Por Irina Hauser
Carlos Telleldín venía
acumulando nervios. Y ayer al mediodía estalló en un pico
de presión que hizo temblar a los jueces, abogados, secretarios
y asistentes al juicio oral por el atentado a la AMIA. Fue después
de verse unos minutos con su esposa, Ana Boragni, quien acababa de declarar
en la causa en la que se investiga si el juez Juan José Galeano
negoció con El Enano, por 400 mil pesos, para que incriminara a
los policías bonaerenses. Existen escuchas telefónicas que
sugieren que ella pudo haber participado en la gestión del pago
y su depósito en un banco de Uruguay. Pero ayer dijo bajo juramento,
ante el juez Claudio Bonadío, que nunca recibió nada ni
de la SIDE, ni de fuerzas de Seguridad, ni de Galeano. Que haya hecho
esa afirmación es muy poco alentador para la defensa del ex comisario
Juan José Ribelli, que viene sosteniendo que toda la declaración
de Telleldín fue armada. Aunque quedó dando vueltas el interrogante
sobre si ella se mantuvo fiel a un pacto de silencio.
Los abogados del reducidor de autos venían haciendo todos los intentos
posibles para que Boragni no declarara en la causa que instruye Bonadío,
donde se investigan todas las posibles irregularidades en el expediente
de Galeano. El miércoles llegaron a solicitar sin éxito
al Tribunal Oral 3 -que sustancia el juicio por el ataque terrorista
que se apropiara de ese expediente. Telleldín terminó diciéndoles,
en pleno debate oral, que quería salir a declarar. Tenía
pánico de lo que su mujer dijera, porque podía significar
la ruptura de un pacto de no hablar hecho cuando recibieron el dinero.
Daba toda la impresión de que quería, además, preservarla
y hacer él mismo las revelaciones si fueran necesarias.
En lo que va del juicio oral, el tribunal que integran Miguel Pons,
Gerardo Larrambebere y Guillermo Gordo ya exhibió en las
audiencias dos videos donde se ve a Telleldín negociando su declaración
con el juez Galeano. En uno de ellos inclusive se los ve hablando de la
plata. También hay escuchas telefónicas en esa dirección.
Una de ellas refleja una conversación entre Telleldín y
Boragni, el día previo a la indagatoria en que él culparía
a los policías. Acordate que le dije ... eh, Citibank o Galicia
(...) ya te expliqué, el monto son veinte mil para Víctor,
cuarenta mil para vos (...) y ciento cuarenta lo mandás a Uruguay,
le dice El Enano a su mujer. Una escucha posterior sugiere que el dinero
pudo haber sido girado a Uruguay desde el Banco de Quilmes.
Boragni ayer estuvo a un paso de ir presa, pero no por falso testimonio
un riesgo que corría sino por testigo reticente.
No quería contestar a la pregunta de uno de los abogados de Memoria
Activa, Alberto Zuppi: si había estado presente durante la extracción
de un motor de una Trafic. Bonadío llamó, por si acaso,
a dos agentes del Servicio Penitenciario Federal. Y cuando le recordó
que podía ser detenida, ella empezó a gritar. ¡Yo
no le tengo miedo ni a usted ni a nadie!, dijo entre otras cosas.
Después contestó que siempre veía cómo sacaban
motores de todo tipo.
Además de negar haber recibido en 1996 algún pago de la
Side, alguna otra fuerza o Galeano, la esposa de Telleldín ayer
sostuvo:
Que ese año, en octubre
o noviembre, cobró 120 mil pesos de un seguro por el robo de un
videoclub que tenía con su marido en Gualeguaychú. Dijo
que se quedó con 40 mil, y 80 mil los giró a Uruguay porque
le convenían los intereses.
En el Banco Quilmes de Ramos
Mejía abrió una cuenta a pedido de Telleldín, para
depositar el dinero de un libro que iba a escribir (con su versión
sobre el atentado), proyecto que fracasó. La caja de ahorro, dijo
ella, nunca la usó. La de seguridad, le sirvió para guardar
cosas suyas. Describió, además, que tiene cuentas en varios
bancos.
Relató que sufrió
tres aprietes del represor Héctor Bergez, que decía
tener vinculación con el Gobierno y ser amigo del padre de El Enano.
En una ocasión la fue a ver con Daniel Romero quien era agente
de la SIDE. Le ofrecía dinero para que Telleldín acusara
a un grupo de libaneses de haberse llevado de la puerta de su casa la
Trafic con el motor que apareció entre los escombros de la AMIA.
José Manuel Ubeira, el abogado de Ribelli, cree que la descompensación
cardíaca como describió el cuadro del SAME
de Telleldín tuvo una explicación puntual. Al juez
ya le llegaron papeles que muestran que en la caja de ahorro del Banco
Quilmes hubo cinco movimientos, y otros muestran que las fechas del cobro
del seguro y del pago no coinciden. El testimonio de Boragni no
es lo que él esperaba. Ella, aún, tendrá que sentarse
a declarar como testigo en el juicio oral.
Habla el jefe de la
banda
Carlos Telleldín, no fue el único que capturó
la atención ayer en el juicio oral. Durante toda la tarde
el tribunal hizo que los presentes escucharan conversaciones del
año 1996 que el ex comisario Juan José Ribelli mantuvo
el día que quedó preso y los meses previos. Son diálogos
que lo muestran con toda claridad como el cabecilla de la banda
de policías. Reparte indicaciones como, por ejemplo, que
tengan todo prolijo y ordenen los escritorios porque no nos
olvidemos que estamos cerca del aniversario del atentado.
Días más tarde, les avisa que él se va a entregar
y da los nombres de todos los policías que estarán
implicados. No puedo jugarla de afuera, les explica.
Y es evidente su forma de llamar al silencio: de más
está decir que todo el mundo se va a negar a declarar,
dice varias veces. Les cuenta que la carátula de la causa
es incumplimiento de los deberes, con lo cual saldrían
en poco tiempo. Y es impactante el modo en que Ribelli, en otras
escuchas, da instrucciones sobre cómo extorsionar a un comerciante
y hasta le dicta a un perito lo que tiene que escribir sobre el
peritaje de un asesinato múltiple que había sido cometido
por su gente.
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OPINION
Por Ernesto Calvo
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El desenblanco
Cuenta la vieja historia que, en 1957, cuando al tirano prófugo
le quisieron cambiar la Constitución del 49, el voto
blanco fue una herramienta política. Pero ya no. Se dice
por ahí que, hace muchos años, la resistencia peronista
demostró su peso político ante el frondizismo convocando
al no voto activo. Pero tampoco es eso. Algunos partidos pueden
llamar a votar blanco tal y como, en Uruguay, algunos grupos convocaron
a protestar contra el gobierno descorchando una botella el 31 de
diciembre a medianoche y gritando feliz año.
Pero muchos partidos, si pudieran realmente obtener un porcentaje
remotamente cercano al voto blanco que se proyecta para esta elección,
estarían sin duda descorchando también una botella
para celebrar el nacimiento de un nuevo bloque en el Congreso.
Sin embargo, no hay partidos proscriptos sino desacreditados. Y
no hay un voto en blanco militante sino un voto confuso y fragmentario,
perdido entre propuestas musicales, actorales y religiosas; entre
políticos ocasionales que hacen gala de su falta de prontuario
político que en otras épocas consideramos simplemente
falta de experiencia.
En el marco de una profunda crisis económica y política,
distintas formas de no participación como el ausentismo,
el voto blanco y el voto impugnado son reinterpretadas o sobreinterpretadas
por muchos comentaristas como formas de protesta con una intencionalidad
clara. Pocos publicaron esas interpretaciones, sin embargo, cuando
el voto blanco fue en 1999 la tercera fuerza en Catamarca (6 por
ciento), Chaco (6,22 por ciento), Entre Ríos (5,53 por ciento),
Jujuy (13,82 por ciento), La Pampa (8,19%), La Rioja (7,41%), Misiones
(2,43%), Neuquén (8,77%), Río Negro (9,88%) y Santa
Cruz (9,29%). La cuarta fuerza en Formosa (6,54%), Salta (3,45%),
San Juan (3,53%), San Luis (10%), Tucumán (6,43%) y Tierra
del Fuego (5,82%). La quinta fuerza en Buenos Aires (6,56%), Córdoba
(3,36%), Corrientes (3,34%), Mendoza (6,21%), Santa Fe (4,71%) y
Santiago del Estero (2,92%). Si comenzáramos en 1991, el
bloque del voto blanco sería muy probablemente el tercero
en importancia en la Cámara de Diputados, por encima de los
partidos provinciales y sus familiares vecinalistas de la región
metropolitana.
Lejos están los imaginarios de protesta de la resistencia
peronista. El desenblanco se encuentra hace más
de una década entre nosotros, tan desacreditado como cualquier
otro político viejo, tan falto de ideas y programa como algunos
de ellos. Por motivos reales e imaginarios, por enojo o paranoia,
por amor o por despecho, gran cantidad de ciudadanos permanecerán
callados en las próximas elecciones. Haremos bien en escuchar
ese silencio reprobatorio como una indicación de que la democracia
argentina es más débil. Luego, sin embargo, deberíamos
girar la cabeza para escuchar a los que realmente hablaron.
*Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.
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