet, Andrés Carrasco; al secretario de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios, Mariano Ciafardini; al subsecretario de Justicia, Francisco Fuster; al subsecretario de Ordenamiento y Política Ambiental, David Mutchinick; y a la subsecretaria de Coordinación del Ministerio de Desarrollo Social, Graciela Rosso.
“En mi caso propuse la creación de 14 ministerios chicos al estilo Brasilia, entregué el proyecto y después salió (el jefe de Gabinete, Chrystian) Colombo a decir hay que reducir la cantidad de ministerios”, se quejó Makón. “¿Cuál es el límite?”, terció Carrasco frente a un Rodil que trataba de calmar a sus interlocutores: “No tiene sentido irse ahora. Hay que darle el ultimátum al Gobierno con los radicales como (Raúl) Alfonsín y (Rodolfo) Terragno y si dice que no, nos vamos con ellos también.”
Con el correr de los minutos los ánimos se fueron apaciguando y cada uno expuso su experiencia de gestión y su punto de vista: “A mí me va bien porque estamos trabajando como corresponde y tengo una buena relación con el ministro (de Justicia, Jorge de la Rúa), pero eso no contribuye en nada a la situación del Frepaso dentro del Gobierno”, explicó Fuster.
El único de los presentes que no dejó en claro su disposición a abandonar el Gobierno fue Martínez. “Me molesta mucho la irresponsabilidad de los legisladores que no ponen nada en juego”, señaló y protestó también: “A mí nadie me avisó que el vicepresidente iba a renunciar. Hay 50 personas que dependen de mí y tengo un proyecto por desarrollar.” En los planes de Martínez estaría apartarse de la gestión y en ese caso también del Frepaso para formar una agrupación propia.
Los escenarios que se analizaron fueron tres: el del milagro de que “algo golpee a De la Rúa en la cabeza”, irse sin más trámite y esperar a que Cafiero sea desplazado de Desarrollo Social para romper.
“Vengo de ver a Terragno y lo encontré muy decidido a enfrentar a De la Rúa”, explicó Alessandro al llegar casi al final de la reunión. Comentó también que habían conversado de “mantener la coalición pero sacarla fuera del Gobierno” en caso de que no haya un cambio de rumbo. “Quedamos en el ultimátum al Gobierno y en armar un encuentro entre funcionarios, legisladores y dirigentes con cargos partidarios para tomar una determinación. No es cuestión de bajarse del barco, pero si uno intentó todo lo posible y el tipo que lo maneja no cambia, hay que irse”, comentó a Página/12 uno de los funcionarios que estuvo en la reunión.
Palabras más, palabras menos, es lo que Alessandro y Rodil –acompañados en el partido por el jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y Graciela Fernández Meijide– escuchan de los miembros de su bloque. “Los que pretendemos una separación política y parlamentaria de la Alianza somos el 90 por ciento, pero estamos tratando de sintetizar una posición porque queremos evitar la fractura”, precisó a este diario un diputado que especuló con que no habrá definición hasta fines de la semana que viene.
“Tengo mis límites para ser funcionario. No voy a serlo a cualquier precio y tampoco estoy enamorado de mi sillón”, aclaró ayer Cafiero, en cuyo entorno aseguraron que “se está cansando de no obtener respuesta”. Cafiero tiene pensado recurrir directamente a De la Rúa entre hoy y mañana para pedirle los fondos sociales. Una nueva negativa sería su “límite”.

 

OPINION
Por Eduardo Sigal*

La derrota y el futuro

El temprano agotamiento de las expectativas en el gobierno nacional es el dato central de las elecciones del domingo 14. Ciertamente, el voto popular tuvo también un sentido de castigo más generalizado a toda la dirigencia política, pero esa evidencia no debería llevar a quienes formamos parte de la Alianza a relativizar los alcances de la dura derrota sufrida. La autocomplacencia y el mirar para otro lado son malos consejeros en momentos como el que vive la coalición que ganara las elecciones nacionales hace apenas dos años.
La provincia de Buenos Aires fue un escenario central de la derrota aliancista. Y el dato no es menor porque fue su triunfo en las legislativas de 1997 el que marcó el principio del fin de la hegemonía menemista y abrió paso a la victoria en las elecciones presidenciales. A no ser que creamos que la política se rija por fatalidades inalcanzables al juicio de las personas, estamos obligados a pensar las causas y asumir las responsabilidades de tamaño retroceso. La Alianza fue proyectada al gobierno como fuerza progresista alternativa al menemismo, entendido como proceso de concentración de la riqueza, agudización de las desigualdades, vulneración de la institucionalidad republicana y corrupción política creciente. ¿Qué tiene de raro entonces el castigo a un gobierno al que la gente identifica con la continuidad e incluso con el agravamiento de la situación social?
Quienes integramos el Frepaso tampoco podemos pensar este fracaso como ajeno. Somos parte de este desgraciado balance, en la medida en que hemos compartido la experiencia del gobierno nacional sin la capacidad de asegurar rectificaciones que evitaran este curso.
¿Hay margen para recomponer un espacio de centroizquierda en nuestro país? Habrá que aceptar que no será fácil revertir la desilusión y la bronca. Sin embargo, se trata de un camino posible en la Argentina de hoy. Lo decisivo para abordarlo son las ideas, las propuestas y los liderazgos, no las estructuras ni las identidades partidarias por importantes que éstas puedan ser. La reconstrucción debería empezar por un amplio debate –transversal y no limitado a quienes hemos compartido la misma opción electoral– sobre los caminos viables para sacar al país del estancamiento económico y el deterioro social. El resultado electoral no deja un liderazgo claro y excluyente de este espacio, esto debería ser tomado como una oportunidad para un acercamiento generoso y no hegemonista.
La otra pieza central de este proceso es nuestra capacidad de demostrar que es posible gobernar bien en el plano local, allí donde la Alianza todavía respeta su mandato de origen: son los recursos institucionales que la sociedad puso en nuestras manos y deberían ser los pilares de una recomposición del progresismo.
Por su parte, el Frente Grande, uno de los componentes esenciales del Frepaso, debería facilitar un rápido debate interno sobre su actual situación: una discusión política y programática que incluya la adecuación de sus instituciones a su actual realidad y que actualice un liderazgo claro. Si se trata de respetar el veredicto de las urnas y lanzar un proceso de recomposición del arco progresista desde la experiencia de los gobiernos locales, Aníbal Ibarra debería ser reconocido ya como principal dirigente del partido.

* Presidente del bloque de senadores del Frepaso de la Provincia de Buenos Aires.

 

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