Por Hilda Cabrera
El fuerte recorte presupuestario
aplicado al Teatro Nacional Cervantes no ha impedido el estreno de Palabras
encadenadas, obra que, producida en coparticipación con empresas
culturales españolas, sube este fin de semana al escenario de la
Sala María Guerrero. Se trata de una pieza de Jordi Galcerán,
uno de los jóvenes autores catalanes más reconocidos del
momento. Sus obras Dakota, Butaca y Palabras... (dirigida por la inglesa
Tamzin Townsend) han merecido premios. De visita por primera vez en la
Argentina, acompañando esta puesta (en la que actúan Esther
Goris y Víctor Laplace), Galcerán se identifica con el teatro
de texto y dice moverse con mayor soltura en la comedia. La que presenta
en el Cervantes (con funciones de miércoles a domingo) posee una
temática negra. Trata de un psicópata y una mujer: Hemos
visto cientos de psicópatas y asesinos seriales en el cine, pero
no en el teatro. Esa escasez me sedujo, apunta en diálogo
con Página/12.
¿Cree que el uso de la violencia es imposible en el teatro?
Mostrar la violencia extrema no es fácil. Arrancarle un ojo
a alguien, por ejemplo. En el teatro no se puede hacer real la violencia.
Pero se pueden utilizar muñecos, elaborar metáforas...
Sí, pero lograr el mismo miedo que uno siente en el cine
es prácticamente imposible. Esta es en realidad una metáfora
sobre las relaciones de pareja, entendidas como un juego de poder. Tomo
a esta pareja en un momento extremo: el hombre secuestra a la mujer, la
encierra y la tortura, y durante ese proceso se va descubriendo la intriga.
La obra está construida como un juego con el espectador, y entre
los personajes, que se engañan como yo voy engañando al
espectador.
¿Quiere decir que el juego es sinónimo de mentira
y la relación amorodio es en realidad la de víctima-victimario?
Del amor al odio, y de la víctima al verdugo, no hay más
que un paso. Nadie es más cruel que aquel que amó y fue
abandonado. Las pasiones extremas son circulares. Terminan tocándose.
La situación que plantea la obra es ficticia, pero los sentimientos
de amor, pasión, odio y sexo son reales.
¿Cuáles son hoy los temas del teatro catalán?
El teatro catalán es muy diverso. Desapareció durante
la dictadura franquista. Fue muy perseguido, como toda la intelectualidad
catalana que tuvo que exiliarse. Se empezó a recuperar recién
en los 60, a través de grupos independientes. A partir de
1975, con la muerte de Franco, fueron apareciendo grupos con una estética
muy marcada. Els Joglars (dirigido por Albert Boadella), La Fura dels
Baus y otros crearon obras sobre el escenario mismo, y el teatro de texto
fue quedando atrás.
Que es además característico de Madrid...
Sí, se contaban historias fantásticas, pero el autor
no era la figura. Esto fue cambiando en los últimos años.
Aquella ruptura nos llevó a hacer un teatro desde la nada. Carecíamos
de la tradición de Madrid. Comenzamos a fijarnos en modelos distantes.
Por eso tenemos más influencias alemanas, francesas e inglesas
que españolas. Es menos clásico en muchos aspectos, pero
todavía no hemos alcanzado la normalidad.
¿Qué quiere decir con normalidad?
Normalidad significa que podamos vivir en catalán. El castellano
todavía prevalece, porque hay una gran parte de la población
que no lo aprendió en la escuela. Ahora se ha aplicado un sistema
de educación que llamamos de inversión lingüística.
Esto significa que nuestra política y la escuela pública
sea en catalán. Es una tarea de años y una cuestión
de resistencia. Queremos ser una comunidad bilingüe.
¿Un nacionalismo cultural?
Un nacionalismo que se basa más en la recuperación
cultural y no en otro tipo de resistencia. El nuestro no ha sido ni es
un nacionalismo violento ni de exclusión, pero sí culturalmente
muy poderoso. Los vascos, al intentar recuperar sus derechos, legítimos,
pusieron más énfasis encuestiones como las de tener el control
de la policía y la economía propias más que nosotros.
Somos pueblos distintos y reaccionamos de diferente modo. De ninguna manera
se puede defender el terrorismo, pero es innegable que el partido que
justifica el terrorismo en el País Vasco tiene un porcentaje alto
de votos. Nuestro nacionalismo pasa por la educación. Para nosotros
está muy ligado al idioma y a su defensa. Perder la lengua es perder
la identidad.
Palabras... es un montaje de la inglesa Tamzin Townsend. ¿Qué
afinidad tiene con el teatro inglés?
Tamzin ensaya las primeras semanas olvidándose del texto.
Ella parte de improvisaciones con los actores. Esto no es común
en el teatro español. No sé cómo lo consigue, pero
ha hecho montajes espléndidos en Madrid y Barcelona. Como autor
de texto soy un enamorado del teatro inglés, pero más de
los textos que de los montajes. El teatro comercial en Londres está
muy anclado en las formas clásicas. Está bien hecho, pero
es muy antiguo. Parece que ahora en Londres lo moderno es dejar de experimentar.
En Barcelona hay en cambio un teatro muy experimental, muy ligado a Beckett,
y otro de cruce, en el que estoy yo. Me interesa utilizar formas contemporáneas
en historias con planteamiento, nudo y desenlace. Mi próxima obra
es un musical sobre Gaudí, complicado, porque lo sorprendente de
este hombre es que, habiendo hecho una obra tan exuberante y surrealista,
haya tenido una vida gris. No tuvo amores ni enemigos. Iba a trabajar,
a misa por la tarde, y a casa. Tengo que escarbar, pero todavía
no sé dónde. Sobre todo ahora y es absolutamente cierto
que el Vaticano aceptó iniciar el proceso de santificación
de Gaudí, porque hay mucha gente interesada en que la Sagrada Familia
guarde a un santo.
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