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DINAR LINEAS AEREAS

DOS MUERTES INESPERADAS POR ANTRAX DEJAN PARALIZADA A LA CAPITAL NORTEAMERICANA
Ayer la peste medieval llegó a Washington DC

Fue peor que el peor escenario. No hubo más hospitalizados: hubo dos trabajadores postales muertos, que el gobierno norteamericano tuvo que reconocer como casos del ántrax más letal. Hay pánico por la posibilidad de miles de infectados.

Página/12
en Washington
Por Gabriel A. Uriarte
Desde Washington D.C.

Dos muertos, dos personas en el hospital, otras 41 expuestas. Ese era el motivo, un buen motivo, para que Washington D.C., la capital de Estados Unidos, entrara ayer en pánico. Por primera vez, la noticia vino de boca del gobierno, sin ningún tipo de filtración previa o anticipo en los medios. Eso lo hizo aún peor. Poco después de la una del mediodía se celebró una conferencia de prensa frente al hospital general de Washington D.C. Se esperaba que dieran a conocer lo que ya todos conocían: había dos empleados postales infectados con ántrax pulmonar, el más letal y difícil de tratar, y varios más expuestos. La peor hipótesis, lo peor que podía pasar, era que aumentara el número de gente hospitalizada. Eso no sucedió, porque ya era demasiado tarde. La gente que hubiera engrosado la lista había estado efectivamente en el hospital, pero ahora estaba en la morgue. Dos empleados postales, dos hombres, habían muerto la semana pasada tras presentar síntomas que “casi seguramente reflejan una infección con ántrax pulmonar”.
Tierra arrasada, cuarentena, pánico. No pasó una hora para que la capital comenzara a parecerse a una ciudad medieval azotada por la plaga. Nadie entregaba correo porque el departamento de correo fue clausurado hasta nuevo aviso, los carteros estaban en tratamiento de 60 días de CIPRO y nadie quería recibir el correo porque nadie quiere tocar cualquier tipo de sobre. Desde hace varios días se podían ver contenedores de plástico llenos de sobres en los vestíbulos de edificios de apartamentos: ahora estaban tirados en la calle, envueltos o no en siniestras bolsas negras de basura. Incluso esas bolsas podrían ser una “amenaza a la salud pública”. Según las autoridades municipales, ninguno de los empleados postales muertos u hospitalizados había abierto ninguna carta, lo que indica que el ántrax dentro es perfectamente capaz de filtrarse con resultados letales. Negar esto había sido el argumento del servicio de correo local para no haber evacuado sus oficinas el segundo en que se descubrió la primera carta-Antrax en el Senado. “El Centro de Control de Enfermedades (CDC) nos dijo que no había peligro porque el Antrax no podía escaparse de sobres sellados”, explicó la portavoz local en la misma conferencia de prensa donde se informó de las muertes.
No podía esperarse que esto calmara la furia que sentían los carteros que hacían muy largas colas frente al Hospital General en calle 19 y la avenida Massachusetts (Página/12 contó casi cien a las tres de la tarde). Efectivamente, no lo hizo. “Me parece muy claro que nos consideraron sacrificables: cuando apareció el ántrax en el Congreso evacuaron a todos, les hicieron tomar exámenes y les dieron CIPRO, mientras que a nosotros nos dijeron que estaba todo bien”, exclamó Phillip, de 34 años. Otro enfatizó que “yo y otros compañeros fuimos a los jefes para preguntarles si había que evacuar el edificio, y nos dijeron no, no, no se preocupen”.
Las denuncias de que se había considerado a los empleados del correo menos importantes que los del Capitolio tomaban un cariz inquietante por el hecho de que la gran mayoría de los primeros son negros, y todos de clase media baja, lo cual no es el caso, cabe aclarar, con los segundos. El alcalde Anthony Williams intentó calmar esta furia al enfatizar que sus padres eran carteros, y negros también. Quizá ese testimonio personal habría funcionado y quizá no, pero el caso es que Williams pasó a arruinar todo unos minutos después con su insistencia en reabrir el centro postal lo antes posible. “No soy médico pero entiendo que es perfectamente posible trabajar ahí sin riesgos, con las áreas contaminadas debidamente selladas”, consideró ante la CNN. “¡Que venga él a trabajar a ese lugar demierda si tanto quiere reabrirla! Yo no pongo pie ahí nunca más”, exclamó Phillip cuando fue preguntado acerca de esa decisión.
Los sentimientos de quienes usan el correo no son muy distintos. De hecho, la próxima gran crisis del ántrax en Washington DC muy probablemente ocurrirá con los miles de posibles destinatarios involuntarios del ántrax enviado a la capital. Todo indica que las cartas que infectaron a los empleados postales no eran las que fueron enviadas al Congreso; es decir, hay que presumir que fueron recibidas por alguien, quien ni siquiera las tendría que haber abierto para ser infectado. Además, también hay que tomar en cuenta las miles de personas que pasaron por la central postal infectada, la de Brentwood, que maneja el correo de toda la capital, y no por un día, sino por los siete días que pasaron desde que se descubrió la carta-ántrax del Senado. Con esas cifras, aun una proporción de infección de un 0.65 por ciento (la registrada hasta ahora en el correo, que bien podría aumentar) significaría cientos o posiblemente miles de infectados.
Para medir las consecuencias del atentado, la distinción entre “infección” y “exposición” al ántrax no es tan importante como parece: aun quienes reciben “tratamiento profiláctico” deben pasar 60 días tomando CIPRO, cuya efectividad contra el ántrax deriva precisamente de su potencia, lo que causa como secundarios tales como “náusea, diarrea, serias infecciones cutáneas, e incluso daño al sistema nervioso por sobreestimulación al cerebro”, según el doctor Edward Bottone, un experto del Mount Sinai School of Medicine de Nueva York. Y esto ocurre con tratamiento supervisado por profesionales: quienes se automedican pueden esperar resultados “dolorosos y posiblemente mortales”.
El Congreso, al menos, ya tomó su decisión. Ayer el jefe de la policía del Capitolio, Dan Nichols, anunció que solamente el edificio del Capitolio permanecerá abierto. El resto de los edificios en Capitol Hill, donde se maneja la mayor parte del trabajo, permanecerá cerrado por tiempo indefinido mientras se realizan exámenes exhaustivos, tanto más dilatados por ser exhaustivos, ya que se está lidiando con casi diez edificios que ocupan una cuadra cada uno. Como anticipó este enviado de Página/12 el domingo, los congresistas deberán trabajar desde “lugares seguros” establecidos desde hace tiempo en caso de guerra nuclear u otra crisis que amenazara el funcionamiento de la capital norteamericana. Como ésta.

Claves
- Dos muertos, dos hospitalizados y 41 expuestos es el saldo creciente de los casos de ántrax conocidos ayer en Estados Unidos, que puede escalar a miles. Continúan los análisis de los edificios del Congreso.
- El juez Canicoba Corral pidió un nuevo análisis de la carta con ántrax recibida en Buenos Aires. La empresa que envió la carta quiere una contraprueba .
- Cientos de personas se agolparon nuevamente en el Hospital Muñiz, preocupadas por alguna correspondencia recibida.
- Los talibanes afirmaron haber derribado dos helicópteros de EE.UU. en Afganistán.

LA CASA BLANCA ANUNCIO QUE ROMPERA EL TABU DE LAS PATENTES MEDICAS
Ante el pánico, consulte a su genérico

Por Heather Stewart,
Charlotte Denny
y Andrew Clark*
Desde Londres

El laboratorio alemán Bayer, que fabrica el Cipro para el tratamiento anti-ántrax, apoyó las medidas tomadas por el gobierno de Estados Unidos para promover antibióticos rivales que combaten la enfermedad. La decisión, que en la Bolsa provocó una baja del dos por ciento en las acciones de la empresa, alivia al gobierno de Estados Unidos, que enfrentó llamados para que se ignore la patente de Bayer y se permita que las empresas rivales fabriquen versiones más baratas de Cipro. La preocupación por la disponibilidad de los tratamientos creció mientras los temores a una epidemia de ántrax se esparcen por Estados Unidos. Un vocero de Bayer, que planea aumentar su producción a 200 millones de tabletas en los próximos tres meses (suficiente para tratar de 10 a 12 millones de personas), dijo que la empresa apoyaba la moción de declarar al antibiótico basado en doxaciclina como un tratamiento para todas las formas de ántrax. “Apoyamos esto por la amenaza que implica a la salud pública”, dijo. “No tiene nada que ver con nuestra patente.”
El gobierno de Estados Unidos había resistido hasta ahora los pedidos de senadores y lobbies de consumidores de aumentar el abastecimiento de Cipro permitiendo a laboratorios rivales la producción de versiones genéricas de la droga. “No creemos que por el momento haya necesidad de obviar la patente”, le dijo el domingo Anthony Jewell, un vocero del departamento de Salud de Estados Unidos al New York Times. El secretario de Salud Tommy Thompson ya ha dicho que sería ilegal anular la patente de Cipro.
Las leyes globales sobre los derechos de la propiedad intelectual permiten que los gobiernos suspendan las patentes en casos de emergencias nacionales de salud. El gobierno canadiense utilizó los ataques de ántrax la semana pasada en Estados Unidos para autorizar al laboratorio local Apotex a copiar el Cipro, acción que ayer fue condenada como “oportunista” ayer por la industria de los laboratorios. Harvey Bale, director general de Federación Internacional de Industrias Farmacéuticas, dijo: “Si hubiera una epidemia de ántrax, sería una cosa. Pero lo que tenemos aquí son nueve casos en Estados Unidos, un caso en Kenia y uno en Argentina, y ninguno en Canadá. Nadie en su sano juicio le negaría a los gobiernos el derecho a tomar las medidas necesarias para proteger la salud pública, si existiera una problema de capacidad. Pero no es lo que vemos aquí”.
Las acciones de Bayer subieron casi un 40 por ciento al principio de los ataques con ántrax en Estados Unidos, pero su precio cayó en medio de crecientes especulaciones de que otros gobiernos seguirían la medida de Canadá. Bayer ha estado en estrecho contacto con la administración de Estados Unidos desde que comenzaron los ataques, insistiendo en que puede hacer frente a las demandas de reservas de emergencia. Bayer tiene los derechos exclusivos para producir Cipro en la mayoría de los mercados hasta 2003. La droga cuesta casi 350 dólares por mes comparado con 10 dólares por mes en la India, donde la droga genérica es producida por distintos laboratorios.
Los parlamentarios demócratas han insistido a la Administración Bush que derogue la patente de Bayer. Este tema es observado de cerca por las sociedades de beneficencia tales como Oxfam, que quieren un cambio más amplio a la ley de patentes que permita la producción de drogas más baratas para el tratamiento de sida en Africa. Bayer insistió en que la empresa sólo estaba logrando una modesta ganancia con Cipro. La vocero Christina Sehnert dijo que vendía Cipro a precios reducidos a las autoridades sanitarias. Bayer comenzó a producir Cipro 24 horas por día, siete días a la semana. Se propone reabrir una fábrica de naftalina en Alemania para poder enfrentar la demanda. Cuando se informó sobre el primer caso de ántrax en las oficinas de un diario en Florida, la demanda de Cipro se triplicó, y luego se duplicó nuevamente cuando el ataque se repitió en Nueva York y en Washington.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère.

debates

Por James Neilson.
El Malo está en todas partes

Existe Osama bin Laden? Es de suponer que realmente hay una persona de carne, hueso y barba larga de tal nombre, pero esto no quiere decir que también sea el ser siniestro que se las ha arreglado para asustar a amas de casa en Villa Crespo enviándoles sobres llenos de esporas de ántrax. Según parece, ya hay miles de argentinos convencidos de que el Malo -así lo llama George Bush II– los tiene en la mira y que, en un esfuerzo desesperado para salvarse, están haciendo cola frente al hospital municipal más cercano. Pero el Malo no se saldrá con las suyas. Desde Tierra del Fuego hasta Groenlandia, pasando por Nauru –islote del Pacífico ya repleto de afganos que preferirían estar en Australia–, las autoridades locales están tomando las medidas indicadas para frustrarlo, instruyendo a todos a vestirse como astronautas, estar atentos por si el cartero murmura versículos coránicos y quedarse en casa hasta que el peligro se haya ido, algo que acaso no ocurra hasta bien entrado otro milenio. Puesto que por ahora suman precisamente tres la cantidad de muertos atribuidos a la guerra biológica supuestamente teledirigida por el saudita cuya sed de sangre lo ha convertido en el ídolo máximo de turbas musulmanas y de occidentales desquiciados de otros cultos, se habrá tratado de la campaña psicológica más exitosa que se haya visto desde que los marcianos de Orson Welles desembarcaron en la costa este de Estados Unidos.
Osama bin Laden y los miles de aspirantes a mártires que ha adiestrado y mandado a dormir en un centenar de países cuentan con un aliado muy pero muy poderoso: la necesidad que tantos sienten de creerse amenazados por un enemigo de malignidad incomparable. Seguimos siendo de la misma especie que los cavernícolas que además de hacer frente a muchos peligros auténticos inventaban otros todavía peores. Para una franja creciente de musulmanes, dicho enemigo es Estados Unidos, el Gran Satanás de las arengas clericales. Para muchos otros, está resultando ser Bin Laden, el fanático que se dice es responsable no sólo de las atrocidades perpetradas en Nueva York y Washington sino también de la caída de las bolsas y del bioterrorismo que está asolando Buenos Aires a pesar del heroísmo de los hombres vestidos de amarillo. Es que el miedo simplifica: en una época tan complicada como la nuestra, lo que la mayoría más quiere es tener las cosas bien claras, impulso éste que antes de agotarse, si es que lo hace, terminará dividiendo a la humanidad en dos bandos que se dediquen a destruirse mutuamente. Actividad que nunca ha carecido de partidarios fervientes.

HERMANN TERSTCH.
La era del miedo total

De repente está presente. En todas partes. En los restaurantes de Madrid como en la Sorbona de París, en el metro de Moscú y en los aeropuertos de Pekín, en oficinas en Nigeria y en los mercados mexicanos, en la mirada de los viajeros en avión y en la cabeza de todos los carteros. Hasta en el último rincón en los cinco continentes. Y más que en ningún otro lugar del mundo, en los hogares, edificios públicos y calles de quienes más protegidos e invulnerables se han sentido siempre: los ciudadanos de Estados Unidos. Es un sentimiento que se extiende como las grandes epidemias medievales. Se multiplica como las bacterias. Amenaza con arrebatar los sentidos a los hombres, el común y los demás. Un gran fantasma recorre el mundo y ha sumido a individuos y sociedades en una existencia hasta ahora desconocida para las generaciones vivas: el miedo.
“Nuestra sociedad tiene miedo, luego está claro que el ataque ha cumplido su misión”, dice el psiquiatra Luis Rojas Marcos, el máximo responsable de la sanidad pública de la ciudad de Nueva York. “Han conseguido desestabilizar esta sociedad atacando a la confianza pública. Un proverbio chino dice ‘mata a uno y asusta a diez mil’. En este caso se ha matado a miles y asustado a millones.” Este español, máximo responsable de la Sanidad de Nueva York, debatió con el alcalde Giuliani la amenaza del ántrax. Sabían que, si recomendaban a todo el inmenso equipo de Correos de la ciudad el llevar guantes, lo harían. Es un trabajo que consiste en manejar nada menos que entre 2000 y 3000 millones de sobres y objetos diariamente. Pero la propia medida protectora tiene inevitablemente efectos contraproducentes. “Eso fomenta el miedo. La gente ve que se reparte con guantes el correo y esto contagia la aprensión”.
Tras los gratuitos miedos milenaristas de los últimos momentos del siglo XX, gran parte de la sociedad más desarrollada, formada y compleja de nuestro mundo posmoderno siente hoy lo mismo que los habitantes de ciudades medievales ante la amenaza de la peste. El ántrax y la guerra biológica, los enemigos que no temen castigo alguno, el desorden total en un mundo convertido en aldea y la inminencia del peligro físico para uno mismo o los seres queridos han dinamitado, quién sabe para cuánto tiempo, esa quimera de seguridad que muchos creían no sólo cierta sino definitiva. José Miguel López Ibor, director de la clínica psiquiátrica que lleva el nombre de su padre, considera que es necesario que la sociedad sea consciente de que la seguridad absoluta no existe, y dice que “el miedo es una reacción normal ante un peligro evidente, y éste lo es”. Pero también insiste en que el miedo sirve como argumento psicológico y social para progresos colectivos. Es decir, se establece un peldaño de progreso cuando las sociedades superan miedos, ya sea a la enfermedad o a la guerra. Al mismo tiempo, advierte que “el miedo colectivo se contagia. Y provoca un fenómeno colectivo de egoísmo. La gente exige a los demás que arreglen las cosas mientras a ellos no les pase nada”.
El cambio de actitudes personales y sociales cuando acabe la crisis mundial en la que nos hallamos es perfectamente imprevisible. Pero sí parece claro que las sociedades desarrolladas al menos han entrado en un proceso de profunda transformación. Hay quienes auguran concesiones de la ciudadanía en su derecho a la intimidad a cambio de dicha seguridad. Hay quienes temen que este estado de ánimo sea utilizado por quienes quieren reforzar su control desde el poder sobre el individuo. El miedo puede llevar a los gobernantes y a la humanidad en general a recapitular, reflexionar y enmendar errores o dejaciones pasadas. Solo cabe esperar que la reacción sea beneficiosa para un mundo que hoy está en plena convulsión.

 

 

 

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