Por
Nora Veiras
En
mi escuela pusieron comedor hace dos años y se siente muchísimo
el cambio. Yo doy clases en el turno tarde y ya no tengo más chicos
que me interrumpan para preguntarme: ¿A qué hora se
toma la leche, seño?. Irina Garbuz es maestra desde
hace ocho años en una escuela del barrio de San Cristóbal.
En los chicos que tienen hambre la educación pasa a segundo
plano. Vienen mal comidos, mal vestidos, con serios problemas de familia.
Cuesta un montón cualquier actividad por falta de estimulación
de base. La única ventaja es que todo les resulta novedoso. Tenemos
uno o dos chicos por curso que han sufrido distintos grados de desnutrición.
Son chicos repitentes, que fracasan, es evidente que les quedaron secuelas.
A algunos quisiéramos derivarlos a la escuela especial pero eso
sería invitarlos a alejarse definitivamente de la escuela: las
maestras están sobrepasadas con 17 o 19 alumnos por curso cuando
el máximo no puede ser más de 12. Sandra Quagliarielo
es maestra recuperadora en una escuela de General Rodríguez, Provincia
de Buenos Aires.
Los pibes reciben la única comida en la escuela. Van a la
escuela a estar, se duermen en el aula, no pueden aprender. El otro día
un chico me dijo: Si ahora no como, cuando nazca el otro voy a comer
menos. Es terrible, pasás más tiempo resolviendo problemas
sociales que abocándote a la tarea de maestro. Me gustaría
volver a trabajar como maestra, ocuparme sólo en encontrar la mejor
estrategia para que el chico aprenda mejor. Marcela Collado es maestra
y preceptora en dos escuelas de Ituzaingó, Provincia de Buenos
Aires. El deterioro social no tiene un índice que alarme a diario
a los mercados pero sus secuelas son irreversibles. En un mundo donde
la duplicación de conocimientos se realiza cada cinco años
y se calcula que en veinte años la aceleración de los cambios
implicará que la duplicación se produzca cada setenta días,
las condiciones de acceso, permanencia y continuidad dentro del sistema
educativo determina la vida de millones de personas.
Personas en cifras
Según un informe difundido por el Instituto de Investigación
y Planificación Educativa (IIPE) de la UNESCO, en la Argentina,
los jóvenes menores de 18 años suman 12.663.622 sobre un
total de población de 36.647.788 de habitantes. El deterioro de
la situación socioeconómica se refleja en la calidad de
vida de los hogares: en 1993, el 19 por ciento estaba por debajo de la
línea de pobreza, seis años más tarde ese porcentaje
trepó al 31,3 por ciento.
La absoluta mayoría de estudiantes proviene de esta franja de edad.
El testimonio de las maestras demuestra cómo esa precariedad repercute
puertas adentro de la escuela. El último trabajo sobre La situación
de la infancia en la Argentina, realizado por Save the Children una
organización de bien público, miembro del mayor movimiento
mundial dedicado a la protección de los Derechos del Niño
ratificados por Naciones Unidas en 1989 advierte que la población
infantil en situación de pobreza es de 48,2 por ciento y
alerta sobre la pertinencia de la frase acuñada en los últimos
tiempos: casi la mitad de los niños son pobres; casi la mitad
de los pobres son niños.
La expansión de la cobertura de la enseñanza primaria permite
que la absoluta mayoría (más del 90 por ciento) de los chicos
acceda a ese nivel pero no garantiza la continuidad y menos la calidad
del sistema. Los niveles de abandono para una importante proporción
de provincias alcanzan valores cercanos al 50 por ciento de chicos de
nivel primario y al 60 por ciento de los jóvenes en el secundario
(ver cuadro). Estos fenómenos, considerados a la luz de las situaciones
de pobreza, demuestran desempeños sumamente disímiles. Los
niños pobres cuentan con un promedio deescolarización cuatro
años por debajo del de los niños de los sectores en mejor
situación económica; la repitencia en el nivel primario
se cuadruplica entre una población y otra; el abandono en la secundaria
se quintuplica, significando que un tercio de los jóvenes más
pobres no finalizaron el ciclo. Uno de cada cuatro jóvenes de 14
a 18 años se encuentra excluido de la escuela secundaria, en relación
directa con la pobreza del hogar. Los jóvenes pobres entran al
secundario, pero no lo finalizan, precisa el informe realizado por
Save de Children.
El promedio general indica que sólo poco más de la mitad
de la población joven logra terminar el nivel medio. En el libro
Cada vez más necesaria, cada vez más insuficiente, el sociólogo
Daniel Filmus señala que la selección ocurrida en
los primeros niveles del sistema educativo presenta un fuerte contenido
social. Es así que, mientras concluyen el secundario más
del 92 por ciento de los jóvenes del 20 por ciento de la población
con mayores ingresos, sólo lo hacen entre el 13 y el 17 por ciento
entre los jóvenes que provienen del 40 por ciento más pobre.
El resultado de las pruebas de Lengua y Matemática que rindieron
en setiembre del año pasado 284.632 alumnos (el 84,4 por ciento
del total) de quinto año ratificaron la alta incidencia de la variable
socioeconómica en el rendimiento escolar. El mapa del nivel socioeconómico
de los alumnos reprodujo casi con exactitud el de los rendimientos escolares:
las provincias más pobres son aquellas en las que se registraron
los peores resultados. Es decir que al problema de la repitencia, la deserción
o la sobreedad (chicos más grandes de acuerdo al grado escolar
que les correspondería) se suma el bajo desempeño de los
que siguen dentro del sistema escolar.
Sin embargo, el ajuste no es perfecto. En palabras del economista venezolano
y profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Harvard
Fernando Reimers se manifiesta una reproducción imperfecta.
Es reproducción porque es altamente probable que la brecha entre
los niños de familias pobres y ricas persista, aunque los índices
medios de escolaridad aumenten a nivel de la población. Es imperfecta
porque hay alumnos que no responden a ese patrón de reproducción
y son la viva demostración de que el sistema educativo tiene una
cierta autonomía.
La conclusión de la investigación realizada por Filmus,
Carina Kaplan, Ana Miranda y Mariana Moragues sobre la escuela media y
el mercado laboral en épocas de globalización corrobora
esa apreciación. Uno de los rasgos más importantes
que se deben destacar es la alta movilidad educativa intergeneracional
que existe en los colegios de los circuitos bajos y medios.
En los primeros, 4 de cada 5 jóvenes que culminan el secundario
estarán por encima del nivel educativo de sus padres. Más
de la mitad del total de estos egresados se convierten en la primera generación
que transita por el nivel medio. En los colegios medios el
porcentaje de estudiantes que al egresar supera el nivel educativo de
los padres se aproxima al 50 por ciento. Estos datos demuestran que la
movilidad educativa ascendente se concentra en estos dos tipos de colegios,
principalmente en los bajos, en donde la calidad del servicio
que se brinda es inferior.
La sofisticación y complejidad de los conocimientos en un mundo
cada vez más segmentado y en una región cada vez más
desigual como América Latina obliga a relativizar el optimismo
por el sólo hecho de que sean cada vez más los chicos dentro
del sistema educativo. Reimers explica que en México, por
ejemplo, el 40 por ciento de los niños que cursan sexto grado han
superado el nivel educativo de sus padres. Este es un resultado sumamente
positivo. Pero al mismo tiempo los padres del 10 por ciento más
rico de la población están invirtiendo mucho más
en la educación de sus hijos que llegan a niveles muy superiores
a los de sus progenitores. Y es posible que la distancia entre esos menores
y los de familias pobres vayaen aumento. Así, la diferencia se
reduce en cuanto a promedio de años de escolaridad, pero se acentúa
en cuanto a la calidad de la educación.
Marcela Collado, desde su experiencia en el aula, le pone otras palabras
a la inequidad. No es justo que las criaturas sufran lo que están
sufriendo. A mí me indigna que mis alumnos no tengan lo mismo que
mis hijos ¿Por qué esas diferencias? Y, de última,
mis hijos tienen una mamá maestra y la suerte de comer todos los
días, nada más. Quagliarielo abunda en que la
escuela en teoría garantiza la misma propuesta para todos pero
no se puede cumplir. Si la maestra prepara una clase de geografía,
el chico después no tiene un mapa donde fijarse y menos papel para
calcarlo.
En América Latina, los datos históricos son contundentes
sobre la incidencia de la educación en una mayor equidad social.
En Brasil, el 10 por ciento de la población con más ingresos
gana casi 60 veces más que el 10 por ciento con menos ingresos;
en Uruguay, el país con menor desigualdad, esa relación
es de 18 veces y en México es de 40 veces. Todos los países
con menor desigualdad relativa entre ellos Argentina, a pesar de
la concentración del ingreso-. son aquellos que hicieron de la
expansión educativa una prioridad política por lo menos
durante los últimos 50 años.
Reimers asegura que la mejor política que puede seguirse
para aumentar las posibilidades de que los pobres salgan de la pobreza
es darles oportunidades educativas. Es obvio que la educación sola
no puede reducir la pobreza y que un mayor nivel de escolaridad no se
traduce necesariamente en la generación de un empleo, son necesarias
políticas que se complementen en los campos de inversión
en educación y salud, y en la generación de empleo y otras
formas de compensación para incidir efectivamente sobre la pobreza.
El economista propone que para eliminar las brechas en las oportunidades
educativas de los pobres y los no pobres, las acciones de políticas
educativas deben centrarse en las oportunidades de los pobres, y no en
la búsqueda del aumento de la calidad global del sistema educativo.
Esto permitirá empujar al sistema desde la base.
La pedagoga Guillermina Tiramonti, en su libro Modernización educativa
de los 90, sostiene que el profundo deterioro de las condiciones
de vida de buena parte de la población colocó a las escuelas
públicas en el lugar de la asistencia y de la prevención
de las situaciones de riesgo, curvando la vara a favor de una tarea pedagógica
de baja intensidad y una socialización con escasa capacidad para
modificar las biografías sociales de los alumnos.
La polarización social que cristaliza la existencia de distintos
circuitos educativos agudiza los pronósticos a mediano plazo sobre
el papel que jugarán los países periféricos en la
sociedad del conocimiento. El especialista en educación superior
chileno, Joaquin Brunner explica que el último informe sobre capital
humano de alta competencia que compara la comprensión lectora de
textos complejos en países desarrollados muestra que un egresado
universitario de América Latina tiene sólo un nivel equivalente
a un secundario de Finlandia.
Informe base: IIPE-Unesco
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