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Abriendo el camino para que otro haga el trabajo de tomar Kabul

Página/12
en Pakistán
Por Eduardo Febbro
Desde Islamabad y Peshawar

Más allá de la guerra de información que están librando Estados Unidos y los talibanes –que dijeron haber derribado dos helicópteros norteamericanos– en el plano estrictamente militar, la aviación estadounidense concentró sus ofensivas de ayer atacando por tercer día consecutivo las líneas del frente talibán en el sector norte de la capital afgana Kabul. Los medios militares paquistaníes estiman que este desplazamiento de la ofensiva norteamericana hacia el norte traduce la voluntad de Washington de “abrir el camino” de Kabul a las tropas de la Alianza del Norte, que se encuentran a unos 40 kilómetros de la capital. Pero este “abrir el camino” tiene sus bemoles: según algunos testigos, sin confirmación independiente, dos bombas habrían caído en posiciones de la alianza antitalibana.
Para los analistas paquistaníes, esta nueva orientación de los bombardeos confirma que el operativo militar entró en otra fase que comprende “nuevos imperativos tácticos” que apuntan principalmente a despejarle a la Alianza del norte las rutas hacia Kabul. Varios testigos vieron con claridad cómo los aviones estadounidenses atacaban repetidamente las primeras líneas de la milicia talibana. Al parecer, si el objetivo de la operación consiste en acabar con el régimen antes de que empiece el invierno, ahora es preciso “acelerar” la progresión de la Alianza permitiéndole acercarse a Kabul y tomar la estratégica ciudad de Mazar-i-Sharif, sobre la cual hubo intensos combates y bombardeos sin que los talibanes pudieran ser derrotados. Si esta localidad del norte cae en manos de los antitalibanes, un gran espacio del territorio quedaría abierto y bajo control aliado facilitando así las operaciones terrestres conjuntas de la Alianza del Norte y de las tropas norteamericanas.
A pesar de la lluvia de bombas que cae desde hace 15 días sobre las estructuras militares del régimen, el gobierno talibán afirmó ayer que “apenas el 10 por ciento de las capacidades militares del país fue destruido”. Conscientes de que la campana aérea tiene sus límites y de que un despliegue terrestre se torna necesario, la milicia afgana anunció que había distribuido nuevas fuerzas a lo largo del territorio esperando a los soldados norteamericanos. El régimen talibán decidió distribuir lanzacohetes, ametralladoras pesadas y baterías antiaéreas por todo el país y enviar, en especial, efectivos al norte del país para resistir la ofensiva de la Alianza del Norte.
Con su habitual verbo iluminado, el jefe supremo de los talibanes, el mullah Mohammad Omar, declaró que su milicia se “beneficiaba con la intervención de Dios” y prometió “la felicidad eterna en el paraíso a todos aquellos que mueran como mártires peleando contra la agresión norteamericana”. Pero no todos fueron elogios. Omar también ordenó a sus seguidores que devuelvan los bienes saqueados en las oficinas de la ONU en Kabul.
Por su parte, el presidente pakistaní Pervez Musharraf habló ayer en urdu al país. Destacó que su alianza con Estados Unidos “reportará dividendos”, refiriéndose a la condonación de parte de su deuda externa, y que de no haber colaborado con Washington “el país habría quedado aislado, lo que representa una amenaza muy seria”.

SIGUEN LOS COMBATES EN KASHMIR
Un escuadrón suicida

Por Rory Carroll
Desde Quetta

La tensión entre India y Pakistán sobre la disputada provincia de Kashmir creció ayer cuando los guardias de seguridad indios interceptaron y asesinaron a un escuadrón suicida islamista en una batalla armada en la base de la Fuerza Aérea de Quil, en Awantipora. Los cuatro guerrilleros murieron justo el día después de que un frágil cese de fuego de un año de duración estuviera al borde del colapso por el derramamiento de sangre del fin de semana. “Cuando el jeep en que viajaban los militantes fue detenido en el portón por un guardia desarmado, los militantes abrieron fuego”, dijo en Nueva Delhi el brigadier Jaspaul Singh, un vocero del ejército. Se encontraron armas y municiones en el jeep, pero el brigadier Singh declinó decir si se habían hallado explosivos. La base aérea, a 35 kilómetros al sur de Srinagar, la capital de Kashmir, no fue dañada.
Lashkar-e-Tayyaba, un grupo guerrillero basado en Pakistán, se adjudicó la responsabilidad del ataque y afirmó que había dejado ocho soldados indios muertos. La policía india dijo que un guardia de seguridad y un civil habían muerto. Las agencias de noticias informaron que tres miembros de la fuerza aérea y un paracaidista paramilitar también habían resultado heridos. Los escuadrones suicidas del grupo, los llamados “fidajin”, han lanzado varios ataques en los últimos dos años como parte de una revuelta contra el régimen indio en el estado mayoritariamente musulmán que Pakistán considera como propiedad robada por su rival nuclear.
Pakistán admite su apoyo diplomático y moral a los guerrilleros, a los que considera luchadores de la libertad. Por lo menos 18 personas, incluyendo 13 militantes islamistas, murieron en batallas armadas durante el fin de semana. Pakistán dijo que los civiles habían resultado heridos después que tropas indias abrieran fuego frente a la Línea de Control, que divide a los dos países. El 1º de octubre, un escuadrón suicida hizo explotar un automóvil en la puerta de la Legislatura del estado en Srinagar antes de abrir fuego con ametralladoras, dejando 40 personas muertas y una brecha en el cese de fuego. Jaish-e-Mohammed, otro grupo basado en Pakistán, se declaró responsable por el ataque, aunque luego lo negó.
En otro incidente, el ejército indio dijo que el fuego a través de la frontera se cobró la vida del teniente Anoop Kumar en el sector de Nowshera, a unas 60 millas al noroeste de Jammu. La tensión aumentó más por un fuego que destruyó 70 casas e hirió a 30 personas en un pueblo sobre la línea de cese de fuego que divide India y Pakistán.

 

 

 

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