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Inspecciones en dependencias del
Estado para ver si hacen el ajuste

Economía y Jefatura de Gabinete armaron un cuerpo de auditores, de la Sigen y la OA, para controlar que se cumpla el ajuste.

Descubrir: Inspecciones sorpresivas intentarán descubrir qué dependencia no redujo en
un tercio el presupuesto de contratados o dónde éstos encubren �ñoquis�.

Marcos Makón, secretario
de Modernización del Estado.
En el Gobierno quieren revisar
el cumplimiento del ajuste.

Por Cledis Candelaresi

En su afán de ajustar el funcionamiento del plantel de funcionarios públicos y así arrimarse al déficit cero, la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Economía redoblaron la presión sobre las dependencias de la administración nacional para que cumplan con las diversas normas de ajuste dispuestas en los últimos meses, desde un mayor recorte salarial a funcionarios políticos a los regímenes de incompatibilidades. Con este propósito, Chrystian Colombo y Domingo Cavallo organizaron dos grupos de tareas especiales, que actúan con el auxilio de la Oficina Anticorrupción: uno integrado por los administradores gubernamentales y otro por técnicos de la Sindicatura General de la Nación, que con inspecciones sorpresivas intentará descubrir qué dependencia pública no redujo en un tercio el presupuesto de contratados o dónde éstos encubren “ñoquis”.
Aunque el ahorro previsto no es espectacular, y ni siquiera está cuantificado, el Gobierno aspira a que las economías a conseguir le permitan evitar otra medida social y políticamente intolerable, como un eventual disminución en el plantel estatal.
La batería de medidas para emprolijar la grilla pública fue adoptada por el Gobierno hace pocos meses, como un complemento de la drástica decisión de podar un 13 por ciento los sueldos estatales y las jubilaciones. Entre aquellas, se encuentran las decisiones de recortar un 26 por ciento el sueldo de funcionarios políticos, disponer la incompatibilidad entre un empleo público y una jubilación o dos cargos públicos simultáneos, la erradicación de “noquis” a través de una estricta verificación de horarios y funciones o el recorte del 30 por ciento del presupuesto para contratos. Pero como estas medidas generaron cierta resistencia interna, la dupla de Jefatura y Economía resolvió ajustar los controles para constatar que, efectivamente, se estén instrumentando. La estrategia de auditoría fue definida en una reciente reunión que congregó al vicejefe de Gabinete, Héctor Rodríguez, al subsecretario de Presupuesto del Palacio de Hacienda, Jorge Sansone, al titular de la Sigen, Rafael Bielsa, y al secretario de Modernización del Estado. Marcos Makón, quienes coincidieron en la inmediata organización de esos cuerpos de elite, que tienen el apoyo de la Oficina Anticorrupción.
Desde el lunes y durante los próximos sesenta días un selecto grupo de asesores auxiliará a los responsables de cada ministerio a ajustar tal como se había previsto. Esa misión fue asignada a 30 de los 160 administradores gubernamentales, categoría especial de burócratas creada en la década del ‘80 y especializada en normas de administración del Estado.
Esta labor será complementada con la de los técnicos de la Sigen quienes, a semejanza de la policía laboral, organizan inspecciones repentinas para chequear que cada dependencia haya cumplido efectivamente con el recorte del presupuesto asignado a contratos, bien sea dando de baja algunos de ellos o reduciendo el monto individual.
Simultáneamente, Jefatura inició negociaciones con los gremios estatales para acentuar la movilidad de los agentes públicos. La intención es garantizar una amplia movilidad horizontal, que permita trasladar empleados del “hiperdesarrollado” sector administrativo a otras áreas operativas, que en algunos casos están carentes de mano de obra.
No está cuantificado con precisión el ahorro previsto con el cumplimiento estricto de aquellas normas, que sólo en el caso del régimen de incompatibilidad entre un empleo público nacional y una jubilación permitiría economizar cerca de 80 millones anuales. Pero es seguro que no será suficiente para evitar otros esfuerzos fiscales, incluido un achique del organigrama estatal y la consiguiente expulsión de empleados.

 


 

EL BM DICE CREER EN LA ARGENTINA
No hay que ser tan pesimistas

Los pronósticos del mercado sobre el futuro de la economía argentina son “excesivamente pesimistas”, consideró ayer el vicepresidente para Latinoamérica y el Caribe del Banco Mundial, David de Ferranti, quien aseguró además que el país “honrará” sus compromisos externos. “Hay un negativismo en esos análisis. La situación es difícil, pero no podemos subestimar la capacidad de los argentinos de encontrar su camino, como ya lo hicieron en otras oportunidades”, afirmó De Ferranti en una conferencia de prensa en Brasilia.
El funcionario del Banco Mundial aseveró que tras sus últimos contactos con el ministro de Economía, Domingo Cavallo, vio fortalecerse su creencia de que “el gobierno argentino hará todo por evitar el default” (cesación de pagos). En la conferencia de prensa concedida durante el II Foro de Desarrollo del BM, que se realiza en la capital brasileña, De Ferranti aseguró que el gobierno del presidente De la Rúa ha “pensado en las opciones correctas” para sobrellevar el actual momento negativo de la economía del país.
A su vez, el economista jefe del banco multilateral, Guillermo Perry, opinó que el principal problema de la Argentina es que, a raíz del sistema de convertibilidad, el Gobierno no puede alterar el régimen cambiario como hizo Brasil en enero de 1999, indicando que “una maxidevaluación del peso causaría graves perjuicios a las empresas”.
En cuanto a Brasil, De Ferranti también juzga que hay un pesimismo excesivo por parte de los analistas del mercado y dijo seguir confiado en la capacidad del país de administrar las dificultades actuales, agravadas por los atentados del 11 de setiembre en Estados Unidos. En cuanto a las elecciones generales de octubre de 2002, aseguró que el BM no teme una victoria de la oposición de izquierda en Brasil. No obstante, advirtió que mantendrá su posición en defensa de un equilibrio fiscal como condición previa para la puesta en marcha de políticas y programas sociales.

 

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