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EL DERRUMBE DE UNA TERRAZA PROVOCO CUATRO MUERTOS
Tragedia en una casa tomada

Un chico, un matrimonio y
un hombre mayor fallecieron sepultados por los escombros. La casa estaba habitada por 26 personas.

Ruidos: Desde hacía varios días algunos habitantes sentían ruidos. �Eran ladrillos que se desprendían del techo, que permanecían ocultos por el cielorraso.�

La casa derrumbada está ubicada en Jorge Newbery
al 3600.

Por Alejandra Dandan

“El niño estaba durmiendo –dice alguien–: lo sacaron con una colchita.” Pero Nahuel no dormía, se había quedado remoloneando con permiso de su papá. Eran las seis de la mañana, la hora de levantarse para la escuela. El papá salió por un momento en busca de cigarros. Cuando regresó, ya no encontraría ni su casa ni a Nahuel: el chico de 15 años fue uno de los cuatro muertos que sepultó el derrumbe de una casa tomada en Chacarita. El edificio había sido construido hace ochenta años y, desde hace por lo menos tres estaba ocupado por 26 personas, la mayoría chicos con la edad de ir a la escuela. El cuerpo de Bomberos no ha concluido aún las pericias para determinar las causa del derrumbe que sacudió a los vecinos tan temprano. Las primeras hipótesis de los técnicos de la Guardia de Auxilio de la Ciudad descartan una explosión de gas. Para el jefe del equipo técnico, Jorge Buzzalino, las filtraciones y la acumulación de agua en los techos fueron degradando los hierros, hasta vencerlos: “La terraza se desplomó y arrastró a los pisos de abajo. Como las Torres Gemelas, pero del Tercer Mundo”, dijo.
La casa está en Jorge Newbery 3661, a dos cuadras de la avenida Córdoba. Hasta allí fueron llegando desde temprano vecinos de la zona para ser testigos de uno de los días más trágicos del barrio. Muchos habían despertado bajo el eco de una explosión tan fuerte como la impresión, entre algunos, de creerse en medio de la nueva guerra. “Corrí desnuda como loca hasta la terraza: pensé que la casa se me venía encima.” Blanca Villar corrió hasta esa terraza desde donde sólo vio el hueco humeante de un precipicio donde antes estaban sus vecinos linderos. Todos a esa hora, habían sido tragados literalmente por una bocanada de escombros.
Eso ocurría a las seis y media, cuando comenzaba a acelerarse el trabajo de los equipos de rescate que comenzaban a apuntalar algunas vigas centrales de la casa. Esos refuerzos se necesitaban para proteger a los bomberos que se metían a rescatar a las primeras víctimas entre los escombros de una casa que seguía con síntomas de derrumbe.
Aún no se han podido reconstruir los últimos minutos de la casa en pie. Era todavía demasiado temprano. Sobre las tres plantas del edificio había un cuarto muy pequeño montado en la terraza cuyos habitantes solían estar despiertos desde las cuatro. Oscar Ortiz se levantaba a esa hora para preparar algunas tortas y bocados que más tarde salía a vender al mercado Dorrego. El fue uno de los muertos, igual que su mujer Eliana Quevedo de 23 años y el papá de ella de nombre Ricardo, que tenía unos cincuenta.
Los técnicos que participaron de los trabajos de rescate no pudieron encontrar rastros de esa construcción levantada de modo muy precario en el techo. “De acuerdo a dibujos que encontramos en las paredes que aún seguían en pie, el edificio tenía sólo una planta baja y dos pisos más arriba”, explica Buzzalino, a cargo de los técnicos de la Guardia de Auxilio de la Ciudad y del operativo en Jorge Newbery.
La caída tuvo un punto de partida: el techo. Desde hacía varios días algunos habitantes de la casa sentían ruido en las paredes, como si los muros estuviesen trepidando: “No eran pedazos de pared sino de ladrillos que se desprendían del techo, pero permanecían ocultos por el cielorraso”, detalla nuevamente Buzzalino, después de algunas de las charlas con varios de los sobrevivientes. La antigüedad del edificio y la falta de mantenimiento fueron, al parecer, causas suficientes para iniciar un proceso de degradación que terminó con la caída. Esas casas no se hacían con hormigón armado sino con mampostería y techos de bovedilla, con ladrillos sostenidos por perfilerías de hierro. “Esos techos son muy buenos pero con mantenimiento: con agua, filtraciones y la acción del oxígeno sobre óxido, el hierro termina comido, sin alma”, dice el técnico de la Guardia de Auxilio.
La destrucción comienza en forma gradual, profundizándose sobre todo en las zonas donde están los desagües. La casa de Jorge Newbery tenía esos conductos en la zona del centro, la única que se derrumbó. Ni el contrafrente ni el frente de la casa se cayeron aunque ahora todo está en peligro de derrumbe. “Los hierros que encontraron los bomberos estaban tan pero tan cortados que no tenían resistencia: eran como papel”, dice ahora Jorge Burriera, director de la Guardia, el organismo que –aclara– nunca recibió denuncias de la gente del edificio pidiendo apuntalamientos de la estructura. “Nos suelen llegar reclamos que aumentan con los períodos de lluvia, pero de este lugar nunca había llegado nada.” Varios vecinos de la cuadra sostuvieron durante el día una versión distinta, según la cual esos trabajos habían sido pedidos al Centro de Gestión 14 Oeste, con incidencia en el lugar. Página/12 habló con Juan Cruz Noce, el titular de ese CGP, que también negó esta versión.
A media tarde, algunos vecinos siguen frente a la gran mole de piedra que ha quedado con custodia policial. Al costado, Josefina Trovato le pregunta a José Fernández si el chiquito que dicen que murió era buen pibe. José es vecino de la casa y conoce a Nahuel desde que aprendió a dar vueltas con la bici. También conocía a Sandra, la mamá de Nahuel, que salió disparada por el aire cuando comenzó el desastre. “Después se cayó el techo: en ese momento quedé enterrada”, relató la mujer.
La mamá de Nahuel no murió, sigue viva y ahora se mudará con las otras cuatro familias del edificio a uno de los hoteles subsidiados por el gobierno de la Ciudad.

 

Okupas, los más vulnerables

“Mi casa está vieja, pero como ésta nunca”, comenta impresionada y al paso una de las mujeres de Chacarita que ayer se acercó a saber qué había pasado con esos vecinos de la casa tomada. Esa casa, sin embargo, está como la mayor parte de los edificios habitados por unas 250 mil personas. Son los ocupantes ilegales y en general esa misma situación los deja en situación de vulnerabilidad que incluye la estructura de los edificios que están habitando. Para la Guardia de Auxilio, el área del gobierno porteño a cargo de las intervenciones en ese tipo de operativos, la situación de las casas tomadas es difícil porque los habitantes suelen evitar denunciar las condiciones del edificio por miedo a ser expulsados.
“Las viviendas que terminan como ésta siempre presentan síntomas, como grietas, rajaduras o caídas de mampostería: no se caen de golpe”, explicó una fuente de esa dependencia a este diario. Cuando una situación de este tipo comienza a manifestarse y se hace la denuncia, un móvil de la Guardia de Auxilio concurre al lugar en riesgo con un arquitecto o ingeniero que verifica el estado del edificio y determina si es necesario apuntalar o directamente demolerlo. Un apuntalamiento no deriva, directamente, en la evacuación de la vivienda: hay muchas casas recicladas que se han reforzado de este modo mientras se hacen las mejoras y la gente puede seguir adentro.
En cualquier caso, la manifestación del reclamo implica una denuncia, y para la gente de una casa ocupada, un riesgo. El área de Promoción Social de la Ciudad tiene un relevamiento de las casas ocupadas de la Capital y de las condiciones. Sin embargo la de Jorge Newbery no estaba ni siquiera registrada. El problema, de acuerdo a lo que sostuvo Mónica Desper Vásquez, subsecretaria del área, en diálogo con este diario, es que los edificios son demasiados y la actividad del organismo suele centrarse entre las casas de propiedad del Estado: “Sólo conocemos los casos de viviendas privadas cuando existe la intervención de un juzgado o por una denuncia de los vecinos o porque hay una orden de desalojo”. En este caso, ninguna de las dos situaciones estaban dadas. Ni siquiera en el CGP de la zona sabían de reclamos ni de la situación que terminó en tragedia.

 

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