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OPINION

La función del intelectual en la guerra

Por Eduardo Pavlovsky

Empezó la guerra. Pero ésta no debe, como salida coyuntural, hacernos perder nuestra función como intelectuales. No nos debemos dejar obnubilar por las circunstancias de la acción bélica norteamericana. Por el torbellino de las noticias. Por los canales que sólo emiten un solo tipo de información. Básicamente, lo que se ha perdido es la función crítica. Más que nunca deberíamos recurrir a ese magnífico libro de Edward Said, que se llama Representación del intelectual. Estamos frente a un mundo que carece de función crítica. Occidente se ha vuelto monolíticamente “simiesco”, siguiendo las palabras de Baltasar Garzón. Sumisión simiesca. Tal vez esta actitud de obediencia incondicional de Europa tenga una última finalidad, donde la sumisión cobraría entonces inteligibilidad: aprovechar el atentado a las Torres Gemelas para apoderarse del petróleo del Golfo Pérsico y para la construcción del gasoducto en Afganistán. Allí todos “morderían” algo. Hay algo de inmoral al escuchar a Chirac Blair o Aznar. Algo de vergüenza ajena. Se hacen insoportables las declaraciones de adhesión. La “venganza” se convertiría así en un gran negocio, aun a riesgo de poner en peligro a la población mundial, que puede quedar a merced de nuevos atentados.
Hace poco escuché en una mesa redonda por la CNN una discusión entre un profesor de la Universidad de Columbia, el doctor Emilio Viano, presentado como un vasto conocedor del terrorismo internacional y un ex general retirado estadounidense. El profesor Viano comenzó diciendo que le parecía que el atentado a las Torres Gemelas –al que calificaba de abominable– podía servir para que se pudiese instalar en la mentalidad de los norteamericanos una posición más crítica respecto del intervencionismo de su gobierno en su política exterior. Decía que la gran mayoría del pueblo norteamericano desconocía que el viernes último al atentado a las Torres, aviones norteamericanos e ingleses habían bombardeado el sur de Irak y que el bloqueo a Irak ya había provocado la muerte de 500.000 niños iraquíes. Sugería también las consecuencias del bombardeo en la producción de malformaciones congénitas en los niños iraquíes y que hace diez años los pediatras iraquíes ya habían denunciado en los congresos de Pediatría Internacional las consecuencias de estas malformaciones, a raíz del uranio deprimido descargado en las bombas, ante la mirada absorta de los pediatras norteamericanos e ingleses que se defendían diciendo que ellos eran médicos y que no hacían política. Este es el pensamiento del 90 por ciento de los intelectuales norteamericanos. Pensamiento de la desinformación. También Viano se refirió a las invasiones a Latinoamérica, que siempre fueron para defender intereses comerciales norteamericanos y tomó el ejemplo de Nicaragua, donde se cobraron 30.000 víctimas, habló también de Santo Domingo, Granada, Panamá, Cuba, República Dominicana, la intervención de la CIA en Chile, Guatemala, El Salvador, y cuando finalizaba su intervención sugirió que seguramente el pueblo norteamericano ignoraba que entre 1980 y 1997 los norteamericanos realizaron 17 operaciones militares contra musulmanes. Era hora entonces de reflexionar sobre la política exterior de Estados Unidos, que algunos ya definen como terrorismo de Estado e informar mejor al pueblo norteamericano de su ignorancia de esta política.
El ex general, iracundo y desesperado, gritó: “No se trata ahora de reflexionar, no es tiempo de reflexiones, es la hora de la venganza para defender nuestro honor mancillado”. A lo que el profesor Viano agregó “que él no creía en venganzas y que el gobierno norteamericano, en beneficio de su pueblo, debía cesar el estado de guerra y excepción y acogerse a la subordinación de la Asamblea General de las Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional”. Lo contrario a esto (según Pablo Bergel, Página/12) es un golpe de Estado a la democracia, la ley y el orden jurídico internacional. “El instinto de venganza se ha apoderado hasta tal punto de la humanidad en el curso de los siglos que toda la metafísica, la psicología, la historia y sobre todo la moral llevan su huella. Ese es elbacilo de la venganza que en nombre de la moral utilizan los hombres sin medir consecuencias. El espíritu de venganza es el elemento genealógico de nuestro pensamiento, el principio trascendente de nuestro modo de pensar” (Nietzsche y la filosofía, por Gilles Deleuze).
Según Noam Chomsky, ni el New York Times ni el Washington Post, ni la CNN informan al pueblo norteamericano del lineamiento de su política exterior. Según J. Petras, no existe en Estados Unidos la palabra imperialismo. No se habla del tema en la “democracia” norteamericana y se ha acallado la voz de los intelectuales europeos y latinoamericanos, con todo tipo de subsidios, viajes y becas. Hace pocos meses Augusto Boal, emblema de la izquierda cultural en Latinoamérica, diputado del PT y autor de numerosos libros sobre Teatro del Oprimido, realizó una reunión de teatristas en Río de Janeiro, donde agradeció al FMI y a la Fundación Ford sus donaciones para el desarrollo del teatro brasileño. La inmoralidad de Boal es su propia historia. Esa es su condena.
Caído el socialismo real, con una miseria actual en el mundo cada vez más alarmante, un dólar o dos por día por habitantes, y con un imperio cada vez más poderoso y autocrático, no era ilógico pensar que alguna reacción podía suceder. Y que iba a ser cruenta también. La miseria es cruenta. No estamos a favor del atentado. Pero era lógico pensar que se incubaba en alguna parte del planeta alguna reacción contra Estados Unidos, después de tanta impunidad e indiferencia frente a la miserabilidad de la mitad del mundo.
Y así como el imperio desconoció la posibilidad de un ataque, también está desconociendo las reacciones que puede provocar esta venganza irracional. Se está exponiendo al mundo occidental ante la posibilidad de nuevos ataques. En EE.UU. e Inglaterra la gente ya vive aterrorizada. Según N. Chomsky, el gobierno de Estados Unidos es el Terrorismo de Estado más poderoso de la historia. Se atacó el emblema del imperio. No se atacó cualquier cosa. Nadie puede apoyar un atentado que cobró tantas víctimas inocentes. Apoyarlo es inmoral. Pero es inmoral también no relacionar al Terrorismo de Estado norteamericano, con el atentado de las Torres Gemelas. Aquí no debe haber ingenuidad.
Lo que falta es recuperar el espíritu crítico. Es inmoral también que Estados Unidos haya exigido a Pakistán que cierre el suministro de alimentos y otras mercancías que hasta ahora habían evitado la muerte de una parte importante de la hambrienta y sufrida población de Afganistán. Millones de personas pueden morir de hambre. Estados Unidos “ha pedido a Pakistán que mate a millones de personas que a su vez son víctimas de los talibanes” (así lo dice Chomsky) y la solución actual de bombardear Afganistán y simultáneamente arrojarles paquetes de comida para los habitantes es amoral. Pero nada de esto dicen los jefes de gobierno de Francia, Inglaterra, España o Alemania. Han vendido su Etica al imperio.
La función del intelectual no debe ser nunca la del patrioterismo fácil, sino la de saber ejercer en los momentos más difíciles y complejos, su arma fundamental: la crítica.
El imperialismo norteamericano ha “comprado” la función crítica de sus propios intelectuales y la de la mayoría del mundo europeo y latinoamericano con becas, subsidios, viajes y fundaciones. La perdida de la ética se ha interiorizado como obvia y natural. El ejemplo de Augusto Boal es emblemático.
Así entre nosotros la complicidad civil fue el gran instrumento de la dictadura. Porque no hay dictadura sin un grado alto de complicidad civil. El Holocausto contó también con la complicidad de gran parte del pueblo alemán: “no solo el régimen no escondía lo que hacía sino que lo daba a conocer porque buscaba el apoyo activo del pueblo alemán” (Robert Gellately, Apoyando a Hitler).
La gravedad de esta guerra y sus consecuencias imprevisibles, como la de reservarse el derecho de continuar atacando a otros países, sólo se puede realizar buscando el silencio cómplice o la aprobación incondicional de lamayoría del mundo occidental. La complicidad con Bush –ante la ausencia de un pensamiento crítico de identidad cultural–, complica a todos en la aventura norteamericana. Esto es gravísimo. En nuestra dictadura todos torturaban un poco para dejarlos “salpicados”. Todos eran cómplices. Solo que aquí se juega el futuro de la humanidad. Pero allí, comenta Rogelio García Lupo, están los barriles de petróleo del Golfo Pérsico y el gasoducto de Afganistán para construir. Esto es algo que también los cómplices se callan.
Hay esperanza: un espíritu crítico de la guerra ha comenzado ha manifestarse en los grupos pacifistas en Estados Unidos. ¡Bienvenidos! Porque en la guerra de Vietnam cumplieron una gran misión y estoy seguro que ahora el gran espíritu crítico provendrá del mismo Estados Unidos. “Por cada nueva bomba y misil desde barcos y aviones, un nuevo terrorista comienza a buscar nuevas Torres Gemelas.”


 

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