Por Miguel Bonasso
Cuando vi Sacrificio, la película
sobre Ciro Bustos, quedé sacudido por una coincidencia que me tocaba
muy de cerca: los cineastas Erik Gandini y Tarik Saleh (hijos de inmigrantes
que se casaron con bellas suecas) aportaban declaraciones y documentos
decisivos para apuntalar los dichos del pintor mendocino y arrojar una
espesa duda sobre el autor de Revolución en la revolución.
Gandini y Saleh rondan los treinta años, la edad que tenía
el autor de esta nota cuando se cruzó con el pintor mendocino Ciro
Bustos, lugarteniente de Guevara en el ambicioso proyecto de crear varios
Vietnam en el Cono Sur. Un mismo sentimiento unió a dos generaciones
en 1970 y en el 2000: la voluntad de escuchar la versión de Bustos.
En diciembre de 1970, quien esto escribe era un joven periodista que desconocía
muchas cosas: desconocía, por ejemplo, que la derrota más
amarga es la derrota del revolucionario, ese curioso espécimen
humano que según Ernesto Guevara, no es una persona normal.
En aquella época trabajaba para la extinta revista Semana Gráfica
de Editorial Abril, que hace muchos años redujo sus operaciones
al Brasil. Y Semana me envió al Chile de Salvador Allende junto
con el fotógrafo Carlos Dulitzky.
La nota fue publicada el primero de enero de 1971 y sólo la tenacidad
del jefe de archivo de Página/12, Arón Citrimblum, me permitió
reencontrarme con ella hace apenas tres días, después de
haberla buscado durante años.
En diciembre de 1970, el gobierno militar boliviano, a cargo del general
progresista Juan José Torres, acababa de amnistiar a dos prisioneros
extranjeros condenados a 30 años de prisión por pertenecer
a la guerrilla guevarista: Debray y Bustos. Ambos habían permanecido
más de tres años en la prisión de Camiri, en los
tiempos duros del general René Barrientos.
Llegamos a Santiago de Chile cuando los liberados aún estaban en
el norte, en Iquique. En la capital chilena había clima de euforia:
se vivían los primeros momentos del gobierno popular de Salvador
Allende. Como buenos argentinos nosotros también padecíamos
de francofilia y considerábamos a Régis Debray como la
nota. Esa es también nuestra culpa escribiría
después en Semana Gráfica no haber buscado a Bustos
de entrada. En ese pecado nos acompañaron varios, entre ellos
los cubanos. Y el propio gobierno popular del Chicho Allende que alejó
a Debray del periodismo, en un operativo con ribetes jamesbondescos. Así,
mientras el intelectual por quien se había movido el establishment
francés, permanecía recluido en una casa de Santiago, el
diario oficialista La Nación publicaba una inventiva crónica
sobre su descenso en el aeropuerto de Los Cerrillos.
Con Dulitzky íbamos de un lugar para otro, como bola sin manija,
hasta llegar a estropearnos la Nochebuena. Una fuente segura
de la sección cultural de El Mercurio nos había dado la
posta de que Debray pasaría la Navidad en la famosa residencia
de Pablo Neruda, en Isla Negra, y hacia allí nos fuimos con una
carta de recomendación de esas que no pueden fallar. Llegamos
a la hermosa residencia justo sobre la última campanada de las
doce. De adentro de la casa sólo venía el rumor del mar
y no se veía un alma. Eso nos dio mala espina. Un criadito de unos
quince años se acercó a ver quiénes eran los temerarios
que venían a interrumpir la cena de Nochebuena de Don Pablo. Le
dimos la carta y para nuestra desilusión el poeta de Residencia
en la tierra no se dignó a saludarnos. Sólo se limitó
a informarnos, a través del mensajero, que ese señor
que ustedes buscan no ha venido. Que ha dejado recado que va a venir pero
todavía no vino. Le deseamos felices fiestas a Neruda y nos
volvimos a Santiago. Al día siguiente comprobamos que la mufa
no era sólo nuestra: el misterio en torno a Debray
(como titularía el diario comunista El Siglo) comenzaba a indignar
a la propia prensa chilena. A tal punto que en su edición del 25
Puro Chile titulaba: A DEBRAY LO DEJARON LIBRE EN BOLIVIA Y LOSECUESTRARON
EN CHILE. Radio Portales, por su parte, insinuó que el intelectual
que había enunciado la teoría foquista, temía
la requisitoria periodística porque esta lo obligaría
a explicar su confesión acerca de la presencia de Guevara
en Bolivia.
El nuevo gobierno, para deslindar responsabilidades, le pidió al
francés que hiciera algo y Debray envió una carta al ministro
del Interior, José Tohá, en la que agradecía a las
autoridades chilenas por haber accedido a mi solicitud de residir
en Santiago con la mayor discreción posible.
Comencé entonces a pensar en nuestro olvidado compatriota Ciro
Bustos. .De pronto alguien largo el chimento: Bustos está en el
hotel Conquistador y para allí partí, sin Dulitzky, que
aguardaba en el hotel Carrera completamente desesperanzado. Mientras caminaba
bajo el solazo del mediodía santiaguino repasaba mi información
sobre tan controvertido personaje de la guerrilla boliviana. Varias razones
me lo hacían terriblemente atractivo para un intenso buceo psicológico.
Bustos no había recibido ningún pedido internacional en
su favor. No hubo escritores argentinos que imitaran a (André)
Malraux, (François) Mauriac y (Jean Paul) Sartre en sus rogativas
por Régis Debray. No hubo funcionarios de nuestro país que
olvidando diferencias ideológicas, como lo hizo (Charles) De Gaulle,
interpusieran su influencia ante las autoridades bolivianas. No hubo periodistas
que recordaran que él también estuvo en Camiri, no hubo
comisión de ayuda. No hubo fondos. No hubo nada. Sólo sospechas
que se contabilizan fácilmente. Sospechas que arrancaban de sus
famosos dibujos entregados a los investigadores de la CIA: dibujos del
Che y de otros guerrilleros que, según algunos, equivalieron a
una confesión.
Pensaba si Bustos querría hablar conmigo, cuando lo descubrí
en el hall del hotel. En ese momento lo estaba reporteando el Canal 7,
único medio de prensa en el mundo que lo había ubicado hasta
ese momento. Mientras él hablaba, con voz baja y grave, su esposa
Ana María conversaba con una amiga porteña. Sus pequeñas
hijas, Paula y Andrea, correteaban entre los sillones.
Yo escuchaba la entrevista, observaba a esas niñas que se reencontraban
con su padre tras años de ausencia y pensaba como desdoblarme para
ir hasta un teléfono para llamar a Dulitzky y hacerlo venir a toda
velocidad. No fuera a ser que se nos evaporase la nota. Pero Bustos, que
tenía unos 38 años y aparentaba más por su pelada
y su gravedad, me recibió con gran cordialidad y se mostró
dispuesto a esperar al fotógrafo. Cuando regresé del teléfono
fuimos al bar. Las nenas seguían jugando. Bustos, obviamente, las
malcriaba. Ana María se quejaba: es un sobreprotector,
me va a echar a perder todos los esfuerzos para educarlas. Llegó
Carlitos, el fotógrafo, que era muy observador y me hizo notar
lo que había dicho Paula, la mayor: Es una familia, toda
una familia. Y nosotros estábamos allí, avergonzados
de interferir en el reencuentro familiar.
Cuando salimos a comer ya parecíamos viejos amigos. Ana María
sólo me pidió. No pongas todas estas cosas. No queremos
aparecer llorones ni declamatorios. Bustos, por su parte, hablaba
con respeto del pueblo boliviano: Yo no quisiera decir nada que
resulte una agresión para ellos. Ni que la cárcel era pestilente,
ni miserable, ni acusarlos de cosas de las que no tienen la culpa.
En el restaurante, cálido de maderas y sabrosos aromas marítimos,
Bustos me hizo un largo relato acerca de su vinculación con el
Che, al que había conocido en 1961; me reveló que en una
reunión secreta, Guevara le había explicado que el objetivo
estratégico de la guerrilla en Bolivia era la toma del poder en
la Argentina.
Llegamos entonces al punto álgido de la charla. Le pregunté
si había leído lo que decía de él Oriana Fallaci
en un reciente reportaje a Elisabeth Burgos, la mujer de Régis
Debray. No lo había leído. Lo llevaba encima y se lo pasé.
Le marqué un párrafo muy duro: El único que
habló fue CiroBustos que, atemorizado por la amenaza de muerte
contra su mujer y sus hijos, el 23 de abril dibujó el retrato de
doce guerrilleros entre los que se encontraba el Che.
Es totalmente falso lo que dice Oriana Fallaci ahí,
dijo Bustos, levantando la vista. De cabo a rabo. Debe haberse inspirado
en el libro que escribieron dos bolivianos con materiales suministrados
por la CIA. Mirá, si querés que te cuente esto prestá
mucha atención porque explicar esto es muy importante para mí.
Entonces hizo un extenso y pormenorizado relato que publiqué de
manera textual en Semana Gráfica. Sintéticamente Bustos
explicó lo siguiente:
Después de tres meses de estar detenido e incomunicado, había
logrado mantener la ficción de que era un inocente que había
ido a una reunión guerrillera engañado. Ese papel, que lastimaba
su orgullo, tendía a preservar a la estructura clandestina que
estaba en Argentina y a lograr que le levantaran la incomunicación
para enviar un mensaje a sus compañeros de afuera. Cuando advirtió
que su interrogador no era boliviano, sino un agente de la CIA, decidió
ganar tiempo y confianza del interrogador, para evitar que le aplicaran
ciertos métodos sutiles, que ellos tienen cuando quieren
arrancar las cosas.
Desde el 22 de abril hasta mediados de mayo trató de que creyeran
que su identidad era la que figuraba en el pasaporte que llevaba y juró
que era un periodista al que le habían prometido una reunión
en La Paz y luego lo habían llevado bajo protesta a
un campamento guerrillero en Ñancahuazu. Dijo que no había
visto al Che y a ningún cubano.
Este verso habría durado hasta mediados de mayo, cuando
la inteligencia militar demostró que el pasaporte de Bustos era
falso, que Ramón era el Che Guevara y que había en la guerrilla
17 cubanos.
Además no te olvides dijo textualmente que se
había producido la involuntaria confesión del Loro Vázquez,
el guerrillero que estaba herido y al que Eduardo González de la
CIA le montó una mise en scène para que creyera que un periodista
enviado por (Fidel) Castro quería saber noticias del Che. Noticias
que le dio a ese falso periodista. Además, a mí me hicieron
escuchar la cinta en donde Debray, ante la evidencia de lo del Loro, también
admitía que había venido a hacerle un reportaje al Che y
que lo había conseguido.
Así que la presencia del Che ya era innegable. Así
pues les digo: Empecemos de nuevo. Doy entonces mi nombre
verdadero, mi verdadera dirección. Reconozco que mi verdadera profesión
no es periodista sino pintor.
¿Y cómo justificás tu presencia en la guerrilla?
Bueno ahí cambió la cosa. Pero sigo negando mi vinculación
con la guerrilla. Por eso invento un personaje ficticio, Isaac Rutman.
El me ha dado el pasaporte, él me invitó a Bolivia para
participar en una reunión de izquierda y hasta me dio el dinero
para viajar. Y yo al venir he sido engañado: la reunión
no es en La Paz sino en el interior y finalmente me encuentro llevado
al seno de un grupo armado. Digo que Rutman me ha elegido porque creyó
que yo había estado vinculado con la experiencia guerrillera en
Argentina de los años 63 y 64, pero yo aclaro
que mi única relación verdadera era con un comité
de solidaridad en defensa de los presos políticos.
¿Y esta nueva versión es creída?
Hay dudas, claro. Me llevan a la granja Rinconcito, donde también
me interroga un funcionario argentino de Coordinación Federal.
Me dice que en el país hay solamente dos Isaac Rutman y que ninguno
es el hombre que yo digo.
Bustos se planta en su versión. Un nuevo agente de la CIA, Gabriel
García, llega en reemplazo de Eduardo González y se muestra
muy interesado en elotro personaje ficticio, Andrés. Tanto el argentino
como el de la CIA dudan ahora de que Bustos sea pintor y le piden que
dibuje al Che.
Al comienzo me niego (siguiendo la comedia) pero en mi fuero íntimo
veo que es una excelente oportunidad para llegar a convencerlos de la
existencia real de Andrés y Rutman como enlaces claves. Dibujo
pues al Che, cuya presencia en Bolivia ya era conocida y él mismo
me había autorizado a revelarla si me daban evidencias y dibujo
a otros guerrilleros que me consta han sido vistos por oficiales y soldados
que la guerrilla ha tomado prisioneros. Esta gente está identificada
y por unos dibujos con parecido más aparente que real no van a
identificarlos. Además no tienen nada que ver con los combatientes
cubanos cuyas fichas la CIA presentó, incluidos los que estaban
con el Che, que figuraban afeitados, con pelo corto, con su peso normal
y con traje. La identificación vino luego en agosto cuando encontraron
las cuevas repletas de documentos de identificación y miles de
fotografías. Como yo había supuesto estos dibujos los alentaron
a tratar de obtener los rostros de Andrés e Isaac Rutman... Respecto
del físico de Andrés ya nos habíamos puesto de acuerdo
con Debray; en cuanto a Rutman le imaginé los rasgos de un viejo
amigo que no veía hace muchísimos años. Un muchacho
judío que trabajaba como marinero... (Hasta aquí yo venía
escuchando con lógico interés pero muy lejos de saber lo
que venía y me involucraba)
Era un muchacho macanudo seguía Ciro. Un gran
tipo aunque no tenía nada que ver políticamente conmigo.
Creo que era socialista de los de (Américo) Ghioldi o algo así.
Bueno este hombre tenía unos rasgos judíos muy pronunciados
y yo me puse a recordarlos para darle más realismo a mi personaje
imaginario...
Cuando Bustos llegó a ese punto de su relato me empezó a
acosar una intuición imposible.
Perdón dije, sin creer lo que yo mismo iba a preguntar.
Ese Isaac Rutman de su relato ¿se llamaba Isaac Shusterman?
Ciro pegó un respingo. Ana María exclamaba: ¡Pero
esto es magia!
¡Isaac Shusterman! Un montón de imágenes de mi infancia
se arremolinaban en la mesa de aquel restaurant chileno. Lo había
conocido allá por mis ocho años y era amigo de mis padres.
Por una extraña casualidad yo también lo había elegido
para una ficción: era el personaje central de una novela que nunca
pude terminar...
Todos estábamos fascinados con la casualidad que acababa de producirse....
Treinta años más tarde, aquel encuentro navideño
reverdece como revisionismo, como polémica, en la mirada de dos
jóvenes y talentosos cineastas suecos. Ni ellos ni yo estamos en
condiciones de probar que el hombre solitario que pasea su perro y sus
recuerdos por las frías calles de Malmö, hizo los famosos
dibujos para salvar a los enlaces de afuera, como asegura. Pero hay por
lo menos un dato que para mi no ofrece dudas: pasados 30 años vengo
a comprobar que al menos una parte del relato del pintor mendocino es
rigurosamente cierta: en el documental aparece el retrato del inexistente
Isaac Rutman y es idéntico a Isaaquito Shusterman.
EL
INTELECTUAL FRANCES SEGUN CABLES DE LA DIPLOMACIA BRITANICA
Talentoso en una familia conformista
Por Ana de Skalon
Un informe confidencial de la
Cancillería británica recientemente desclasificado en Londres
sostiene que el intelectual francés Regis Debray, detenido en Bolivia
por su nexo con la guerrilla de Ernesto Che Guevara, guarda en su
memoria el haber hablado de sus amigos a sus enemigos durante su interrogatorio.
Escrito el 12 de enero de 1968 por un funcionario de la embajada británica
en París, este documento de diecinueve carillas cuenta la
historia del hijo talentoso y rebelde de una familia distinguida y conformista.
Tecleado a máquina en un papel de vía aérea celeste,
el informe dibuja un retrato de Debray a partir de notas encontradas en
la prensa francesa y de relatos oídos en los salones del mundillo
diplomático occidental. Entre los datos biográficos destaca
su origen: ...los Debray hicieron fortuna en el siglo XIX gracias
a su fábrica de encajes en Calais, ciudad donde todavía
conservan vastas propiedades... el joven Régis Debray creció
en el amplio departamento que sus padres habitan en el exclusivo sector
16 de París.
Presenta a la familia como pilares del establishment
de la clase media francesa, rayanos en lo excéntrico y se
detiene en el padre, George Debray, un exitoso abogado de París,
un hombre decente, católico, un Caballero del Santo Sepulcro...
pero opacado por la imagen dominante de su esposa, la imponente Janine
Alexandre-Debray. Una mujer ambiciosa, elegante y bella quien es la vicepresidenta
del Consejo Municipal de París. Es este mundo de relaciones
de sus padres con el poder del estado y de la Iglesia Católica
el que se pondrá en marcha a partir de su detención en Bolivia
el 20 de abril de 1967. La familia Debray conoce bien qué
timbres tocar en el gobierno... el Quai dOrsay, a pesar de su desconcierto,
instruyó a que la embajada francesa en La Paz actuase en el asunto...
El Vaticano fue persuadido de presionar discretamente a favor de un juicio
al menos razonable... y hasta el general De Gaulle se vio en la necesidad
de enviar un mensaje personal al presidente Barrientos.
Sobre la presencia de Debray en Bolivia relata en febrero de 1967,
Regis Debray partió de Cuba para entrevistar al Che Guevara quien
comandaba la guerrilla boliviana. El sostiene que fue invitado a hacerlo
por el propio Che. Sin embargo, hay dudas sobre si Debray fue recibido
con gran entusiasmo. De acuerdo con el Economist, Guevara escribe en su
diario de marzo que Debray le había solicitado unirse al movimiento,
pero no lo consideraron físicamente apto y le urgieron a que abandonase
el campamento. Debray se siguió quedando en el papel de periodista
visitante, amigo de la guerrilla.
El 20 de abril, Régis Debray es detenido en el poblado de Mayupampa.
Fue torturado durante tres días y mantenido incomunicado por varios
meses. Aparentemente les contó a sus interrogadores dónde
y cuándo había conocido al Che Guevara. Posteriormente Debray
sostuvo que no le dijo nada al ejército boliviano que ellos ya
no supiesen. De todas maneras, Che Guevara fue descubierto y fusilado
el 8 de octubre.
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