Por Eduardo Febbro
Desde
Peshawar
La fase terrestre del operativo
militar estadounidense en Afganistán se inició el sábado
a la madrugada con la intervención de más de 100 paracaidistas
norteamericanos que se lanzaron al ataque de uno de los símbolos
del poder talibán, el complejo residencial del jefe supremo de
la milicia talibán, el mullah Mohammad Omar, situado en los alrededores
de Kandahar. La participación en tierra de tropas estadounidenses
marca un giro brutal en la operación decidida por Washington, ya
que no se concentró en objetivos militares específicos sino
en el corazón del sistema talibán. Ayer al mediodía,
la policía pakistaní descubrió un bolso sospechoso
en el aeropuerto de Islamabad. El bolso contenía un kilo de explosivo
y fue llevado a tiempo a un sector apartado del aeropuerto donde explotó
sin causar víctimas. En el primer reporte de bajas norteamericanas
desde el comienzo de las operaciones, dos soldados murieron en un accidente
de helicóptero en la base militar de Dalbandin, situada al sur
de Pakistán, a unos 75 kilómetros de la frontera con Afganistán.
Los responsables militares y políticos de Pakistán se apuraron
a decir que el helicóptero no estaba en relación directa
con la intervención.
La milicia islamista en el poder en Kabul desde 1996 desmintió
la versión del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas norteamericanas,
general Richard Myers, según el cual la resistencia encontrada
por sus hombres fue marginal. El director de la agencia de
prensa Bakhtar, el órgano oficial del régimen afgano, afirmó
que los comandos norteamericanos habían llegado por helicóptero
a la colina de Baba Sahib, al oeste de Kandahar, y que las fuerzas
del emirato intervinieron en esas zonas forzando a las tropas a retirarse
del lugar poco después de su llegada. Versiones precisas
que circulan en Pakistán dan cuenta de que el comando que entró
en Afganistán estaba compuesto por 400 Rangers y que, contrariamente
a lo afirmado en Kabul, el breve operativo fue un éxito más
allá de lo esperado debido a la escasa resistencia en el terreno.
Por lo pronto, los Rangers estadounidenses alcanzaron un importante centro
de comando situado en la misma zona residencial. Tras su excursión
en los suburbios de Kandahar y en un aeropuerto de la región situado
a 80 kilómetros del primer operativo, el comando obtuvo mucha información
sobre la red de Bin Laden y el sistema de protección que el régimen
talibán le proporciona. Al parecer, los soldados enviados por la
Casa Blanca operaron con una libertad desconcertante a raíz del
estado calamitoso en que quedó el sistema de comunicaciones del
régimen tras la intensiva campaña aérea.
Las informaciones suministradas en Pakistán confirman los rumores
y los testimonios aportados por los refugiados en cuanto a la anarquía
que reinaba en Kandahar tras la huida de la mayor parte de la jerarquía
talibán y de los miembros de la red de Bin Laden, Al-Qaeda. El
comando norteamericano encontró escasa resistencia debido, principalmente,
a que antes de que llegara casi todo lo que existía de sustancial
en Kandahar había desaparecido. El operativo relámpago se
produce al mismo tiempo que el Ejército estadounidense empezó
a coordinar ciertas acciones con las fuerzas opositoras de la Alianza
del Norte. Por primera vez desde hace varios meses, Washington brindó
asistencia aérea, municiones, alimentos y fondos a los hombres
de la Alianza que pugnan por abrir el camino hacia Kabul desde el sector
norte. Sectores militares pakistaníes reconocieron ayer que la
precisión y la puntualidad con que actuaron los comandos de Rangers
iban a tener un impacto psicológico considerable en el seno
de la nebulosa talibán, tanto más cuanto que éstos
esperaban una campaña aérea mucho más extensa y,
en el medio, la precisión de las opiniones públicas del
mundo musulmán. Estados Unidos ganó el primero y el segundo
tiempo.
En este contexto de aceleración de la estrategia militar, Pakistán,
que juega una carta política diferente a la de Estados Unidos,
apuró su propio trabajo con vistas a la formación
del futuro gobierno afgano. Tal como se viene comentando desde hace varios
días, Islamabad es el centro de una negociación con sectores
moderados del régimen talibán que apunta a crear
una suerte de gabinete en el exilio o gobierno de unidad
nacional. El portavoz de la cancillería pakistaní
reconoció ayer que un importante comandante talibán, Maulvi
Jalaluddin Haqqani, había mantenido encuentros de alto nivel con
responsables gubernamentales pakistaníes y con figuras importantes
de la oposición afgana a fin de pactar la creación de un
gobierno ampliamente representativo.
En los labios de un pakistaní, ese concepto se puede traducir por
la voluntad de Islamabad de que en dicho gobierno la Alianza del Norte
esté lo menos representada posible, al tiempo que los miembros
de la etnia pashtún, mayoritaria en Afganistán, ocupen un
amplísimo número de carteras ministeriales. Cabe resaltar
que la enemistad de Islamabad con la Alianza del Norte es tanto política
como étnica. La Alianza está compuesta por uzbekos y tayikos,
etnias enfrentadas con Pakistán. En el fondo del conflicto de Afganistán,
Estados Unidos y Pakistán se enfrentan en una guerra más
secreta por el control del gobierno afgano. Ello explica que Washington
haya, por primera vez y de manera manifiesta, ayudado económica
y militarmente a la Alianza del Norte.
Cuando
el terror cerró el Congreso de Estados Unidos
Por
Gabriel A. Uriarte
Desde
Washington
En estos momentos
la rama legislativa del gobierno norteamericano ha dejado de existir.
La conclusión quizá sea exagerada, pero no mucho. Ayer se
descubrió ántrax en dos nuevos edificios del Capitolio,
el edificio Hart de la Cámara de Representantes y el centro de
mando de la policía del Capitolio. Lo primero era muy serio, porque
extiende a la Cámara baja un bioatentado que se esperaba estaba
limitado al Senado. Pero es el segundo hallazgo el que hace posible que
toda la zona legislativa de Washington D.C. esté prácticamente
clausurada la semana que viene. Es que este edificio es el repositorio
central del correo para ambas cámaras del Congreso, y si se descubrió
ántrax allí, entonces quiere decir que los sobres transmiten
la bacteria aun antes de ser abiertos. Esto, dicho sea de paso, ya sucedió
en Nueva Jersey, desde donde se enviaron las cartas al Senado, la NBC
en Nueva York y a Florida, y donde tres empleados postales fueron expuestos
al ántrax sin haber abierto los sobres en cuestión. Ayer,
en una espiral de pánico que se desplegaba de manera exponencial,
un empleado postal de la capital estadounidense fue internado con síntomas
que podrían ser de ántrax. Por lo tanto, las declaraciones
oficiales de que el peligro está contenido suenan simplemente
falsas. Potencialmente cualquier parte del Capitolio podría estar
contaminada, y hasta que se determine cuáles son estas partes,
la única alternativa puede ser la clausura de facto de todo el
complejo.
El ataque es una excelente demostración de la parálisis
que pueden infligir las cartas-ántrax. El Capitolio es en realidad
una abreviatura para una serie de edificios que rodean a las famosas salas
del Congreso. Están situadas en un semicírculo de norte
a sur con el Capitolio en el centro: los edificios del Senado (Hart, Dirnsen
y Russell) están al norte y los de la Cámara de Representantes
(Ford, Longworth, Rayburn, ONeill y Cannon) al sur. Una línea
imaginaria a través de los edificios infectados tendría
un kilómetro y medio de largo. Cualquier parte dentro de esta zona
podría estar infectada, y todos deben ser revisados individualmente.
Es precisamente lo que los equipos Hazmat hacían frenéticamente
ayer para completar sus pruebas antes del martes, día en que recomenzarían
las sesiones. Desde afuera es imposible verlos excepto en los muy breves
momentos cuando entran o salen del edificio. Sin embargo, la presencia
policial en los alrededores aumentó drásticamente ayer:
ahora hay al menos dos agentes en cada esquina, con patrullas de tres
recorriendo el perímetro cada cinco minutos. Las calles entre estos
edificios están cerradas al público, y también se
creó una pequeña zona de exclusión, vigilada por
agentes bien armados y con chaleco antibalas, en la entrada del noreste
al Capitolio, la única que usan ahora congresistas y los medios.
Todavía se puede caminar a través del parque, pero es imposible
acercarse a las ventanas o las puertas como se podía hacer antes.
Hay múltiples cintas a través de las escalinatas, y son
barreras mucho más que simbólicas. Pasás la
primera y se prenden cámaras, pasás la tercera y estás
muerto, graficó un agente de la policía del Capitolio,
y no parecía estar exagerando.
El problema, claro, es que nada de esto puede detener una, o varias, cartas.
Actualmente se prohibió la entrada de cualquier tipo de sobre a
cualquier parte del Congreso, pero la orden llegó demasiado tarde
para detener un número impredecible de cartas-ántrax que
ya estarían dentro del complejo. Uno de los pocos consuelos del
hallazgo el lunes de la primera carta con ántrax en la oficina
del líder demócrata del Senado, Tom Daschle, fue que la
bacteria estaría contenida dentro del área.
Era un consuelo relativo, ya que cientos de personas trabajaban allí,
pero ayer se demostró que era del todo erróneo. De alguna
forma (hasta ahora los expertos no quieren comentar el tema), el ántrax
usado puede filtrarse a través del sobre e infectar a personas
que lo tocaron aun por momentos muy breves: esto pasó con los empleados
postales de Nueva Jersey infectados y con la máquina postal del
Capitolio que se descubrió ayer tenía rasgos de ántrax.
Interrogado sobre este aspecto del caso, un funcionario del Center for
Disease Control (Centro de Control de Enfermedades, dependiente del Departamento
de Salud, y organismo que está centralizando las operaciones de
defensa sanitaria preventiva) sólo pudo recordar que se necesitan
800 esporas de ántrax para infectar a alguien, no basta con una
o dos que se filtren del sobre. Pero ya hay gente que fue expuesta.
Está bien, pero no debemos exagerar el peligro.
Sin embargo, toda esta discusión acerca de quién pudo infectarse
y quién no parece irrelevante. El elemento central de la crisis
del Capitolio es que nadie puede confirmar las infecciones hasta que se
realicen pruebas a toda la gente que podría haber sido expuesta.
Y, en casos como los del Capitolio, este número es enorme, al menos
2000 personas según las últimas cifras. Estos exámenes
tomaron casi una semana, y significaron que muchas de estas 2000 personas
físicamente no tenían forma de trabajar aun si quisieran
hacerlo, sin siquiera incluir los efectos del pánico entre muchos
de ellos. Es seguro que habrá muchos más de estos exámenes
luego de los hallazgos ayer de ántrax en la Cámara de Representantes
y el centro de correo, porque es claro que una sola carta puede infectar
a muchas más además de quien lo abre. Es probable que continúen
las sesiones, pero el trabajo, como fue el caso el viernes, se realizará
desde casas seguras alejadas del complejo central, y probablemente
habrá menos gente para hacerlo, ya que muchos de los jóvenes
pasantes que se encargaban de manejar el correo están renunciando
por temor propio o de sus padres. Es el primer paso de una transformación
que está forzando al gobierno norteamericano a adoptar medidas
planeadas para la guerra nuclear (dispersión de funcionarios, evacuación
de los centros simbólicos de gobierno, etc). Como el contraataque
de un grupo teóricamente asediado en Afganistán, no está
nada mal.
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