Por Roque Casciero
El crimen organizado se había
metido dentro del Poder Judicial, el Congreso, las fuerzas del orden y
la prensa. Un hombre, jefe de la mafia, decidía sobre la vida y
la muerte de ciudadanos honestos. Aunque el panorama pueda aparecer similar
a la Argentina de años recientes, era la realidad que imperaba
en buena parte de Estados Unidos durante los años 20. La
ley seca que prohibía la venta de alcohol había
provocado que se multiplicaran las embotelladoras clandestinas y que,
en Chicago, Al Capone se erigiera en il capo di tutti capi.
Fue entonces que un grupo de policías decidió poner las
cosas en su lugar: los comandaba un agente federal llamado Eliot Ness.
Esa historia real sirvió de sustento para una serie clásica:
Los intocables. Esta noche, Uniseries le dedica su habitual
maratón mensual. A partir de las 21, con conducción del
periodista Román Lejtman, se emitirán cinco capítulos
clave del ciclo.
Cuenta la leyenda que Quinn Martin, célebre productor de la TV
estadounidense (fue responsable de El fugitivo y Los
invasores), sólo transmitía una premisa a los guionistas
de Los intocables: mucha acción. Y los escritores cumplían,
por eso la serie estaba plagada de tiros y autos destrozados. El papel
de Ness estuvo a cargo de Robert Stack y Capone era interpretado por Neville
Brand. Ya es usual que los maratones de Uniseries comiencen con el piloto
y el de Los intocables no es la excepción. El telefilm
Siete hombres honestos contra el imperio del hampa narra el
verdadero encarcelamiento de Capone.
A continuación irá El trono vacío, capítulo
inaugural que empieza con il capo rumbo a la cárcel
y sus sucesores luchando por el lugar de preeminencia. La historia
de Dutch Schultz muestra la competencia entre El Alemán
y Lucky Luciano en Nueva York, que Ness y sus boys aprovechan. La
marca de Caín muestra el tráfico de drogas manejado
por Charlie Savestino y Socio desconocido, que culmina el
ciclo, revela la existencia de un mafioso al que casi nadie le conoce
el rostro. Ness quiere detenerlo. Y al ver su empeño, es inevitable
pensar qué bien vendrían unos intocables hoy,
aquí.
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