Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


“Va a ser uno de los trabajos
más importantes de mi carrera”

El actor chileno Franklin Caicedo se refiere a �Sobremonte, el padre de la patria�, la pieza de Ignacio Apolo sobre el controvertido virrey español, que se estrena esta noche en el Teatro San Martín.

Franklin Caicedo hizo unipersonales sobre textos de Henrik Ibsen y Pablo Neruda.

Por Hilda Cabrera

La figura del marqués sevillano Rafael de Sobremonte (1746-1827), el virrey del Río de la Plata que huyó con el tesoro y se refugió en Córdoba en cuanto tuvo noticia del primer desembarco de tropas inglesas, retorna al escenario con su histórica carga de cobardía y rapiña. Bajo el título de Sobremonte, el padre de la patria, el autor Ignacio Apolo describe aquel suceso y los que le siguieron “con humor y buenas reflexiones”, como apunta en diálogo con Página/12 el actor chileno Franklin Caicedo, protagonista de este montaje que se estrena el miércoles a las 20 en el Teatro San Martín. Basada en la novela Sobremonte, una historia de codicia argentina, del periodista Miguel Wiñazki, y dirigida por Sergio Rosemblat, la pieza rescata aquel episodio a través de personajes y situaciones delirantes, en su mayoría manipuladas por el malicioso Búho, especie de bufón que asiste al virrey. “Es una obra muy interesante”, afirma Caicedo, uno de esos intérpretes que, ante la escasez de trabajo saben armar espectáculos de pequeño formato o unipersonales, como su versión de Peer Gynt, del noruego Henrik Ibsen, o los que realizó en base a textos de Pablo Neruda y llevó de gira por ciudades de Argentina, Chile y España.
–¿Cómo se ve en el papel de Sobremonte?
–Me parece bien que este papel lo haga un no nacional, como yo, que soy chileno y no español como Sobremonte, y que amo a la Argentina, pero seguiré siendo un extranjero. Supongo que para un actor argentino sería doloroso interpretar a este virrey.
–¿Lo dice por los calificativos de cobarde y ladrón pegados escolarmente a la figura de Sobremonte?
–Sí, aunque he encontrado gente que me ha confesado ser simpatizante, incluso acá, en Buenos Aires, porque en Córdoba tiene mejor concepto. De todas formas, lo importante para un actor no es tanto lo que se piense de este hombre sino que el personaje tenga vida propia.
–¿Le interesan los personajes históricos?
–En Chile he hecho algunos, acá no. Aunque creo que muchos personajes de ficción terminan siendo históricos. Se puede decir eso de Peer Gynt o del que hice en Pantaleón y las visitadoras (de Mario Vargas Llosa), una versión antipinochetista que se hizo en el Teatro Alvear y que me permitió reírme de quien quería hacerlo. En Sobremonte... no trato de hacer un acercamiento físico al personaje. Me interesa mucho más encontrarlo desde los planteos de la obra. Este Sobremonte busca las razones de su comportamiento dentro suyo y no fuera: actúa como cree que debe. La obra tiene saltos en el tiempo. Aparece en Cádiz en 1827, cuando es ya un anciano con muchos recuerdos, que quiere dejar escritas sus experiencias del virreinato, y también justificarse. No esconde su huida de Buenos Aires. Se ve a sí mismo como una gran figura, por eso está en España y pide que le devuelvan todos los cargos que le arrebataron.
–¿Qué opina sobre el episodio del robo? El virrey se lleva el tesoro, los ingleses lo buscan...
–En la obra aparecen dos puntos de vista. Por un lado está el pueblo que reclama y odia a Sobremonte, y por otro él y los que lo defienden. Esto vuelve más interesante la historia. La concepción del director (Rosemblat) me parece también muy afortunada, porque el espectador que piense de antemano que la historia se repite (por los robos y las huidas) se va a encontrar con algunas sorpresas.
–¿Y qué pasa con ese recurso de la seducción del invasor a través de las mujeres, lo que en la pieza se califica de “seducción de la barbarie”? ¿Cree posible una fabulación semejante respecto de la historia chilena?
–No, porque en Chile la lucha se dio de otra manera y entre pueblos distintos. Durante mucho tiempo fue, fundamentalmente, entre indígenas (araucanos) y españoles.
–¿Cómo se lleva con Chile? –Este año intenté ir a trabajar allá. Presenté un proyecto para obtener un subsidio sobre un tema histórico, pero no al estilo de Sobremonte..., sino de otro calibre. No se dio. En cambio, tuve la suerte de que me convocaran para este trabajo que, creo, es uno de los más importantes de mi vida, por la producción, el elenco y el lugar. Esta es la primera vez que actúo en una obra del San Martín.

 

Un marqués en problemas

En la trayectoria de Ignacio Apolo caben los oficios de actor, director y autor (premiado además por su novela Memoria falsa y sus obras La historia de llorar por él y La pecera). En Sobremonte, Apolo instala el primer acto (La invasión) en el Buenos Aires de 1806, durante una representación teatral. Esta ficción se basa en un hecho histórico. Tras el incendio del Teatro de la Ranchería (o Casa de Comedias, inaugurada en 1783), funcionó a partir de 1804 el Coliseo Provisorio (o Chico, como también se lo llamó). Fue allí donde Sobremonte, mientras asistía a una función de El sí de las niñas, de Fernández de Moratín, recibió la noticia de la inminente invasión. “En esa representación, cuando ya están todos sentados y se deja oír la música, le informan a Sobremonte que los ingleses están cerca. Este es un comienzo muy atractivo, muy teatral y sin golpes bajos”, sostiene Caicedo, cuyos últimos trabajos fueron El Choma, la Nami y el Gotán y una temporada en Mar del Plata con Che, Tanguito. “Acabo de armar un espectáculo en homenaje a Tita Merello. Me ocupé del libreto y de la dirección. Esta fue una idea de la cantante Silvia Gaudín. Se estrenó hace unas semanas. Construí el texto a partir de entrevistas que le hicieron a Tita. Ahora estoy escribiendo un pequeño libro de pedagogía para estudiantes de teatro.”

 

PRINCIPAL