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ENTREVISTA A LA TEATRISTA MARIANA ANGHILERI
Escenarios de la identidad

Actriz, directora y dramaturga, tiene 24 años y es hija de padre desaparecido. �Puentes�, su nueva puesta, propone un viaje en clave arltiana.

Por Silvina Friera

Mariana Anghileri disfruta del buen momento artístico que está viviendo. “Nunca me hice cargo respecto de si soy actriz, directora y dramaturga, y eso me facilita las cosas. Escribir deviene de la actuación y de la dirección. Siento que es un mismo camino”, explica. En la esquina de Humahuaca y Gallo, en pleno corazón del Abasto, esta joven artista de 24 años, directora y coautora de 3Ex, una de las obras argentinas que más sedujo a los curadores y al público del III Festival Internacional de Teatro, cuenta el origen de su nuevo montaje, Puentes, que se presenta en La Fábrica Ciudad Cultural, Querandíes 4290, todos los domingos a las 20 y 21.30. “Soy muy miedosa y el año pasado estaba tanto tiempo en La Fábrica con las funciones de 3Ex que me parecía que había unos fantasmas tremendos y sentí la necesidad de contar un policial. Además, tengo la impresión de que por ese lugar pasó la historia argentina, por eso me parece importante que La Fábrica se sostenga como cooperativa”, confiesa Anghileri en la entrevista con Página/12.
Con el murmullo de esos fantasmas atormentándola, la actriz escribió Puentes junto a Mariana Chaud. La obra transcurre en 1956, después de la caída de Perón y en el comienzo de la debacle de la industria nacional. Anghileri propone un recorrido por los vericuetos de IMPA a través de las catorce escenas que componen el montaje, ambientadas por el artista plástico Roberto Fernández, también escenógrafo de 3Ex. De los siete personajes sombríos que deambulan por las instalaciones de IMPA como si hubieran salido de la pluma de Roberto Arlt, hay dos obreros, un encargado de vigilancia y cuatro hombres que están armando una sociedad anónima con el pretexto de sacar la fábrica adelante. “El espectador va espiando las escenas. Hay un asesinato, un momento de quiebre en donde aflora lo más miserable de las personas. Cada uno intenta salvarse y ascender, sin importarle nada”, subraya la actriz, que participó del ciclo Teatro por la Identidad con Hijas, pieza de la que es autora, directora y actriz.
Los espectadores de Puentes (apenas 20 personas por función que deberán comunicarse al 4-862-6561 para reservar localidades) se van desplazando por la fábrica como en un viaje en el que deben decodificar las pulsiones que mueven a los personajes interpretados por Carlos Tkizian, Diego Velázquez, Juan Branca, Leo Granulles, Marcelo Nacci, Matías Chebel y Policastro. Con esta puesta, Anghileri renueva su cautivante relación con IMPA, en donde estrenó 3Ex, esa cajita negra en la que tres personajes, iluminados únicamente por un proyector de diapositivas, acaban de finalizar sus historias de amor. En 3Ex (los viernes a las 23 en La Fábrica) la directora yuxtapone con sutil belleza el lenguaje cinematográfico en un código teatral.
–¿En Puentes hay una atmósfera conspirativa dentro de la fábrica?
–Totalmente. Lo que va sucediendo está por debajo de lo que se está diciendo, hay una pantalla todo el tiempo. Necesitábamos investigar cómo era la época porque ni Mariana (Chaud) ni yo, que tenemos 24 años, vivimos a fines de los años 50. Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, nos dio el contexto y fue un punto de partida.
–¿Cómo buscaron el modo de hablar de esos personajes?
–Nos costó encontrar ese código: son todos hombres, son más grandes que nosotras y teníamos que pensar en otra época. Empezamos a probar, a leer, a investigar con palabras, con escenas posibles, hasta que encontramos el tono en el que hablaban. La angustia que me movió a escribir Puentes está vinculada con la situación social que se está viviendo en el país. Me sigue angustiando tanta miseria. La historia se repite y necesitaba colaborar de algún modo, desde lo que sé hacer, para que algo cambie.
–¿Participar en Teatro por la Identidad fue un modo de cerrar su historia?
–En mi caso, hablar de la identidad tenía que ver con una ausencia. Empecé a relacionarme con esta ausencia y con esa sensación de espera permanente, de que mi padre aparezca. Fue un trabajo delicado porque me sacudió muchas cuestiones internas. Me saqué la piel vieja y empecé a enfrentarme a eso. Fue una vuelta de tuerca necesaria y positiva para mi historia familiar.
Un hilo de emoción recorre la mirada de Anghileri cuando revela que nació después de la desaparición de su padre, un fotógrafo que militaba en Montoneros. “Los recuerdos me los armé yo, con lo que me contó mi abuela y gente que conoció a mi viejo.” La única foto que tiene de su padre es de cuando él tenía 18 años. “Está con el pelo largo, oliendo una flor. Era un hippie”, lo define con ternura. Aunque nació en Junín y vivió algunos años en Luján y en Córdoba, Anghileri se instaló definitivamente en Buenos Aires a los 13 años. Debutó como actriz en Mujeres de carne podrida (1998), dirigida por José María Muscari. Ese mismo año actuó en Pornografía emocional, también bajo la dirección de Muscari. En cine trabajó en Esperando al Mesías y en Sábado, ópera prima de Juan Villegas, película que participó del Festival de Cine Independiente 2001, que se estrenará el próximo mes. A pesar de que estudió dirección cinematográfica en la Universidad del Cine, confiesa que todavía necesita tomarse un tiempo para dirigir una película. “Vengo de dos años sin parar, tengo ganas de descansar, de actuar y de nutrirme. Hace tiempo que no tengo mucho espacio para leer, estudiar y aprender”, se sincera Anghileri.

 

 

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