Por Javier Aguirre
En el mismo año en que
su canción Cómo estamos hoy... se convirtió
en éxito, probablemente a raíz de las lecturas políticas
o de época que se le hicieron a su letra (fue adoptada
por el programa Detrás de las noticias de Jorge Lanata
y como fuente del sketch de humor político El enviado,
de El show de Videomatch), Los Súper Ratones iniciaron
una gira de presentaciones gratuitas por universidades de todo el país,
con consignas de rechazo a los recortes presupuestarios y en defensa de
la universidad pública. El viraje de la banda marplatense hacia
un lugar de expresión política dentro de la escena rockera
fue, como revelan sus integrantes, primero en forma casual, después
a conciencia. La gira los llevó a lo largo de un mes a totalizar
casi 20.000 personas en sus conciertos en las universidades del Litoral
(Santa Fe), Córdoba, Cuyo (Mendoza), La Plata, Tucumán,
Lomas de Zamora y en el Anfiteatro Municipal de Rosario. Hoy a las 18
cerrarán la serie en la Facultad de Derecho de la U.B.A. Pero lo
positivo de la experiencia motivó al bajista Fernando Blanco, al
baterista Person y a los guitarristas Oscar Granieri y Mario Barassi a
proyectar, para noviembre y diciembre, una segunda gira que, además
de repetir algunos destinos, los lleve a lugares nuevos.
¿Cómo fue concebida la gira universitaria, como un
circuito alternativo de shows o como una expresa toma de posición
política?
F.B.: Empezamos a tocar en universidades por casualidad, cuando
promocionábamos Mancha registrada, y nos encantó la conexión
que hicimos con el público universitario. Así que empezamos
a fantasear con organizar una gira sólo por universidades de todo
el país, recordando las experiencias de ruta de bandas como The
Who o los Wings. Nos impactó la sintonía entre nuestra música
y los estudiantes, y su avidez por escuchar. Notamos la tensión
y la sensibilidad por el recorte y nos pareció justo manifestar
en los conciertos contra eso. Pareciera haber un plan similar al que se
hizo con las empresas del Estado: vaciarlas y hacerlas ineficientes para
terminar privatizándolas sin demasiado rechazo. En todo el país
hay gente luchando contra ese mecanismo. Porque así vamos a perder
el mayor patrimonio intelectual, la universidad libre y gratuita, donde
se construyó y solventó la cultura argentina. Se vendieron
las empresas del Estado y las joyas de la abuela, pero vender las universidades
sería hacernos una lobotomía como país.
¿Qué tipo de conexión tuvieron con el público
universitario?
P.: Tenemos códigos en común con los estudiantes.
Coincidimos ante problemas como el recorte, claro, pero también
nos identificamos con sus inquietudes en general.
F.B.: El tipo que está estudiando, que en cierta forma está
tratando de superarse, y que está en contra de ir para abajo y
de que el país se barbarice, está en un lugar de resistencia
política y social. Probablemente ese chico encuentre más
afinidad en nuestra música, por algunas canciones o por cierta
experimentación, que en la del hey viejita que sólo
propone tomar cerveza en la esquina.
Los Súper Ratones no fueron siempre una banda con compromiso
político. ¿Cómo fue el cambio a esta situación?
F.B.: Nos tomó bastante de sorpresa, la verdad. Si bien cuando
apareció lo captamos inmediatamente, no había sido algo
planeado. Y aunque estar involucrados en esta causa nos haya sorprendido
un poco, al mismo tiempo era una problemática que conocíamos
bien y no sólo por los diarios,sino por haber sido estudiantes
universitarios, o por familiares que son docentes universitarios. Estamos
inmersos en el proceso.
O.G.: Es una causa justa, y estamos orgullosos de participar en
ella. F.B.: Todavía nunca hicimos un disco de música
de diario, como decía John Lennon, pero los discos siempre
reflejan el momento que la banda está atravesando. Y si antes hicimos
discos más naïf, habrá sido porque así estábamos.
Ahora nuestras preocupaciones apuntan a otras cosas. Ojalá nos
salieran canciones con poder de cambio.
¿Creen que el rock perdió parte de su lugar crítico?
F.B.: En los últimos años el rock se volvió
un pastiche del sistema, totalmente domesticado y atado. Es un cordero
disfrazado de lobo. Habla de pelotudeces y de supuestas rebeldías
que no llevan a nada, como tomar cerveza en la calle. Es la gran mentira
menemista del rock, sin rebeldía ni contenido. El rock en los 90
perdió todo poder contestatario.
P.: ¿Qué es todo eso del aguante? ¿Aguantar
qué? Los estudiantes mueven algo, intentan hacer, tratan de superarse.
Quieren mantener viva la cabeza del país.
F.B.: Tal vez se esté por recuperar el clima de los principios
de los 80, cuando el rock implicaba otra agitación política,
otro clima y otro significado. Después empezó un proceso
que terminó en los 90 con un rock idiota. Quizás ese espíritu
esté por volver, después de tanto disfraz. ¿Sienten
que en el público de rock se acerca un cambio?
F.B.: Hace falta una renovación estética. Los 90 fueron
años de mezcla, pero hace rato que no aparece algo nuevo. Hace
años venimos escuchando a montones de tipos que se autoproclaman
como lo nuevoel DJ, el trovador de no sé qué
sanata, el movimiento novedoso, pero no veo que sean reales, sino
inventos para cubrir un agujero. Esa necesidad de cambio es esperanzadora.
¿Tienen miedo al prejuicio de elitismo que la idea de lo
intelectual a veces enfrenta en la escena rock?
F.B.: No creo que nadie piense que una banda que se llama Los Súper
Ratones sea una banda para intelectuales. Quizás parte de nuestra
música tenga algún componente intelectual, pero nos gusta
el rock físico, el espectáculo. Nos interesa ese viaje desde
lo intelectual a lo físico.
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