Por David Cufré
y Alfredo Zaiat
El lunes por la noche, en el
más absoluto secreto, Domingo Cavallo tomó un avión
de línea con destino a Nueva York. Muy pocos en el Gobierno estaban
al tanto de la gestión que encararía, al punto que funcionarios
y diputados lo estuvieron llamando ayer desde temprano sin poder dar con
él. Pero tanta discreción naufragó por las complicaciones
que surgieron en la negociación con los gobernadores, quienes se
terminaron enterando de esa misión relámpago a Estados Unidos.
En el Ministerio de Economía confirmaron que Cavallo se encuentra
en aquel país, y que se reunió con importantes hombres
de las finanzas, pero sin mencionar quiénes ni por qué.
Página/12 pudo establecer que también mantuvo contactos
con funcionarios de la Reserva Federal de Nueva York y del Tesoro de Estados
Unidos, área clave de la administración Bush que participa
en todas las negociaciones para encontrar alternativas de rescate para
la economía argentina. En cada una de las reuniones, Cavallo ratificó
que Argentina tiene la voluntad de cumplir con sus compromisos y que implementará
todas las medidas necesarias para alcanzar el Déficit Cero. Pero
advirtió que también se está quedando sin margen
de maniobra para evitar lo peor si no hay un apoyo decidido de Estados
Unidos a través de los organismos financieros. En concreto, más
dólares en calidad de garantía para estructurar otro megacanje
de deuda. Fernando de la Rúa deposita en Cavallo la esperanza que,
esta vez sí, en esta misión secreta, que ya dejó
de serla, su amigo mediterráneo saque un conejo de la galera para
dejar atrás la depresión económica.
Esta vez no hubo intermediarios. Cavallo, quien al asumir como ministro
de la Alianza calificaba de miopes e ignorantes
a los operadores de Wall Street, y decía que no tenía tiempo
para recibir a los auditores del Fondo Monetario, ahora se escabulló
en medio de negociaciones cruciales con los mandatarios del interior para
jugar su suerte a lo que pueda cosechar en Estados Unidos. El hecho de
que haya ido personalmente evidencia que está jugando al límite.
La misión era tan secreta que ni la embajada argentina en Estados
Unidos ni el consulado de Nueva York estaban al tanto del viaje del ministro.
Para decidir este viaje, Cavallo lo consultó con muy pocos. No
quería que le repitieran que no tenía sentido ir a Estados
Unidos sin tener atado un apoyo explícito, tanto de la administración
Bush como del Fondo Monetario. Esto último le sucedió hace
dos semanas, cuando tenía toda la intención de reunirse
con las máximas autoridades de ese organismo, y la mayoría
de su equipo le recomendó lo contrario. Incluso llegaron a realizar
una consulta telefónica con la número dos del FMI, Anne
Krueger. Como era de esperar, la representante de Estados Unidos en el
Fondo expresó con el más elemental sentido común
que lo mejor sería que el Gobierno cerrara un acuerdo con las provincias
para luego presentarse en Washington.
Antes, tras el atentado a las Torres Gemelas, también el mediterráneo
quería agarrar la valija y recorrer él mismo las principales
plazas financieras internacionales para recoger apoyos para Argentina.
En esa oportunidad, fue persuadido que era mejor que Daniel Marx realizara
esa misión. Finalmente, el viceministro efectuó la gestión
con muy poco éxito: regresó con las manos vacías.
Más atrás, cuando se estaba definiendo el acuerdo con el
FMI, en agosto pasado, y las negociaciones se estaban empantanando con
casi todo el equipo económico en Washington, Cavallo estuvo a punto
de hacer el check in en Ezeiza convencido que sólo él podía
destrabar el paquete de salvataje. Otra vez, lo dejaron con las ganas.
Pero, esta vez, se fue con la única compañía de un
asistente, y la mayoría del equipo económico se enteró
del viaje cuando ya estaba arriba del avión, al igual que gran
parte del Gobierno. Sólo Fernando de la Rúa y Chrystian
Colombo sabían de esa misión secreta. Del mismo modo que
se cansó de algunos de sus colaboradores, al considerar que no
son ni ejecutivos ni audaces, también se hastió de quedar
en un segundo plano enlas negociaciones con el Tesoro y el FMI y en el
trato con los bancos internacionales. El primero estaba siendo ocupado
por Marx, que, si bien le corresponde por su área, ha adquirido
una autonomía que irrita al mediterráneo.
Cavallo estuvo ayer en Nueva York y hoy podría ir a Washington,
antes de regresar mañana a Buenos Aires. Dos encumbrados miembros
de su equipo afirmaron a este diario que el viaje fue para atender
cuestiones personales y que aprovechó para juntarse
con alguna gente. Uno de ellos señaló que el principal
motivo era encontrarse con su hija. No parece el mejor momento, teniendo
en cuenta que hace quince días que se aguardan anuncios trascendentes
de medidas económicas, el Gobierno está en medio de una
negociación durísima con los gobernadores y está
pendiente una reestructuración del gabinete. Más bien, la
explicación de sus alfiles parece querer restar importancia al
viaje, tal vez temiendo un resultado adverso de las negociaciones.
Cavallo necesita enviar urgentes señales de que podrá pagar
la deuda. Cada día repican en las pantallas de inversores de todo
el mundo noticias desastrosas sobre la economía argentina, desde
caídas en la producción y la recaudación, hasta desalentadores
editoriales de los principales diarios de Estados Unidos y Europa. The
Wall Street Journal, The New York Times, The Washington Post, Financial
Times, The Economist, cada uno a su turno, han coincidido en las últimas
semanas en el mismo pronóstico: Argentina declarará la cesación
de pagos. Además, la calificadora de riesgo Standard & Poors,
antes de concretarse la operación de canje con las AFJP, adelantó
un informe advirtiendo que declararía en default a la Argentina
si se definía esa transacción en las condiciones que habían
trascendido. Cavallo fue a encontrarse con los hombres de las finanzas
de Nueva York para contrarrestar esa embestida, que amenaza con derrumbar
lo poco que queda de su plan. Y para solicitar al gobierno de Estados
Unidos y a los organismos de crédito multilaterales que apuren
su ayuda a la Argentina. El mediterráneo procura que se adelante
el desembolso de 3000 millones de dólares prometido por el FMI
para el próximo año, y que el Banco Mundial y el BID se
sumen rápidamente al paquete de auxilio.
OPINION
Por Martín Granovsky
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Ajustar, durar, vetar
y tolerar
Fernando de la Rúa luce abrumado. O atribulado. O agobiado.
El adjetivo depende de quien lo ponga, pero la sensación
fue muy comentada ayer en el viaje que el Presidente realizó
hasta las zonas inundadas de Buenos Aires, primero hasta Olavarría
en avión y de ahí en helicóptero a Carlos Casares.
Ausentes Domingo Cavallo (en Estados Unidos) y el secretario del
área Marcelo Regúnaga, estuvieron con De la Rúa,
entre otros, Carlos Ruckauf, Felipe Solá, Olivera, Héctor
Lombardo y José Horacio Jaunarena.
Ninguno de ellos, sin embargo, vio a De la Rúa dubitativo,
lo cual coincide más con la realidad que el folklore habitual
sobre el Presidente. Más allá de su estilo desconcertante
para anunciar los cambios en el gabinete, De la Rúa no duda
en un puñado de temas. Se abraza cada vez más al Déficit
Cero, que le permite ajustar a ver si alguna vez comienza el círculo
virtuoso de la producción y el consumo. Está convencido
de que cualquier otra cosa que haga sería peor que la actual.
Quiere seguir con la Convertibilidad aunque la Argentina sea insustentable.
Cree en la ortodoxia que el recomienda el Cavallo bis, posterior
al Cavallo heterodoxo de fines de marzo. Y, mientras, intenta que
sus ministros consigan empeorar la ley de Inteligencia para colar
a las Fuerzas Armadas en una militarización de la seguridad.
Dos hechos producidos ayer ambos en estas mismas páginas
ilustran mejor que nada qué cosas rodean a De la Rúa.
De un lado, Cavallo otra vez plantado como interlocutor frente al
Tesoro y el sector financiero de los Estados Unidos, después
del raid anterior de Daniel Marx. Un viaje que servirá a
Cavallo y De la Rúa para conocer de primera mano si el subsecretario
John Taylor y los banqueros piensan lo mismo que los editoriales
del influyente Financial Times: que la Argentina está entrampada
a tal punto que devaluar sería matar al paciente, pero dolarizar
de ningún modo lo curaría.
Del otro lado, De la Rúa parece condenado en lo que le resta
de mandato a vivir un jaque perpetuo del Congreso.
El Gobierno sería cándido si minimizara el intento
de los diputados de quitarle los superpoderes a De la Rúa
y Cavallo:
El presidente de la Cámara,
Rafael Pascual, debió ser estricto con el tiempo de espera.
De otra manera el quórum propio, de 129 escaños ocupados,
iba a ser teóricamente posible.
El segundo intento de
los diputados sólo quedó a 12 escaños de distancia
de los 129.
Parte del bloque peronista
apostó a ver qué sucedía, dejando a radicales
y frepasistas el gasto principal.
El ARI se situó
como oposición neta, con todos sus diputados presentes.
La mayoría del
bloque del Frepaso se sentó en la banca, incluso con la ausencia
de su jefe, Darío Alessandro.
Diez radicales fueron
al recinto a votar a favor del quite de la suma del poder para el
Presidente y su ministro.
Como resultado de esa
situación, los bloques de diputados y de senadores del radicalismo
se comprometieron a discutir el fin de los superpoderes.
Tanto movimiento encontró a Raúl Alfonsín,
presidente del Comité Nacional de la UCR, en pleno regreso
de Brasil y envuelto, sin buscarlo, en una pregunta que circulaba
ayer entre dirigentes propios y ajenos: ¿terminará
rompiendo con De la Rúa? En los próximos días,
en rigor, la pregunta es si insistirá en que, como dijo ante
los gremialistas la semana pasada, Cavallo cumplió
su ciclo. Esa posición la comparte la mayoría
de los dirigentes radicales, aunque entre ellos hay matices.
El ex secretario de Asuntos Especiales de la Cancillería
Raúl Alconada Sempé dijo públicamente que mejor
romperse y no doblarse. En otras palabras, que si el radicalismo
no se despega del Gobierno terminará pulverizado por el desgaste
del Ejecutivo. Leopoldo Moreau, senador actual y diputado electo,
repite estos días a sus seguidores que si no hay cambio de
política, ejecutores e instrumentos, la UCR deberá
independizarse del Gobierno. Traducción evidente: los bloques
y la UCR como partido no deberían obligarse más a
acompañar las políticas oficiales.
Federico Storani también quiere mayor distancia del Gobierno.
Lo mismo Sergio Montiel, que preside la Convención partidaria.
En cuanto a Angel Rozas, vicepresidente del Comité Nacional,
no duda en criticar a Cavallo pero al mismo tiempo tiene una contra
real: gobierna. O sea, debe discutir de dinero con el Estado central.
Las elecciones dejaron al peronismo como una fuerza con poder de
veto legislativo. El objetivo de De la Rúa es durar. La función
del PJ es tolerar, siempre, claro, que el mismo PJ dure. Esa, y
la novedad de un oficialismo que rechaza serlo, es la clave de los
próximos tiempos.
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Los
superpoderes de Cavallo y De la Rúa, en peligro
Diputados del peronismo, el Frepaso, el ARI, el Frente
por el Cambio e incluso el radicalismo estuvieron a sólo 12 escaños de
lograr quórum propio para discutir la recuperación de facultades.
Por Felipe Yapur
A simple vista se podría
decir que los bloques de diputados del PJ, Frepaso, ARI y una docena de
radicales vieron fracasar ayer, en dos oportunidades, la intención
de derogar los superpoderes del ministro Domingo Cavallo. Pero la verdad
es que estuvieron cerca faltaron apenas doce legisladores para obtener
quórum y por ello se prometieron intentarlo una vez más
hoy. De estas sesiones quedó un significado político importante:
el endurecimiento de la relación con el Gobierno, que comenzó
mucho antes de la renovación de la Cámara baja en diciembre
próximo.
El número mágico era 129, la mitad más uno de la
totalidad de los 258 diputados. De conseguirlo, se habrían dado
las condiciones necesarias para dar media sanción a la derogación
de los poderes especiales del Poder Ejecutivo que se votaron en marzo
pasado. Pero a pesar de no haberlo obtenido, el hecho de haber reunido
117 diputados para tratar una ley que complicaría a la administración
de Fernando de la Rúa marcó un verdadero cambio de actitud
del Parlamento, que había aprobado todos los proyectos de ley que
le remitiera el Ejecutivo, incluso los más espinosos, como la rebaja
salarial y el impuestazo.
Por supuesto, hubo varios intentos para desbaratar las dos sesiones de
la jornada.
En el justicialismo hay un grupo importante de diputados provenientes
de las provincias que están irritados con el senador electo Eduardo
Duhalde y el gobernador Carlos Ruckauf. Los acusan de haber colaborado
con el Gobierno al evitar la presencia de una decena de legisladores fruto
del acuerdo alcanzado con De la Rúa, quien a cambio de que no votaran
la derogación de los poderes de Cavallo les garantizó un
incremento en el impuesto al gasoil y destinarlo a las zonas inundadas
de la Pampa húmeda. Dato no menor si se tiene en cuenta que entre
los poderes especiales otorgados al Ejecutivo está la posibilidad
de modificar impuestos y alícuotas con el simple dictado de un
decreto presidencial y prescindir del dictado de leyes especiales.
De hecho, ultraduhaldistas como Jorge Remes Lenicov, Rodolfo Frigeri,
José Pampuro y la esposa del senador electo, Hilda Chiche
Duhalde, ni siquiera aparecieron por las cercanías del Congreso.
Esto provocó que la conducción del bloque, de la mano del
cordobés Humberto Roggero, intentara demostrar que su decisión
de sacarle las facultades a Cavallo estaba más allá de este
acuerdo denunciado y del resultado de las negociaciones que llevaban adelante
los gobernadores con el gobierno nacional. Un grupo de diputados, entre
los que se encontraban Jorge Matzkin y Alfredo Atanasoff, operaron intensamente
para incrementar la presencia de la bancada. A la sesión de las
tres de la tarde concurrieron 69 legisladores. Tres horas más tarde
el PJ aportó 77 y algunos más, como el menemista cavallista
Daniel Scioli, que espió la reunión desde detrás
de los cortinados del recinto y recién ingresó cuando ya
era tarde. O la llegada, demorado, del misionero Ramón Puerta.
Los mayores problemas estaban en la bancada de la UCR. El storanismo,
encabezado por Margarita Stolbizer, hacía su debut como radicalismo
opositor. La bonaerense consiguió que una docena de legisladores
la acompañara para reconocer tal como lo expresó en
el recinto tras la caída de la segunda sesión gran
parte de los errores cometidos y denunciar la traición
a la voluntad política del otorgamiento de poderes. Stolbizer
hizo su mea culpa acompañada de los legisladores Eduardo Santín,
Miriam Curletti, Liliana Lissi, Ricardo Vázquez, Nilda Soda, Carlos
Iparraguirre, Mabel Marelli, Elena Herzovich, Alicia Colucigno, Héctor
Romero, Marta Di Leo y Víctor Fayad. Mientras tanto, en el edificio
anexo del Congreso, Horacio Pernasetti, jefe de la bancada oficialista,
reunía al resto de los diputados radicales para debatir los pasos
a seguir. Fue una picardía convocar para la misma hora,
reconoció un allegado del delarruista catamarqueño, quien
pretende además pelearle la presidencia de la Cámara de
Diputados al justicialismo.
Mientras el ARI y el Frente para el Cambio participaron con la totalidad
de sus miembros, sólo un reducido número de representantes
del interbloque de partidos provinciales estuvo presente en el fallido
encuentro. Alberto Natale, jefe de este aglomerado, dijo que debería
reverse el rol de la comisión bicameral fiscalizadora que sólo
se expidió sobre 14 de los 64 decretos que firmó el Ejecutivo
desde que se aplicaron los superpoderes.
Del bloque Frepaso participó una docena de legisladores, a pesar
de ser ellos los convocantes de la segunda sesión. Las ausencias
estuvieron relacionadas con su interminable debate sobre cómo y
cuándo romper con la Alianza y que se tradujo en el faltazo de
dos de sus máximas autoridades, Darío Alessandro y Rodolfo
Rodil. Con la sesión ya caída, Alejandro Peyrou manifestó
que se sentía avergonzado por la actitud de la Cámara
y dijo que de la misma manera que estuve hoy, voy a estar mañana
o el que día que haga falta para derogar los superpoderes.
Pero quien jugó un papel fundamental a la hora de garantizar que
las dos sesiones fracasaran fue, sin duda, Pascual. El presidente de la
Cámara baja aplicó ayer con inusual rigor el reglamento
del cuerpo. En ambas oportunidades llegó al recinto exactamente
30 minutos después de la hora de la convocatoria, pidió
que los diputados se sentaran en sus bancas para contarlos, y cuando el
tablero electrónico anunció la falta de legisladores, sin
titubear dio por levantada la sesión. Eran las 18.30 cuando lo
hizo por segunda vez mientras los justicialistas abucheaban y golpeaban
los pupitres de las bancas y se quejaban por no haber sido esperados,
como se hace habitualmente, algunos minutos más.
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