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Buscando escondites de armamentos,
cuevas fortaleza y fábricas de opio

Las máximas autoridades británicas dispusieron ayer la primera parte de un plan de operaciones que comprende el desembarco en Afganistán de una fuerza de 400 comandos. Sus misiones: mapear el territorio en busca del terrorista más temido.

El portaaviones británico HMS
Illustrious en ejercicios navales
en el Golfo Pérsico.

Por Richard Norton- Taylor y Michael White
Desde Londres

Grupos comando de los Servicios Especiales Aerotransportados (SAS) y de la infantería de Marina van a lanzar ataques sorpresa sobre blancos talibanes y de la red Al-Qaeda en Afganistán en lo que el funcionario británico de más alto rango militar describió ayer como las operaciones más difíciles que las fuerzas armadas de Gran Bretaña han tenido que emprender desde el fin de la Guerra Fría. El almirante Michael Boyce, jefe del equipo de Defensa, dijo que pequeños grupos de fuerzas especiales, apoyados por los comandos de la Marina Real van a dirigir ataques sorpresa fulminantes contra blancos “terroristas”, lo que incluye escondites de armas, cuevas fortaleza y fábricas de opio.
Las fuerzas especiales no sólo se encargarán de realizar ataques sorpresa rápidos y quirúrgicos sobre los talibanes y la milicia de Al- Qaeda. También pasarán sus días en el terreno “extendiendo sus tentáculos”, dijo. La idea es mantener la presión para que “cada vez que los talibanes respiren sepan que habrá gente para encontrarlos”. Boyce se refirió a esto luego de que el gobierno hiciera la largamente esperada declaración al Parlamento británico en la que dio detalles acerca del compromiso militar británico en la “guerra contra el terrorismo” en Afganistán –llamada Operación Veritas por el Ministerio de Defensa–. Adam Ingram, ministro de las Fuerzas Armadas, afirmó que 200 comandos de la Marina –que ya están en Omán para un ejercicio planeado de antemano– serán embarcados en un portahelicóptero, y otros naves o barcos. Los marines de 400 comandos van a estar “disponibles de manera inmediata” para las operaciones en Afganistán, dijo Ingram. El resto de los 400 comandos marines –con base en Taunton, Somerset– van a volver a Gran Bretaña, pero continuarán en estado de “alerta elevada”.
Ingram estaba reemplazando a Geoff Hoon, el secretario de Defensa quien se encuentra visitando tropas británicas en Omán. El anuncio de ayer fue retrasado para darle tiempo para consultar al sultán. A pesar de que el ministro agradeció a los omaníes por la ayuda en el ejercicio, el gobierno está extremadamente sensible con respecto a la sugerencia de que Omán sería usada como una base de operaciones contra Afganistán, un país musulmán amigo. Ingram subrayó que las fuerzas británicas van a estar involucradas “para largo plazo”. También dijo que las fuerzas que se embarcaron en la campaña –más chicas de lo que se había supuesto– fueron diseñadas para manejar una “amplio rango de contingencias”, y para “mantener una flexibilidad operacional por el período de tiempo necesario”. El ministro no mencionó a las SAS. Sin embargo, Boyce más tarde aclaró a la prensa que los soldados de esa fuerza van a jugar un papel crucial en lo que los funcionarios de Defensa describen como una guerra difícil de comparar con otras, y no convencional. Las fuerzas especiales británicas fueron “destinadas a tener un impacto importante” en la situación terrestre en Afganistán, dijo Boyce. Agregó que “debía ser mencionada” la política oficial de no comentar las operaciones de estas fuerzas”.
Si sus operaciones fueron tan secretas que nadie –“ni siquiera un pastor de la tierra de al lado”– escuchó sobre ellas, entonces no tendrían el efecto esperado, poniendo presión en los talibanes y en AlQaeda, declaró Boyce. Agregó que a las fuerzas especiales británicas todavía no se le habían asignado una “tarea específica”. También declaró que la campaña militar planeada sobre Afganistán no tiene precedentes. No es una batalla contra un estado sino contra la red Al-Qaeda de Osama bin Laden. “Aquí no estamos luchando contra Afganistán sino contra algo incrustado en el país”.
Boyce admitió que localizar a los líderes talibanes o a Bin Laden y sus seguidores va a ser “realmente arduo”. La mejor manera de conseguir inteligencia sería “por parte de un afgano, ya sea logrando que traicione a Bin Laden o comprándolo”. La idea era aplicar constante presión sobre los talibanes y Al-Qaeda “para que su vida sea muy desagradable”. Fuerzas especiales montarían ataques sorpresivos en el sur de Afganistán mientras en el resto del país la Alianza del Norte haría lo que él llama “ejército terrestre de gran movilidad”. Pero Boyce se declaró preocupado ante la idea de que la Alianza del Norte tome Kabul. “Sería mejor si una administración armada por la ONU tomara el poder en la capital afgana”, declaró. Por último, Boyce admitió que la campaña no sería ganada por un “bombardeo inteligente o con botas en el piso”. Sugirió que sería ganada cuando “el pueblo afgano diga que no vale la pena la lucha –“yo conozco donde él está, entreguémoslo”–. Boyce describió a Al-Qaeda “más como una idea que como algo tangible” y comparó a la guerra contra el terrorismo como la guerra contra el comunismo.
En la Cámara de los comunes, el ministro de Defensa enfrentó la primer crítica dura de la derecha acerca de lo que los parlamentarios conservadores dijeron que se trataba de compromiso de fuerza inadecuado para completar la tarea militar. Hasta ahora el líder de los tory Iain Duncan Smith había apoyado cada medida.
Evidentemente consternado, el anterior ministro de la armada, Nicholas Soames, dijo que la declaración apenas rebalanceó las fuerzas existentes en la región. “La mayoría de nosotros espera que pueda anunciar una aceleración significativa en el tiempo de las operaciones por tierra”, dijo.
Ingram también chocó con los parlamentarios que manifestaron su preocupación porque el despliegue militar interfiriera con la ayuda humanitaria o incluso que la perturbara al verse involucrado en la entrega de ayuda. El ministro, irritado, dijo a los de izquierda: “Ustedes no tienen el monopolio de la compasión o la preocupación”.

 

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