Por Miguel Bonasso
Ocurrió hace pocos días
en la blanca y mullida Sala 3 del Palacio de Convenciones de La Habana,
donde el Comandante ha provocado más de un titular mundial en multitudinarias
conferencias de prensa. Había un receso en el extenuante plenario
del Congreso de Periodistas Latinoamericanos y Caribeños y algunos
colegas nos arremolinamos en torno a la alta figura enfundada en el uniforme
verde oliva, imán irresistible de cámaras y grabadores desde
hace más de cuatro décadas. La pesadilla de los morochos
gigantescos que lo cuidan a cada milímetro, como el etíope
Lotario al mago Mandrake. Desenfadado, pero cariñoso, el periodista
argentino Diego Vidal le soltó sin protocolo: Se acuerda
cuando nos dio el susto en el acto del Cotorro? Yo le mandé un
consejo que se cuide. Entonces el doctor Fidel Castro Ruiz, presidente
del Consejo de Estado y de Ministros de la República de Cuba, se
volvió sonriente, el pelo y la barba grises y llovidos, la cara
de los 75 años más alargada y quijotesca que la de los treinta
y le soltó, guiñando un ojo:
Tú no oíste lo que yo dije: que yo me hice el muerto
para ver lo que pasaba.
Quique Pesoa, quiso saber lo que pasaría con la revolución
cubana cuando Fidel brillara en la montaña como el
faro del Morro, pero no se escuchara más su voz enronquecida en
los encerados lobbys de la Tierra. Y tuvo que reírse, porque el
Comandante preguntó a su vez, qué había pasado con
las grandes religiones, las grandes ideas y las grandes revoluciones cuando
habían muerto los iniciadores, los apóstoles, los profetas.
Al escuchar las nombres de Cristo, Mahoma, Buda, Confucio, Maceo, Martí,
etc, Pesoa ironizó: Livianitas las comparaciones. Pero
Fidel se apresuró a disipar cualquier sospecha de megalomanía:
Yo te digo que cuando éste caballerito que tiene el honor
de hablar contigo en este momento estire el pie, cuando uno de estos días
no me despierte y entre en un sueño eterno, entonces... no pasa
nada. Y se rió de los que buscan la gloria. Si tú
te topas con un vanidoso abundó te estás topando
con un imbécil. ¿Vamos a ser vanidosos en un universo que
tiene 300 mil millones de galaxias, cada una de las cuales tiene cientos
de miles de millones de estrellas? ¿Qué somos nosotros dentro
de este planeta y qué es este planeta dentro del Universo? Tú
me hacías una pregunta muy concreta. ¿Qué va a pasar?:
que la revolución nuestra se va a fortalecer, como se ha ido fortaleciendo
desde el primer día hasta ahora.
Puede ser verdad. O no. Porque la Yugoslavia pos Tito fue rebalcanizada
por las potencias. Pero ayuda a creerle la nueva realidad que se percibe
en La Habana del 2001, tan distinta a la de los años más
negros del Período Especial. La gente ya no está flaca de
hambre, circulan más autos y no sólo bicicletas, los edificios
de los 40 y 50 tapan sus caries de salitre y se remozan. Las
ferias abiertas de los campesinos deben competir en precio con los mercados
que abre el Ejército (las FAR) para controlar el agio. En los hoteles
la atención es rápida, por el incentivo del área
dólar, es verdad, pero también porque han aprendido. Sobre
todo los cubanos han aprendido algo muy importante: que pueden sobrevivir
y crecer sin la manguera de petróleo de la URSS llenando el tanque.
El Congreso de Periodistas reunió durante cuatro días de
octubre a trescientos profesionales de la región, que intercambian
experiencias con unos cien colegas cubanos. Detrás subyace la vieja
ilusión de contrarrestar la manipulación de los grandes
medios. Está bien. Pero lo mejor del encuentro es la presencia
cotidiana de este viejo comandante que gusta definirse como un aprendiz
de periodista y a veces relata sus experiencias como cronista que
denunciaba escándalos en la Cuba de Prío Socarras. Fidel
toma nota diariamente de todas las ponencias, escoltado por Tubal Páez,
de la Unión de Periodistas de Cuba, y por el veterano hispanomexicano
Luis Suárez, presidente de la FELAP. Pero cada tanto, desde el
pupitre, aprovecha una intervención para meter la cuchareta
y despacharse un speech de cuarenta minutos a una hora en los que cuenta
historias y deja caer como al descuido lo que le interesa decir en la
nueva coyuntura mundial de la Guerra Infinita:
Que el terrorismo es siempre
de derecha y le hace el juego a los opresores.
La lucha armada que libró
Cuba nunca fue terrorista.
El ataque a las Torres ayudó
a que el Imperio disimulara la recesión y la crisis que ya habían
empezado antes.
Jamás Cuba realizó
un acto terrorista; ni en Estados Unidos ni en ningún otro sitio.
(Y esto ellos los norteamericanos lo saben perfectamente.)
Incluso la guerra debe tener
una ética: no se puede matar a prisioneros desarmados ni a civiles.
El máximo terrorista
y maestro de terroristas ha sido y sigue siendo Estados Unidos.
El 20 de setiembre George Bush
decretó la caducidad de todas las soberanías.
Viene una etapa de terrorismo
de estado y censura a nivel mundial.
Pero los norteamericanos no
saben cómo van a salir de Afganistán.
El sistema neoliberal va a
estallar.
Cuba sigue dispuesta a resistir
hasta la última gota de sangre.
En cada cuarto intermedio, se repite el fenómeno: en cuanto Fidel
se levanta de su butaca en el presidium, varios de nosotros corremos y
lo rodeamos. El la goza. Se ríe. Bromea siempre, le dice a este
cronista y a otros dos colegas voluminosos que se nota que son argentinos.
Pero hay algo más, biológico y espiritual, que antes no
se advertía: quiere mostrar los papeles que están
bien guardaítos, revelar secretos, largar exabruptos que
tenía vedados como Jefe de Estado, repasar la historia vivida por
éste caballerito que desde una isla de cien mil kilómetros
cuadrados, vio desfilar a ocho presidentes norteamericanos que no pudieron
desplazarlo, ni cooptarlo, ni matarlo.
Dice lo que quiere decir, como si se descuidara y pide off the record
cuando está rodeado por una selva de grabadores. Ustedes
me hacen quedar mal, bromea. No digo que sean provocadores,
pero me hacen decir cosas como aquello de los lamebotas. Después,
en la sala, ya sin sonrisa intencionada, recalcitrará sobre su
bronca con el gobierno argentino por la votación contra Cuba en
la comisión de derechos humanos de la ONU. Yo le dije al
embajador cubano (Alejandro González Galiana), tú
no te vas de Argentina. Que te echen. Y si te echan, vamos a ver si te
vas.
Este cronista le escucha absorto cosas que nunca esperó que dijera.
Una dura crítica a la URSS de José Stalin por haber firmado
el pacto Ribbentrop-Molotov, que le liberó las manos a Hitler
para lanzarse a la guerra. Una reiterada crítica de los soviéticos
y sus fallas para construir aviones y lavarropas. Una crítica implacable
al Frente Sandinista y, sobre todo, a ciertos dirigentes de la revolución
salvadoreña a los que no nombra, pero identifica por los datos,
como Joaquín Villalobos, el máximo líder del ERP
que en los 70 hizo fusilar al poeta Roque Dalton por agente
de la CIA y ahora navega con pabellón anglosajón por
aulas de Oxford y Harvard y negocia en el rubro seguridad para los grandes
empresarios del Imperio.
Quiere abrir los cofres de la historia y hacerle justicia a los que pasaron
en la oscuridad, después de haber prestado grandes servicios
a la Revolución, como José Gelbard, caudillo del empresariado
nacional argentino y ministro de Economía del último Perón.
Que le vendió autos aCuba, rompiendo el bloqueo pero, sobre todo,
le proporcionó a Fidel ciertos datos estratégicos que algún
día se conocerán.
Fidel fue la gran atracción del Congreso, desde la mañana
misma de nuestra llegada, cuando agotados y legañosos, nos sacaron
del aeropuerto y nos llevaron a la Plaza de la Revolución, para
asistir al mayor acto del mundo contra el terrorismo (un millón
de personas en la explanada), donde el Comandante rindió homenaje
a las víctimas del avión de Cubana de Aviación y,
por primera vez que se sepa, a los dos cubanos de la embajada en Buenos
Aires, que la dictadura militar hizo desaparecer para siempre.
Que nadie lo dude: Fidel Castro goza de buena salud. Será por la
espirulina (el alga mágica de la medicina cubana), será
por la adrenalina que otorga el ser uno de los diez hombres de estado
más relevantes del siglo veinte, el gigante barbado nos endilga
un discurso de cierre de cinco horas y media. Mi mayor defecto es
hablar mucho, ya les estropee la cena, dirá en el podio,
de donde no se ha bajado ni para ir al baño.
Es imposible dar cuenta de lo que dijo en todas las sesiones, sumando
más de diez horas de definiciones y revelaciones. Pero a cambio
ahí van algunas muestras.
Frases pronunciadas de pie, durante 40 minutos, rodeado de periodistas,
entre los que se encontraba este cronista. Olvidensé de ciertos
esquemas porque desaparecieron con las Torres Gemelas. Ya el neoliberalismo
está derrotado. Uno de los favores que les hicieron los que produjeron
los atentados es que ahora le van a echar la culpa de la crisis al sabotaje.
Pero ya había crisis. Incluso en las metrópolis: en Europa,
en Japón. La crisis va a estallar (...) No tengo elementos de juicio
para decir quiénes fueron los autores (de los atentados del 11
de setiembre). Ellos se han buscado muchos enemigos. En muchas partes.
Parece que no han encontrado pruebas de quiénes fueron los autores.
(Si no) ¿dónde está el misterio de presentar las
pruebas que les han pedido? No las tienen.
De más está decirle que nosotros no estamos de acuerdo
con esos actos de terrorismo, porque la historia demuestra que donde el
terrorismo se convierte en una práctica despierta antipatías.
Porque no se puede justificar bajo ningún concepto que usted, por
buscar un objetivo determinado, mate a cincuenta o cien personas inocentes.
Nosotros hemos sufrido el terrorismo durante cuarenta años. Sufrimos
la voladura del avión de Cubana en Barbados y en Playa Girón
cuando nos atacaron con aviones norteamericanos que tenían insignias
cubanas. Es una forma de terrorismo repugnante. Si usted tiene una ética
tiene que sentir repulsa por el método del terrorismo. Nosotros
nunca lo aplicamos. Como tampoco el magnicidio. Nosotros hubiéramos
podido matar a (Fulgencio) Batista, pero ellos hubieran puesto a otro
y hubieran convertido al dictador en mártir.
La guerra debe tener una ética. Si nosotros no hubiéramos
tenido una ética no hubiéramos ganado la guerra. Nosotros
respetábamos la vida de los prisioneros. No maltratamos a un solo
soldado. Nunca hubo no ya un tiro, ni siquiera un solo culatazo a los
prisioneros de Playa Girón.
En América latina va a haber una explosión social.
Es inexorable. Han creado dinero virtual. Hay quien invierte mil dólares
que llegan a valer 800 mil. Un joven colega le pregunta: El
neoliberalismo no soluciona los problemas de la gente. El Comandante
responde, rápido, provocando carcajadas: Espero que tú
no lo creas.
Luego, inesperadamente, Fidel habla del Batallón 601 de Argentina
que apoyó la guerra sucia contra Nicaragua, lo cual
facilitó que (el general Leopoldo Fortunato Galtieri) imaginara
absurdamente que Estados Unidos lo podría apoyar nada
menos que en una guerra contra Gran Bretaña. Este cronista le recuerda
la mención de los dos funcionarios cubanos secuestrados durante
la dictadura militar y no precisa quiénes lossecuestraron, pero
desliza que fueron a parar (¿sus cuerpos?) a una construcción
de hormigón. Vincula aquel crimen con el atentado a la representación
cubana en la ONU perpetrado por el terrorista Orlando Bosch. Indultado
por Bush padre.
Alguien rompe la evocación con un regreso al presente: ¿Cuba
va a intentar recuperar el voto argentino en Naciones Unidas? La
respuesta es un latigazo, apenas mitigado por una sonrisa: Nosotros
no perdemos el tiempo.
Pero el tema argentino le interesa de manera central y aunque habla de
manera genérica, como si se refiriera a toda la región,
hay frases con dedicatoria. Una colega recuerda su profecía sobre
la deuda impagable en la reunión de La Habana de 1985 y Castro
actualiza el diagnóstico: Los yanquis inventaron algunas
cosas para suavizar. Los bonos Brady y los que vinieron después.
(Pero) a América latina le ha pasado lo que a muchos que están
condenados a muerte y recurren, recurren y al cabo de veintitrés
años los llevan a la silla eléctrica. A ustedes les han
concedido la gracia de no ejecutarlos de inmediato. Les han dado unas
pastillitas, unos bonos... Ahora bien, esto estalla. Con anexión
o sin anexión. Con anexión estalla más pronto. Es
decir, estalla el sistema, estalla el neoliberalismo. (La anexión
para el líder cubano es el ALCA, contra el cual organiza otro megaencuentro
habanero en noviembre próximo). Si en 1985 la región
debía 300 mil millones de dólares, ahora debe 700 mil. Y
perdieron una década completa. Entonces... cuando ya nadie cree
en ningún político (con perdón de los políticos)
¿Cómo harán para mantenerse? Ya no pueden inventar
un Pinochet, ni a ustedes la junta militar, porque el mundo ya no da para
eso. Entonces puede ser que ustedes tengan un gobierno de derecha y bien
de derecha. Pero hay que ver cuánto dura. Porque cada vez van a
durar menos. Salvo algunas excepciones la popularidad de los gobiernos
está durando entre cuatro y seis meses. Luego suelta una
interrogación que nadie puede responder: Ustedes saben que
han dejado de ser independientes?
Fidel se pregunta delante de los periodistas argentinos por qué
los militares dieron un golpe tan cruento. Si en Argentina había
en aquel momento tan mal gobierno que nadie iba a llorar un golpe de estado...
Este cronista le dice que lo hicieron para posibilitar lo que hoy está
ocurriendo, debían eliminar 30 mil cuadros. Sacude la cabeza. Insiste:
Pero mataron por matar. Aplicaron la doctrina (de seguridad nacional)
de Estados Unidos, pero, además, había muchas ganas de matar.
Fidel sabe algo, lo enuncia enigmáticamente sin dar explicaciones:
El día que ordenaron matar 62 personas... (¿A
qué masacre alude?) Sugiere que sabe otras cosas. Recuerda el período
que siguió a la muerte de Perón. Donde había
tres personas: López Rega, Isabel (Perón) y un comunista.
Que estaba allí y no mandó matar a nadie. Y ése se
llamaba Gelbard. López Rega era como un loco e Isabelita de política
no sabía absolutamente nada. (Espero que no haya ningún
peronista por aquí). Hay risas y miradas intencionadas. Alguno
habrá, comandante. Se vuelve hacia Marcelo Cena, un joven periodista
de Télam y le pide que no ponga lo de Isabelita. Vive, ¿verdad?
No quisiera ofenderla. Perón le hizo un gran servicio a la Revolución
Cubana cuando nos vendió aquellos autos (los Falcon) que algunos
todavía circulan. Pero insiste con Gelbard, al que acaba
de destapar oficialmente como comunista vinculado con altas
fuentes (¿de la URSS?).
Gelbard era presidente de la Asociación (quiere decir de
la CGE), de origen judío y comunista. Y una persona excelente.
Gelbard sabía muchas cosas y prestó servicios (a la revolución
cubana) más importantes que ninguno. Salió del país
y ofreció servicios muy importantes. Ya ven: les he dicho algo.
El 20 de setiembre cuando el señor Bush habló en
el Congreso decretó el cese de la independencia de los países.
Nos da órdenes y amenaza con bombardear a cualquier país.
Jamás se había utilizado ese lenguaje imperial. El 20 de
setiembre el Emperador cruzó el Rubicón y dijo alea
jacta est. Y lo dijo de verdad porque no se sabe cómo va
a terminar esto. Porque ellos no están seguros ni de cómo
hacer la guerra, ni de cómo terminarla. Ahora los pueblos tienen
que luchar por salvar lo que les queda de independencia. Antes defendíamos
los derechos, hoy hay que luchar por recuperar la independencia.
Concluye provisoriamente la intervención y antes de devolverle
la palabra a Stella Caloni, dirige una de sus festejadas ironías
a la platea: Del Emperador éste no quiero hablar mal, eh.
Tengo un miedo tremendo.
Después se pregunta: ¿Qué están haciendo
hoy en Afganistán? Y se responde: La guerra de la tecnología
más moderna contra los países más débiles.
Se burla de la CNN y las declaraciones del secretario de la Defensa que
asegura haber neutralizado el poder aéreo de los talibanes.
El comandante contabiliza ese poder aéreo: Veinte aviones
soviéticos, que nosotros conocemos muy bien: es un milagro que
arranquen, un milagro que vuelen y un milagro que aterricen. No
habrá en ningún momento piedad para los dirigentes soviéticos,
que se autoinocularon el SIDA.
Hubo un momento de enojo, provocado por la ponencia del sandinista Roberto
Sánchez. El ponente explicó, sin gran habilidad dialéctica,
lo que ocurría en Nicaragua en relación a las próximas
elecciones de noviembre. Dijo que los sandinistas eran víctimas
de una campaña sucia del gobierno, que conduce Arnoldo Alemán.
Esa campaña se había iniciado después del 11 de setiembre
y trataba de vincular al candidato presidencial Daniel Ortega, con el
líder libio Muammar Ghadafy y con Fidel Castro, como exponentes
del terrorismo internacional. Fidel dejó de tomar notas y se dirigió
al hombre del podio:
Cuéntame, cuéntame, ¿qué me atribuyen
a mí? ¿De qué parte del infierno me sacaron a mí?
Bueno, arriba, arriba, comandante.
Eh...
Bastante arriba y con muchos cuernos y con mucha cola...
Dímelo que yo no tengo miedo ¿cómo aparezco
yo, devorando niños?
Se usan expresiones de los tiempos del somocismo como el castrocomunismo,
el castroterrorismo.
¿Y ustedes qué hacen frente a esa propaganda?
Vea comandante, el periodismo nicaragüense...
(Lo interrumpe, sin escucharlo) ¿Y los siete mil maestros
cubanos que enseñaron en las montañas de Nicaragua, nadie
los recuerda? ¿Y las decenas de médicos que salvaron vidas
cuando lo del ciclón? ¿Y los quinientos estudiantes nicaragüenses
que están aquí estudiando en las escuelas de medicina porque
ustedes no los pueden absorber? (aplausos) ¿Y el central azucarero
que les construimos allí a un costo de cien millones de dólares?
¿Y las noventa mil toneladas de petróleo que les dábamos
todos los años sacándolas de nuestro abastecimiento? Bueno
y por mi parte pueden poner toda la ayuda que les dimos para derrocar
a (Anastasio) Somoza. (Aplausos) La sangre derramada allí de los
cubanos. Déjenmelo a mí: yo les hago un spot con algunas
imágenes... Y al bandido éste (el actual presidente a quien
no nombra) le perdonamos 50 millones de dólares cuando se produjo
el desastre éste (del ciclón). El primer país que
cancela una deuda. Haber luchado contra Somoza es un orgullo, un honor.
No hay que perder el sueño: hay que contraatacar. Hay que contraatacar
y hay que autocriticarse, porque (ustedes, los sandinistas) se dividieron.
Luego, para suavizar, reconocerá que son tiempos malos para elecciones
y propondrá que hable Tomás Borge, el veterano dirigente
sandinista, que se encuentra en la platea y que llega hasta el podio para
asegurarle a Fidel que prefieren perder mil elecciones antes que negar
a Cuba. El comandante comentará mientras Borge sube al podio: Este
es un tremendo orador. Luego revelará que los sudafricanos,
a quienes derrotaron en la larga guerra de Angola, tenían siete
armas nucleares que les había dado Israel y que por su parte los
cubanos preparaban, como réplica, la voladura de las grandes presas
hidráulicas, que podrían causarle al régimen racista
un daño no menor al atómico. De esto nunca había
hablado mucho, subraya para que la audiencia valorice la revelación.
No hace falta. Esos tres días constituyen una revelación.
El cronista se pregunta si el hombre de la barba gris estará escribiendo
sus memorias.
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