Por Romina Calderaro
¿Y qué
se siente? Alegría, estímulo. La verdad es que me
conmovió. ¿Sabés qué noté? Cariño,
respeto. Hay votos que son votos castigo. Otros que son al menos malo.
Yo creo que los que me votaron a mí me quisieron estimular.
Dice Luis Zamora. Y son tiempos de cosecha para el diputado electo de
Autodeterminación y Libertad. Sacó el diez por ciento de
los votos en una elección en la que el gran ganador fue el voto
bronca y después de 8 años alejado de la política
partidaria, logró dos bancas en la Cámara de Diputados.
En su campaña, la plata sólo le alcanzó para mandar
a pegar tres mil afiches y llegó raspando a juntar las seis mil
firmas necesarias para que su agrupación consiguiera personería
jurídica. En diálogo con Página/12, Zamora habla
de lo que cambió en él. En la lista de lo que sigue intacto,
vale remitirse a dos comentarios que hizo al paso: no sabe cuánto
gana un diputado ahora y ayer perdió su teléfono celular.
¿Esperaban tanto?
Un mes atrás me crucé con una persona en la calle
que me dijo qué lástima que usted no se presenta en
esta oportunidad. Y yo dije sonamos. Y cuatro o cinco
días antes de la elección empecé a notar que la gente
me hacía comentarios en la calle. Mucha gente se enteró
en los últimos días. Pero nunca pensamos en los votos, la
idea era pensar en voz alta algunas cosas. Y cuando vimos el diez por
ciento la verdad es que nos sorprendió. Y eso que tuvimos un robo
de boletas importante.
Entre esas cosas que están conversando en voz alta, leí
que tiene una explicación de por qué no hay unidad en la
izquierda...
Es que la izquierda tradicional, de la que yo formé parte
y por eso conozco bien en sus mecanismos, se considera dueña de
la verdad y a partir de ahí construye una organización.
Y por lo tanto no nos dividen las diferencias, nos dividen las coincidencias.
Y construyen una estructura alrededor de esa verdad que pretenden difundir
para ser seguidos por la mayoría de la población. Yo lo
aprendí de la gente en la calle: me decían yo los
escucho y dicen lo mismo y yo me desgañitaba tratando de
explicarles las discrepancias y me miraban como diciendo no me convence.
No es que no tengamos discrepancias, sino que las coincidencias son mucho
más importantes y las diferencias no justifican esta división.
Yo creo que si realmente nos reunimos veinte mil militantes, simpatizantes
o adherentes en un estadio, lo llenamos. Y si fuéramos con la libertad
de escuchar a cada orador sin importar de qué partido es aprenderíamos
todos de todos.
Usted está en un momento en el que dice tener más
dudas que certezas. ¿Se sigue definiendo como un hombre de
izquierda?
Sí, yo soy de izquierda. Aunque el movimiento todavía
no se definió porque no hemos empezado por ahí. En todo
caso que nos definan.
¿Y qué es ser de izquierda hoy?
Te digo como lo veo yo. Ser de izquierda es seguir denunciando que
ni el planeta ni la humanidad van a poder sobrevivir si no derrotan este
dominio imperial que ejercen los Estados Unidos y el capitalismo globalizado
sobre el mundo. Ser de izquierda es sentirse parte de luchas de emancipación
que superen las fronteras de nuestro país. Me entusiasma mucho
todo el movimiento antiglobalización, esto de que la resistencia
sea tan global como el capital mismo. Y también ser de izquierda
es tener un reexamen crítico constante, huyendo de los dogmas.
Lo cerrado y lo terminado está alejado de lo revolucionario.
Usted dijo hace poquito en una entrevista que no tiene sentido que
la izquierda sea una alternativa de gestión si el pueblo no es
socialista.
Yo lo que digo es que coyunturalmente una agrupación de izquierda
puede llegar, disputar el poder y hasta tomarlo. Pero si no hay una contracultura
socialista en la población y una construcción de poder que
se le oponga al poder de capital en la gente, no se trata de construir
una organización de cuadros profesionales que dispute el poder
a la burguesíaapoyado en la lucha de los pueblos. Se trata de la
lucha de los pueblos por derrotar el poder del capitalismo. En esto es
muy rico todo el análisis del zapatismo. Creo que el socialismo
se construye desde abajo.
¿Qué políticos lo llamaron para felicitarlo?
Muchos. Pero prefiero no mencionarlos... Hubo llamados muuuy oportunistas
y otros fraternales.
¿Qué le parece la discusión económica
en la Argentina de estos días? Dolarización, devaluación,
Cavallo o no Cavallo...
Todos los que hablan en esos términos están alentando
la posibilidad de que la Argentina busque un nicho en la globalización
capitalista. Y nuestra perspectiva es confrontar. Por eso creemos que
nuestra identidad está en el marco de América latina. Me
preocupa la superficialidad de lo que se debate: se dice que el modelo
está agotado. No podemos cambiar el modelo si no es confrontando
con Estados Unidos, con los organismos financieros.
En su paso por la Cámara de Diputados. Alvaro Alsogaray solía
decir que usted era un cuerpo extraño que en algún
momento había que extirpar. ¿Cambiará algo en este
nuevo mandato?
En primer lugar, voy a tener otros compañeros de izquierda
con los que vamos a poder presentar proyectos juntos. Antes, yo tenía
un proyecto y se lo llevaba el Grupo de los 8, a veces los radicales.
Ahora que el ambiente es insalubre... y yo no espero que haya cambiado.
Pero no es lo mismo tener al lado a Jaroslavsky que a algunos compañeros
de la izquierda. Además ya no estoy solo: entró conmigo
una compañera de la agrupación.
Marta Castaño, que, según tengo entendido, no se esperaba
ser electa y tuvo sus dudas en aceptar la banca.
Claro, es que en nuestra lista nadie quería tener cargos.
Marta es una compañera muy valiosa. Es profesora de plástica
y fue empleada bancaria hasta hace poquito. No tiene ninguna práctica
militante. Es un poco lo que queremos mostrar nosotros: gente que sin
tradición militante que puede aportar cosas más ricas que
un político tradicional. Que en líneas generales es más
lo que nos sacan que lo que nos dan.
¿Increparía a George Bush hijo, como aquella vez que
hizo cuando su padre visitaba el país?
Sí, yo me siento un privilegiado habiéndolo hecho.
En primer lugar, porque me parecía una inmoralidad que el Congreso
homenajeara a alguien que defiende intereses contrarios a los intereses
del país y de la humanidad. A su hijo ahora le agregaría
lo que está haciendo en Afganistán y lo que está
haciendo en Medio Oriente.
¿Cómo vivió su familia su candidatura?
Mi compañera (Noemí Olivetto) codo a codo. Fernando,
mi hijo de 19 años, trabajó mucho. Y el más chico,
Sebastián, que tiene diez años, me preguntaba todo el tiempo
¿cuándo terminan las elecciones? Cree que lo engañamos,
pobrecito. Es que ahora tengo más cosas que antes.
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