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DICTAMEN DE CARLOS CEARRAS CONTRA EL JUEZ DE LA CAUSA AMIA
Galeano bajo la lupa del fiscal

En la causa en que declaró Lifschitz, pide que se investiguen pruebas truchas y destruidas, extorsiones y testigos pagos.

Por Irina Hauser

Pruebas inventadas, otras destruidas, más de 120 cintas de escuchas desaparecidas, información oculta, extorsiones y testigos pagos. Son algunas de las barbaridades que el fiscal Carlos Cearras detalló en un dictamen que explica por qué debe ser puesta bajo la lupa la conducta del juez Juan José Galeano y su equipo durante la instrucción de la causa AMIA. Este expediente, paralelo al juicio oral por el atentado terrorista, es importante porque permitiría mostrar por dentro las deficiencias de la investigación y evidenciar que el gobierno menemista no tuvo ninguna voluntad de que se supiera nada.
La denuncia por los posibles manejos del juzgado la hizo en agosto del año pasado el ex ministro de Justicia Ricardo Gil Lavedra, después de escuchar y leer algunas de las denuncias de Claudio Lifschitz, un ex prosecretario de Galeano que intervino en la causa AMIA. La declaración testimonial de Lifschitz ante el juez Claudio Bonadío duró varios días y, en base a ellas, el fiscal Cearras impulsó 10 puntos de investigación que, si llegaran a probarse, implicarían no sólo algunas infracciones sino también delitos como falsificación de documentación, negociaciones incompatibles, encubrimiento y extorsión. Los temas centrales son:
u Hay que analizar, señala el dictamen, pruebas posiblemente armadas, otras nunca tenidas en cuenta y la conformación de legajos separados que fueron ocultados a las partes. Lifschitz ha insistido mucho con el legajo sobre el iraní Khalil Ghatea, ligado a la diplomacia iraní, quien tenía pasaporte trucho e intentó salir del país siete días después del atentado. Estaba, además, implicado en una pesquisa sobre células terroristas dormidas a cargo del juez de Lomas de Zamora Patricio Santamarina. Un ex inspector de Migraciones, Rodolfo Rigamonti, quería aportar información pero nunca fue citado como testigo.
u Según Lifschitz, y es un ítem a esclarecer a entender de Cearras, se ocultó la investigación que estaba a cargo del juez Santamarina y que ejecutaba la SIDE. De hecho, una hipótesis que se manejó en la causa puso a la central de inteligencia en la mira por no haber investigado bien y sembrar pistas falsas. Eso apuntaría a demostrar que, en realidad, la SIDE sabía que se estaba organizando el ataque terrorista. El ex prosecretario insiste en recordar que el mismo día del atentado se intervinieron teléfonos como el del agregado cultural iraní Moshen Rabbani, y varios musulmanes, sin que se determinara qué juez las ordenó y en qué causa.
u La SIDE, según relató el ex prosecretario de Galeano, retiró documentación del Hotel de las Américas, donde decía alojarse el hombre que dejó la Trafic en el estacionamiento Jet Parking los días previos al atentado, pero sólo remitió parte de ella al juez Galeano. Omitió, por ejemplo, señalar que en ese hotel días antes del atentado se había alojado un ciudadano iraní que hizo llamados a algunos de los investigados en la causa de Lomas de Zamora.
u Cearras cree que se debe que seguir la pista de los videos en los que Galeano registraba entrevistas con testigos e imputados sin su consentimiento. En realidad el magistrado ya fue sobreseído por su par Gabriel Cavallo por la cinta en que se lo ve negociando con el desarmador de autos Carlos Telleldín su declaración a cambio de 400 mil pesos. Pero el fiscal sostiene que hay que volver sobre ese tema, porque la resolución de Cavallo fue muy genérica. Y porque el asunto tomó otro cariz desde que Galeano admitió ante el tribunal que sustancia el juicio oral que le ordenó a uno de sus secretarios destruir las filmaciones. Hay que determinar también, afirman los investigadores, si el pago existió y si fue aportado por la SIDE, entonces a cargo de Hugo Anzorreguy. Existen escuchas donde Telleldín y su mujer Ana Boragni parecen hablar del tema.
u Lifschitz asegura que no sólo se negoció con Telleldín para que involucrara a los policías bonaerenses sino que se acordaron declaracionescon personas a las que se les prometió llegar a juicio sin ser acusados, sólo como testigos.
u La desaparición de casetes con escuchas desde y hacia la casa de El Enano Telleldín es otro tema central. Galeano la sindicó como una irregularidad policial ya que más de 60 cintas del Departamento de Protección al Orden Constitucional (POC) de la Policía Federal. Pero las mismas escuchas, que estaban en poder de la SIDE, también desaparecieron.
u Otro interrogante –siempre para el fiscal en base a los dichos de Lifschitz– es por qué no se analizaron las agendas de Carlos Telleldín, su hermano Eduardo y de Alberto Kanoore Edul, quien se comunicó con El Enano ocho días antes del atentado, cuando se entregó la Trafic. La agenda de Kanoore Edul, un hombre de origen árabe, tenía números telefónicos de varios sospechosos en la causa y de unos 15 talleres mecánicos. Otra manera de manipular de pruebas, según Lifschitz, fue la valoración parcial y forzada de los movimientos de llamadas de 10 celulares que estaban a cargo del ex comisario Juan José Ribelli, otro de los acusados claves el juicio oral junto con Telleldín.
En esta causa ya declaró el abogado de El Enano, Víctor Stinfale, que no quiso hablar de la historia del supuesto pago. Ana Boragni faltó y se espera que declaren dos agentes de la SIDE que habrían participado en la negociación. En estas audiencias se vieron las diferencias entre las querellas: los abogados de DAIA desde mucho antes vienen defendiendo la actuación de Galeano, los de Memoria Activa la cuestionan.

 

 

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