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Ultima
ratio
Por Osvaldo Bayer
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Cuántos sabios ya habrán
dicho que para que el mundo encuentre su paz y su felicidad habría
que humanizar las religiones. Palabras sabias pero nunca oídas.
El Papa acaba de pedir disculpas a China por lo que hizo la Iglesia Católica
en épocas pasadas. Claro, así es fácil. Se cometen
los hechos y luego, mucho después, está claro, se piden
disculpas. Total, los muertos, muertos están y no los resucita
nadie. A pesar del Corán y los Evangelios. Por ejemplo, Bush bombardea
al pueblo de Afganistán y mata niños. ¿Por qué
todas las iglesias cristianas no se unen y lo anatemizan, le dan el título
de "Asesino de niños", para toda la eternidad. No. Sí,
tal vez firmen algún papelito de tímida censura. Entonces
no son religiones. O, dicho con voz de la calle: ¿entonces, para
qué sirven las religiones?
La Iglesia Evangélica Alemana acaba de producir un valioso documento
sobre la paz y la guerra. Y principalmente sobre el concepto de "ultima
ratio", concepto que se usa en los conflictos que en sí sirve
solamente para justificar todo. El de la Iglesia es un documento profundo
que analiza todo lo que se ha dicho en congresos, encuentros, discusiones
legalistas y en tratados. Sirve como base para un gran congreso de la
paz mundial definitiva donde precisamente, y de una vez por todas, tiene
que discutirse la paz perpetua. Tal cual. Pero me gustaría que
la Iglesia Luterana no se quedara en documentos sino que todos aquellos
que firmaron fueran a pedir medidas, ya, a todos los gobiernos que están
involucrados en la guerra de Afganistán. Que recorran los pueblos
y vayan propagando la única solución: la paz mundial, para
lo cual, ante todo hay que discutir a fondo el sistema económico
que domina el mundo. Si no hacen eso, va a quedar como un papel más.
Como tantos viajes del Papa que besa el suelo, pero no se mete a preguntar
en los andurriales del mundo por qué los niños sufren hambre.
En ese sentido, más que todos los papeles, más que todos
los viajes y las bendiciones con la usada cruz, me gustan, por ejemplo
los actos de coraje civil. Como del que ha sido protagonista el obispo
militar católico del ejército alemán Walter Mixa
quien se manifestó lisa y llanamente en contra de que soldados
alemanes vayan a la guerra de Afganistán. Además expresó
que está en contra de aplicar la pena de muerte donde se lo encuentre
a Osama bin Laden. (A lo cowboy, desde la cintura, a lo George W. Bush.)
Si se lo captura, hay que realizar un juicio internacional con todas las
garantías que establecen los tratados sobre derechos humanos, porque
sino podemos llegar a ser todos víctimas de los métodos
del Lejano Oeste, como cuando se eliminaron los pieles rojas.
Otro documento que es no sólo digno de leerse sino que además
tendría que ser debatido en todos los parlamentos, en todas las
universidades e institutos de enseñanza es el que ha sido dado
a conocer por el Instituto para la Investigación de la Paz de la
ciudad de Hamburgo, y cuyo autor es el profesor Dieter Lutz. El título
del trabajo no es sensacionalista, es una advertencia de alguien que conoce
a fondo la temática: "Los ataques terroristas son también
una advertencia. Tal vez la última". Y el subtítulo
explica más: "¿Está la humanidad ante la destrucción
y el exterminio?".
Comienza señalando la gran oportunidad perdida por el mundo y en
especial por Estados Unidos, cuando cayó el Muro. Hace más
de una década desapareció la nación soviética,
el pacto de Varsovia y el permanente peligro de una guerra atómica
que hubiera destruido a la humanidad. Con el final de la Guerra Fría
terminó, a su vez, la propia vulnerabilidad, o de acuerdo
con la mira de cada intérprete, por medios técnicos como
el programa de defensa de cohetes comenzó la fantasía
equivocada del vencedor creído en la infalibilidad de su poder.
Pero, las sociedadesaltamente tecnificadas también ganan al mismo
tiempo en vulnerabilidad. Con su desarrollo aumenta el peligro. El riesgo
del "ciberterrorismo", una amenaza hasta hace pocos años
totalmente desconocido, es uno de los ejemplos más ilustrativos.
Las transformaciones verdaderamente revolucionarias de esta última
década ofrecían la gran oportunidad del siglo de aprender
del pasado un nuevo concepto para las sociedades y los Estados desarrollados.
Pero el "victorioso" Occidente despreció esas oportunidades.
Luego de la primera euforia se comenzó a hacer lo contrario, a
forzar la marcha atrás de la rueda de la civilización. Las
alianzas en vez de ser profundizadas pasaron a ser algo para la galería
y no para los corazones y mismo la importancia de Naciones Unidas fue
contenida. Se abandonó como doctrina el impedimento de guerras
y los ejércitos de defensa fueron transformados en fuerzas de agresión.
En vez de proponer la igualdad de intereses, comenzó la alocada
carrera de imponer los intereses propios. Y lo indiscutible es que la
única potencia mundial que quedó comenzó a negarse
a firmar convenios de solidaridad internacional como el de las minas terrestres,
el convenio de las armas-B, el de la prohibición de los "testsstops".
Nada se hizo para emprender a eliminar del mundo los problemas del hambre,
de la pobreza masiva, de la contaminación del medio ambiente y
del cambio de clima. Nada se hizo. Se miró el propio vientre en
vez de extender la vista sobre las regiones explotadas. Y hoy sostiene
el informe son justo el caldo de cultivo para el origen de fundamentalismos
y terroristas, desesperados y justicieros.
El mejor documento que nos habla de la oportunidad perdida es la Carta
de París, de 1990, con la declaración de los jefes de Estado
del primer mundo. Se ve aquí toda la euforia que dominaba, y cómo
fue desperdiciada: "Ahora ha llegado el momento que se cumplan las
esperanzas de tantos años de nuestros pueblos: bienestar y justicia
social y la misma seguridad para todos los países de la tierra".
Hoy, once años más tarde la realidad se muestra en forma
verdaderamente dramática: basta leer estadísticas, análisis
y hechos de nuestra actualidad. Bajo las pinzas, entre la globalización
económica y la desocupación mundial, la humanidad sigue
destruyendo sus bases de subsistencia. El clima global se modifica en
forma significativa cada año. Grandes partes del suelo fértil
son degradadas y los recursos genéticos siguen siendo destruidos.
Los mares son todos casi vaciados de su fauna marina; por la falta de
agua potable se amenaza con conflictos armados. También la diferencia
entre pobres y ricos crece sin detenerse.
¿Cuál es la consecuencia? se pregunta el informe.
¿Qué nos va a traer el recién comenzado siglo veintiuno,
el tercer milenio después de Cristo? Tal vez más crímenes
como el que en estos días tuvo que sufrir América, tal vez
la "guerra de las culturas", tal vez la "guerra de las
religiones". Nada se puede excluir. O es posible también el
"clash of civilizations", el descalabro de la civilización
en ese sentido. Es decir, la lucha por intereses y recursos, la lucha
de los poderosos con los débiles, la lucha de los ricos contra
los pobres. O, de acuerdo con la perspectiva de cada uno, la desesperada
lucha de los débiles por sobrevivir con los medios de los débiles:
el terror. Los crímenes de Nueva York y Washington son siempre
una advertencia, tal vez la última. Muestras de qué son
capaces los hombres. Y demuestran sin tapujos la vulnerabilidad de los
ricos y poderosos.
No hay otra salida nos dice el documento, hay que comenzar
ya mismo a construir un nuevo orden del mundo. Que no se a va lograr llenando
de bombas a Afganistán.
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