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EL CRIMEN DE BAHIA BLANCA: ESTUDIAN SI LA POLICIA DESVIO LA INVESTIGACION
La historia reescrita

Los investigadores de la Policía Judicial creen que la muerte de los novios no
fue por robo. Dicen que la Bonaerense maniobró para frenar la pesquisa. Sospechan que fue una venganza. Un testigo protegido abona esa hipótesis.

El ministro Verón fue a Bahía Blanca
el día que aparecieron los cuerpos. Investigan el dato de un camión
con droga desaparecido.

Por Horacio Cecchi

Un minucioso análisis realizado por investigadores de la Policía Judicial dependiente de la Suprema Corte bonaerense y la aparición de nuevas y muy serias evidencias provocaron un giro por lo menos espectacular en el caso de los novios Iglesia-Chiaradía, de Bahía Blanca, secuestrados el 27 de agosto de 2000 y luego asesinados. La investigación, a la que tuvo acceso Página/12, no sólo descarta por completo la hipótesis sostenida a rajatabla por la Bonaerense, que señalaba a una banda de ladrones y desarmadores de autos como responsables del doble crimen. También considera que esa misma hipótesis estuvo basada en datos aportados únicamente por la policía y sospechan que se trató de una maniobra de encubrimiento. La aparición de un testigo clave terminó por confirmar las presunciones. Una de las líneas de investigación más fuertes apunta a que el doble crimen fue una vendetta por una mejicaneada: existen datos sobre un camión con un cargamento, posiblemente de cocaína, que se perdió en el camino. Ahora, la mira está puesta en Bahía Blanca sobre algún mariachi uniformado.
Es cierto que desde que Horacio Iglesia y su novia María Victoria Chiaradía aparecieron baleados en la nuca, el 7 de setiembre de 2000, en un campo a 133 kilómetros de Bahía Blanca, se barajó la relación del doble crimen con alguna posible venganza contra Héctor Iglesia, padre del joven y comisario en actividad en Trenque Lauquen. Pero no sólo el comisario Iglesia desestimó tal posibilidad. El propio ministro de Seguridad, Ramón Verón, casualmente de paso por Bahía Blanca el mismo día en que se descubrían los cadáveres, y sin la posibilidad de conocer resultados de pericias que aún no se habían realizado, anunció a todos los medios que el móvil del doble crimen había sido el robo del Chevrolet Corsa gris en el que viajaban los dos jóvenes.
Efectivamente, dos meses después, tal como había anunciado Verón, se produjeron tres allanamientos y tres detenciones: las de Martín Goyeneche, Rubén Martín, y Juan Corona, los tres reconocidos integrantes de una banda dedicada al robo, desguace y duplicación de autos. Las detenciones alentaron a los fiscales del caso, Eduardo D’Empaire y Claudia Lozano, y a la jueza María Pía Fava de Solana, a investigar la hipótesis del robo del Corsa gris. Como consecuencia, los investigadores de la Policía Judicial platense, que afirmaban que se podía tratar de “cualquier cosa, menos de un robo de autos”, se retiraron del caso.
Hace unos 45 días, los padres de los dos jóvenes reclamaron en La Plata la agilizar la investigación. Y los instructores platenses regresaron a escena, pero no los mismos sino otro equipo, con el fin de dejar el camino abierto a cualquier hipótesis.
Después de analizar en detalle los videos de las autopsias, las pericias sobre el auto y realizar nuevos estudios, llegaron a la misma conclusión que sus colegas: “La hipótesis del robo no nos cierra con nada. En el juicio oral, un abogadito con el diploma fresco la da vuelta como un guante”, aseguró a este diario uno de los investigadores. “No los mataron a las pocas horas del secuestro, como quiere hacer creer la policía. Cuando los encontraron a lo sumo habían pasado 20 horas”.
¿Cuáles fueron las evidencias que tuvieron en cuenta para desestimar la hipótesis sostenida por la Bonaerense, incluido Iglesia padre?
- La sangre de los cuerpos estaba fresca. Lo constataron con un detalle simple: el cuerpo del joven, que apareció reclinado sobre su derecha, mostraba el volumen sanguíneo volcado sobre ese lado. Lo depositaron en una camilla y al llegar a la morgue, la sangre se había desplazado hacia la espalda.
- Los órganos no mostraban vestigios de putrefacción, lo que resulta inexplicable de haber permanecido los cuerpos a la intemperie durante una semana.
- Las vestimentas de los dos jóvenes estaban impecables. “En un bosque cubierto de árboles es imposible que no caiga polvillo, resina, ramitas -confió la misma fuente–. Ni siquiera detritus de pájaros.”
- El lugar donde fueron hallados está plagado de zorros, comadrejas, alimañas de todo tipo, hormigas. Los cuerpos estaban intactos.
- El Corsa gris no tenía el menor vestigio de haber permanecido en un taller mecánico. “Mucho menos en uno de pintura, como el que tiene Goyeneche. Siempre van a aparecer partículas de plomo, polvillo de pintura, grasa. No encontramos nada.” En cambio, descubrieron tierra de campo y partículas de granos de maíz.
- “Nos resulta demasiado burdo que ladrones profesionales abandonen un auto buscado por la policía de todo el país en el mismo camino que conduce a la casa de uno de ellos (Goyeneche). Lo que hacen es desguazarlo o quemarlo para no quedar pegados.”
- Los ladrones profesionales prefieren autos vacíos. Una muerte los complica. Dos, mucho más. No se explica por qué los secuestraron ni por qué los mataron. Si se supone que reconocieron a alguno de ellos, los habrían matado en el acto y no después de haber recorrido más de 100 kilómetros. Y no hubieran usado dos tiros en la nuca, más típico de un código mafioso.
- En ese contexto, se analiza la llamada de la joven a sus padres, a pocas horas del secuestro pero cuando aún nadie sabía nada, como un posible aviso en código mafioso. “Avísenle a la mamá de Horacio que estamos bien”, dijo.
Las conclusiones a las que llegaron no cayeron bien en el entorno familiar de los Iglesia. “El padre parece que quería que se reactivara el caso, pero no que se cambiara la hipótesis del robo.”
Hace poco más de una semana, surgió otro ingrediente: un testigo protegido declaró durante 7 horas ante los fiscales. Está vinculado a la banda. Aseguró que Goyeneche recibió un pedido por un Corsa. Y lo encargó a Corona. Este, a su vez, encomendó la tarea a Martín, vendedor de autos y también levantador. El testigo ofreció venderle uno de la misma marca. Martín aceptó, pero su socia no quiso entregárselo a Corona porque aún tenía deudas impagas. Entonces el testigo retiró el auto sin concretar la operación. El testigo asegura que el auto encargado, como el suyo, era un Corsa blanco, y no gris como el de la parejita, lo que coincide con lo asegurado por la banda desde el inicio.
Aunque por sí sola la declaración no tendría por qué ser creíble, ya que puede constituir una estrategia de la banda para sacarse de encima los cargos en su contra, en el marco de las comprobaciones de los investigadores concuerda absolutamente y difiere de la teoría del robo.
¿Por qué, entonces, estudios que se obtienen de inmediato como la lividez cadavérica, el estado de los órganos, de las ropas y los cuerpos se pusieron en juego después de un año? La respuesta de los investigadores platenses es una sola: “Hasta ahora, las pruebas las aportaba la Bonaerense”.
Para colmo, un dato obtenido hace escasas horas empuja a los instructores platenses a ver el crimen como una vendetta mafiosa por una mejicaneada. “Alguien se quedó con un camión que probablemente llevaba oculto un cargamento de cocaína”. La muerte de Horacio Iglesia, en ese punto, toma otro significado.

 

Un caso con demasiadas incógnitas

El sábado 26 de agosto de 2000, Horacio Iglesia y María Victoria Chiaradía, ambos de 19 años, salieron a dar una vuelta por Bahía Blanca en el Chevrolet Corsa gris de la familia. A las 5.29 del día siguiente, una llamada de la chica a su casa avisó que habían sufrido un contratiempo con el auto y que en una hora estarían de regreso. “Avisale a la mamá de Horacio”, pidió y después cortó. El martes 29 fue hallado el auto, en un camino vecinal de General Lamadrid. El 7 de setiembre, en un campo a 133 kilómetros de Bahía Blanca, aparecieron los cuerpos de los dos jóvenes, cada uno con dos disparos en la nuca.
Días después, las pericias demostraron que la joven había sido violada: de los restos de semen hallados entre sus prendas, surgieron dos tipos de sangre distinto. Uno pertenecía al grupo A. La sangre del joven correspondía al grupo B. Ahora, los investigadores aguardan la determinación del ADN para comprobar si se corresponde con el de alguno de los tres detenidos.
Las familias de las víctimas iniciaron una investigación paralela, sosteniendo la hipótesis del robo del vehículo. Afirmaron que habían detectado a dos sospechosos, y se llegó a mencionar a un policía de La Matanza vinculado al caso. También se habló de un ex preso.
El 8 de noviembre fueron detenidos Martín Goyeneche, dueño de un taller de chapa y pintura de Coronel Suárez; Juan Antonio Corona, vendedor de autopartes de Nueve de Julio, y Rubén Martín, vendedor de autos de La Matanza.
En enero pasado, la Cámara de Apelaciones de Bahía Blanca confirmó el procesamiento del trío Goyeneche-Corona-Martín, pero revocó la prisión preventiva de este último, considerando que no había participado en los homicidios.

 

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