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ANA PADOVANI ESTRENA MAÑANA “LA VOZ DEL TERROR”
“La gente precisa escuchar”

En su nuevo espectáculo, la narradora se interna en el terreno de Lovecraft, Poe, William Jacobs y Horacio Quiroga. �El hombre encontró en el arte un modo de exorcizar sus temores�, recuerda.

El espectáculo de Padovani podrá verse desde mañana en el Cervantes, gratis.

Por Silvina Friera

Vestida con una capa negra, las cejas diabólicamente arqueadas y una palidez exangüe, la actriz y narradora Ana Padovani parece un espectro surgido de las entrañas de los cuentos alucinantes de Howard Lovecraft o una de las brujas de Salem que inspiró al dramaturgo estadounidense Arthur Miller. “Me gusta generar intriga y suspenso, ver los ojos extasiados de los espectadores”, confiesa minutos antes de realizar el último ensayo de su nuevo espec- táculo, una selección de ocho relatos de los maestros del terror, con cuentos de Edgar Allan Poe (“Los espíritus de la muerte”), E. T. A. Hoffmann (“El hombre de la arena”), William Jacobs (“La pata de mono”), H. P. Lovecraft (“En la cripta”) y Horacio Quiroga (“La lengua”). Además, hay una adaptación de la propia narradora sobre “Jack, el destripador” y dos textos humorísticos: “Cómo hacer para acabar con las historias del Conde Drácula”, de Woody Allen, y “Una visita al cementerio”, de Niní Marshall. Mañana a las 19, con entrada libre, en la sala Luisa Vehil del teatro Cervantes, Padovani estrenará La voz del terror, un singular recorrido por el miedo, “la emoción más antigua e intensa de la humanidad”, según lo definía Lovecraft, que cuenta con la dirección de Claudio Hochman, escenografía y vestuario de Julieta Ascar y musicalización de Sebastián Feinsilber.
“Sigo creyendo que los grandes cuentos son los clásicos de los maestros del siglo XVIII y XIX. Los autores contemporáneos como Stephen King, o los nuevos góticos como Richard Matheson y Anne Rice, son novelistas, no trabajan el cuento corto”, subraya Padovani, también psicóloga y docente, autora del libro Contar cuentos, desde la práctica hacia la teoría. “Existe una inmensa necesidad de escuchar. La gente exige que le relaten historias, quiere volver a esa cosa más primitiva del contacto directo, que nos remite a la rueda campesina y a la sobremesa familiar, tan perdida en esta época de medios masivos, de invasión informática”, reflexiona la narradora, que continúa presentando Mil y un cuentos en el café La Biblioteca (M. T. de Alvear 1155) los sábados a las 21.30. En la entrevista con Página/12, cuenta que hace quince días tuvo una noticia penosa: por los recortes no hay por ahora dinero para pagarle. A pesar del desánimo, como tenía a su disposición la sala, decidió estrenar “por amor al arte”.
“La condición natural del hombre es la indefensión y el miedo a lo desconocido”, sostiene Padovani. “Quizá por eso, el hombre encontró en el arte una de las formas posibles de exorcizar sus temores.” Al igual que los juglares de la Edad Media, que entretenían al público contando historias reales y ficticias, Padovani apela a la técnica del grammelot, un modo de hablar utilizado por los Comediantes del Arte donde las onomatopeyas, los sonidos y los timbres reemplazan a palabras de alguna lengua extranjera. “La descubrí cuando vi a Dario Fo, uno de los referentes más importantes de esa técnica. En ‘Jack...’ la uso cuando interpreto a prostitutas de distintas nacionalidades que va matando”, indica.
–¿Cómo es trabajar este género en un contexto donde la realidad supera ampliamente a la ficción?
–Hubo momentos en que pensé “para qué voy a contar a Hoffmann o a Poe con lo que está pasando”. Sin embargo, hay un espacio donde la emoción producida por la imagen es placentera, despierta la imaginación. Planteo el miedo, que es una emoción básica del hombre, pero en situaciones no actuales, a través de los clásicos. Tengo muy presente una frase de Michael Ende: “La fantasía no es un modo de evadirse de la realidad, sino un modo de acercarse a ella”. Apelo a la idea de que es bueno fantasear –aunque sea con el miedo– porque crea un colchón, para no caer directamente en una realidad abrumadora.
–¿Fue difícil la selección?
–Sí, porque hay muchos y muy buenos. Poe tiene cuentos magníficos pero difíciles de contar porque son extensos. Lovecraft es un escritor de climas y sentimientos que a veces no se puede traducir fácilmente a la realidad. Siempre intento relatar aquellos cuentos que tengo que modificar menos.
–¿Cuándo algo es narrable?
–Cuando la tensión puede sostenerse y las descripciones facilitan que el que escucha pueda comprender la historia y crear sus propias imágenes. El terror es el mejor género para narrar porque se trabaja con el ritmo, el suspenso, los climas, las pausas. No es fácil sostener el terror todo el tiempo porque uno puede caer en la parodia.

 

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