Por
Daniel Guiñazú
Jorge Locomotora Castro derrotó al estadounidense Imamu
Mayfield por nocaut técnico al comienzo del 9º round y ganó
el derecho de disputarle al kazajo Vasily Jirov el título crucero
de la Federación Internacional de Boxeo, en pelea que, en principio,
se realizaría en algún lugar de los Estados Unidos, el 8
de diciembre venidero. Pero la buena noticia con que el boxeo inauguró
el domingo deportivo no vino acompañada de nada extraordinario.
Vale la victoria de Castro porque no se la esperaba. Pero por lo fácil,
no tuvo ni el aliento épico que rodea las grandes conquistas ni
contuvo nada fuera de lo común que permita, a futuro, recordarla
con distinción.
No puede
culparse a Locomotora de que haya pasado algo así. Sobre el ring
del estadio de la FAB y ante 1500 personas, Castro aportó lo que
acostumbra en estos casos y no se movió de allí. Pero fue
Mayfield quien hizo la contribución decisiva para su victoria.
De todos los ex campeones del mundo que llegaron a nuestro país
en los últimos 30 años, el estadounidense fue, sin dudas,
el peor. El más blando, el más frío, el más
vacío, el menos corajudo, el más abúlico. Dio toda
la impresión de que Mayfield vino a cumplir un compromiso. Que
le daba exactamente lo mismo ganar que perder. Y que se fue cuando ese
compromiso le demandó más de lo que estaba dispuesto a poner,
que era nada.
Quizás el pleito se haya resuelto mucho más rápido
de lo que Castro (85,600 kg) y la gente aguardaban. A los 12 segundos
del primer round, el santacruceño dio un paso al frente, achicó
la distancia de un salto y cruzó una izquierda que reventó
sobre el rostro de Mayfield (86,200 kg). El estadounidense amarró
de apuro en el acto. Y en ese mismo momento quedó en evidencia:
1) que Castro no iba a tener problemas para reducir a cero las diferencias
de alcance y estatura que el estadounidense, 16 centímetros más
alto, tenía a su favor.
2) que a Mayfield le faltaba convicción para hacer valer las ventajas
que traía desde la cuna.
Mayfield no hizo nada de lo que se suponía. No le dio actividad
a su izquierda a punta para mantenerlo a Castro a raya. Y tampoco movió
sus piernas para abrir el ring y obligarlo a Locomotora a desgastarse
en la persecución. Se quedó, tímido, en la media
distancia y aceptó la pelea en la medida corta. Y allí Castro
hizo lo que quiso: peleando donde más le convenía y mejor
se siente, pegó todos los directos de izquierda, todas las zurdas
voleadas, todas las derechas en gancho al hígado y todos los cruzados
voleadas que se le antojaron, casi sin resistencia, sin ninguna oposición.
Mayfield estaba allí. Pero era como si no estuviese.
Cuatro rounds le llevó a Castro convencerse de que no podía
perder. Cuando se dio cuenta de que a Mayfield lo dominaba con las piernas,
los puños y, sobre todo, con la mente y el corazón, el peleador
corajudo y astuto, sabio a su manera, se transformó en showman.
Y de paso disimuló el aire que empezaba a faltarle y el peso que
le sobraba (6 kilos y medio más que en su última pelea ante
el brasileño Peter Venancio): en el intervalo del 5º al 6º
round, le gritó subí vos a un periodista que
le demandaba más golpes por línea interna y después
le arrojó el agua que le daban en el rincón, a un camarógrafo
de la TV. Mas tarde, empezó a mover los guantes pidiéndole
a Mayfield que se decidiera a venir, meneó sus caderas un par de
veces, se recostó sobre las sogas acusando golpes imaginarios del
estadounidense y fingió incomprobables dolores en sus brazos y
en sus piernas. El público reía satisfecho. A falta de boxeo...
Humillado tal vez por la manera en la que Castro se mofaba de su inexpresividad,
dolorido en una de esas por los golpes que recibía cada vez más
esporádicamente, Mayfield se fue cabizbajo a su rincón al
final del 8º round. Y sin motivo aparente, sin alma, sin grandeza,
inspirando pena, se fue de la pelea antes de que arrancara el noveno.
Las tarjetas lo daban perdedor por 5 puntos (la de Francisco Seleme) y
7 (la de OmarFernández). La del jurado estadounidense Leroy Brown
lo tenía ganador por dos puntos inconcebibles. Para Líbero,
Castro había ganado todos los rounds hasta allí. Y hubiera
ganado por nocaut efectivo si hubiera apurado más y no se hubiera
dedicado a convertir el ring en un sketch cómico.
Pero Castro es como es. Y no tiene sentido intentar cambiarlo después
de 14 años de carrera, 129 peleas y 83 triunfos por fuera de combate,
una marca record en Sudamérica. Más ahora que vive una segunda
juventud del brazo de su segunda esposa y de su hijita. A los 34 años,
con 20 kilos más que cuando debutó en 1987 y en una categoría
que no es la suya, está en carrera rumbo a su segundo título
del mundo. Si le gana el 8 de diciembre a Jirov, podrá hablarse
de un milagro. Su cuerpo cruje pasándole facturas por tanto desarreglo.
Su alma está lista para una nueva hazaña que nunca se sabe
si será la última.
Locomotora
por cinco
1
Estaba bien entrenado para esta pelea. Trabajé en el
gimnasio de la Federación y también en el de Karateca
Medina y no tuve problemas para dar el peso. Comí como nunca,
dos veces al día, no me prohibí de nada, le di a la
cerveza y a la gaseosa, pero igual sé que en crucero doy
en ventajas. No es mi peso, pero esta oportunidad no la voy a desaprovechar.
2 La
tarjeta del estadounidense, que me tenía dos puntos abajo,
me hace reír. A Memphis lo conmoví, le
pegué todos los directos que tiré, le metí
las manos abajo, en una palabra le hice lo que quise. El grone no
fue al frente nunca, fue más fácil de lo que pensaba.
Lo único que me asustó fue cuando empezó a
largar chocolate por la boca. Pensé: ¿no traerá
esa enfermedad nueva? Después, vi que era sangre y me quedé
más tranquilo.
3 A
Jirov no lo voy a noquear, pero le voy a ganar por demolición.
Lo tengo visto, es menos boxeador que Gómez y sé que
es un tipo muy alto, muy duro, que va siempre al frente y que tira
la zurda abajo. Voy a hacer lo de siempre, a trabajar con los voleos
y las manos abajo, pero sé que si no gano por nocaut, va
a ser difícil que me den la pelea.
4 A
los yanquis les gustan los tipos como yo, que siempre van al frente
y les voy a dar el gusto. A mí me respetan allá por
el record impresionante que tengo, y por eso me dieron la chance.
5 Si
pierdo, no pasa nada. (Mario) Arano me dijo que me puede conseguir
chances en supermediano y mediopesado. Ahí no tengo dudas
de que gano porque mi mano pesa. Pero contra Jirov voy a dejar el
alma y les aseguro que por nocaut no voy a perder.
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