Por Pablo Plotkin
Los ojos cándidos de
Rico Rodríguez, de color indescifrable, relampaguean al hablar
de Bob Marley. Lo adoro, tanto por lo que significa como inspiración
artística como por lo que hizo por mí, personalmente. Bob
Marley fue el primer artista jamaiquino que me invitó a salir de
gira con él. Siempre me ayudó mucho, y creo que nadie ocupará
ese lugar que ocupa él en mi corazón. En el mío,
en el de los músicos, y en el de la gente de Jamaica. Rico
habla bajito, con cierta apacible sabiduría rastafari y ademanes
de mestizo radicado en Londres. Se mudó a la capital inglesa en
1962 para trabajar como trombonista de The Specials, y veinte años
más tarde, tras la separación de la legendaria banda británica
de ska, volvió a cruzar el Atlántico para pasar los ochenta
en Kingston. En 1991 regresó a Londres, al poco tiempo se sumó
a la banda de Jools Holland y desde entonces pasa sus días como
sesionista de la cúpula musical inglesa, lejos de los tiempos de
miseria en el orfanato Alpha Cottage School. Hoy, a las 21.30, en Niceto
(Niceto Vega al 5500), se presentará por segunda vez en Buenos
Aires.
Recuerdo que teníamos muy pocos instrumentos, cuenta
Rico acerca de sus comienzos, cuando su madre, una mujer pobre del lado
este de Kingston, lo cedió a la institución que fogueó
a varios de los precursores del ska y el reggae. Eramos muchos músicos
y pocos instrumentos. Era difícil disponer de uno. Con el tiempo
empezó a haber más, pero tenías que arreglártelas
con lo que hubiera. Yo toqué el triángulo, por ejemplo,
y recién a fines de la década del cuarenta tuve la oportunidad
de tocar el trombón. Cuando se le pregunta si tenían
conciencia histórica sobre lo que estaban inventando, Rico responde
que no, que ni siquiera se imaginaba que llegaría a ser un músico
respetable. La vida era tan difícil, expresa. Por
eso muchos de mis amigos se rindieron: cuando terminamos la escuela y
no había trabajo, las únicas posibilidades para un músico
parecían ser la banda del ejército y las orquestas oficiales.
Por suerte yo seguí tocando, nunca me rendí, y tuve mi recompensa.
La recompensa fue haber tocado con The Skatalites, Bob Marley, Lee Perry,
The Police, Madness, Specials, Paul Weller. Haber recorrido el mundo con
su trombón y convertirse en el instrumentista más prolífico
del auténtico reggae de raíces.
¿Es cierto que en los comienzos solían tocar para
los pescadores?
Cuando me fui de la escuela, ya adolescente, pasaba mucho tiempo
en la playa. Mucha veces, cuando llegaba la noche, no teníamos
donde ir, así que nos poníamos a tocar para los pescadores,
mientras ellos pescaban y cocinaban las presas. A la gente le gustaba
lo que hacíamos, nos daban de comer y nos ayudábamos mutuamente.
Creo que la popularidad que consiguió nuestra música se
debe a esa identificación que tuvimos desde el principio con la
gente local, en los puertos centrales de Kingston.
No debía ser fácil conseguir dinero...
No, eran tiempos muy difíciles. No podía comprarme
un instrumento, pero hacía todo lo que estuviera a mi alcance.
Algunas veces ganaba un concurso en el teatro de la ciudad... Pero era
duro, eran tiempos muy duros. No había trabajo, no había
nada, pero había gente buena. Y mucho talento.
De los músicos con los que trabajó, ¿con quién
aprendió más cosas?
Yo diría que con mi primer maestro, Don Drummond. A veces
era muy severo conmigo, muy agresivo, aunque nunca llegó a pegarme.
Creo que yo le agradaba, porque de otra manera sí me hubiera golpeado,
como hacía con los demás cuando hacían algo mal.
A mí no me pegaba, más bien se enfurecía cuando no
le gustaba lo que hacía con mi trombón. Fue mi primera inspiración.
Y Aston Barrett, uno de los músicos más grandes del mundo.
¿Qué hay de Lee Perry?
Trabajé con él mucho tiempo, y creo que es uno de
los tipos con más experiencia y sabiduría dentro de un estudio
de grabación. Es unprofesional brillante. Y trata a los músicos
muy bien, es muy comprensivo. ¿Qué representa el reggae,
en su caso?
El reggae es un sentimiento original de la gente de Jamaica. Nosotros
queríamos tocar canciones, melodías, desligarnos un poco
del calipso. Y la necesidad de expresarse tuvo mucho que ver con las dificultades
que atravesábamos, y con las que sigue atravesando el pueblo jamaiquino
hoy día. Una violencia social permanente, poco trabajo, furia.
Pero es gente muy buena, pese a tanta desigualdad social. Y el reggae
es una expresión genuina, surgida de ese dolor.
¿Alguna vez fue rastafari religioso?
No soy practicante. Algunos rastas van a la iglesia y viven bajo
ciertos preceptos. Yo diría que soy un hombre revolucionario. No
me gusta la desigualdad, y por mi manera de pensar apoyo a los rastas,
desde lo profundo de mi corazón. El primer gran vuelco de mi vida
fue cuando conocí a los rastas, y los amo por todo lo que aprendí
de ellos. Pero diría que soy un hombre revolucionario, que cree
en la justicia. Sólo eso.
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